Desconfías de quién alabó tu virtud
como arroyo de frescas aguas cristalinas
que limpian de impurezas los recuerdos,
persiguiendo
la inocencia ataviada en gozos,
los insólitos ropajes del amor.

Y, al reflejo de verdores imposibles,
decides degustar pasión
entre biombos de terciopelo.

Te aconsejan las doradas envidias,
los rebeldes bucles de lascivia,
el exótico mestizaje…
Te aconseja, también, quién más te desea,
juego de laberintos engarzados…
Te aconseja el magisterio de la experiencia.

Sufres la emboscada
de confusos sentimientos de traición.

Te atormentan incesantes cosquilleos,
orgía libertina de sentidos,
cautivo escorzo que humilla tu expresión
sumisa en escenario de acciones convergentes.

Decido abordarte en sobremesa,
explorando tu cuerpo hasta el ocaso.

Y el oficio te va seduciendo
al escuchar murmullos excitados
que confortan tu alma insatisfecha.
Sonríes ocultando tu sonrisa,
protegida entre mis juegos de capricho.

Siempre resultas elegida
cuando la noche percute mis anhelos.
Y, al orgullo de venganzas victoriosas,
vuelves a sonreír
cobijando tu frágil silueta
entre mis brazos nerviosos.
Vuelves a sonreír…
Vuelves a sonreír, ocultando tu sonrisa.