Me sorprendió la inesperada llamada telefónica de mi cuñada Rosa aquella mañana. Ya el día anterior habíamos estado conversando sobre la posibilidad de realizar juntos un viaje a Tánger a finales de mes y quedamos en que hasta el domingo no volveríamos a hablar del asunto, una vez que hubiéramos podido confirmar tanto mi disposición laboral como la de mi compañera Celia. Encontré a Rosa auditivamente alterada:  — «Escucha, Leiter. Anulamos lo de la escapada a Tánger. Esta noche he tenido un sueño y… Cristales rotos, gente arrojándose al vacío y… « –. No pude soportar más esa retahíla y la interrumpí: — «Rosa, Rosa. Espera; te paso con tu hermana y se lo cuentas a ella que yo no estoy hoy para hostias…» –. Estuvieron un poco más de un cuarto de hora enganchadas al auricular y, de reojo, observé como Celia iba adquiriendo paulatinamente una expresión seria y preocupante. Justo al dar por concluida la conversación no pude el evitar contenerme y le espeté a Celia:  — «De verdad que empiezo a estar ya un poco cansado de las historias de tu hermana… ¿Porqué no le preguntas por los números que saldrán en la próxima Primitiva? ¡Siempre estamos igual, joder!» –. — «Tú, tómalo a broma, Leiter; pero cada vez que tiene una pesadilla de esas ocurre algo grave… Por cierto, lo de Tánger lo suspendemos temporalmente» –. Esto ya acabó por ofenderme.  — «¿Lo ves? Ahora que lo teníamos todo hablado, va la buena señora, tiene un jodido sueño y nos chafa el viaje a Tánger… » –.  — «Escúchame bien, Leiter» — Me interrumpió Celia con un tono ya muy elevado — «Tú no sabes ni de la misa a la media de esas cosas y, además, si te cuento, gracias a esas pesadillas mi hermana aún vive para contarlo» — Me picó la curiosidad. — «¿Para contar el qué?» –. — «Hace ya muchos años…» — Prosiguió Celia más calmada — «Yendo con Andrés en el coche de Málaga a Torremolinos, pillaron un atasco y mi hermana se quedó dormida. Cuando despertó, le dijo a Andrés que frenase, que fuese más despacio. Como sería la cosa que el pobre de Andrés hubo de parar el vehículo en la cuneta, ya desesperado ante la insistencia de mi hermana. Leiter, por la memoria de mi madre. A menos de cincuenta metros se cruzó un avión enorme por la autopista y fue a estrellarse contra unas casas bajas. Se había salido de la pista al despegar…» –. — «¡Coño, lo del DC-10 de Spantax!» — Pensé para mí — «… Y no veas; fue una catástrofe. Hubo muchísimos muertos y mi hermana lo había soñado justo antes.» –

 Acabamos enfadándonos, como de costumbre, Celia y yo. Nunca he dudado de la veracidad de sus versiones pero, sinceramente, la idea de perderme un buen plato de Cus-Cus en Tánger por culpa de unos estrambóticos sueños de su hermana me molestaba y así se lo hice saber, con lo que el enfado se desató hasta el extremo de estar un buen rato sin dirigirnos la palabra. Menos mal que Celia es tan explosiva que, al pronto, se le pasa y, poco antes de empezar a comer, se vino hacia donde yo estaba y, melosa, me dijo:  — «Anda, no te enfades. ¿Qué diablos estás leyendo que te veo tan absorto?» –. — «Nada importante» — Contesté y añadí:  — «Mira esta noticia: El Vaticano confirma su reconocimiento al Estado de Israel» –. — «Bueno ¡Anda qué no les ha costado! Además, eso ya lo sabías… « — Sonreí y, al instante, comencé a pasar hojas de la revista que estaba leyendo y me detuve ante una página impar.  — «Toma, lee esta otra noticia, Celia» –.  — «Aparece muerto en extrañas circunstancias un periodista de la BBC que investigaba sobre unos hallazgos en un osario de Jerusalén y que, al parecer, según reciente datación cronológica, podrían pertenecer al siglo I de la Era Cristiana… ¿Y? ¿Qué me quieres decir con esto, Leiter?» –.  — «No, nada. Simple coincidencia, como los sueños de tu hermana…» —

 Está visto y comprobado: Cada vez que tengo que comer spaghettis a la boloñesa me acabo condecorando la camisa con salsa de tomate. Celia me volvió a echar la bronca: — «Si es que siempre te pasa lo mismo; si es que no se puede comer leyendo el periódico y hablando por el móvil; si es que eres uma calamidad… » — Ahora sí que tenía razón y, desesperada ante mi torpeza para los usos gastronómicos, se retiró al dormitorio para tumbarse un rato, alegando un molesto y repentino dolor de cabeza. Era habitual y por ello no le di mayor importancia. A solas en la mesa, con una manzana en una mano y un cuchillo en la otra, me puse a ver el informativo de la televisión, Telecinco, creo recordar que era. De pronto, unas imágenes me llamaron poderosamente la atención y dejé de pelar la manzana. Con el mando de infrarrojos, elevé el volumen sonoro del televisor y el locutor, sorprendido también, comenzó más o menos con el siguiente relato:  — «Sí… Les estamos ofreciendo imágenes en directo que nos sirve la CNN… Parece que se ha desatado un incendio en una de las torres del complejo World Trade Center de Nueva York… Están informando que un avión ha podido estrellarse contra una de las torres gemelas… Recordamos, son imágenes en directo… Y… ¡Es increíble! Parece que se ha producido una explosión en la otra torre… Es otro avión, me señalan los compañeros… Todo es muy confuso… »  En ese momento, el tono del teléfono móvil me alertó aún más de lo que estaba. Miré la pantalla, leí el prefijo 952 de Málaga y, a continuación, el número de mi cuñada Rosa…