Teresa Berganza

 Teresa Berganza nació en Madrid

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Con una carrera artística sabia y prudentemente planificada, la mezzosoprano española Teresa Berganza — de nombre real, Teresa Vargas — ha ocupado las cotas más altas de la interpretación vocal en esa difícil tesitura a caballo entre la voz de soprano y la de contralto.

Su trayectoria ha estado desde siempre basada en el estudio, rigor y exigencia, cualidades cuyo resultado más sobresaliente es una producción artística repleta de enorme calidad y de absoluta fidelidad al espíritu de la obra a interpretar.

Y no sólo eso: Gracias a Teresa Berganza, los compositores españoles han tenido una inmejorable tarjeta de presentación en los escenarios internacionales. Es por ello que la difusión cultural española siempre estará en deuda con esta enorme artista, una profesional de los pies a la cabeza.

▶ Biografía

Teresa Berganza nació en Madrid el 16 de marzo de 1935 y fue su propio padre quien empezó a enseñarle los primeros y fundamentales conocimientos de solfeo. Pese a haberse iniciado en el estudio del piano y el órgano, pronto descubre que su verdadera pasión es el canto.

De esta manera, se pone bajo las órdenes de los profesores Gerardo Gombau y Lola Rodríguez de Aragón en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, en donde obtiene las máximas calificaciones. Sin embargo, como consecuencia de una extraña hemorragia en las cuerdas nasales, la joven Teresa no tuvo más remedio que silenciar su voz hasta detener por fin aquella dolencia. Obtiene el Primer Premio de Canto del Conservatorio en 1954 y con 22 años, en febrero de 1957, ofrece su primer recital en el Ateneo de Madrid, aunque ya había participado en numerosas grabaciones de zarzuela desde los 18 años bajo batutas de la talla de Ataúlfo Argenta.

Ese mismo año de 1957, Berganza debuta en el Festival de Aix-en-Provence bajo las órdenes de Hans Rosbaud interpretando el papel de Dorabella de la mozartiana Così fan tutte. Ese debut significó, de manera realmente increíble, el comienzo de una consagración artística realmente meteórica. De gira por Italia es acompañada por el pianista Félix Lavilla, quien acabó convirtiéndose en su primer marido. Repetidas actuaciones en Milán, Florencia y Turín no hacen sino confirmar que, con apenas 22 años, Berganza era ya una artista internacionalmente reconocida.

 Al año siguiente, en 1958, Berganza canta en Tel-Aviv bajo las órdenes de Carlo Maria Giulini y participa además en una serie de representaciones de Las bodas de Fígaro en el Festival de Glyndebourne bajo la batuta de Hans Schmidt-Isserstedt. A finales de ese mismo año debuta en los EEUU con óperas de Rossini y Cherubini, cantando nada más ni nada menos que junto con la mítica Maria Callas (Quien, por otra parte, obligó a saludar a una nerviosísima Berganza tras una representación de Medea, en un bello gesto, tras la atronadora ovación que le dedicó el público norteamericano).

En 1959, Berganza canta en la Ópera de Viena bajo la dirección de Herbert von Karajan, circunstancia que también se repetirá en los Festivales de Salzburgo de 1972 y 1973. Si bien en el terreno musical aquella colaboración resultó inolvidable, en el plano personal Karajan y Berganza tuvieron muchos roces debido a la fuerte personalidad de ambos. Berganza nunca cedió a las caprichosas pretensiones de nadie, por muy famoso que fuera.

Ya en la década de los años sesenta, el público del Covent Garden se rinde ante Berganza por sus magistrales versiones mozartianas bajo las órdenes de Sir Georg Solti. Por entonces, Berganza era ya todo un mito y por ello era requerida por los mejores directores y los principales coliseos operísticos del mundo. En 1970, y durante una grabación con Otto Klemperer, la Berganza no sólo logra cautivar al veterano maestro alemán con su voz, sino que también consigue que el viejo director se enamore perdidamente de ella.

Uno de los grandes hitos de la carrera artística de Berganza se produjo en 1977, cuando la cantante española se presenta en el Festival de Edimburgo junto a Plácido Domingo y bajo la dirección de Claudio Abbado en el papel de Carmen de Bizet, una representación que resultó apoteósica y cuya posterior grabación discográfica con el mismo elenco de artistas significó una de las más perfectas grabaciones operísticas de toda la historia. Aquel éxito supuso que, paulatinamente, Berganza abandonara ciertas óperas de Rossini para incorporar a su repertorio otros papeles de autores como Massenet, Gluck o Haendel.

A todo esto, y sin entrar nunca de lleno en el mundo del Lied, Berganza continuó con sus memorables registros de la obra de Falla y de las canciones populares recogidas por el poeta Federico García Lorca. No podemos dejar de hacer mención a su portentosa trayectoria como cantante de zarzuelas, actividad que ha paseado con orgullo a lo largo y ancho del mundo.

En 1984, Berganza publicó un emotivo libro autobiográfico — Flor de soledad y silencio — en el que narra con enorme expresividad todos los esfuerzos personales que hubo de realizar para no sacrificar bajo ningún concepto su vida privada y familiar. Tras su separación matrimonial con Félix Lavilla en 1977, Berganza rehízo su vida sentimental con don José Rifa, estableciendo su residencia en Luxemburgo y en la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial.

En 1991 y junto con otros cantantes, fue galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Ya en 1994, fue la primera mujer elegida como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En la actualidad, Teresa Berganza es titular de la Cátedra de Canto de la Escuela Superior de Música Reina Sofía y ofrece además clases maestras a lo largo y ancho del mundo.

La voz de Teresa Berganza es calificada por ella misma como de mezzosoprano aguda, caracterizada por una coloratura extraordinaria, por un registro central fabulosamente cálido y con una luminosidad general típica de las voces latinas. Berganza nunca fue una cantante de corazón, sino de cerebro.

Pero eso no significa que sus interpretaciones carezcan de expresividad o espontaneidad, ni mucho menos, sino que cuida el estilo hasta extremos realmente obsesivos, evitando siempre cualquier exceso. Constantemente ha utilizado sus medios vocales al servicio de la creación artística, pero nunca como vehículo de exhibición o espectáculo.

Todo en su carrera ha sido meditado y analizado. Pese a las ofertas que desde muy joven recibió para interpretar la Carmen de Bizet, Berganza esperó hasta 1977, no por falta de medios técnicos o vocales, sino porque quiso empaparse del todo con la figura literaria de Prosper Mérimée.

Para ello, leyó y releyó durante años la obra y llegó a realizar viajes a Andalucía para observar y asimilar los gestos de las mujeres gitanas. Es por esto por lo que su versión de Carmen es verdaderamente insuperable. Berganza ha interpretado a pocos personajes pero siempre se ha sentido muy cómoda en todos ellos. Son como sus «hijos», según sus propias declaraciones.

Amante de la música «clásica y romántica», aborrece un tanto la música contemporánea: –«El día que escuche una obra de música contemporánea que contenga al menos un momento de emoción comparable a la Patética de Chaikovski, por ejemplo, entonces me haré aficionada a ese tipo de música. Mientras, prefiero seguir escuchando las sinfonías de Haydn, Mozart, Brahms…»– 

El gran rigor profesional del que siempre ha hecho gala Teresa Berganza ha provocado más de un disgusto en determinados directores de orquesta y gerentes de teatros, demasiado acostumbrados a que las estrellas líricas triunfen atendiendo más a la inspiración del momento que al trabajo minucioso y creativo de los ensayos. Para quien esto escribe, Teresa Berganza, pese a que su voz no tenga tal vez la envergadura de otras grandes mezzos, ha sido, de largo, la mejor dentro de su tesitura en toda la historia de la interpretación.

 

▶ El legado discográfico de Teresa Berganza

Es fundamental para estudiar el comportamiento y características del registro de una mezzosoprano. Dentro de dicha discografía destacamos (Advertimos que los enlaces a los vídeos no tienen porque corresponderse necesariamente a la versión citada, aunque sí a la obra referida):

 

Nuestro humilde homenaje a esta extraordinaria artista.