schumann

* Nacido el 8 de junio de 1810 en Zwickau, Sajonia
* Fallecido el 29 de julio de 1856 en Endenich, cerca de Bonn

 Hijo de un librero, pronto recibe sus primeras lecciones musicales a cargo del organista de su pueblo y a los nueve años, tras asistir a un recital de un virtuoso del piano, da claros síntomas de apasionarse por la música. De todas formas, el acceso a la extensa colección de libros que atesoraba su padre le convierte en un elegante escritor, muy por encima de sus iniciales y buenas disposiciones para la música. A los dieciséis años sufrió la tragedia del suicidio de su hermana Emilie y, sobre todo, de la repentina muerte de su padre, quién a la postre se había convertido también en su mejor consejero y amigo. A consecuencia de ello, Robert se vuelve un tanto introvertido, se enamora de un par de jóvenes adolescentes y se convierte en un ser mucho más romántico de lo que estaba de moda en aquellos tiempos, sobre todo cuando tiene la oportunidad de escuchar por primera vez algunos Lieder de Schubert.

 Con dieciocho años Robert Schumann acude a Leipzig y se matricula en la Facultad de Derecho al tiempo que frecuenta los ambientes literarios y musicales. Su futuro profesional parece decantarse definitivamente por el mundo de las leyes y así acude a Heidelberg a perfeccionar estudios jurídicos. Pero resulta que allí conoce a un profesor de la universidad que estaba chiflado por la música y al que le daba por celebrar numerosas veladas musicales en su casa en las que Robert tocaba el piano. Fue en esa misma época cuando viajó a Italia, aunque vino un tanto escéptico con todo lo relacionado con el bel canto, no así en lo referido a la admiración que le provocaron ciertas divas de la ópera. En Frankfurt asiste a un concierto del diabólico Paganini y es precisamente ahí cuando toma su firme decisión de convertirse exclusivamente en músico. Así, en 1830 compone sus primeras obras y se pone bajo las órdenes de Friedrich Wieck, el más reputado profesor de piano de Leipzig, quién somete al joven Schumann a una disciplina del todo espartana. Sus progresos fueron notables — se empapó de El Clave Bien Temperado de Bach — y se perfilaba como un futuro brillante concertista de piano. Pero entonces, al muy bruto, no se le ocurrió otra cosa que la de utilizar un extraño artilugio con el que pretendía adquirir una mayor independencia en los dedos a la hora de digitar el teclado. Desgraciadamente, lo único que consiguió fue una fatal e irreversible parálisis en uno de sus dedos, con lo que se esfumó su carrera de concertista, aunque la música, gracias a aquel episodio, ganó a un gran compositor.

 En 1833 recibe otro tremendo golpe emocional, la muerte de otro de sus hermanos y también la de su cuñada Rosalie, mujer de quién estaba platónicamente enamorado y de cuya relación adquirió el compositor un formidable conocimiento del mundo íntimo femenino, cualidad que plasmaría posteriormente en muchas de sus obras. Fue entonces cuando a Schumann le sobrevinieron algunas depresivas obsesiones que derivarían más tarde en los accesos de locura que habría de padecer durante los últimos años de su existencia. Algo recuperado, al año siguiente funda la Neue Zeitschrift für Musik, una revista musical que tuvo una enorme importancia y en donde Schumann se desdoblaba bajo dos pseudónimos (Eusebio y Florestán) que se correspondían exactamente con los dos polos contrapuestos de la excéntrica personalidad bipolar schumaniana (Meditativa y serena, por un lado; vehemente y apasionada, por el otro) y que también se vieron reflejados en su música. En 1834 compone sus Estudios Sinfónicos y al año siguiente la Sonata Nº1 y el Carnaval, en una etapa donde su madurez creativa es del todo completa. En ese mismo año de 1835 empieza a aflorar el apasionado amor entre Schumann y Clara Wieck, la virtuosa pianista y ejemplar hija del profesor Friedrich Wieck, una historia romántica como pocas y con los ingredientes propios del mejor culebrón imaginable. Cuando el papá se enteró de los propósitos de Schumann envió a su hija a Dresde y le prohibió terminantemente cualquier comunicación con el joven compositor. Por si no fuera poco, en 1836 fallece la madre de Schumann y este recae en un nuevo estado de depresión del que sólo la música consigue liberarle, y así, por ejemplo, compone la estupenda y apasionada Fantasía en do menor. En medio de aquella imposible relación, con numerosas cartas clandestinamente cruzadas entre los dos enamorados, Schumann viaja a Viena con determinados proyectos que no acaban de cuajar aunque lo más importante es que conoció a un Liszt entusiasmado con su Carnaval. También visitó a uno de los hijos de Mozart y al hermano de Schubert, quién le enseñó el inédito manuscrito de la grandiosa Sinfonía en Do mayor de la que luego Schumann tramitaría su publicación. Sin embargo, tuvo que regresar a Leipzig como consecuencia del fallecimiento de otro hermano y fue entonces cuando se desató una verdadera batalla legal entre Schumann y el padre de Clara por la cuestión del consentimiento matrimonial. El asunto derivó en una disparatada tragicomedia, con veladas acusaciones de borracho al compositor, entre otras lindezas, y  con la intermediación a su favor de su entrañable amigo y colega Mendelssohn. Lo mejor de todo aquel patético y prolongado episodio fue que Schumann no paró de componer páginas de música que posteriormente se revelaron como una de las mejores colecciones de Lieder de todos los tiempos y que suponen lo más profundo e inspirado de toda la obra del compositor sajón. Finalmente, en 1840 el jurado falló favorablemente a la pareja y por fin pudieron casarse el 12 de septiembre en una iglesia cercana a Leipzig.

 A partir de esta fecha Schumann abordó el género sinfónico merced al sosiego de su consumado amor por Clara, el cual dio paso a un ensanchamiento expresivo más amplio que el del piano y la voz. Clara le diseñó un acertado programa compositivo y de esta forma, en 1841, surgen la Sinfonía nº1 (Que finalmente se convertiría en la nº4), la Sinfonía en re menor y también los primeros esbozos del Concierto para piano. Para culminar toda esa alegría, a finales de año nace su hija Marie, quién fue apadrinada por Mendelssohn. En 1842, y siguiendo con el programa establecido por Clara, abordó la música de cámara (Cuartetos Op. 41 y Quinteto para piano). Al año siguiente, toca el oratorio y estrena El Paraíso y la Peri. Curiosamente, en estas mismas fechas, el padre de Clara manifiesta su voluntad de reconciliación.

 En 1844 el matrimonio viaja a Rusia (Es preciso señalar que en aquellos tiempos Schumann era «el esposo» de la famosa Clara Wieck) y a la vuelta se enfrasca en la composición de Fausto, una obra que acabó por agotar y desequilibrar mentalmente al compositor, quién desde entonces empezó a sufrir con preocupante regularidad fiebres, pesadillas e incluso alucinaciones. Por tal motivo, la pareja se traslada a Dresde, donde el músico termina el Concierto para piano y esboza su Sinfonía en Do mayor (La catalogada finalmente como nº2). Tras unos fugaces viajes a Viena y Berlín, con unos resultados artísticos no del todo satisfactorios, regresan a Dresde donde en 1847 compone los Trios Op.63 y 80 y también se lleva el terrible disgusto provocado por la noticia de la muerte de su íntimo amigo Mendelssohn, circunstancia que le produce un desánimo ya casi irreversible. Retoma, a duras penas, el Fausto y comienza su ópera Genoveva. En 1848 se produjo un lamentable y muy comentado suceso: Schumann, cuyo estado de nervios y de depresión le había convertido en ser muy irascible (Algunos biógrafos añaden que la botella tuvo mucho que ver con esto) agredió a Liszt ante un comentario negativo de éste sobre el difunto Mendelssohn. Aunque posteriormente el maestro húngaro perdonó la afrenta, la distancia entre ambos fue ya del todo insuperable. En ese mismo año logra concluir Genoveva y aborda las Escenas del bosque y el Álbum para la Juventud. Entre 1849 y 1850 escribe muchas de sus mejores composiciones, como la Sinfonía Renana y el Concierto para violoncelo, además de lograr un gran éxito con el estreno en Leipzig de Genoveva.

 Sus crisis nerviosas se repiten ahora con reiterada frecuencia y así, durante una gira por los Países Bajos, ha de ser ingresado en una clínica de Holanda. Tras su fracaso como director de la Sociedad Coral de Düsserldorf — debido a su inestable carácter, no a su impecable criterio musical — tiene el consuelo al conocer a quién iba a llegar a ser su último gran amigo, Johannes Brahms (Quién, por otra parte, ya no le quitó tampoco el ojo a Clara, el muy vivo). En 1854, aparentemente mejorado de sus achaques, recibe un caluroso homenaje del propio Brahms y de un común amigo, el violinista Joachim, en Hannover. Mas ello supone el principio del fin: Schumann, totalmente enloquecido, dice recibir mensajes de los difuntos Mendelssohn, Beethoven e incluso Mozart. En muchas ocasiones estallaba en horribles gritos imaginando ver a diablos, hienas y tigres interpretando una música insufrible… En uno de estos delirios se acabó arrojando al Rin, aunque por fortuna fue rescatado a tiempo por unos pescadores. Fue ingresado en una clínica de Endenich y, pese a ciertos momentos de fugaz lucidez y a las constantes visitas de su amigo Brahms — a Clara se le prohibió ir a verle por prescripción médica — ya no logró recuperarse. Finalmente, tras dos años en los que su estado llegó a ser del todo deplorable, falleció el 29 de julio de 1856, siendo enterrado dos días más tarde en el cementerio de Bonn.

 Schumann fue el más profundo e íntimo de los compositores románticos. Su obra es tan serena y organizada como la de Mendelssohn y tan melodiosa como la de Schubert, lo que equivale a decir que bebe de magníficas fuentes de inspiración. Le costó concentrarse en las formas de gran tamaño y así, en determinadas ocasiones, sus sinfonías han sido criticadas por resultar demasiado académicas y consecuentemente frías. Lejos de esta injusta aseveración, algunos fragmentos de su obra sinfónica, como el Adagiode la Sinfonía nº2 o el Maestoso de la Renana, son auténticas cimas compositivas de trascendental belleza (Se escuchan ecos de un futuro Mahler, en el primer caso, y de Bruckner en el segundo).  Pero lo mejor de su legado se encuentra en sus obras para piano y en sus Lieder, posiblemente de los más originales y poéticos de su época.

OBRAS

– 3 Sonatas para piano
– 25 suites y otras colecciones, destacando Carnaval, Estudios Sinfónicos y Escenas de Niños.
– 4 Sinfonías, destacando la nº2 y la nº3. Aparte, una quinta inacabada y publicada como Obertura, Scherzo y Finale
– 2 Oberturas
Concierto para piano
Concierto para violoncelo
Concierto para violín
Distintas obras para piano y orquesta, destacando la Introducción y Allegro de concierto
– Una ópera, Genoveva
– Una serie de obras corales, destacando las Escenas de Fausto
Réquiem
– Diversa música de cámara, destacando el Quinteto para piano
– 60 Canciones a varias voces
– Unos 250 Lieder
– 2 grupos llamados «Ciclos de Canciones» (Liederkreis)