En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar el majestuoso arranque, Fortuna imperatrix mundi, de Carmina Burana, cantata escénica con la que Carl Orff se dio a conocer al mundo el 8 de junio de 1937, fecha del estreno en Frankfurt. Dicha introducción comprende dos números corales, el primero de los cuales, O Fortuna velut Luna, es un impresionante himno en 3/2 a la fortuna que gobierna el mundo. El segundo número, Fortune plango vulnera, es una reflexión sobre la volubilidad de la fortuna. Esta introducción, junto con el resto de la obra, se caracteriza por una gran riqueza rítmica que consigue dotar de variedad a un conjunto en donde las melodías se suelen repetir con insistencia. La obra está escrita para soprano, tenor, bajo, coro mixto, coro de voces blancas y una gran orquesta con fuerte y nutrida presencia de la percusión. Los textos que Orff empleó para la obra proceden de una colección de textos medievales reunidos en un códice descubierto en 1803 en el monasterio bávaro de Beuern. Dichos poemas datan de los siglos XII y XIII y están escritos en latín con mezcla de antiguo alemán y francés. La temática de los textos resulta muy variada: Canciones de amor, canciones de estudiantes, sátiras… En donde emana una filosofía simple y directa del amor y de la vida en general. De toda la colección, Orff seleccionó 25 poemas y los ordenó de modo que pudieran ser representados en un escenario. En mi humilde opinión, la obra es facilona, compositivamente superficial y armónicamente hueca. Pero, repito, que esa no es más que mi opinión personal.

 Para los nazis, la música era un vehículo de tal importancia que nunca dejaron de alentar la aparición de nuevas obras y compositores que se adaptasen a sus presupuestos ideológicos. En términos generales, la persecución artística nazi fue racial e ideológica, pero no estrictamente musical. No estar de acuerdo con sus planteamientos bien pudo retrasar o hundir la carrera de algunos compositores, aunque otros supieron adaptarse a la perfección. Autores muy asociados con la ideología nazi fueron Werner Egk (1901-1983), Harald Genzmer (1909-2007), Johann Nepomuk David (1895-1977), Hugo Distler (1908-1942) — creador de música coral y religiosa, y cuya compleja relación con los nazis le llevó al suicidio — Ernst Pepping (1901-1981), Günter Raphael (1903-1960) y Hermann Reutter (1900-1985). En general, dichos compositores no produjeron obras relevantes aunque sí algunas muy famosas, como Carmina Burana, que tenía todos los ingredientes requeridos: Textos alemanes históricos y música simple, agradable y grandilocuente. En realidad, esta obra fue una peculiar adaptación de las técnicas del prohibido Stravinski que, pese a todo, tuvo un enorme éxito que ha persistido hasta la actualidad. Carl Orff, que en absoluto era nazi, se aprovechó muy bien de la circunstancia.

 Carl Orff nació en Munich el 10 de julio de 1895 y desde muy niño recibe clases de piano, órgano y violoncelo. Demuestra un precoz interés por la composición y de esta forma compone una serie de canciones en edad adolescente sin tener estudios de armonía o composición. En 1912 acude a la Academia de Música de Munich y allí permanece hasta 1914, cuando decide enrolarse en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. Es gravemente herido al cavar una zanja y retorna a Munich para seguir con sus estudios musicales. Allí funda, en 1924, la Escuela Günther (Con Dorothee Günther) que no es sino un centro de gimnasia, música y danza. Es allí donde adquiere la experiencia y participación con conjuntos corales y grupos de instrumentos de percusión simples. Su música de esos tiempos refleja una total influencia de Stravinski, aparte de una pasión personal por los escritos clásicos. De esta manera, se esfuerza por crear un lenguaje musical que despertara los impulsos primitivos del oyente. Así, el mundo de sonidos de sus obra se llena de ritmos de pulsos, percusión y expresión vocal directa, con lo que consigue una atracción tanto sensual como visceral.

 En 1937, y dando rienda suelta a sus tesis creativas, estrena su inmortal Carmina Burana y ordena que sean destruidas todas sus composiciones previas. Esta obra formaba parte de una trilogía, Trionfi, formada además por Catulli Carmina y Trionfo di Afrodite, series que ni por asomo llegaron a alcanzar la popularidad de Carmina Burana. Orff fue acusado de colaborador nazi tras el éxito de su obra, a lo que también se añadió el hecho de que respondiese a la llamada del gobierno alemán para realizar una nueva versión de El sueño de una noche de verano, ya que la tradicional de Mendelssohn fue denostada por el origen judío del compositor. También es del todo cierto que Orff fue íntimo amigo del compositor Kurt Huber, ejecutado por los nazis en 1943, y que, según el testimonio de su viuda, no hizo absolutamente nada para tratar de detener la sentencia (Posteriormente, Orff se sintió siempre culpable de este lamentable episodio). Tras la Segunda Guerra Mundial, Orff alegó, en pleno proceso de desnazificación, que el había pertenecido a la organización Rosa Blanca (A la que sí había pertenecido Huber) y que también había tomado parte de la resistencia. Sea como fuere, y luego de largas polémicas, hoy parece demostrado que Orff no fue un nazi convencido — otros muchos músicos de su época sí que lo fueron — sino que se aprovechó de la coyuntura — también como muchos otros — de su tiempo. Asunto bien distinto es que las autoridades nazis acogieran Carmina Burana como sello musical distintivo del régimen. Orff murió el 29 de marzo de 1982 en Munich y sus restos reposan en la abadía benedictina de Andechs, al sur de Munich. Nuestro humilde homenaje a este polémico músico.