Soledad Becerril

 Fue hace casi treinta años cuando, en un programa de la única televisión que teníamos los españoles por entonces, se pronunció este oxímoron.

Muchos se sorprenderán al descubrir que el padre de esta expresión no fue otro que el cantante Ramoncín, ponente de un improvisado programa en el que se debatía la situación musical de los emergentes grupos españoles que, a no tardar, darían lugar a la llamada Movida madrileña.

Al parecer, doña Sole, el inefable Ramoncín se mostró tan elogioso con usted debido a unas subvenciones que desde su ministerio se concedieron a determinadas bandas rockeras y de las que aquel músico resultó particularmente favorecido.

Y ya se sabe, doña Sole, que para este tipo de ayudas, Ramoncín siempre se ha mostrado del todo agradecido… Aquello quedó grabado en mi recuerdo, pero ese no es el motivo principal por el que me he decidido incluirla a usted en esta sección de semblanzas, ni mucho menos.

Usted, como ministra de cultura del gobierno de la UCD entre 1981 y 1982, fue la primera mujer, desde los tiempos de la República, en ocupar un sillón en el gabinete ministerial de este país. Y eso bien que merece este humilde homenaje, doña Sole. Y muy buena política debe ser usted cuando fue galardonada en 2006 con la Medalla de Andalucía otorgada por la Junta de Andalucía.

Según el Boletín Oficial de la Junta, usted ha contribuido a la consecución de la democracia y a la consolidación de la Autonomía para Andalucía. Y sigue haciéndolo desde el diálogo y la templanza, compatibles con la firmeza en la defensa de sus convicciones. Y qué estupendo resulta que dicho reconocimiento se lo haga un rival político como don Manuel Chaves. Ahí queda eso, doña Sole.

Mi saludo y admiración.