En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar una interesante lectura del tercer movimiento, Andante, de la Sinfonía nº2 en si menor del compositor ruso Alexander Borodin. La versión corre a cargo de la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección del maestro Jean Martinon y esta grabación se encuentra disponible en el sello DECCA (Ref 444389). Este movimiento sinfónico es una de las más bellas páginas lírico-épicas de Borodin y fue muy admirado por sus colegas Rimski-Korsakov y Liadov. Unos acordes arpegiados del arpa acompañan una noble melodía cantada por la trompa y luego por el clarinete. Las distintas ideas temáticas del movimiento se desarrollan obedeciendo a patrones del todo melódicos. Casi al final, el tema reaparece en tutti con gran derroche armónico y con una instrumentación verdaderamente inspirada. Estrenada en San Petersburgo el 26 de febrero de 1877 bajo la dirección de Napravnik, la Segunda Sinfonía en si menor de Borodin — a veces titulada como Épica — fue compuesta a trompicones. La obra obtuvo un sonado fracaso durante su estreno y ello fue posiblemente debido a su pesada orquestación. Borodin revisó la misma entre 1878 y 1879 con la ayuda de Rimski-Korsakov — uno de los mejores orquestadores del momento — y el resultado final fue una sinfonía mucho más equilibrada en los distintos planos sonoros. Según palabras del propio Borodin, la obra está inspirada en la época medieval rusa y el Andante es una escenificación del legendario bardo ruso Bayan. Esta sinfonía es, junto con su ópera El príncipe Igor, una de las obras más famosas de Borodin y una de las mejores piezas del género sinfónico ruso.
Rusia había sido una buena receptora de la música europea desde el siglo XVIII y había creado instituciones musicales de envergadura, si bien no había producido compositores de proyección internacional. Dmitri Bortnianski (1751-1825) era el compositor ruso más célebre hasta la aparición de Mihail Glinka (1804-1857), el verdadero iniciador de la escuela nacionalista rusa. Su más directo discípulo fue Alexander Dargominski (1813-1869), aunque la mayor influencia de Glinka se dejó sentir especialmente en el llamado Grupo de los Cinco, título dado por el crítico Vladimir Stasov (1824-1906) a un importante grupo de compositores rusos reunidos en torno a Mili Balakirev, un músico de temperamento tan seductor como despótico que aglutinó a otros cuatro colegas — Mussorgski, Rimski-Korsakov, Cui y Borodin — en la búsqueda de una música rusa. Este último, Alexander Borodin, fue realmente un científico profesional que en sus ratos de ocio se dedicaba a la música. Hoy en día, su figura en Rusia es tan recordada por su condición de compositor como por sus extraordinarios trabajos en química y medicina.
Alexander Borodin nació en San Petersburgo el 12 de noviembre de 1833 como hijo natural de un príncipe caucasiano y de una rusa. Desde muy pronto manifiesta un enorme interés por la música y dentro de la completa educación que recibe toma sus primeras clases musicales de su condiscípulo Mihail Chiglev. Pero también se despierta en el joven Borodin — apellido tomado de uno de los sirvientes de su padre — una pasión por la química, ciencia que habría de convertirse en su verdadera profesión. Al mismo tiempo que ingresa en la Academia Médico-Quirúrgica de San Petersburgo, forma parte también de un quinteto de cuerda y compone sus primeras canciones. En abril de 1856 termina sus estudios en la Academia con las máximas calificaciones y viaja hasta Bruselas y París con motivo de un congreso de oftalmología. Tras doctorarse en química, parte de nuevo hacia Occidente y frecuenta a personalidades científicas de la talla de Mendeleiev o Erlenmeyer. En 1861 se casa con Ekaterina Protopopova, una magnífica pianista que le descubre el repertorio romántico alemán. Un año después se suma al llamado Grupo de los Cinco y es nombrado director del laboratorio de la Academia-Médico-Quirúrgica. A pesar del poco tiempo que tenía para componer, culmina su Primera Sinfonía en 1867 — cinco años después de haberla iniciado — además de una ópera — Bogatïri — y una serie de canciones. Hombre enamoradizo por naturaleza, Borodin da rienda suelta a sus filtreos amorosos con determinadas mujeres que, sin embargo, no logran quebrar su fidelidad matrimonial. Tras componer su Segunda Sinfonía empieza a perfilar las líneas generales de lo que sería su mayor obra maestra, la ópera El príncipe Igor. Paralelamente, su carrera científica resulta imparable y en 1877 visita distintos laboratorios alemanes, aprovechando la ocasión para visitar a Liszt en Weimar. Ambos músicos se profesarían una mutua y sincera admiración. En 1881, tras la muerte de Mussorgski y su paulatino alejamiento del Grupo de los Cinco, Borodin se centra en su trabajo científico y dedica muy poco tiempo a la composición. Aún así consigue iniciar su inacabada Tercera Sinfonía y completa algunos números de El príncipe Igor, obra que más tarde fue terminada por Rimski-Korsakov y Glazunov y que se estrenó a título póstumo en 1890 en San Petersburgo. Aquejado ya de alguna dolencia cardíaca, Borodin falleció el 27 de febrero de 1887 al ser fulminado por un ataque al corazón mientras ejecutaba un baile organizado por los profesores de la Academia. La muerte le sorprendió vestido a la tradicional usanza rusa de botas negras y blusa roja. Para muchos especialistas, los modos compositivos de Borodin fueron claramente precursores del futuro Prokofiev. Nuestro humilde homenaje a este gran científico que además demostró ser una espléndido compositor.
Magnífico guiño el que nos dejas hoy, Maese. Bellísimas páginas. Gracias.
La verdad es que el fragmento que he dejado es delicioso de escuchar. Me alegro que te haya gustado, Otto
Un abrazo
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Qué maravilla! No sé si soy yo hoy, pero me parece excepcionalmente viva esta composición.
Besos, Leiter.
Yo creo que son ambas circunstancias, Reina Amalia.
Besos, muchos besos
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Soy Amelia, de América del Sur y nieta de europeos.
Mi ya prolongada existencia me ha permitido escuchar y presenciar irrepetibles funciones musicales. Pero mi melomanía se ha visto feliz con esta composición. Adoro a los eslavos! Ahora voy a buscar a Dvorak. Muchas gracias desde el fondo de mi corazón a quien subió este fragmento de la magnífica Sinfonía de mi amado Borodin. Gracias!
Bienvenida, Amelia, y gracias por su apreciación.
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¡Magnífica pieza! Muchas gracias por el descubrimiento.
Huelo a Rimski-Korsakov, pero sin ese violín (me estoy acordando de Sheherezade) que siempre me ha sugerido una cena con velas y violinista zíngaro (con brillantina en el bigote) interponiéndose entre mi bella pretendida y yo, e interrumpiendo cada una de mis ingeniosas ocurrencias con su ñigo-ñigo de alto octavaje. 🙂
Por cierto, Sheherezade de Rimski-Korsakov, el Bolero de Ravel y algunas delicias más el 21 de noviembre en el Palau de la Mùsica de Barcelona, con la Orquesta Sinfónica Estatal Rusa. El programa completo en http://www.promoconcert.es/concierto_detalle.php?c=1&id=17
Si alguien se animase a asistir sería un placer presentarle mis respetos, pues me esforzaré en no perdérmelo.
Te ha quedado de lujo la descripción del pesado que toca el violín durante la romántica cena. ¡Con brillantina en el bigote, jajaja!
Ameno programa el de la orquesta rusa. No conozco a Ferulev, la verdad. Pero si está al frente de esa más que buena orquesta será por algo.
Gracias por la información, Ivaneck. Si no es mucho pedir, mándanos una reseña sobre cómo fue dicho concierto si al final puedes ir a verlo.
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Será un placer. Aunque dudo que lo sea para vosotros, por lo prosaico: «Me gustó mucho y, como soy un perfecto lego, a mí todo me sonó maravillosamente».
Intentaré, de todos modos, fer-vos-en cinc cèntims, haceros cinco céntimos, que decimos por aquí, es decir, resumir mis impresiones.
Tranquilo, Ivaneck: En esta casa preferimos tus impresiones a los mazacotes de algún que otro crítico musical que habla de todo menos del concierto. Seguro que son más amenas las tuyas.
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Llego con retraso.
Me gustó mucho y, como soy un perfecto lego, todo me sonó maravillosamente 🙂
Sin embargo, oí alguna nota falsa. Por ejemplo en el Bolero, donde muchos pueden lucirse –o no– como solistas. Y la concertino terminó el primer fragmento solista de Sheherezade, ejem, como buenamente pudo. Es de justicia decir que el resto de la partitura le salió la mar de bien.
Sobre el director, el señor Ferulev, poco puedo decir, dada mi ignorancia; me dio una impresión discreta.
Había un señor mayor con un contrabajo que parecía que se lo había barnizado él. Si el sitio web de la orquesta no engaña, se trata del segundo contrabajo, un tal Igor Bobovich, nacido el 00/00/0000 🙂 Y durante el Bolero, que ejecutaron al final, a la segundo violín se le empezó a romper la crin del arco, lo cual afrontó sin inmutarse.
Lo lamento, no puedo pasar de estos comentarios intrascendentes.
Me atrevo a decir que a mi humilde juicio flautas, clarinete, oboe, trompetas y percusión en general hicieron todos un digno papel, y que deben estar duchos en pizzicattos porque eligieron piezas que lo emplean mucho, por lo que pude ver y oír. Jamás habría podido decirlo sin verlos; se aprende muchísimo acerca de una pieza al verla interpretada. Sabiendo eso, busqué una buena localidad para poder verlos, justo encima de los violines, en el primer piso del Palau.
Interpretaron la introducción de La Bella Durmiente, de Tchaikovsy, Sheherezade, el Capricho Español, una Noche en el Monte Pelado, del pobre Mussorgsky, el Aprendiz de Brujo, de Dukas, y el Bolero. Y un par de bises que soy incapaz de identificar. Disfrute como un enano. Son piezas que conozco, algunas bastante bien, las aprecio mucho y no seré yo quien me queje de cómo lo hicieron.
¿Qué tal, amigo Ivaneck?
Pues como dice nuestra amiga Zarza: Esperemos que esta crónica tuya no sea la última. Y te felicito, porque nos hemos enterado más o menos de cómo fue el concierto. Claro, breve y conciso. A veces leo otras críticas periodísticas y se ponen a divagar de mil historias que no tienen nada que ver con el concierto. Y luego, al propio concierto, le dedican una línea. Así que, me quedo con tu reseña.
Un abrazo y gracias, Ivaneck
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Fue un verdadero placer poder compartirlo, de un modo u otro, con vosotros.
Un abrazo, Leiter.
😀 me ha encantado la crítica Ivaneck, llena de color parece que lo estoy viendo jajajaja. Como estas más.
Me complace que te haya entretenido, Zarza.
El señor de edad incierta, Igor Bobovich, sujetaba un violoncelo, no un contrabajo. Se me fue el santo al cielo :-/