Quinta de Mahler (Version dos pianos)

* Compuesta durante el verano de 1901 (Movimientos primero y tercero) y de 1902 (Los otros tres restantes)
* Estrenada el 18 de octubre de 1904 en Colonia bajo la dirección del autor (Se realizaron modificaciones en la partitura hasta 1909)
* EFECTIVOS ORQUESTALES: 4 flautas, 3 óboes, 3 clarinetes, 3 fagots, 6 trompas, 4 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales, bombo, platillos, glockenspiel, arpa y sección de cuerda
* Duración aproximada de la ejecución: Alrededor de una hora y diez minutos

 La Quinta, junto a la sexta y séptima sinfonías de Mahler, pertenece a un ciclo comúnmente conocido como Rückert Symphonien, un grupo específicamente unitario de obras cuya característica básica es el realismo. Frente a las tres sinfonías anteriores, Wunderhorn Symphonien, ciclo donde Mahler expone una verdadera confrontación entre el hombre y el universo, en este nuevo ciclo que se inicia con la Quinta Sinfonía la lucha pasa a ser entre el hombre — centralizado en la propia figura del compositor — y el resto de los hombres. Resulta obvio a todas luces que la presencia de Alma Schindler fue fundamental en este cambio de reflexión, ya que la obra fue compuesta en el momento en que Mahler y Alma se conocieron y se casaron. Quizás también por ello surgió el Adagietto en una sinfonía inicialmente prevista en cuatro movimientos y que vino a ser un presente para la mujer amada.

 Mahler comenzó la composición de la Quinta en 1901, en un momento en el que él mismo se reconoció un dominio pleno de técnica y poderes. Al respecto, el músico afirmó que «No habrá en mi obra elementos románticos o místicos, sino que simplemente será la expresión de un poder sin paralelo, de la actividad de un hombre que ha alcanzado un clímax vital a la luz del sol». Por primera vez, Mahler renuncia al programa y pretende sólo la abstracción propia de lo musical. Por otra parte, la sinfonía trata de forma diferente ciertos temas propios del autor, como la muerte, anteriormente parodiada o colocada como excusa en el cuadro del Juicio Final de la Segunda Sinfonía. Aquí se presentará como una marcha inexorable, con episodios donde parece aletargarse.

  La Quinta es la primera de una trilogía de sinfonías puramente instrumentales. De estas tres sinfonías, en las que Mahler compensa la ausencia de voz humana con un nuevo acento en la polifonía orquestal, las que más se parecen exteriormente son la Quinta y la Séptima. Tanto una como otra tienen cinco movimientos y evolucionan desde una marcha fúnebre inicial en modo menor a un triunfo final en modo mayor (Eso, en apariencia). Las dos obras constan además de la llamada tonalidad evolutiva, esto es, se termina la obra en otra tonalidad distinta de la del comienzo, en este caso de la Quinta en un semitono ascendente y en modo alterado (Do sostenido menor – Re mayor). Estructuralmente podemos dividir la sinfonía en tres partes: Los dos primeros movimientos, el tercero y los dos últimos.

 Para seguir la audición de la obra hemos elegido una interesante lectura debida a Leonard Bernstein al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena. Casi todos los movimientos se encuentran solapados en dos o más vídeos.

DESARROLLO DE LA OBRA

PRIMER MOVIMIENTO: Trauermarsch: A semejanza de la segunda sinfonía, aunque más corto, de una atmósfera más elegíaca pese a que haya algunos violentos sobresaltos. Un solo de trompeta, en do sostenido menor, que desemboca en un fortissimo tutti orquestal constituye el primer tema, donde a continuación los instrumentos de registro grave marcan un ritmo pesante. La forma no deja de ser simétrica: Una marcha fúnebre interrumpida por dos trios en forma aparentemente de sonata. Globalmente, el movimiento parece más una introducción de temas que posteriormente serán desarrollados en el siguiente movimiento. El segundo tema, expuesto por violines y violoncelos, no deja de ser una melodía derivada del primero a cargo de la tuba y la trompeta. Tras una poderosa explosión, cimentada sobre el primer tema en si bemol menor, el desarrollo se resuelve con la reexposición de los dos temas principales. Tras ella, nos encontramos con una nostálgica melodía en la bemol confiada a las cuerdas y que será el epicentro del siguiente movimiento. Por unos instantes reaparece el motivo de la trompeta desembocando en un patético coral de metales acompañados por cuerdas. Sobre una cortina de las mismas, la fanfarria inicial se disuelve paulatinamente hacia el agudo de la flauta, cerrando el movimiento las cuerdas graves en pizzicato.

SEGUNDO MOVIMIENTO: Stürmisch bewegt: En la menor, es más bien una «segunda parte» del movimiento precedente y posee una función bien precisa: Quebrar la inmovilidad de la marcha fúnebre; ello se va a conseguir contrastando un tema tempestuoso (Episodios en la menor) con otro sereno (Episodios que toman temas de la marcha). Ambas fuentes son tratadas de manera dinámica, como un desarrollo. Todo lo anteriormente mencionado se traduce en un tema en las cuerdas contrapuesto por las corcheas en terceras de flautas, oboes y clarinetes, sostenido a su vez por el tema último del primer movimiento que es expuesto por los violoncelos con marcada dignidad. La tensión acumulada se libera de repente en un coral en Re mayor a cargo de todos los instrumentos de viento que parece calmar los malos presagios, aunque la sección tempestuosa reaparece fugazmente antes del final del movimiento. Ese coral, viraje decisivo de la obra, representa, sobre todo por su tonalidad, una avanzadilla de los movimientos tercero y quinto. La coda, sobre trémolos de cuerda y terceras de arpa, recoge el motivo de las flautas que se va diluyendo a través de toda la sección de viento hasta desvanecerse en un arpegio (Do-Si-La) de los bajos y el timbal.

TERCER MOVIMIENTO: Scherzo: En Re mayor, aquí los länder y los valses dominan todo este movimiento, el más largo de la sinfonía. Pronto adquiere protagonismo la trompa, con un bellísimo trio construido sobre los pizzicatos de las cuerdas. Existe un tono rústico, un tanto desenfadado desde la primera llamada de la trompa, aunque muy contrariado en su repetición. Es uno de los movimientos más difíciles de asimilar de Mahler y algunos relevantes mahlerianos renunciaron a su interpretación por su conflictiva amplitud (Otto Klemperer). Por tanto, no soy yo la persona más indicada para realizar una objetiva disertación del mismo… ¡Qué vuele la imaginación del oyente!

CUARTO MOVIMIENTO: Adagietto: En Fa mayor, nos recuerda la versión instrumental del lied Ich bin der Welt abhanden gekommen (Me he despedido del mundo). Es uno de los fragmentos más bellos y conocidos de Mahler y supone realmente una introducción al quinto y último movimiento. Todo él está constituido para cuerdas con el acompañamiento de una celestial arpa. La melodía va ascendiendo en intensidad hasta, apoyada por los registros más agudos de los violines, culminar en un arpegio del arpa que sirve para reexponer todo el material, en esta ocasión con ciertos rubatos a la manera vienesa. El movimiento concluye plácidamente en un pianissimo al unísono en la nota mediante. Esta «declaración de amor» se corresponde al momento en que Mahler conoció a Alma Schlinder y se casó con ella. El Adagietto, en buena medida, es un regalo a su mujer que inicialmente no tenía previsto incluir en la sinfonía.

QUINTO MOVIMIENTO: Allegro-Allegro giocoso: En Re mayor, es vacilante y contrapuntístico. Mientras que el fagot cita el Wunderhorn lied titulado Lob des hohen Verstandes (Elogio del sentido común) el oboe, la trompa y el clarinete se interpelan. De pronto, comienza un episodio fugado en violoncelos que son seguidos por segundos violines, violas, primeros violines y contrabajos, añadiendo después el resto de los instrumentos. A partir de este Fugato, un coral que ya escuchamos en el segundo movimiento adquiere protagonismo a modo de apoteosis y comienza un intercambio antifonal (Pregunta-Respuesta) entre el tema del Wunderhorn y el lied que sirvió de base al tema precedente. Los acentos de triunfo y alegría en este final tienen algo de forzado, como si Mahler quisiera ensalzar lo monumental caricaturizándolo. Quizás por ello, el estilo fugado se tiñe aquí de ironía y no aparece como un homenaje a la escritura sabia. Aparentemente, la solución al conflicto está conseguida.

 La Quinta Sinfonía, la más agitada y desenfrenada de Mahler en el aspecto humano, es, con relación a las precedentes, un retorno «a aquí abajo» en el combate que la Sexta Sinfonía, con su altura de miras, confirmará a modo de antítesis.

VERSIONES RECOMENDADAS

Vaclav Neumann con la Gewandhaus de Leipzig. PHILIPS. (Y también con la Filarmónica Checa. SUPRAPHON) (Extraordinarias ambas lecturas, de absoluta referencia.
Bruno Walter con la Filarmónica de Nueva York. SONY. (Espiritual, inteligentemente construida. Geniales contrastes)
Claudio Abbado con la Filarmónica de Berlín. DG. (Segura, amplia, de sensacional sonoridad. De referencia)
Sir John Barbirolli con la New Philharmonia. EMI. (Deliciosamente anárquica; al hilo de la composición. Audaz)
Pierre Boulez con la Filarmónica de Viena. DG. (Nada mejor que esta versión para estudiar el tercer movimiento. Insuperable análisis)
Eliahu Inbal con la Sinfónica de la Radio de Frankfurt. DENON. (Una estupenda versión de un grandísimo especialista de Mahler)
Bernard Haitink con el Concertgebouw. PHILIPS. (Analítica, en la búsqueda de la perfección sonora. Buenísima)
Rafael Kubelik con la Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara. DG. (En la tradición de Ancerl y Neumann. Brillante y poderosa)

 Por contra, no acaban de llenarme las versiones de Maurice Abravanel con la Sinfónica de Utah. VANGUARD. (Sosa y excesivamente impulsiva por momentos) y de Leonard Bernstein con la Filarmónica de Nueva York. SONY. (Demasiado particularista, quizás apartada del mensaje original). Por supuesto, estas no son sino meras apreciaciones subjetivas sin ninguna pretensión vinculante.