En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar una verdadera joya musical, quizás lo más inspirado que compuso nunca Robert Schumann a nivel sinfónico, el evocador, poético y ensoñador Adagio de la Sinfonía nº2, Op. 61, en Do mayor. Por momentos, parece que estamos escuchando a un futuro Mahler o incluso a Bruckner, con esos giros de cuerda tan magistralmente desarrollados. La música resulta del todo trascendente y no podemos dejar de imaginar durante la audición el enloquecido amor que Robert Schumann sintió siempre hacia Clara, una de las parejas más geniales de la historia de la música. Schumann se muestra en esta bellísima pieza del todo inspirado, tocado por las invisibles manos de las mágicas musas, en una verdadera demostración de talento musical. Contra todo lo que se ha venido comentando, este movimiento — y la sinfonía en su totalidad — está maravillosamente orquestado, con un magistral trato a las cuerdas y al clarinete, en especial. La versión del enlace corresponde a una lectura de George Szell al frente de la Orquesta de Cleveland y dicha grabación está disponible en el sello SONY (Ref 89382).
El Adagio, en do menor y compás de 2/4, es un ejemplo de portentoso desarrollo orquestal que, aunque toma préstamos del mundo clásico, pertenece por entero a la sensibilidad romántica. La melodía, de una ternura teñida de melancolía, en declamada ampliamente por los primeros violines y coloreada posteriormente por el oboe. Tras un episodio de transición, subrayado por las trompas, el clarinete expone nuevamente el tema, modulado a tono mayor por flautas, que prepara el ascendente clímax de cuerdas, con elevados trinos de connotaciones un tanto místicas. Con sumo equilibrio, las maderas cierran este fragmento y dan paso a un episodio levemente fugado que culmina de nuevo con la exposición del tema principal. El movimiento acaba con una admirable serenidad.
La sinfonía nº2 de Robert Schumann, aún siendo menos conocida que la Renana y la Cuarta, es a mi juicio la sinfonía más completa del compositor de Zwickau. Cronológicamente, es la tercera de sus sinfonías ya que fue esbozada en diciembre de 1845, una vez finalizado el Concierto para piano, y terminada el año siguiente, cuando ya empezaban a manifestarse los primeros síntomas de su fatal enfermedad. El propio Schumann declaró que esta sinfonía «representa la resistencia de mi espíritu, la lucha contra mi estado de salud». Una obra, pues, del dolor y la victoria sobre sí mismo, de ahí la atmósfera cambiante de la misma, una veces inclinada hacia la alegría y otras hacia la más íntima resignación. La obra presenta ciertas afinidades con la Primera sinfonía: Ambas comienzan con un lento preámbulo que prefigura la temática de la obra y también poseen un Scherzo con dos tríos. Pero quizás más en esta sinfonía, los lazos y encadenamientos temáticos entre los diversos movimientos entrañan un deseo de rigor y cohesión en la construcción. La primera audición de esta sinfonía, dedicada al rey Oscar I de Noruega y Suecia, tuvo lugar en Leipzig el 5 de noviembre de 1846.
Disfrutad con esta pieza, aunque os recomiendo encarecidamente la audición de toda la sinfonía, enteramente disponible en la misma versión.
Gran guiño musical el que nos traes hoy.
Realmente es preciosa y evocadora esta sinfonía, en especial este tercer movimiento.
Hay que ver de lo que era capaz el pobre Schumann cuando aún conservaba la plenitud de sus facultades mentales. En fin.
Por cierto, dignísima orquesta.
Schumann es uno de mis compositores más apreciados.
Ciertamente lo expones, Ángel: ¿De qué hubiera sido capaz Schumann de no verse afectado por esa extraña locura?
Ni lo imagino.
Un abrazo, Kapellmeister
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No he explorado nunca a Schummann pero este es un buen comienzo. Me han llamado la atención el uso de los timbales en al coda, pareciera ser el antecedente de lo que esta por venir en materia de «golpes» (jaja sé que lo estruendoso mucho no te gusta).
Lo único que sabía era de la exitosa pareja musical con Clara, similar a la que Du Pré tuvo con Barenboim. Hay más ejemplos en la historia de la música clásica de parejas exitosas, Leiter?
Un abrazo.
Los golpes de timbal, al concluir los movimientos sinfónicos, me encantan. Pero de esa manera que hace Schumann, no como un redoble, sino «nota a nota», adquiriendo protagonismo. El final del primer movimiento de la Cuarta de Brahms es similar.
Pues así, a primeras, sólo recuerdo la pareja formada por Olivier Messiaen y su mujer, la pianista Yvonne Loriod.
Un abrazo, Frank
LEITER
Es absolutamente precioso! Vuelvo a oirlo! Gracias, Leiter. Me iré a dormir con lágrimas en los ojos pero feliz!
Besos
Vale, llora todo lo que quieras, madrina, pero sólo de emoción, eh? Que si no me enfado…
Es una música inspirada y portentosa. Algo fuera de serie
Besos, muchos besos
LEITER
Refloto este «Guiño» a propósito del Año Schumann que estamos comenzando. ¿Te imaginas, Leiter, que sólo desde el año pasado acabé volcándome con atención en la música de Robert Schumann? Siempre lo esquivaba en pro de Mendelssohn, o Weber, o Brahms, pero bueno, al fin maduré… Fue mérito tuyo el motivarme a oír esta Segunda Sinfonía y hacerme descubrir este increíble movimiento lento. Había oído de él, pero jamás esperé algo tan portentoso, tan anticipado a su época, tan musicalmente perfecto.
Quedo con la sensación de que en la Segunda y la Tercera existen movimientos que se «apartan» de los otros para encumbrarse a quién sabe dónde. Este adagio, y en el caso de la Tercera, el cuarto movimiento (‘la catedral de Colonia’, para darle un nombre). Genial. No cabe otra palabra. Schumann fue uno de los grandes visionarios de la música.
Gracias, Maestro
Joaquín
Para muchos, la música sinfónica de Schumann sigue siendo una gran desconocida. ¿Qué le vamos a hacer?
Yo tuve la suerte de entrar pronto en ella gracias a un profesor que lo adoraba y que, en clase de piano, dejaba de repente el Carnaval o las Escenas de Niños y se ponía a tocar la Renana y a tararearla. Un fenómeno aquel hombre.
De Schumann siempre se obtiene algo. Es un compositor que lleva regalo seguro (Como el tradicional Roscón de Reyes)
Un abrazo, Joaquín
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