En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar el célebre Vals de la opereta La viuda alegre del compositor húngaro Franz Lehár. En el vídeo se ofrece un primer fragmento instrumental y posteriormente su versión cantada. La interpretación corre a cargo de René Kollo y Elizabeth Harwood acompañados por la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan y dicha grabación se encuentra disponible en el sello DG (Ref 435712). De suave ligereza y exposición en absoluto estridente, este vals se caracteriza por su gran belleza melódica y por desprender una inconfundible fragancia de tiempo pasado que tal vez se sigue añorando en un momento de clara decadencia social y política. Estrenada en 1905 con libreto adaptado de L´attaché d´ambassade de Henri Meilhac, esta opereta destaca por el uso de una orquesta de mayores efectivos de lo que solía ser habitual en estas obras y por una interesante mezcolanza de temas folklóricos eslavos, cabaret parisino y valses propiamente vieneses. Narra la historia de una joven viuda cuyo marido, banquero de grandes recursos, le dejó una considerable fortuna con la única condición de no casarse con un extranjero. Tras una serie de peripecias urdidas por el embajador de Pontevedro, la tierra natal de la viuda, ésta consigue salvar su patrimonio de la bancarrota.

 La opereta clásica llegó a calcificarse en lo respectivo a sus argumentos y personajes, repetidos hasta la saciedad. Una tipificación que, en cierto sentido, recordaba a la habida en siglos anteriores con la ópera seria barroca y que fue provocada por una demanda tan enorme que sólo podía ser satisfecha mediante repeticiones cada vez más superficiales. Mientras que la producción masiva se hallaba en su máximo apogeo, las formas musicales de la opereta se atrofiaron y degeneraron en repetidos duetos mezclados tanto con bailes de moda como con canciones del todo sentimentaloides. Sin embargo, las mejores operetas de la llamada edad de plata (tras una inicial edad de oro debida a Offenbach, Suppé, Johann Strauss y Millöcker) conservaron el encanto de su propia individualidad. Franz Lehár, eslovaco de nacimiento, húngaro de adopción y germánico de espíritu, fue el último y auténtico gran maestro del género.

 Franz Lehár nació el 30 de abril de 1870 en Komarn, región eslovaca perteneciente al Imperio Austro-Húngaro, y completó sus estudios musicales en el Conservatorio de Praga bajo la dirección de los profesores Bennewitz y Forster. Tras unos años como violinista en el Teatro de Elberfeld, Lehár actuó como director de una serie de orquestas militares en Hungría y Austria hasta que decidió dedicarse a la composición de operetas tras el triunfal éxito de una obra suya, Kukuschka, representada por primera vez en Leipzig en 1896. Sin embargo, su mayor gloria como compositor no llegó hasta 1905, año en el que estrenó La viuda alegre en Viena con un éxito de los que hacen época. Esta obra le generó unos extraordinarios beneficios económicos que años más tarde le permitieron comprarse una lujosa villa en la localidad de Bad Ischl. Habitual colaborador del tenor Richard Tauber, la carrera de Lehár prosperó con numerosos éxitos, incluso en el campo cinematográfico, hasta que su producción disminuyó con el advenimiento del nazismo (su mujer era judía) aunque sus obras nunca dejaron de representarse. Acaparando una gran fortuna personal gracias a un minucioso control de los derechos de autor de sus creaciones, Lehár falleció en su casa de Bad Ischl, en las inmediaciones de Salzburgo, el 24 de octubre de 1948. Nuestro humilde homenaje a su figura.