Qué más daño puedo ya cometer
si en el amor se esconde mi ternura
y tus ojos me otorgan la amargura
de un deseo que no quieres conocer
cuando te ofrezco mi don de hermosura
y me niegas tu luz de amanecer.

Sólo fue un arrebato de ilusión
si tu mirada me incendió la vida
con los aires de tu alma decidida
y el fuego que adorné con la pasión
al dibujar tu flor desconocida
en los rincones de la incomprensión.

Y al buscar tu luna de fantasía
me encontré con vientos de desamor
que ahogaron mis anhelos con temor
de perderte entre sombras de alegría
por soñar con tus luces de color
despertando al sol de melancolía.

¡Qué tu recuerdo muera en el olvido!
¡Qué mi pena llore al anochecer!
Si hacia tu cuerpo ya no he de volver
con regalo de aroma incomprendido
que fracturó mi consuelo en tu ser
y cubrió en destemplanza mi sentido.

Soy príncipe de causas invencibles,
soy víctima en honor de mi verdad;
y vuelvo a padecer la ingenuidad
de acariciar estrofas insensibles
que ocultan con destellos de amistad
los trazos de unos versos imposibles.

 No tardaré en volver a perseguir
la siniestra estela del desengaño
cuando me expulses con ecos de antaño
de aquel mar que suplica el porvenir
donde las olas cuidaron mi daño
con arpegios de tu dulce elixir.

¡Mírame con deseo de voluntades!
Arrima tu aliento en mi corazón,
rompe los moldes de la maldición,
ilumina el pozo de soledades…
Ardiendo por soñar con tu emoción,
nadando en tormenta de tempestades.

Sólo te pido una gota de esencia
que aplaque la sed que envuelve tu amor
cuando grite en las noches de furor
con locura por tu infinita ausencia
y me soplen vientos de desamor
al llorar tu recuerdo en la impotencia.