Las prisas no suelen ser buenas consejeras a la hora de desarrollar una carrera tan aglutinante como lo es la dirección orquestal. Numerosas figuras de la batuta en ciernes terminaron por abandonar el entramado y complejo mundo de la dirección al no haber madurado lo suficiente como tal oficio requiere, buscando tan solo el éxito fácil y muchas veces expuesto a las fugaces modas del momento. Cumplidos los cincuenta años de edad, Charles Munch no era más que un competente director de orquesta cuyo ámbito de actuación se limitaba a su país natal y a los más cercanamente fronterizos. A partir de ese momento, y gracias a su tesón, disciplina y voluntad, Munch se fue convirtiendo en una de las figuras más requeridas y cotizadas de su generación. Desde muy joven tuvo la intención de ser director de orquesta y supo prepararse concienzudamente para ello, asimilando los conceptos fundamentales de dicho arte de forma paulatina y sin dar ningún paso en falso. El reconocimiento internacional le llegó a una edad un tanto avanzada, sin duda, pero todo su esfuerzo de juventud había merecido la pena.
Charles Munch nació en la alsaciana localidad de Estrasburgo, actualmente bajo administración francesa, el 26 de septiembre de 1891 en el seno de una familia de músicos en donde el padre ejercía como profesor de órgano del Conservatorio (por otra parte, el tío de Charles era el conocido doctor y musicólogo Albert Schweitzer). Habiendo recibido sus primeras lecciones musicales por parte de su padre, Munch obtuvo el diploma de violín del conservatorio alsaciano en 1912 y más tarde perfeccionó sus estudios en Berlín con Carl Flesch y en París con Lucien Capet. Al estallar la Primera Guerra Mundial Munch fue movilizado por el ejército alemán y llegó al grado de sargento de artillería, mas fue herido por los gases en Peronne y en Verdún. Finalizado el conflicto bélico, Munch regresó a Alsacia, ahora ya en manos francesas, y adquirió definitivamente la ciudadanía francesa al tiempo que perdía la diéresis de su apellido. En 1919 ingresó como profesor en el Conservatorio de Estrasburgo y se encargó de la dirección de la orquesta municipal de dicha localidad. Pero el primer cargo de cierta importancia lo obtuvo en 1925, al ser nombrado profesor del Conservatorio de Leipzig y Konzertmeister de la Orquesta del Gewandhaus a las órdenes de Furtwängler y de Bruno Walter hasta 1932. Ese mismo año regresa a Francia y funda la Orquesta Straram en París, una agrupación autogestionaria de existencia efímera. Con todo, los éxitos obtenidos con esta orquesta le sirven para ser nombrado director titular de la recién creada Orquesta Filarmónica de París, a la cual dirigió hasta 1938. Mientras tanto, Munch continuó con su actividad docente como profesor de violín en la École Normale en 1936 y un año más tarde fue invitado a actuar en la Sociedad de Música Contemporánea de Berlín. Tras finalizar su compromiso con la Filarmónica, Munch se hizo entonces cargo de la orquesta más veterana de París, la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio. En 1939, justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, Munch dirigió como invitado en Londres a la Orquesta Sinfónica de la BBC y en EEUU a la Orquesta Sinfónica de San Luis.
Durante la ocupación alemana de Francia, Munch siguió dirigiendo la Orquesta del Conservatorio para tratar de mantener alta la moral de una derrotada sociedad francesa. Nunca quiso colaborar con el régimen invasor e incluso ayudó económicamente a los miembros de la Resistencia, por lo que fue condecorado al finalizar la guerra con la Legión de Honor. Tras el paréntesis bélico, la trayectoria artística de Munch empezó a alcanzar cotas de verdadera relevancia. En 1945 fue invitado a dirigir la Orquesta Filarmónica Checa en Praga con ocasión del cincuentenario de su fundación; intervino en el Festival de Salzburgo al frente de la Filarmónica de Viena; realizó una gira norteamericana con la Orquesta Nacional de la Radio Francesa y produjo una serie de magníficas grabaciones para el sello DECCA con su Orquesta del Conservatorio, de la que finalmente se desligó en 1946. Ese mismo año Munch dirigió como invitado a las principales agrupaciones norteamericanas con tanto éxito que no tardó en llegar la oferta para sustituir a Koussevitzki en Boston. Desde 1949 hasta 1962, Munch fue el titular de la Orquesta Sinfónica de Boston y alternó dicho cargo con el de director del Centro Musical de Tanglewood. Sus giras por Europa al frente de dicha orquesta fueron constantes durante los años siguientes y tuvo el honor de ser el primer director que se presentó en la URSS con una formación estadounidense. También, de 1956 a 1958, Munch dirigió los Conciertos de Colonia. En 1963 regresó a Francia para presidir la École Normale y dos años más tarde colaboró con la Orquesta Filarmónica de Rotterdam. Volvió a visitar la URSS en 1965 al frente de la Orquesta Nacional de la Radio Francesa y en 1967 se hizo cargo de la nueva Orquesta de París, entidad formada a partir de la Orquesta del Conservatorio. En 1968 se presentó en la URSS con la recién creada Orquesta de París, aunque tuvo que cancelar muchos conciertos como consecuencia de una enfermedad. El 6 de noviembre de ese mismo año de 1968, Munch se encontraba de gira por los EEUU cuando cayó fulminado a consecuencia de un ataque al corazón en Richmond.
Charles Munch fue un verdadero músico en el sentido más amplio de dicha expresión, un artista hecho a sí mismo a base de tesón, voluntad y a no dar pasos en falso a lo largo de su carrera. Su estilo de dirección fue realmente vitalista e impulsivo, dotado de una enorme espontaneidad que en buena medida desarrollaba a lo largo del concierto. Lo previamente ensayado podía ser de repente transformado durante la ejecución al efecto momentáneo de un arrebato intuitivo. En absoluto autoritario, Munch nunca fue amigo de recrearse en los ensayos a la búsqueda del último matiz y de la exactitud de las texturas sonoras. Sus interpretaciones adolecían por ello de un cierto desaliño que sin embargo se veía compensado por la fuerza casi eléctrica que desprendían, llenas de vivos y resplandecientes colores. Sus versiones solían cambiar de concierto a concierto y fue muy dado a la utilización de tempi rápidos y vertiginosos que exigían un alta respuesta técnica de la orquesta. Una de sus grandes virtudes fue su sensacional dominio de las dinámicas sonoras, cualidad que no siempre fue bien ejecutada en otros maestros de su generación, y mediante la cual edificaba espectaculares atmósferas sonoras en determinados momentos.
En 1954 Munch publicó un libro titulado Soy director de orquesta en el que, de manera muy humilde, venía a decir que el era director porque era demasiado estúpido como para dedicarse a cualquier otra cosa. Munch siempre tuvo la mano tendida para ayudar a los más jóvenes y a las producciones más comprometidas de su tiempo. Con un aspecto algo desmañado sobre el podio, muy dado a agarrar la batuta con las dos manos y a componer unos llamativos tirones elásticos, empero Munch supo otorgar un indudable magnetismo que acababa por contagiarse tanto a los instrumentistas como al público. En su persona convergieron las vías germana y francesa en una simbiosis, tal vez imperfecta, pero enormemente excitante que sirvió para dotar a sus interpretaciones de un carácter vivo y palpitante; un carácter, en suma, totalmente opuesto al intelectualismo exhibido por otros directores. «La música es un arte que expresa lo inexpresable«. Con esta declaración de principios, quizás se entienda ahora mejor el porqué del carácter espontáneo de sus lecturas.
De entre la producción discográfica debida a Charles Munch podemos mencionar las siguientes grabaciones. (Advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen por qué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonía nº8 de Beethoven dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 38427); Oberturas de Leonora II y Fidelio de Beethoven dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 38425); Concierto para violín de Beethoven, junto a Jascha Heifetz y dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 61391); Sinfonía Fantástica de Berlioz dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 61721); Requiem de Berlioz, junto a Peter Schreier y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de la Radiodifusión Bávara (DG 477561); Obertura El corsario de Berlioz dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 61400); Sinfonía nº1 de Brahms dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 60788); Sinfonía en Si bemol mayor de Chausson dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 60683); El mar y Nocturnos de Debussy dirigiendo la Sinfónica de Boston y la New Philharmonia (SONY 685240); Sinfonía nº102 de Haydn dirigiendo la Sinfónica de Boston (MELODIYA 45699); Sinfonía nº2 de Honegger dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 60685); Escales de Ibert dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 61500); Sinfonía nº5 de Mendelssohn dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 71616); Concierto para violín de Mendelssohn, junto a Jascha Heifetz y dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 68980); Concierto para piano nº21 de Mozart, junto a Robert Casadesus y dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (COLUMBIA 13045); Dardanus de Rameau dirigiendo la Sinfónica de Chicago (VIDEO ARTISTS 4226); La Valse y Suite nº2 de Dafnis y Cloé de Ravel dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 6522 y VIDEO ARTISTS 4317); Bolero de Ravel dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 66374 – versión insuperable); Concierto para la mano izquierda de Ravel, junto a Alfred Cortot y dirigiendo la Orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio de París (PEARL 9491); Valses nobles y sentimentales de Ravel dirigiendo la Sinfónica de Chicago (VIDEO ARTISTS 4226); Sinfonía nº3 de Saint-Saëns dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 61500); y, finalmente, Sinfonía nº1 de Schumann dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 60682). Nuestro humilde homenaje a este excepcional director de orquesta.
Muchas veces tiendo a hablar mal de cierta cultura francesa y la verdad es que no suelo esconderme a la hora de decir ciertas cosas. En realidad, odio a la decadencia francesa y al muy decadente espíritu parisino, intelectualmente perverso. Pero también digo que la auténtica cultura francesa es, simplemente, deliciosa. Y esto es la palabra que elijo utilizar: deliciosa.Resultaba para mi una verdadera delicia disfrutar de tal espíritu cuando aún existía; Tan elegante, tan lleno de curiosidad intelectual, de apasionamiento hacia la experiencia humana hasta en sus aspectos más trágicos, tan respetuoso hacia el saber y el anhelo por aprender. Recién llegado a España leí un artículo del Mundo que casi me causó un trauma. El cronista literario de este periódico nacional, en la sección de libros, es decir no una sección religiosa sino una sección 100% cultural, se mofaba de los franceses por su admiración hacia las debilidades humanas de autores como Julien Green. Este hombre era del Opus o de los legionarios de Cristo, yo que se… y como tal hubiera tirado los libros a la hoguera. Este es exactamente lo opuesto a la cultura francesa, la cual, desde los tiempos de Honoré de Balzac, se apasionó por el destino de hombres a la vez marcados por la grandeza y la debilidad humana. En fin, que todo lo frances, aunque esté en plena decadencia, que asi es de verdad, no es malo, en asoluto !!! Y ahora Charles Munch: era, fundamentalmente, un francés «delicioso», una maravilla de hombre culto y elegante. Poder disfrutar de su ensayo con la orquesta de Paris me procura alegría y también una profunda emoción: que maravilla de hombre, y que manera tan elegante de ser francés. Sublime el momento cuando para a los primeros violines en la entrada del vals y les dice: «j’ entends çà plus joliment» ..se puede traducir en «oigo esto más bonito» ( es decir, en mi cabeza…)pero en francés las palabras tienen un encanto antiguo muy especial, nadie diría esto hoy, es una expresión de otra época, y realmente deliciosa. Como músico, Much era simplemente un monstruo de la dirección. Unía en su espíritu esta maravillosa cultura francesa de otro tiempo con una arquitectura alemana, no olvidemos que nació en Alemania ya que Alsacia , en el momento d esu nacimiento, era alemana. Por lo tanto que se llame Munch o Münch es tan alemán como francés, o es un alemán de cultura francesa sería la expresión correcta. Cuando veo a Munch dirigie la «fantstique» de Berlioz pienso a toda la pandilla que tenemos ahora y me da ganas de gritarles, con el acento de Toscanini: Ignorantiii….Porque esto, señores, esto es dirigir ! Es maestría pura, respiración, fuerza, todo, lo tiene todo, es realmente alucinante. Bueno, ya lo habeis entendido, soy «munchiano», mucho, mucho y aún más que esto.
Un abrazo
Jean François
En mis tiempos de juventud me dio la tonta manía de coleccionar versiones de la Sinfonía Fantástica de Berlioz y llegué a tener hasta 25 discos distintos de dicha obra. De toda aquella recopilación, dos versiones eran para mí las mejores: la de Colin Davis con el Concertgebouw y, obviamente, la de Charles Munch con la Sinfónica de Boston. A mi modesto parecer, Munch es un director de esos — utilizando un símil futbolístico — que te garantizan al menos el empate. Me explico: Munch nunca te decepciona y siempre uno disfruta de sus discos aunque algunas de sus lecturas no sean colosales. Pero, eso sí, es difícil dar con una grabación de Munch que te deje indiferente por su mediocridad. Al contrario. Munch es de esos directores cuyos discos no parecen tener fecha de caducidad. (Un caso similar me ocurre con Ansermet). Aclaro que esta última expresión es del todo retórica.
¡ Anda que no he escuchado yo versiones horrorosas de la Fantástica! En fin, no voy a dar nombres… Pero Munch es difícilmente superable en esta obra tras escuchar su impactante lectura con la Boston Symphony. En el último movimiento crea unas atmósferas sonoras impresionantes que deberían ser materia de estudio en las cátedras de dirección. Eso es, sencillamente, DIRIGIR y lo demás son paparruchadas. Me adhiero, maestro Mounielou, a su admiración por Charles Munch. Un fenómeno de director.
Mi abrazo, Jean François
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Bien dice un principio de la educación, que el aprender por uno mismo en ocasiones resulta en un mayor saber, constituyéndose el auto-didácta en auténtico «maestro de sí mismo», sin la necesidad de recurrir a encierros en cuatro peredes o a personajes que no siempre están dotados de un conocimiento realmente valioso.
La clave de Munch está justamente en su eximia voluntad para aprender; superó todos los estadios de información a los que tuvo acceso para finalmente aislar aquellos que eran necesariamente perversos y conjugar un elenco de elementos que le condujeron al meta-conocimiento, esto es, el que se sitúa por encima de la mera repetición fría y calculada o el aprendizaje mecanicista (que por ende no es aprendizaje).
Es por ello que Munch goza de una espontaneidad amplísima en la lectura que hace de las obras, así como de su «performance» sobre el podío. No hay nada premeditado en él, simplemente vuela libre en su quehacer y es así como descubre nuevos horizontes que vienen a sumar en su estilo. Creo que ese desaliño expresa precisamente el dejar la puerta abierta a nuevos descubrimientos que construyan nuevas formas, en un permanente ejercicio de revitalización, en este caso, musical.
El anterior factor, supongo yo que fue protagónico en la formación de su personalidad, tanto humana como musical, pues lo dotó de una sensibilidad hacia su entorno que expresó muy bien a través de la música, cosa que tal vez le habría sido imposible mediante el leguaje hablado o escrito, precisamente por tratarse de «lo inexpresable». Hay voces de un inefable misticismo que son demasiado grandes para ser abarcadas por la palabra.
Creo que en ello radica la diferencia de culturas que Jean-François nos presenta.
Tres bravos para Munch o Münch; abrazos para toda la Cofradía.
No pocos han sido los artistas que se han formado bajo un disciplinado autodidactismo, amigo Iván. Pero, como bien señalas, lo realmente extraordinario que tuvo Munch fue su capacidad de combinar la disciplina alemana con la sensibilidad francesa, aspecto éste que sirve de nucleo central para entender su trayectoria artística. Munch fue un director que, dentro de sus parámetros, solía variar mucho sus propias versiones en un afán de revelarnos sus nuevos descubrimientos y sensaciones musicales. Por eso mismo fue un director siempre esperado con interés en sus conciertos. Eso es una virtud que no todos poseen.
Mi abrazo, amigo y hermano Iván
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