* Óleo sobre tabla
* 429 x 311 Cms
* Realizado en 1620
* Ubicado en el Museo Real de Bellas Artes de Amberes
Rubens vivió en la tradición humanista del cruce de los dos siglos más decisivos en la historia de la cultura europea y fue uno de los pintores más fecundos de toda la historia de la pintura occidental. Su estilo, contradictorio y huidizo a toda formulación concreta, en absoluto es fácil de definir o identificar. Experimenta con estilos aparentemente opuestos y los va encauzando al ritmo de su conveniencia, apropiándose de todo aquello que contempla. No existe una inclinación previa en su producción, pero sí un ansia febril de dominar todo aquello que le inquieta la imaginación, sin atrincherarse en fórmulas preconcebidas. Sin embargo, Rubens no escapó a la atracción que Italia suponía para todo artista y realizó su primer viaje a dicho país, seguramente instigado por su primer maestro, Van Venius, hacia el año 1600. Pero aunque la deuda con Italia es considerable en su extensa producción, Rubens jamás perdió un ápice de su naturaleza nórdica, logrando una excepcional síntesis entre la técnica y el tratamiento de la luz, aspecto primordial que explica su éxito como artista.
Mayor trascendencia tuvo, si cabe, el estudio de la pintura de los tres grandes maestros del siglo XVI. Rubens descubrió una agotable fuente de recursos en Leonardo (Impetuosas diagonales en fuga), en Miguel Ángel (Las formas pesantes y el trazo) y en Rafael (Belleza de rostros y unidad de composición). Pero también de los venecianos supo asimilar sus mejores virtudes: Del Veronés, la gracia del gesto y los enormes escenarios; de Tiziano, el color y la unidad psicológica del retrato; y de Tintoretto, la osadía de su técnica y composición. Incluso también se aprecia en Rubens la gracia y la exquisita dulzura de Correggio. Pero es que además Rubens supo sacar partido a la estatuaria clásica, imprimiendo vida y color al inanimado mármol y liberándolo de su naturaleza pétrea. Durante su dilatada trayectoria artística, podemos ir apreciando como el preciso dibujo de sus años de juventud se va permeabilizando a las vibraciones de la luz de amanecer y del ocaso, en unas fronteras que son todo un presagio del impresionismo. Tras un período eminentemente clasicista, Rubens fue cambiando hacia un más firme compromiso con los valores lumínicos de una atmósfera mutante y de exaltada pasión del espíritu.
La fecunda producción de Rubens ha dado pie a no pocas controversias que pueden resumirse en las dos propuestas más genéricas enarboladas por la crítica: Aquellos que afirman la colaboración de una eficaz legión de discípulos y aquellos otros que lo niegan. Aún así, no faltan posturas extremas que ven en Rubens a un hábil director que manipuló a los jóvenes maestros de Amberes con notable fortuna… De lo que no cabe duda alguna es que Rubens tuvo una portentosa facilidad con los pinceles y una entrega comprometida para el trabajo, aunque la colaboración de sus contemporáneos fue un hecho innegable. Actualmente, la investigación va perfilando paulatinamente la intervención de sus dos principales discípulos, Van Dyck y Jordaens, en la fabulosa producción del maestro flamenco. De cualquier manera, esas probables intervenciones nunca pudieron ser tan frecuentes como las que apuntan las tesis más extremas, si bien el número de obras que sabemos con seguridad que salieron de su propia mano no deja de resultar verdaderamente asombroso.
La Lanzada, óleo de grandes dimensiones elaborado en 1620, pertenece a una época en la que el clasicismo inicial de Rubens va perdiendo rigidez, con lo que sus composiciones van adquiriendo un movimiento que viene subrayado por el gusto hacia los perfiles sinuosos de sus figuras, al tiempo que revela un gran interés por el estudio de la luz sobre las formas. Rubens acometió esta portentosa tabla por encargo de Nicolás Rockox y el cuadro acabó presidiendo el altar del convento de franciscanos de Amberes. La obra es una de las mejores expresiones del dramatismo barroco que aparece reflejado tanto en las actitudes como en los rostros de los personajes, especialmente en el grupo de las tres Marías y San Juan. A este efectismo responde también un punto de vista muy bajo, con lo que da la sensación de que las figuras de los crucificados están a punto de caer sobre el espectador, en particular la del ladrón de la derecha que, en pleno movimiento por liberarse del madero, ha conseguido desenganchar uno de sus pies del sangrante clavo que le unía a la cruz. Toda la escena es puro dinamismo y patetismo, a excepción de la serena y vertical figura de Cristo, quien parece aceptar con resignación el martirio. Pero es quizás en este cuadro donde Rubens empieza a destacar como un maestro consumado en el uso de la luz y del color. La figura de Cristo presenta una tonalidad más pálida con respecto a sus dos compañeros de suplicio, aspecto que remarca aún más esa serena y mayestática pose, inconcebible en unos momentos tan especialmente dramáticos. Los contrastes lumínicos que aparecen en algunas zonas, especialmente entre los de la bellísima María que abre sus brazos sobre el poste a los pies de Jesucristo y los del soldado que se apresta a golpear en las piernas del crucificado de la derecha, son todo un prodigio y un derroche de genialidad. También resulta admirable la palidez del rostro de la Virgen, acompañada por un San Juan ataviado con una arriesgadísima capa de coloración roja que se complementa en el plano opuesto con la que porta el oficial romano encargado de arremeter la lanza. El guiño a Tiziano es incontestable en lo referente a las armaduras de los soldados y a la factura de los caballos. Además, Rubens ha tenido la brillante idea de hacer bueno el relato evangélico –«Y el cielo se cubrió de tinieblas…» — para imprimir un tono angustiosamente oscuro en el fondo que contrasta mágicamente con la luz, un tanto artificiosa, con que son bañados los desgraciados protagonistas de la crucifixión. En mi humilde opinión, La Lanzada es una de las obras más extraordinarias dentro de la copiosa producción de ese espectacular compendio de facultades pictóricas llamado Pieter Paul Rubens.
Es difícil escoger una obra de Rubens dentro de sus muchas maravillas.
la Lanzada me resulta particularmente expresivo y hermoso, tan tenebrista, tan clásico…
Fantástica elección, Leiter.
Besos
Me parece extraordinaria tu síntesis «ese espectacular compendio de facultades pictóricas llamado Pieter Paul Rubens».
Se dice que en el umbral del taller de la puerta de Tintoretto, ahí, a unos pasos de Madonna dell’Orto, rezaba una frase «El dibujo de Miguel Ángel y el color de Tiziano», aunque dejando a un lado la leyenda, más que consigna tintorettiana fue consigna de toda una época y de sucesivas generaciones de pintores. Tenían razón. Pues ¿no fueron Miguel Ángel y Tiziano las cumbres de la Escuela romana y la Escuela veneciana, respectivamente? Si bien, en mi opininión, Tintoretto lleva hasta lo extraordinario y lo inverosímil la pintura occidental (llavandola de la mano hasta la cima del Manierismo) es Rubens, precisamente, que, con su actitud clasicizante (muy bien la señalas) «concierta» -el término permea en tu entrada, también- no sólo las dos escuelas pues cumple a cabalidad la consigna «El dibujo de miguel Ángel, el color de Tiziano» sino orquesta también a la Escuela Mantuana y la Flamenca ¡pero qué colosal tarea!
Este concierto requirió a mi parecer del concertino más capaz: Van Dyck (muerto prematuramente, dejando inconclusa su frase pictórica y una capilla ardiente). El «concertador» para su tarea dijo ¡Van Dyck! dijo ¡Jordaens! dijo ¡Le Pelletier! y sobre todo dijo ¡Mundo!:
siempre me ha llamado la atención no sólo la demiurgia incansable de este «compendio de facultades pictóricas» sino el gran despliegue de recursos (modelos) a su disposición: no hubo nada en el mundo de lo visible que no tuviera a su disposición para reproducirlo en sus pinturas. Y a esto se aprestaron cinco continentes y quién sabe cuantos monarcas y subalternos.
Pienso que cuando el Mundo «se hace» visible es porque el la pintura es el Mundo.
Rubens lo ha hecho visible.
Gracias por este post, querido amigo Leiter. Fuerte abrazo
Vaya Leiter, hoy quiero hacerte llegar una especial felicitación: todas las entradas en Blues son de primerísimo nivel pero la de hoy es absolutamente majestuosa. Que derroche de sensibilidad y conocimiento has impreso en la explicación de esta imponente obra de Arte! Las ideas hilvanadas son en sí mismas (lo mismo que la Lanzada) imponentes y dignas del Arte más elevado. Me es difícil subrayar una frase por encima de las otras pues todas me han impactado muchísimo. QUÉ BÁRBARO, AMIGO! ENHORABUENA.
Qué más podría agregar yo? Ya todo está dicho con tu soberbia presentación y el diamantino comentario del siempre genial Otto Cazares. Me enorgullezco de ambos.
Arte e Historia (los verdaderos) son tópicos que van de la mano, indisolublemente ligados el uno al otro, en una simbiosis que funge como el medio más eficaz de conexión con lo trascendente. No es broma ni una locura surgida de cerebros idealistas alejados de la realidad. De ninguna manera. La más real de las realidades es la que no se aprecia 100% con los sentidos del cuerpo, aunque estos sean primer camino de percepción. El resto es Maya, la ilusión del mundo del Demiurgo.
La Lanzada, además de ser un tesoro artístico de inmensas dimensiones y referente absoluto en la Historia de la pintura, abarca como eje central el tema de La Lanza que hirió el costado de Cristo. Apesar de los innumerable elementos que impregnan la obra, el ojo del espectador se centra en el punto en que la Lanza del Centurión se clava en el costado del Crucificado, lo mismo que en la Creación de Miguel Ángel inevitablemente la mirada se posa en el dedo de Dios insuflando la vida al primer hombre.
Esto no es casualidad. Cuánta fascinación ejerce en las mentes eruditas el motivo la Lanza de Longinos! Ríos de tinta han corrido sobre este tema, ya que suscita inquietudes de orden místico y espiritual. No se trata de una veneración de orden religioso, no en el aspecto corriente de la palabra, como el creyente que acude al oficio dominical y ya. Se trata de una GNOSIS, inmensamente trascendente, que conecta el espíritu con ese Dios interno cuya llama arde en el interior de todo hombre. Así las cosas, las disquisiciones sobre Jesucristo, su naturaleza y real dimensión en este mundo, con todas las teorías que nuestras mentes puedan hilvanar, nos llevarían a una tertulia apasionante, llena de aspectos desconocidos que iluminarían nuestro intelecto y nuestra comprensión. Todo gracias a una pintura!
Las Leyendas más hermosas se abren paso por diversos caminos para golpear a nuestra puerta y decir: «Estoy aquí, obsérvame pues existo!».
Ni siquiera el monumental Richard Wagner escapó a esta fascinación: el Graal y la Lanza. Dos símbolos complementarios, transmisores de Verdades profundas.
Ya me encontraré en Viena, dentro de poco…
Fuertes abrazos.
PD. Algún día deberíamos hablar de lo que significa una crucificción, tal como la practicaban los romanos hace dos mil años. El tema es supremamente interesante e ilustrativo.
Después de todo lo leído, con respeto y temor (¡qué nivel!), dejo aquí estas humildes palabras.
Para mí Rubens es el pintor del color, del movimiento y de la sensualidad, características ya presentes en Hendrick Goltzius, pero llevadas por nuestro pintor a su más excelsa expresión.
Muy posiblemente yo no hubiera escogido este cuadro, y no es que no me guste, sino que habría buscado entre los que mejor pudieran reflejar las tres características apuntadas antes, bien “El rapto de las hijas de Leucipo”, bien “El jardín del amor”, bien “Las tres gracias”, y lo más posible y sobre todos “La Kermesse”.
Además de lo apuntado yo también haría referencia a otra lección del cuadro, la de la maldad humana, magistralmente representada en las reprobables acciones de centurión y del soldado que está a punto de golpear al ladrón. ¿Hacía falta maltratar más a los indefensos…? ¡Y es que la condición humana es terrible!
Leiter y amigos, muchas gracias por sus lecciones, siempre es un verdadero placer seguir aprendiendo.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos.
Elgatosierra
Me da cierto vértigo leer vuestros comentarios… Eso sí que es un derroche de cultura.
Me alegra que os haya gustado la entrada aunque, como ya he referido en otras ocasiones, el contenido no es sino una síntesis de los distintos apuntes de mi época de estudiante a los que he añadido alguna frase original. En todo caso, no merezco yo ser objeto de felicitaciones sino más bien que así lo sean aquellos inolvidables docentes que me acompañaron durante mi vida académica y que me transmitieron mi amor y gusto por el arte en general. Desde el padre Raúl de los tiempos escolapios hasta el profesor Apausa de los tiempos universitarios, pasando por el profesor Serna o el catedrático Portela y tantos otros cuyos nombres he ido imperdonablemente olvidando. Como siempre he tenido la manía guardar todos los apuntes en el baúl, mi único trabajo ha sido el destaparlos de nuevo y confrontarlos con el añadido de alguna opinión mía. Cuando en este tipo de entradas leais: –«Si bien algunos especialistas dicen… Otros, por el contrario, afirman…» es que me he encontrado con opiniones divergentes entre mis profesores, cosa que es muy habitual. Mi opinión personal suelo insertarla en los finales de cada párrafo. Una confesión: Leer los viejos apuntes y compararlos es una de las tareas que más placer me produce. Nunca tiréis los apuntes. Son fuente viva de conocimiento mucho más cercana y directa que los manuales de estudio o libros docentes requeridos para tal o cual asignatura. Al menos en mi caso, esos apuntes han sido como una llave para penetrar en ciertos libros de arte realmente complejos y de difícil comprensión.
Tienes toda la razón, Gato. Es posible que La Lanzada no sea ni de lejos el cuadro más representativo de Rubens. Lo que pasa es que hablamos de él en otras entradas y ahí sí que insertamos otros cuadros. Además, y pido perdón por mi poca modestia, es que es un cuadro que me encanta por su dinamismo, una de las muchas características de Rubens (Un verdadero mago del movimiento, conforme a su época artística).
Otto, más que comentar añades una información que enriquece sobremanera las entradas. Como puedes observar no sólo yo estoy en deuda contigo, sino todos los lectores de BLUES. Y, por favor, que así siga siendo.
Me ha encantado leer la puerta que abres, Iván, al tema de Longinus y al de la crucifixión en época romana. Dos datos: La crucifixión era el peor de los tormentos posibles — según Flavio Josefo, algunos crucificados se mantenían ¡Hasta una semana con vida! y llegaban a balbucear el nombre de su madre… Algo realmente dramático e insoportable — y era una pena que se aplicaba a bandidos y malhechores. Si Cristo hubiese realmente sido condenado por la jerarquía judía — los sumos sacerdotes — habría sido lapidado pero nunca crucificado, pena exclusiva de los romanos. Además, en tiempos de los gobernadores romanos en Judea, cualquier ejecución debía contar con el visto bueno del legado romano. Otro asunto es que Cristo tuvo «la suerte» de ser crucificado en tiempos de Pascua, para lo cual se le intentó acelerar la muerte — algo compasivo, ciertamente — debido a que un cadáver era contaminadamente impuro según la tradición judía y en esos tiempos de Pascua estaba absolutamente prohibido tocar cualquier cosa que fuese impura. Viene esto al caso por juzgar la labor de los seguidores de Cristo que decidieron bajar el «cadáver» de Cristo y darle sepultura. Esto no encaja bien con la praxis judía y alimenta los rumores — bastante inconsistentes — de que Cristo fue bajado aún con vida de la cruz. Los estudios del catedrático Crossan al respecto (EL JESÚS DE LA HISTORIA, Ediciones Crítica) o los del profesor Lane Fox (LA VERSIÓN NO AUTORIZADA, Edición Planeta) son bastante significativos y elocuentes en esta materia, dejando de lado, además, cualquier conjetura más propia de libros de ficción, como los firmados por el profesor Schonfield (EL COMPLOT DE PASCUA) o el Gran Maestre Ambelain (JESÚS Y EL SECRETO MORTAL DE LOS TEMPLARIOS), obras interesantes, sin duda, pero llenas de afirmaciones históricamente inexactas y a veces muy interesadas para tratar de apuntalar las iniciales tesis apriorísticas que intentan demostrar sus autores.
Bueno, si queréis más debate al respecto aquí podéis dejar vuestras opiniones (Aunque esta entrada sea del todo pictórica). No importa.
Y, Amalia, ya ves como aquí seguimos todos aprendiendo. Esto es un lujo, ciertamente.
Besos y abrazos.
Me siento muy orgulloso de contar con vuestras extraordinarias apreciaciones. Este el mayor activo de BLUES, sin duda.
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