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 Confieso que cuando me comentaron esta fascinante historia quedé del todo perplejo. Ante mi inicial escepticismo, fui recopilando información para contrastar la veracidad de la hipótesis que plantea el llamado Enigma de los Dogon y no hallé nada especialmente refutable. Posiblemente, en un ejercicio de racionalidad, el misterioso legado de los Dogon no sea más que una curiosa coincidencia. Pero, siendo así, el grado de tal presumible coincidencia es tan elevado que deja la puerta entreabierta para la imaginación más fantasiosa. Algo parecido me ocurrió en México, en la explanada de Teotihuacán. Un buen amigo me dijo:  –«Esta es una pequeña pirámide truncada dedicada al sagrado pájaro Quetzal. Observa los relieves… Ahora, da una palmada»–  Por increíble que parezca, al batir una palmada frente a la pequeña pirámide, el eco producido por el sonido reflejaba exacta y fielmente el piar de un pájaro, el canto del pájaro Quetzal…

 Los Dogon constituyen un pueblo de etnia sudanesa que habita entre los montes Hombori y la meseta de Bandiagara, en la actual República del Malí. Entre sus ancestrales tradiciones, la mitología ocupa un destacado y sagrado lugar. Más o menos, viene a decir que hace miles de años llegaron a nuestro planeta unos seres mitad hombres, mitad peces que procedían de la Constelación de Sirio. Eran conocidos como «los señores del agua» y respiraban a través de una serie de agallas situadas por encima de las clavículas. Llegaron en un artefacto parecido a un arca que primeramente era de color fuego y que al posarse seguidamente en la tierra se transformó en una enorme piragua blanca que flotaba sobre la superficie de un lago sobre el que fue a posarse. Esos enigmáticos seres fueron quienes contaron a los primitivos Dogon toda una cosmogónica mitología que han ido posteriormente transmitiendo de generación en generación hasta nuestros días. Según los relatos Dogon, la estrella Sirio, «Digi-Tolo» en terminología Dogon, tiene otro acompañante mucho más pequeño aunque más pesado, y que resulta invisible a los ojos humanos. Esta otra estrella, conocida como «Po-Tolo», está constituida por un metal llamado «Sagala», más brillante que el hierro y con un peso mayor que el de todo el mismo hierro y cereal que hay en la tierra. Su período de rotación es de un año y circula en torno a Sirio describiendo una órbita elíptica para la que invierte un tiempo aproximado de cincuenta años. Así, cada medio siglo, los Dogon celebran su más solemne ceremonia, la llamada fiesta «Sigui», en la que supuestamente rememoran este acontecimiento. Para ello, los jefes de las aldeas confeccionan una vasija donde tiene lugar la fermentación de la cerveza, bebida primordial que acompañará a toda la ceremonia. Al finalizar la misma, la vasija se guarda obligatoriamente junto con las que habían sido utilizadas en fiestas precedentes. Siguiendo esta pista, los antropólogos han podido remontarse hasta el siglo XII, aproximadamente. Toda esta información la recibió por primera un prestigioso antropólogo francés, Marcel Griaule, cuando en 1931 efectuó un viaje por aquellas tierras africanas para estudiar a los distintos pueblos que por allí se asentaban.

 Pues bien, eso es simplemente mitología. Ahora, pasemos a contar lo que sabemos realmente del sistema estelar Sirio: En 1814, el astrónomo Bessel se percata de una cierta irregularidad en la órbita de Sirio. Posiblemente, la estrella estaría siendo afectada gravitacionalmente por algún objeto que conseguía desplazarla de lo que debiera ser una trayectoria mayormente regular. Debido al extraordinario brillo de Sirio, cualquier intento de localizar un presunto compañero de andanzas resultaba del todo infructuoso y no fue hasta 1862 cuando Alvan Clarke consiguió por fin detectar al misterioso hermano de Sirio. Ya en el siglo XX, los científicos determinaron que Sirio B, la estrella que había permanecido oculta durante tanto tiempo y que provocaba las alteraciones orbitales de su hermana, Sirio A, no era sino una estrella del tipo «enana blanca», de escasa luminosidad y enorme densidad, tanta que hacía posible un efecto gravitacional sobre su compañera de mucho mayor tamaño. Los investigadores también determinaron el período que Sirio B invierte durante su desplazamiento alrededor de Sirio A, exactamente 50,04 años. De igual manera, certificaron que el tiempo de rotación de la misma es de un año. No deja de ser paradójico que Sirio B fue la primera estrella del tipo «enana blanca» descubierta. Se estimó que su densidad media es de una tonelada por centímetro cúbico, más o menos una masa similar a la de nuestro Sol en un cuerpo del tamaño muy próximo al de la Tierra. Por si no fuera poco, en un dibujo de los Dogon que representa lo que parece una simulación de las trayectorias orbitales de las estrellas en cuestión se calca lo que posteriormente ofrecieron las modernas y computerizadas líneas de extensión astronómica…

 Ya vemos como las coincidencias son más que sospechosas, por lo que la pregunta surge por sí sola: ¿Cómo pudieron los Dogon adquirir ese conocimiento? ¿Cómo es que la pista de las vasijas a las que anteriormente nos referimos nos llevan hasta el siglo XII, mucho antes de los descubrimientos «oficiales» de Sirio B? ¿Alguien es capaz de imaginar a un científico viajando hasta el poblado de los Dogon, a mediados del siglo XIX, para contarles un «rollo» acerca de Sirio A y Sirio B?  No sé qué os parece a vosotros pero a mí esta historia de los Dogon no me deja en absoluto indiferente. Agradecería cualquier tipo de información adicional al respecto.