Si bien durante largo tiempo Roma hubo de bloquear las reformas, fue la propia Reforma la que se enfrentó de pronto con Roma. Junto a la Iglesia papal surgieron en Occidente una serie de iglesias que desarrollaron en su primera fase un poderoso dinamismo social, político y religioso. Aquello resultó una catástrofe para Roma porque la Reforma protestante se cobró para sí la mitad septentrional del Imperium Romanum, por no mencionar a Norteamérica que se sumó más tarde. Al final del proceso de la Reforma se hubieron de configurar cuatro tipos, bastante diversos, de cristianismo protestante: El luterano, el anglicano, el reformado y el de la iglesia libre. Los primeros impulsos reformadores partieron de dentro de la propia Iglesia merced a Erasmo de Rotterdam y su principio humanista de retorno a las fuentes. Pero el lugar de origen de los primeros intentos reformistas católicos no fue Roma, sino la España unificada merced al matrimonio de los Reyes Católicos. Francisco Ximénez de Cisneros, un asceta franciscano al que la reina nombró arzobispo de Toledo y primado de España, condujo una renovación de los conventos y del clero; creó una serie de universidades como la de Alcalá y publicó una admiradísima edición políglota de la Biblia. Sin embargo, también en España está implantado un severo catolicismo desde los tiempos de la Reconquista que hace imposible pensar en serio en una profunda renovación: Tomás de Torquemada, Gran Inquisidor de los tiempos de los Reyes Católicos, ejecutó durante su mandato unos 9.000 autos de fe cuya gran mayoría culminaron en la hoguera. Con ello se dejaba muy claro que la pretendida reforma intracatólica efectuada en España era más bien una ilusoria utopía.
Muchos fueron los factores que contribuyeron al advenimiento de una reforma extracatólica que a la postre significó la más grave cesura de la cristiandad occidental en toda su historia: El absolutismo centralista de la Curia y su inmoralidad en el negocio de las indulgencias para la reconstrucción de la Iglesia de San Pedro; el predominio de la nobleza en el clero alto y su distanciamiento respecto del bajo; los horripilantes abusos ocasionados por el celibato obligatorio y que se sumaban a un proletariado clerical inculto y pobre; la absoluta invasión por parte del derecho canónico de cualquier ámbito relacionado con la teología y la sociedad; una total falta de orientación teológica acompañada de una patética superstición por el culto a las reliquias del pueblo… Todo este complejo de síntomas puso de manifiesto una crisis abismal de la sociedad entera y una incapacidad de la Iglesia para solucionarla (y no deja de ser paradójico que algunas de estas circunstancias parecen haber resucitado en los tiempos presentes). Todo el terreno estaba abonado para el surgimiento de una reforma de la que habría de surgir un nuevo paradigma histórico del cristianismo occidental. Faltaba sólo un personaje que presentara de forma creíble el nuevo programa y dicho honor recayó en la figura de Martín Lutero.
Ordenado sacerdote en 1507, con 24 años cumplidos, y doctorado en Teología en 1512, Lutero se volcó en el estudio de las Escrituras influenciado por el principio humanista anteriormente aludido de ir a las fuentes. Sus conclusiones fueron absolutamente revolucionarias: La Iglesia se había ido separando de las verdaderas enseñanzas cristianas merced a una confusión — interesada o no — de los viejos textos veterotestamentarios frente al verdadero principio de Salvación reflejado en los Evangelios y cuya gracia sólo corresponde a Dios a través de Cristo y mediante un acto supremo de fe. Estas conclusiones, como era de imaginar, chocaron frontalmente con las bulas indulgentes que se vendían en Roma para «garantizar la salvación» y cuya recaudación estaba destinada a financiar la nueva Iglesia de San Pedro. Pero Lutero, hombre de fuerte carácter, se enojó tanto contra esta intolerable arbitrariedad sustentada en el aprovechamiento de la generalizada incultura popular que, luego de una serie de incendiarios sermones, el 31 de octubre de 1517 clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg un documento con 95 tesis que condenaban el abuso de la indulgencia papal. Merced a la imprenta, las 95 tesis fueron rápidamente traducidas y copiadas hasta el punto que dos meses después fueron conocidas en toda Europa. Obviamente, a principios de 1518 Lutero — ese borracho alemán en palabras del papa León X — fue declarado hereje.
El año 1520 fue el de la irrupción teológica de Lutero, puesto que en esta fecha vieron la luz sus principales escritos programáticos reformadores. Si bien Lutero distaba mucho de ser el hombre de un sistema teológico construido de forma preconcebida, empero si fue una persona capaz de elaborar un programa del todo coherente y consecuente según sus principios. Su primer escrito de aquel año fue Sobre las buenas obras, un sermón en el que deja claro que la fe es la base de la existencia humana. Sólo a partir de la misma deben seguir las buenas obras. El segundo escrito, dirigido al emperador y los príncipes electores, llevó como título A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre la reforma de la condición cristiana. Aquí Lutero se desmelena y realiza un durísimo ataque contra la Iglesia romana en base a una negación de su pretensión de dominadora mundial eclesiástica y secular. Además, se afirma el carácter independiente del imperio y de la Iglesia alemana al tiempo que se propone una reforma de la vida eclesiástica y civil en general. El tercer escrito, de finales de verano de 1520, lleva como título La cautividad babilónica de la Iglesia y está dedicado a la refundación de los sacramentos. Al considerar que fueron instituidos por Cristo, sólo se consideran como propios el bautismo y la eucaristía, aunque también puede tener cabida la penitencia. Los cuatro sacramentos restantes se consideran meramente piadosos al no haber sido instituidos por Cristo. El cuarto escrito de 1520 se tituló Sobre la libertad del hombre cristiano y en el mismo Lutero desarrolla su concepción de la justificación. Sólo la fe convierte al hombre en una persona libre que puede estar al servicio de sus semejantes mediante sus obras. Este escrito vino a ser una ampliación del primero de los cuatro.
Lutero, a pesar de su enorme fuerza explosiva política, siguió siendo un hombre de fe y un teólogo que pugna por la gracia de Dios a la vista de la caída del hombre en el pecado. A todas las tradiciones, leyes y autoridades surgidas en el transcurso de los siglos, Lutero contrapone el primado de la Escritura (Sola Scriptura); a los miles de santos y mediadores entre Dios y los hombres, Lutero contrapone el primado de Cristo (Solus Christus); a las prestaciones y esfuerzos religiosos ordenados por la Iglesia para conseguir la salvación, Lutero contrapone el primado de la gracia y de la fe (Sola gratia). La teoría de la justificación de Lutero constituyó la base para un llamamiento público a la reforma de la Iglesia en el espíritu del Evangelio, una reforma que más que a la reformulación de una doctrina apunta a la renovación de la vida eclesiástica en todas sus facetas. La crítica radical del papado resultó inevitable, pero a Lutero no le interesó el papa como persona, sino que se preocupó por las prácticas y estructuras tradicionales favorecidas y exigidas por Roma que estaban en manifiesta contradicción con el espíritu evangélico.
Todo dependía de cómo Roma iba a reaccionar a la existencia de una reforma radical, aunque Roma no dio señal alguna de conversión, sino todo lo contrario. La Curia de León X ofreció la retractación de Lutero mediante arrepentimiento personal y la alternativa menos bondadosa de la hoguera (como ya ocurrió con Hus, Savonarola y tantos cientos de herejes y brujas…). Citado en la Dieta de Worms en 1521, Lutero tuvo el coraje de permanecer en su fe basándose en la Escritura y en la razón de su conciencia. Resistió todas las presiones que le vinieron por parte del emperador y del papa y concluyó su discurso con unas célebres frases: –«Si no se me convence con testimonios de la Escritura o con una causa razonable plausible — puesto que yo no doy crédito ni al papa ni a los concilios por sí solos, ya que consta que han errado y se han contradicho entre sí muchas veces — quedaré vinculado a las palabras de la Escritura por mí aducidas. Y mientras mi conciencia esté atada por las palabras de Dios, ni puedo ni quiero retractarme, puesto que obrar contra la conciencia no es ni seguro ni honrado. Que Dios me ayude. Amén»—
Tras la condena en la Dieta, Lutero se refugió en el castillo de Wartburg y en apenas diez meses completó, sobre la base de la edición greco-latina de Erasmo, su traducción al alemán del Nuevo Testamento. Esta traducción también constituyó la base normativa del moderno idioma alemán. Roma fue capaz de excomulgar al reformador Lutero, pero ya no pudo detener la reconfiguración de la vida eclesial según el Evangelio mediante el movimiento de Reforma que avanzaba y sacudía a toda Europa. A partir de 1522 se llevó a cabo la Reforma en numerosos territorios alemanes y, tras la fallida reconciliación de la Dieta de Augsburgo en 1530, se creó la Liga de Smalkalda de los príncipes protestantes alemanes, pacto que sellaba la unión entre la reforma luterana y el poder político.
El movimiento luterano había alcanzado una difusión importante en Alemania, Lituania, Suecia, Finlandia, Dinamarca y Noruega. En Suiza, incluso, se llegó a una radicalización visceral de la Reforma merced a Ulrich Zwinglio. Pero la consecuencia política más importante fue que Alemania se había dividido en dos bandos confesionales. Aquello pudo tener fatales consecuencias si tenemos en cuenta que los turcos habían llegado ya en 1529 a las inmediaciones de Viena. Durante la década de los años cuarenta del siglo XVI, el emperador Carlos V dio la espalda a las agotadoras campañas contra Turquía y Francia, centrando entonces sus objetivos en Alemania ante el imparable avance del luteranismo. Cuando los luteranos se negaron a participar en el concilio de Trento — por estar bajo dirección pontificia — el emperador aprovechó dicha circunstancia para doblegar a la poderosa Liga de Smalkalda. Las potencias protestantes fueron vencidas en aquellas guerras de religión de los años 1546 y 1547 (Guerras de Smalkalda) y nada impedía ya la restauración de la opción católico-romana. Sin embargo, Mauricio de Sajonia cambió de bando al aliarse con Francia en secreto y su decisión salvó al protestantismo de la definitiva derrota. En 1555 se fijó de forma definitiva la división confesional de Alemania.
Genial texto Leiter, siempre es un placer leerte.
Recuerdo que hace un tiempo comencé a escribir una defensa de Wagner o más bien un intento de buscar en los críticos de sus aspectos no musicales coherencia y lógica. Pretendía lograrlo mostrando como Martín Lutero era un furibundo antisemita cuyos textos parecen premoniciones del horror nazi («sobre los judíos y sus mentiras»), y que sin embargo pareciera a mi entender seguir siendo considerado una persona pulcra y símbolo de Alemania. Tal es así que figura en esa obra que asemejan una pila de libros (Der moderne Buchdruck) donde se encuentran todos los «grandes» de la cultura alemana. ¿Era realmente un antisemita Lutero? No estoy capacitado para responderlo, y más allá de cualquier cuestión queda claro que si lo fue, su antisemitismo distaba del biológico-racial nazi y estaba más situado dentro del espectro religioso.
Otra cuestión respecto a la reforma y a su defensa por parte de príncipes y diversos pequeños monarcas alemanes. Quizá sea medio simplista, pero en ocasiones pienso que el protestantismo en su defensa política, es decir en buscar a través del estado que sea permitido su ejercicio dentro de la soberanía de dichos monarcas y nobles era en el fondo una «excusa» para desbancar definitivamente el poder religioso que pretendía tomar del César lo que era del César. Peco de simplismo seguramente, ya que hubo personas que creyeron en el protestantismo genuinamente como una nueva visión espiritual necesaria. Sin embargo mi cinismo no me permite obviar la existencia de cuantiosos líderes que se aprovecharon de esto para ejercer su poder libres de la autoridad religiosa.
Estoy muy de acuerdo con tu exposición, Iván, sobre todo en la diferenciación que haces del absoluto anti-semitismo luterano (del todo religioso) con el racial de los nazis. Nadie va a decubrir ahora ese anti-semitismo de Lutero, un anti-semitismo que está también muy extendido en la corriente católica. Recordemos que fueron los primeros Padres de la Iglesia los que empezaron a lanzar la idea de que los judíos eran un pueblo maldito por haber asesinado a Cristo (nada más lejos de la realidad, por cierto. A Cristo lo condenó a muerte un tribunal romano por alteración del Orden Público. Los judíos no tenían esa potestad sin consentimiento romano. Además, la forma de ejecución en la cruz era la aplicada por los romanos para esta clase de delitos. Los judíos lapidaban pero no crucificaban).
Yo creo que los príncipes electores alemanes estaban hasta las narices del sometimiento del Emperador a Roma y vieron una excusa ideal en Lutero para ganar autonomía. Los excesos en la compra-venta de las bulas pontificias fueron la chispa que prendió todo. Lutero sí quería una renovación religiosa, por supuesto, y para ello se llegó a un doble compromiso. El recibía protección de algunos de ellos a cambio de silenciar el evidente interés político de aquéllos. La escasa consistencia doctrinal del imperium de Roma tarde o temprano tenía que reventar por algún lado. El interés político es consustancial a la historia religiosa con independencia de sus variantes.
Un abrazo, Iván argentino.
LEITER
se que no esta muy relacionado con la entrada Leiter pero me parecio alentadora esta nota
http://www.elpais.com/articulo/internacional/Alentar/miedo/extranjero/tiene/sentido/elpepuint/20110524elpepuint_15/Tes
un abrazo
Animado debate, como siempre. Concuerdo en el imperativo corregir los abusos de aquella época. De hecho, finalmente se hizo. Pero al mismo tiempo creo que «reformar» no es sinónimo necesario de romper o abandonar; si la institución a que uno pertenece necesita corregirse, pues que se corrija, cueste lo que cueste, colaborando uno mismo para lograrlo. No digo que sea fácil, pero es lo que me parece leal. De otro modo, don Martín parece un velado predecesor de la moderna mentalidad desechable: si algo se estropea, se bota; nada de arreglarlo. Había también personalidades notables de aquel tiempo que apuntaban las mismas oscuridades de Lutero, sin ver nexo entre esa crítica con una ruptura. Por eso pienso yo que los postulados de Lutero sirvieron más de excusa a un sentimiento alimentado por otras razones, que como respuesta a la delicada conciencia de aquellos príncipes alemanes. Además, como cada hombre es simbiótico con su contexto, los escándalos al interior de los templos tenían bastante que ver con un mundo que se volvía orgullosamente antropocéntrico (del mundo salen los curas). Ahí es donde coincido con el paralelo de leiter sobre la situación de entonces y la de ahora en la Iglesia.
Agradezco mucho esta vertiente temática en el bar, creo que no he leído en ninguna otra parte descripciones tan informadas y claras sobre el asunto.
Un abrazo!
Joaquín
Si hasta el propio mensaje del Maestro de Galilea ha sido adulterado hasta la náusea (justificado por la traditio frente a la scriptura) para sustentar principios políticos justamente contrarios a su propia doctrina, no es de extrañar que a Lutero le sucediera lo mismo. La renovación era del todo imposible a ojos de Roma (renovarse = pérdida de influencia política) cuando ya desde su mismo seno surgieron voces autorizadas como la de Erasmo. Roma fue tan torpe que no entendió el cambio de paradigma histórico que trajo consigo el humanismo renacentista y pretendió dilatar hasta lo máximo el cordón medieval. De tanto estirarlo se rompió, claro.
Estoy de acuerdo contigo, Joaquín, pero tampoco podemos caer en el reduccionismo de pensar que todos los príncipes electores se guiaban sólo por el interés político. Pero es que además, esos príncipes vieron una oportunidad de oro en las nuevas posibilidades que se abrían comercialmente desde el Mar del Norte hasta la recién descubierta América. Supieron intuir que el Mediterráneo, con la presencia fragmentaria de España, Génova y Venecia, frente al poderío turco, era un circuito comercial cada vez más peligroso e inestable. En vista de ello, ya no resultaba tan imprescindible para ellos toda vez que Inglaterra iba camino de escindirse y Holanda estudiaba nuevas rutas por Occidente. Aquello tuvo el precio del monopolio y jamás se quiso aceptar la presencia romana en aquellos lares. Roma miró a España, con sus inmensas posesiones de ultramar, sólo cuando quedó clara su supremacía militar sobre Francia. Era la única manera de contrarrestar aquel emergente poderío comercial.
Con estos mimbres político-económicos, parece claro que la renovación debía ser del todo rupturista. Hubo muchos príncipes que permanecieron con Roma gracias a las suculentas promesas y a un ineludible deseo de estar bien colocados para recoger los restos ante la previsible derrota militar protestante. Su interés político fue similar aunque apelasen a aspectos teológicos. El entendimiento resultaba imposible porque había mucho en juego. Efectivamente, a Lutero se le utilizó como ariete para esa lucha; pero reitero que Lutero sólo teorizó sobre aspectos doctrinales. Se le utilizó, por decirlo más claro, como se ha utilizado a todos los líderes religiosos de la historia para justificar la ofensivas políticas.
De todas formas, el tema de la Reforma es muy complejo y requiere de minuciosos aunque sistemáticos análisis. Existen cantidad de derivaciones al respecto. Pero algo, en mi humilde opinión, estaba claro. Debía surgir alguien con el suficiente valor como para encender la mecha que dio paso a la explosión política. Y no olvidemos que una de las mayores controversias se focalizaba precisamente en poner bajo cuestión el denostado Imperium de Roma, lo que implicaba el trasfondo político revestido de teología. Las tesis de Lutero eran difícilmente replicables por su contundencia y los príncipes electores vieron ahí la guía precisa para comenzar la ruptura política. Ya estaba todo justificado.
Un abrazo, Joaquín
LEITER
Estupendo comentario, amigo, gracias. Casi me dan ganas de hacer preguntas con el único fin de obtener estas documentadas respuestas, jeje.
Parece que en tiempos convulsos convienen actitudes radicales para aclarar el panorama; o dicho a la inversa, aclarar el panorama en tiempos convulsos lleva por necesidad a un esfuerzo que acaba generando rupturas. Por otro lado, las creencias del hombre lo abarcan por completo en todas sus actividades, así que era natural la derivación política y comercial de las nuevas doctrinas. De todas maneras, y con toda su contundencia, las tesis luteranas encontraron fuertes oposiciones en el estricto plano doctrinal, hasta donde recuerdo; mientras tanto, el incendio ya estaba encendido y no hizo sino propagarse, al margen de toda especulación intelectual.
En cuanto a los reduccionismos, tienes razón, nadie está habilitado para generalizar sobre el fuero íntimo de los demás.
Otro abrazo,
Joaquín
según los Evangelios, a Cristo no lo condenó ningún tribunal romano:
«…viendo pilatos que nada conseguía sino que aumentaba el alboroto, tomó agua y se lavó las manos ante el pueblo diciendo: soy inocente de esta sangre.¡vosotros veréis!. y respondió todo el pueblo: caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos. entonce puso en libertad a barrabás y les entregó a Jesús, después de azotarlo para que fuera crucificado…»mt 27, 22-26)
El llamado Evangelio de Mateo fue redactado alrededor del 80 d. C. en Antioquía aunque otros estudios lo sitúan en Damasco. En aquella época existía un enorme enfrentamiento entre lo judeo-cristianos y la comunidad local judía. Su autor pudo ser judío aunque algunos críticos lo descartan. Toma como base el relato de Marcos, resalta los elementos milagrosos y duplica el número de personas (e incluso de animales, cuando dice que Jesús entró en Jerusalén sentado sobre dos asnos…). Esto es debido a que su autor parecía no entender el paralelismo poético de la lengua hebrea, motivo por el que se ha puesto en cuestión la autoría judía del mismo. A partir de las revueltas judías del año 68, se incrementó mucho el sentimiento anti-judío de los gentiles y de los cristianos greco-parlantes, ya que a estos no les interesaba lo más mínimo aparecer como aliados de las actividades subversivas anti-romanas. De ahí que el Evangelio de Mateo es completamente hostil para los judíos y ello pese a haber utilizado fuentes judías en algunos de sus pasajes. El texto se caracteriza por la exageración milagrera (llega a hablar de resurrección de muertos justo en el instante del óbito del Maestro, algo inconcebible doctrinalmente) y por su clarísima intención teológica de relacionar a Jesús con las promesas hechas a Israel. De ahí que el texto constantemente haga referencia a los escritos veterotestamentarios, con bastante torpeza por cierto, con la manida frase: Y esto ocurrió para que se cumpliese la Escritura… Casi todos los especialistas, cristianos o no, señalan la improbabilidad de que su autor fuera un seguidor directo de Jesús por el hecho de que toma como referencia el más antiguo escrito de Marcos (no hubiera necesitado hacerlo lo más mínimo de ser testigo directo). La atribución de su autoría a Mateo obedece a un intento de dar autoridad a un texto muy estimado por la Iglesia por su contenido doctrinal (es el único texto que relata una supuesta instauración eclesiástica por parte de Cristo). Pero, fundamentalmente, los Evangelios no contienen material HISTÓRICO sino TEÓLOGICO. Las diferencias y contradicciones entre los distintos relatos son evidentes. Tratar de probar un hecho histórico atendiendo a los Evangelios es algo del todo arriesgado e inoportuno (ni en las genealogías del propio Jesús coinciden).
Pero, además, contamos con fuentes históricas no judías. La crucifixión JAMÁS fue una manera oficial de consumar una pena capital por parte de los judíos. Estos se servían de la LAPIDACIÓN, la CREMACIÓN y el ESTRANGULAMIENTO. Por contra, a Jesús se le aplica la pena propia de los romanos para los casos de rebeldía política. La acusación fundamental de los romanos fue la pretendida USURPACIÓN de la institución monárquica sobre su figura. De ahí el cartel que coronaba la cruz: IESUS NAZARENUS REX IUDAEORUM. (Por cierto, una inteligente maniobra de Pilato para exhibir a un potencial Rey de los Judíos. Por ello se negó a la sugerencia de escribir: Quien dice ser Rey de los Judíos… ). Pese a que puede leerse alguna referencia en las Antigüedades de Flavio Josefo sobre alguna crucifixión llevada a cabo por los judíos, lo cierto es que el autor del comentario de Nahum, de tiempos de Antíoco IV, menciona la repugnancia generalizada que ofrecía la práctica romana de suspender hombres vivos, algo QUE NUNCA SE HABÍA HECHO ANTES EN ISRAEL.
Los tribunales judíos, en tiempos de Cristo, mantenían una cierta autonomía en asuntos legales con la excepción de los crímenes políticos, materia absolutamente reservada a los romanos. El Sanedrín quiso condenar a Cristo por blasfemia y, dado el caso, Cristo hubiera sido lapidado. Pero el Sanedrín no tenía poder efectivo para condenarlo. Sino, ¿para qué lo enviaron a Pilatos, una autoridad romana que no juzgaba casos de rebeldía religiosa? No se puede entender que Jesús fuera enviado ante Pilato si ya había sido condenado por el Sanedrín. Volvemos a insistir en que los relatos de Mateo, tomados de Marcos, tenían la intención de no echar más peso encima a los cristianos que estaban ya siendo perseguidos en Roma y por ello trataron de evitar responsabilidades romanes en la muerte del Maestro. Las invenciones de los autores neotestamentarios son evidentes por su inexactitud histórica: Marcos habla de una reunión nocturna del Sanedrín en casa del Sumo Sacerdote, algo que jamás pudo suceder ya que el Sanedrín NUNCA se reunía por la noche y menos en tiempos de Pascua. De hecho, los relatos de Juan y Lucas no hablan para nada de un proceso a Jesún ante el Sanedrín en el que se le condena a muerte. De todas formas, aun sin conocer sin CERTEZA ABSOLUTA los motivos por los que Cristo fue crucificado, todo hace pensar que fue condenado como rebelde al ser la crucifixión la forma de ejecución reservada por los romanos para este tipo de delitos. Según la opinión del profesor Antonio Piñero, una de las mayores autoridades mundiales en ciencia neotestamentaria, catedrático de Filología Griega, especialista en Lengua y Literatura del Cristianismo Primitivo y profesor de Filología Bíblica Trilingüe en la Universidad Complutense de Madrid, «la muerte de Jesús a manos de los romanos es un hecho histórico del que da testimonio incluso el historiador Tácito. Los motivos de su muerte no fueron de índole religiosa, sino que Jesús fue condenado por los romanos como un peligroso revolucionario político»
Un abrazo, amigo Hugo
LEITER
Otra entrada extremadamente interesante ! No voy a volver con mis teorías espirituales que son siempre muy aburridas solo decirles esto: frente a los abusos, al poder y las las incongruencias ( como por ejemplo todo el tráfico d elas indulgencias durante toda la edad media) una reacción no solo era deseable sino inevitable. No obstante, desde el punto de vista meramente teológico, para algunos como yo, el remedio ha sido peor que el mal.Esto es solo una postura, no pretende ser otra cosa, no obstante es una postura muy sentida.El catoliscismo, con todos sus abusos y demás, no deja de ser una visión que supo acoplarse con los grandes mitos anteriores al cristianismo; Por un lado los recuperó pero por otro, a través de sus devociones, los dejó respirar. Para los que como yo creemos que la humanidad procede de una antigua tradición común la cual se expresó en las corrientes de la antiguedad este aspecto «plural» del cristianismo es algo muy importante. En España por ejemplo, en el mismo Escorial, vemos a la doctrina oficial apoyada por Felipe II y al mismo tiempo vemos a los magos del renacimiento expresarse a través de una visión hermética y luliana extremadamente poderosa.Pues esto es lo que la reforma se cepilló. Nació entonces un cristianismo que para algunos suena a congelador.
En fín, como dice Leiter es un tema extremadamente complejo,lo interesante de verdad es ver con que diferencia se trata este tema en España y en Francia.Aqui practicamente se trata de algo nuevo que se descubre tas la hegemonía secular de la iglesia católica pero al mismo tiempo se desconoce en muchos de sus aspectos. Y no oldvidemos, entre muchos detalles de la historia, que si la iglesia católica inventó la inquisisción,no obstante son los protestantes los que quemaron a Miguel Cervet en Ginebra con algun que otro detalle interesante:Para que pueda sufrir más lo hicieron con leña húmeda !
Maestro Mounielou, sus teorías espirituales en absoluto resultan aburridas. Todo lo contrario, al menos para mí.
Me ha encantado la forma de argumentar su comentario, con el que coincido en lo fundamental. Yo no sabría explicar por qué motivos se ha tratado de ver al protestantismo como una corriente más liberal dentro del pensamiento cristiano. Nada más lejos de la realidad, como muy bien lo ha explicado en su comentario. Los luteranos, y no digamos los calvinistas, se caracterizaron por ser sectarios y ultradogmáticos a más no poder (y siempre evito la generalización). A mí me llamaron mucho la atención, durante mis tiempos de estudiante de Ciencias de las Religiones, las controversias protestantes en algunos asuntos doctrinales. Contestando a lo que planteó nuestro amigo Joaquín en otro comentario anterior, el protestantismo chocó de lleno con algunos aspectos que parecían poner en solfa su propia tesis doctrinal. Las famosas 95 tesis de Lutero estaban muy bien redactadas y mejor argumentadas, pero la doctrina derivada de esta teología presentaba lagunas difíciles de comprender. Tal vez la más famosa fue la doctrina de la justificación por la fe que chocaba abiertamente con la Epístola de Santiago, uno de los textos más llamativos y viscerales del corpus neotestamentario, hasta el punto de que Lutero se planteó retirar ese escrito del canon. Tan sólo con la teología dogmática de Karl Barth, una obra monumental y sistemática, se aclararon ciertas cuestiones al respecto (reconozco que los veintitantos tomos de esa obra son ciertamente inasumibles para mí. Argumento eso, pues, con lo que escuché de mis profesores). De todas maneras, creo que no es insalvable acercar posturas en busca del ecumenismo siempre que las mismas hagan un serio y SINCERO ejercicio de autorreflexión crítica. Hace pocos años, ya se intentó algo de esto entre el Anglicanismo y la Doctrina Romana.
Un abrazo, Jean-François
LEITER
lucas y juan no contradicen a mateo en cuanto al papel de pilatos (l 23, 22-24) (j 18,38-40)
en cuanto a tácito, en los anales, al referirse a los «cristianos» dice que «el nombre deriva de Cristo, quien en el reinado de tiberio, sufrió bajo poncio pilato, el procurador de judea»
en esto la historia y la teología coinciden: ya que el Credo dice «…padeció bajo el poder de poncio pilato…»
ni tiberio ni el credo dicen que fue condenado por poncio pilato…
¿Y qué tienen que ver esas citas con lo que estamos comentando? Yo no he dicho que lo contradigan en lo relativo a Pilato. He dicho que no mencionan lo de la reunión nocturna del Sanedrin. Lo que diga el Credo Niceano no tiene el MÁS MÍNIMO VALOR HISTÓRICO dadas las circunstancias en las que fue redactado y porque además no es un texto HISTÓRICO sino UNA DECLARACIÓN DE FE. Que «padeció bajo el poder de Poncio Pilato» nadie lo ha puesto en duda. No entiendo a qué viene eso. Pilato era romano. Pero, además, ¿piensas que el Credo redactado bajo la autoridad de Constantino iba a hacer responsable a los propios romanos de su muerte? Los datos son los que son y asi los he dejado expuestos en mi anterior comentario. Cada no es muy libre de servirse de la fe a su manera desde una visión literalista de los escritos, pero los datos históricos son los que son. Y, evidentemente, los estudios realizados por la mayoría de los exégetas, mucho más completos que una simple declaración de propia fe, van en esa línea. (Piñero, Küng, Brown, Crossan, Trebolle, Schlosser, Vermes…). Por no hablar de las famosas interpolaciones interesadas que se han realizado a algunos textos de Josefo y Tácito (y la famosa Carta de Pilato, más falsa que una escopeta de feria) que la hermenéutica se ha encargado de evidenciar mediante completos estudios de estilo lingüístico. Es un completo error, y ya lo he dicho antes, tomar textos de fe como prueba histórica. Las contradicciones resultan manifiestas y evidentes. No resisten el más mínimo análisis histórico.
Un abrazo, Hugo
LEITER
bien, entonces dejemos fuera los «textos de fe» leiter.
voy a tu cita: «la muerte de jesús a manos de los romanos es un hecho histórico del que da testimonio incluso el historiador tácito»
pregunto: ¿donde?
creo haber demostrado que no lo hizo en los anales…
Ergo abolendo rumori Nero subdidit reos et quaesitissimis poenis adfecit, quos per flagitia invisos vulgus Chrestianos appellabat. Auctor nominis eius Christus Tibero imperitante per procuratorem Pontium Pilatum supplicio adfectus erat; repressaque in praesens exitiabilis superstitio rursum erumpebat, non modo per Iudaeam, oríginem eius mali, sed per urbem etiam, quo cuncta mundique atrocia aut pudenda confluunt celebranturque.
Por lo tanto, aboliendo los rumores, Nerón subyugó a los reos y los sometió a penas e investigaciones; por sus ofensas el pueblo, que los odiaba, los llamaba “cristianos”, nombre que toman de un tal Cristo, que en época de Tiberio fue ajusticiado por Poncio Pilato; reprimida por el momento, la fatal superstición irrumpió de nuevo, no sólo en Judea, de donde proviene el mal, sino también en la metrópoli donde todas las atrocidades y vergüenzas del mundo confluyen y se celebran. (Anales 15-44)
Más claro que el agua. Que yo sepa, Poncio Pilato era gobernador romano, no judío, como ya dije anteriormente.
Por cierto, me aburre ya este tema, Hugo, y no pienso replicar más en esta línea. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Yo las tengo muy claras y así he tratado de exponerlas. No puedo estar toda la jornada reiterando lo mismo y lo mismo en un tema que se aparta del contenido fundamental de la entrada
LEITER
Es tan dificil entrar en estos temas…el aspecto liberal del protestantismo es una realidad pero creo que no es en sí teológico, se trata de una consecuencia en la vida en el mundo.Es más; Ellos son los auténticos padres del liberalismo, y hoy en día del neo liberalismo.Son más liberales también como los holandeses han sido liberales incluso con el sexo y la homosexualidad, lo cual por cierto me parece perfecto.Todo esto proviene del tema de la justificación.Y lo siento pero no puedo hablar de este tema teológico concreto sin tomar riesgos con mi insuficiencia cadíaca,mi cardiólogo me lo ha prohibido.El tema de la justificación es un laberinto mental en el cual no puedo entrar sin que suba mi tensiómetro. Y lo mismo con otro tema para mi muy sensible: es cierto que literalmente hablando, o sea siguiendo las escituras,el protestantismo tiene razón respecto a la Virgen María. Pero yo soy como Don Santiago cuando vivía en Moscú y se entrevisó con Stalin. Este le dijo que los españoles solo valen para hablar de Dios y de la Virgen. Y parece ser que D.Santiago le contestó: Señor primer secretario,conmigo de Dios puede decir lo que Vd quiere pero de la Virgen,ni una palabra!
Al fenómeno de la Reforma Luterana subyace la eclosión del Humanismo, que desde el Siglo XIV, se convirtió en la génesis del Renacimiento y a tal punto se confunden, que se puede decir que el uno es sinónimo del otro.
Lutero es un gigante de la Historia. Su labor contribuyó a alimentar las nuevas formas de pensamiento, aquellas cuya campaña era evidenciar la dignidad del Hombre como ser privilegiado de la Creación, con inevitable desplazamiento de la Glaube -Fe- cuya ceguera inspiró la Edad Media, por lo menos públicamente (otra era la realidad en los círculos íntimos, los cuales amparados por el secretismo, hacían de las suyas y muy bien). Obsérvese que su legado desciende no solamente sobre lo religioso: también los hace sobre las demás áreas que abarca el pensamiento humano; al decir que el Conocimiento de la Palabra de Dios debe ser patrimonio de todos los creyentes y no privilegio del clero corrupto, orgiásticamente ávido de poder y sensualidad, enseña al mundo que el Saber va antes de la Fe, por lo que su traducción de la Biblia al Alemán abrió un enorme camino que condujo a los intelectualmente inquietos por los senderos del Saber. Un sólo acto, una sola intención, desembocaron en una irrupción humanista que propugnaba por resucitar la Paideia griega, olvidada merced a los desvaríos eclesiales.
Lutero fue, repito, un gigante entre gigantes: desde Cicerón -lejano precursor del Humanismo- pasando por Dante Alighieri, Francesco Petrarca, Giovanni Boccacio, Lorenzo Valla, Erasmo de Rotterdam y muchos otros ilustres nombres, esta época se tiñó de una forma de pensamiento filológica-filosófica que inevitablemente conduciría a la Reforma, objeto de la entrada. Y obsérvese que allí está el germén de los ulteriores pensadores liberales del Siglo XVIII.
Sin embargo, en algún lugar leí una crítica a Lutero: pese a su innegable aporte a la Humanidad, religiosamente hablando se quedó a mitad de camino; rompió con Roma, mas no con el judeo-cristianismo…Interesante asunto.
http://youtu.be/cvggocRcNS0
Un poco de Música Renacentista, y más exactamente Luterana.
Fuerte saludo, mi buen Leiter.
Creo, maestro Monielou, que me precipité un tanto al plantear la presumible liberalidad del luteranismo. Me olvidé de ese aspecto que usted ha citado como más allá de su consideración teológica, cuestión a la que yo me quería referir antes de llegar al componente sociológico.
El punto de vista expresado por Iván Paixao me parece como la otra cara de la moneda. No quiero resultar excesivamente diplomático, pero ambas posturas me parecen razonables y válidas. El retorno a las fuentes propugnado por Lutero no podía sino resucitar el primitivo ámbito judeo-cristiano. Yo creo que eso es perfectamente entendible, amigo Iván.
Maestro Mounielou, esa anécdota que relata me parece haberla leído en el libro de Fernando Claudín sobre la historia del PCE aunque no estoy del todo seguro. A ver si en algún momento me lo puede confirmar. Por cierto, genial don Santiago.
¡Cuídese Jean François! Prometo no volver a hablar de la justificación en atención a la prescripción de su cardiólogo… Ja, ja
Un abrazo, amigos.
LEITER
¡Qué debate satisfactorio! El maestro leiter otra vez pulsando las cuerdas del interés en sus lectores. Maestro Mounielou, excelentes sus intervenciones: ¡reincida! Está más que justificado, jaja… Sobre el tema en particular, sólo añado que, en el fondo, me parece que el humanismo es la gran explicación de Lutero y su impacto; sin aquél, no habría sido posible. Hay algún switch que cambió en Occidente, y la civilización medieval fue desplazada por la nuestra. Al margen de la documentación histórica y la especulación doctrinal, uno se inclina a favor de lo que antes le ha simpatizado, por así decir. No digo que sea inexorable, sólo digo que ocurre: uno cree en lo que aprecia, y aprecia lo que cree. Es simplemente un «dato psicológico» que incluyo en el mosaico.
Por lo demás, esta entrada suministra un excelente telón de fondo para comprender el arte futuro de Bach.
Y antes que me olvide: genial don Santiago, cómo me reí con eso!
Un abrazo admirado y afectuoso,
Joaquín
Entiendo que las posturas son interesantes y que pueden formar las caras opuestas de la misma moneda.En esto está el interés de los debates en un bar de copas de tanta solera como este. Pero yo, en mi muy humilde caso, no he necesitado estudiar ni a una chispa de Luther para volver a Grecia! Caminos del saber existían mucho antes pero los españoles tienden a veces, por el eco aun presente de la egemonía de la iglesia católica,a olvidar las verdadera crónica del cristianismo en su historia.El oscurantismo profundo llega a este pais mucho más tarde de lo que muchas veces pensamos, y llega como una corriente de naturaleza politica -fuerza centrífuga-que no acabe del todo con las extraordinarias corrientes del humanismo que seguían existiendo. Es que vamos a ver, los siglos de la cristiandad medieval no se pueden resumir solo a un oscurantismo! Esta idea, en Francia, la hemos «limpiado» hace mucho tiempo con historiadores como Regine Pernoud. Pero aqui no, todo lo que suena a edad media suena es oscurantismo!Así pues necesitó el humanista Arias Montano al protestantismo? O es que tenía otras raices, también válidas? De donde salio en Gran Alfondo X el sabio? Y el maestro Llul? Y muchos más….Pero entiendo al mismo tiempo que mi visión es muy peculiar en la medida en que parto siempre de la idea de la gran tradición originaria que se esconde en el trasfondo de todas las grandes aventuras del pensamiento místico.Con esta convicción las raices verdaderas del pensamiento suenan a muy antiguas y los debates teológicos del siglo XVI, a veces, a granitos de arena.