Las atribuciones de Leonardo da Vinci en La Santa Cena
La «Santa Cena» por Leonardo da Vinci, rompiendo con los límites medievales que reducían el concepto pictórico, cuestiona la labor del artista y la idea de la pintura, siendo ésta una recreación de la naturaleza que exige una serie de conocimientos previos en determinadas ciencias sobre las que sustentar el principio de su valor como forma del conocimiento del mundo. La pintura, lejos de ser un arte mecánico, es una actividad intelectual y, sobre todo, científica. Así, el arte de Leonardo, en cualquiera de sus manifestaciones plásticas, parte del valor conferido a la experiencia, al rigor de la comprobación y a las posibilidades de la experimentación directa. De esta forma, las soluciones desarrolladas por el artista en su pintura son una consecuencia de esto. Pero Leonardo no experimenta uno o varios problemas de la pintura, sino la compleja unidad de su estructura. Por ello, la experimentación interdisciplinar desarrollada por el maestro es el fundamento y la base metodológica de su pintura.
Otro aspecto es la preocupación de Leonardo por la estructura e idea total de la composición con el que articulará su lenguaje pictórico. Así, los distintos elementos de su pintura se ordenan en función de conseguir ese resultado: El color, como medio para establecer una armonía compositiva y marcar la distancia de los distintos objetos que forman la obra; y la perspectiva aérea en el contorno de las figuras, pieza clave e inseparable de la obra. Además, las composiciones se van a desarrollar partiendo de un riguroso proceso de articulación geométrica sometido a la ley del enmarcamiento y que, en el cuadro que hoy comentamos, supone que la cabeza de Cristo sirva de punto de intersección de las diagonales del marco. De esta manera, el esquema geométrico sustenta la referencia del punto simbólico de la composición, aunque ese esquema no va a convertir a las figuras en simples referencias numéricas, sino que, al contrario, las mismas se van a integrar en un esquema formal reforzado por la acción psicológica de los personajes. En la pintura que hoy nos ocupa, el tema elegido es cuando Cristo dice que uno le va a traicionar, lo que va a provocar una serie de reacciones entre los apóstoles que se compagina con la distribución equilibrada y regular de los diferentes grupos.
En Leonardo la idea de Clasicismo surge como un método, una demostración y un lenguaje. Es un método con el que aprender de la realidad; es una demostración en la que se afirma este método como instrumento posible de dominio y conocimiento de la naturaleza; y es, por último, un lenguaje que opera selectivamente en relación con las posibilidades representativas del método, desarrollando una imagen ideal que supera a la misma naturaleza. Pero ese ideal de Clasicismo va a comportar una serie de contradicciones que el propio Leonardo va a reflejar en sus inolvidables cuadros, sobre todo en los retratos. La enigmática sonrisa de La Gioconda no es otra cosa que la expresión de los imponderables que comporta el Clasicismo para afrontar ciertos temas. El incomparable genio de Leonardo va a demostrar que el Renacimiento, entendido como Clasicismo, es un arte utópico y un fenómeno imposible en muchos de sus postulados. De ahí la duración efímera de ese ideal clasicista que, sin haber llegado a implantarse del todo, se ve pronto desplazada por la alternativa manierista.
Entre 1495 y 1498, y a la vez que decoraba al fresco las bóvedas de diversas estancias del Castelo Sforzesco de Milán, Leonardo acometió una de sus principales realizaciones, La Santa Cena, trabajo que llevó a cabo para los hermanos de Santo Domingo, en el Convento de Santa María delle Grazie. El tema iconográfico ya tenía diversos antecedentes — Giotto, Andrea del Castagno, Botticelli… — Pero Leonardo lo sometió a intensos estudios preparatorios, haciendo gala de sus profundos conocimientos de la geometría para conseguir la plasmación de un amplio espacio en el que distribuir las figuras de los Doce Apóstoles y de Cristo. Para ello las agrupa de tres en tres, dejando en el centro la imagen del Salvador, que se recorta nítidamente ante una ventana abierta a un fondo de paisaje un tanto vaporoso. Como ya señalamos anteriormente, la tensión psicológica entre las diferentes figuras del conjunto es un aspecto característico de la obra de Leonardo. La cabeza de Cristo es estática y supone el punto de fuga del escenario arquitectónico, mientras que la luz procede de una doble fuente, delante y detrás, disolviendo los contornos. La profundidad se logra por la fusión de la perspectiva lineal y la aérea, alternando las zonas de luz y de sombra, y colocando un muro a modo de pantalla que da paso a las gamas frías del paisaje del fondo. La obra presenta una unidad compositiva determinada por su propio formato que le provoca una perfecta integración en el espacio real del refectorio, lugar desde donde la obra domina las alturas. Desgraciadamente, la obra empezó a deteriorarse muy pronto porque la técnica empleada por Leonardo (Temple sobre muro, no siendo exactamente un fresco) era muy poco duradera, aunque una restauración acometida en 1977 nos ha permitido apreciar unos detalles inéditos de la misma, imposibles de descubrir en fechas pasadas.
Leonardo atribuyó a cada discípulo una reacción reveladora de su personalidad en la Santa Cena y ello ha dado pie a toda una leyenda de posibles simbolismos que, ciertamente, practicaban los pintores de la época. Pero en fechas recientes, ese tema ha sido llevado a una considerable exageración, deslizándose numerosas conjeturas que no pensamos que tengan cabida en este apartado de análisis pictórico. En definitiva, estamos ante un mural que se ha considerado durante muchos siglos como una de las mejores pinturas del mundo, reflejando la máxima expresión de su creador. La experimentadora audacia junto a las innovaciones de composición, luz y perspectiva explican, entre otros muchos factores, la preeminencia de Leonardo a través de los tiempos.
¿Sabías que… “La Santa Cena” está en un convento de Milán”?
Me ha gustado mucho Leiter, he aprendido cosas que no sabía. Yo interpreto a dos bandos en torno a Cristo, enfrentados, y cuchicheando entre ellos. Podría ineterpretarse como la separación que hubó en la iglesia católica más adelante. Delante de la mesa veo algo blanco, que no se lo que es, ¿ es un sepulcro?. Y si os fiajis las paredes de la izquierda están mas sucias que las de la derecha.
Le ha dado al intro antes de acabar, curioso lo que cuentas de que sobrevivivo a los bombardeos nacis, me alegro. ¿ Sería la mujer el motivo del enfrentamiento?…
Un saludo Leiter.
Lo que ves delante de la mesa tiene su explicación: El fresco ocupaba una pared superior en la sala donde comían los monjes de la iglesia (Refectorio) y, por adaptaciones de tipo arquitectónico, esa parte se hubo de blanquear, cercenando así los pies de algunos de los protagonistas.
Bueno, no lo sé con certeza, pero entiendo que los bombardeos fueron aliados dadas las peculiaridades políticas de Italia en la Segunda Guerra Mundial. La verdad, Miguel, es que me dejas con esa duda.
Cualquier opinión al respecto, como la que tu te preguntas acerca de la mujer como posible origen del enfrentamiento, es susceptible de ser válida, máxime cuando existen cientos de argumentos, algunos de muy poca consistencia y argüídos por algunos que dicen llamarse especialistas. Desde luego que el tuyo, Miguel, parece mucho más sensato.
Un abrazo
LEITER
Claro, serían los ingleses y los norteamericanos. Aunque es posible que fuesen los alemanes en su desesperada salida de Italia.
El Universo debe regirse por el equilibrio inmutable entre los opuestos. Cuando ese equilibrio es roto, devienen efectos negativos que a toda costa hay que evitar.
Tus acertados análisis sobre esta obra de arte no hacen más que confirmar esa regla. Has planteado dos visiones sobre un mismo objeto, con el equilibrio y la armonía necesarias. Allí radica la Maestría, amigo Leiter.
Te puede quedar duda que eres un genio?
A propósito, lo que Miguel Artero pregunta si es un sepulcro, la verdad es una puerta que se abrió mucho tiempo después, a golpe de martillo. La duda que me queda es si dicha puerta fue abierta como entrada al refectorio o a un salón donde se guardaban armas de los nobles italianos de aquel tiempo.
Habrá que investigar.
Leit, un abrazo.