* Compuesta entre 1906 y 1907
* Estrenada en San Petersburgo el 20 de enero de 1908 bajo la dirección del autor
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 2 flautas, 2 óboes, 2 clarinetes, clarinete bajo, 2 fagots, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, timbales, platillos, bombo y campanillas
* Duración aproximada de la ejecución: Entre 55 y 57 minutos

 Si bien Rachmaninov no fue considerado como la «continuación» de Chaikovski, sí es del todo cierto que fue su «consecuencia». Para muchos críticos, sólo la música producida por el grupo de los Cinco Rusos fue esencialmente «rusa», tachando tanto a Chaikovski como a Rachmaninov de músicos occidentalizados. Sin embargo, este juicio de valor no fue en absoluto compartido por la sociedad musical rusa, quien considera el carácter netamente ruso de estos dos señalados compositores. El gran parecido de Rachmaninov con Chaikovski radica mayormente en la gran fuerza interior que desprende su música, de gran poder emocional. Fiel a su estética y muy sincero en su personalidad musical, Rachmaninov se sintió desfasado progresivamente de las tendencias de sus contemporáneos y, como resultado de ello, su labor como compositor fue menguando considerablemente durante los últimos años.

 No son pocos los testimonios que abundan en la gran relación existente entre la melodía y el sentido compositivo de Rachmaninov. En efecto, no se puede entender la obra sinfónica del compositor ruso sin prestar atención al carácter casi nuclear que la melodía implica. Ya el propio Rachmaninov se confesó ante las dudas que surgían entre sus más íntimos amigos ante el silencio compositivo del autor: –«¿Cómo voy a seguir componiendo sin melodía?»– La melodía se había marchado de su vida, muy posiblemente a causa de su exilio, y en tanto que no retornase, Rachmaninov no habría de profanar su arte ni de tratar de forzar un poder que consideraba natural y espontáneo. Con ello, Rachmaninov demostró su sinceridad creadora hasta límites realmente admirables.

 La Segunda Sinfonía de Rachmaninov fue esencialmente escrita durante una estancia en Dresde en 1907, correspondiendo a un fecundo período creativo del compositor el que también verán la luz el poema La isla de los muertos y el Tercer Concierto para piano. Esta sinfonía es la mayor de las tres e incomparablemente más bella, rica y madura que la Primera. Se trata de una obra que define claramente a Rachmaninov como una personalidad romántica de inconfundible extracción rusa, un consecuente y personalísimo continuador del legado sinfónico de Chaikovski. Su música es tensa pero de absoluta transparencia a la vez, contenida y rebosante de pleno lirismo. Los conflictos personales se reducen en ella en provecho de la amplitud narrativa, a la que quizás se le pueda reprochar su prolijidad, no así la épica inspiración cercana a la de Borodin o Sibelius. Si bien la factura es típica de Chaikovski, el espirítu atiende a la peculiaridad compositiva de Rachmaninov. El compositor no se aparta del principio cíclico, pero lo aplica con mucha menos ostentación que en su Primera Sinfonía.

 La versión de los enlaces a los vídeos se corresponde con una interesante interpretación de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico dirigida por el maestro mexicano Carlos Miguel Prieto, uno de los más firmes valores musicales latinoamericanos, en concierto celebrado en febrero de 2004 en el Centro de Bellas Artes de San Juan de Puerto Rico.

DESARROLLO DE LA OBRA

PRIMER MOVIMIENTO (Largo-Allegretto moderato): El movimiento se encuentra solapado en dos vídeos. La introducción presenta unas considerables dimensiones en la que un tema, ligeramente movido, es presentado de entrada en los graves para luego ser expuesto definitivamente en los violines. Dicho tema se extiende progresivamente a toda la orquesta en una escritura del todo contrapuntística, con entradas en imitación y en inversión temática. Este tema está directamente relacionado con la primera idea del Allegro, en donde el movimiento se anima enseguida gracias a los rítmicos tresillos. Los suaves acordes de los instrumentos de madera establecen un diálogo con los tresillos de la cuerda, constituyendo esto el segundo tema que mantiene fuertes ecos del primero. La exposición se cierra con una balsámica melodía que crece y decrece. Llegados a este punto, el desarrollo supone un cambio notable de clima, con ritmos, armonías y efectos orquestales cargados de amenaza. En la reexposición, los toques en puntillo de los metales responden al primer tema y parecen estar y parecen estar inspirados en Chaikovski, concretamente en el final del primer movimiento de la Patética. Después de un episodio en la tonalidad de Mi mayor, que es ahora la del segundo tema, vuelve el modo menor en la coda, abruptamente interrumpida en su enérgica carrera.

SEGUNDO MOVIMIENTO (Allegro molto): El movimiento se encuentra solapado en dos vídeos. Un equilibrado Scherzo entre la vitalidad y la imaginación. El comienzo, con un espontáneo tema de la trompa ritmado por la cuerda, recuerda lejanamente a Borodin. En un repentino piano, una serie de arabescos formados por acordes quebrados en el clarinete y luego en el óboe, aportan un enigmático toque antes de servir de ornamento a una melodía perfilada por los violines de manera declamatoria. La siguiente parte comienza con un pasaje fugado de la cuerda sobre el que pasan diversos elementos rítmicos y temáticos, destacando un sobrio coral de los metales. El final del movimiento es un largo crescendo en el que vuelven a escucharse ecos de los anteriores arabescos.

TERCER MOVIMIENTO (Adagio): En dos vídeos, el precedente de la segunda parte del movimiento segundo y el del enlace (A partir del minuto 1. 42). Uno de los pasajes más inspirados y conocidos de Rachmaninov, lo que equivale a decir que es un movimiento esencialmente melódico. Dos temas fundamentales alimentan esta verdadera romanza para orquesta: Uno, muy amplio, en la cuerda y otro en el clarinete con puntos de reposo sobre notas tenidas. Es en este movimiento donde más se afirma el principio cíclico de la repetición del tema principal del primer movimiento. En el desarrollo, se elevan entonaciones temporales con la repetición de un intervalo de semitono en el óboe. El movimiento discurre sereno y es notable por la riqueza de su textura, esencialmente polifónica. La belleza de este fragmento sinfónico es del todo incuestionable.

CUARTO MOVIMIENTO (Allegro vivace): Movimiento solapado en dos vídeos. Un burbujeante tema en tresillos, lleno de color y vitalidad, es expuesto en dos ocasiones separadas por un ritmo de marcha en los instrumentos de viento. Se ve seguido por una larga frase melódica de la cuerda, de generoso y apacible lirismo. Un corto interludio de seis compases — Adagio — recuerda un fragmento del movimiento anterior con la superposición de su melodía principal y de un tema cíclico de la sinfonía. En la parte central de final, el material se divide entre los fragmentos instrumentales y unos reiterados staccatti que contribuyen a dar sensación de ligereza. El tema cíclico, a la manera de una filigrana, pasa a la flauta y al óboe. Una diferenciada reexposición termina la obra con enorme y luminosa energía. A mi juicio, estamos ante la obra cumbre del autor.

VERSIONES RECOMENDADAS

André Previn con la Sinfónica de Londres. EMI (Fresca, cálida y apasionada. De absoluta referencia)
Mariss Jansons con la Filarmónica de San Petersburgo. EMI (El joven Jansons ya da muestras de su clase. Impecable)
Gennadi Rozhdestvenski con la Sinfónica de Londres. CARLTON (Impetuosa pero contrastada lectura)
Eugene Ormandy con la Orquesta de Filadelfia. CBS (Sólo por el sonido orquestal ya merece la pena)
Vladimir Ashkenazy con la Orquesta del Concertgebouw. DECCA (Ensoñadora, muy bien cimentada)
Valery Gergiev con la Orquesta del Teatro Kirov. PHILIPS (Muy dinámica, pero con sabor y poderío)
Jesús López-Cobos con la Sinfónica de Cincinnati. TELARC (Orgánica y construida como un todo)

 Por contra, no acaban de satisfacerme las versiones de Lorin Maazel con la Filarmónica de Berlín. DG (Excesivamente episódica) y la de Andrew Litton con la Royal Philharmonic. VIRGIN (Aburrida, muy lineal, justo el otro extremo a la versión de Maazel). Por supuesto, éstas no son sino meras apreciaciones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.