Nadie quiso traducir tu sonrisa
y ahora me encuentro al capricho de tus voluntades,
como una fuente infinita de arrebatadores deseos
que fluyen cadenciosos en la sobremesa de las vanidades;
me abrazo a tus vueltas
buscando el misterio de las verdades más comprometidas
y me acoges al delirio de escenarios imposibles.

Nunca imaginé tus dotes seductoras
ni los brillos legendarios que tu desnudo cuerpo exhibe;
tu piel es mi cobijo en la impotencia,
mi sueño de libertades por conquistar
y mi faro entre las amenazantes tinieblas.

¡Cómo quiebran tus murmullos el silencio de la tarde!
Asumes el más bello relato
de leyendas escondidas a la vera de mis recuerdos,
con infinita bondad en el afecto
y dulce lujuria en el desenfreno.
Tus ojos se iluminan al crepitar de las hogueras,
al ritmo pausado de gozos y lamentos;
y reluce tu alma de eterna felicidad
cuando la lluvia calma la sed de tus manejos.

Eres voraz poseyendo mi capricho
cuando dibujas sus perfiles con trazos de alevosía.

Y al calor agradecido de tu presente
te brindo mi espíritu en lo más íntimo de las secuencias;
me diluyo enamorado en tu esencia
devorando hasta el aire que te envuelve,
con el impulso apasionado de mi mente en tu presencia.

Te percibo como una diosa en trono de misericordias,
como una musa recostada en el diván de la indulgencia,
cuando el sello de tu expresión
borra las huellas de cualquier pretérito consuelo,
de cualquier romance carente de ilusiones.

Me guías por tu senda de abiertas sensaciones
si me pierdo entre nebulosas impregnadas de nostalgia.

Con la magia de tu fiel admiración
me ofreces la flor más exquisita de tu jardín encantado,
compartiendo conmigo los placeres del ensueño,
acariciando el cáliz de la delicia
mientras mi beso se extiende por tu universo.
Mas, me siento cautivo de tu engalanada figura,
me siento cautivo de todo tu ser,
sólo de tu ser.