Hay un dicho, don Ramón, que afirma que quién no se siente de izquierdas a los veinte y de derechas a los cuarenta es que no sabe apreciar la vida. No seré yo quién manifieste conformidad con tal premisa pero, en lo que se refiere a su trayectoria política, el dicho adquiere un significativo valor. Mira que ya ha llovido desde aquel lejano 1976, cuando usted fue nombrado miembro del Comité Ejecutivo del PCE. Eran tiempos de pelucas e ilusiones contrapuestas, de vértigos y miedos ante una etapa de difícil transición política. ¿Quién osaba decir que los comunistas no entendían ni torta de economía cuando entre sus filas destacaba la personalidad de un virtuoso como usted?  Aún puedo recordar su candidatura por el PCE al Ayuntamiento de Madrid, donde tuvo la mala suerte de toparse con el Viejo Profesor en las filas socialistas. Se habló de pactos e incluso se barajó la idea de que fuese usted el alcalde. Pero no pudo ser, don Ramón, y don Enrique Tierno esgrimió el bastón de mando capitalino hasta el día de su muerte. Fue entonces cuando vinieron las dudas y se gestionó aquel conglomerado ideológico de la Federación Progresista que se vinculó de inmediato a IU y con el que logró acta de diputado. Pero aquel batiburrillo no era muy brillante, que se dijese, y pronto abandonó dicha formación y formalizó usted su ingreso en el CDS de Suárez y Rodríguez Sahagún. Más vale tarde que nunca, don Ramón, que la edad parece volvernos más conservadores. Menos mal que se retiró usted a tiempo de la política activa, porque tal vez hubiera coincidido en el CDS con aquel mago de las finanzas que se llamó Mario Conde. Hoy en día, don Ramón, pagaría por saber a qué formación política votó usted en las últimas elecciones… No me lo tome a mal; es simple curiosidad.