Los directores de orquesta suelen ser, por regla general, personas con un carácter estable en su vida privada y sólo dadas al cambio de temperamento precisamente en el ámbito de su actuación profesional. Muchos maestros se transforman a la hora de empuñar la batuta, de manera tan obligada como lógica, para retornar al normal equilibrio mental tras la finalización del concierto. Para triunfar en el mundo de la dirección orquestal se requiere, aparte de los lógicos conocimientos sobre la materia, de una mente dispuesta y preparada para afrontar los posibles errores, de un espíritu prudente y sabio que sepa valorar el éxito sin llegar a sobredimensionarlo. Y ello requiere de una templanza y juicio que no todo el mundo es capaz de atesorar. Artur Rodzinski fue uno de los directores más famosos de su tiempo cuya estrella, sin embargo, palideció a un ritmo tan vertiginoso como el de su inicial prendimiento. Fue un gran director, sin duda alguna, pero los problemas extra-musicales que sostuvo con los gerentes y profesores de algunas orquestas le impidieron llegar a la consideración de un mito de la dirección. No resulta extraño por ello que en apenas veinte años de trayectoria artística llegara a dirigir a cinco de las más prestigiosas formaciones norteamericanas. Pero siempre se desvinculó de las mismas al aire de la polémica. Rodzinski fue un gran maestro al que tal vez le faltó el punto necesario de estabilidad personal y artística.
Artur Rodzinski nació el 1 de enero de 1892 en Split, Dalmacia, antiguo enclave perteneciente al Imperio Austro-Húngaro y en la actualidad bajo administración croata. Su padre, de origen polaco, servía como general en el ejército imperial y al muy poco tiempo de nacer Artur se trasladó con toda su familia a la ciudad polaca de Lwow, en donde el pequeño Artur recibió sus primeras clases musicales. Más tarde el joven se trasladó a Viena para ingresar en la Academia de Música y ponerse bajo la tutela de los profesores Franz Schreker, Franz Schalk y Emil von Sauer. Tras este período de formación y luego de haber sido herido en el frente ruso durante la Primera Guerra Mundial, Artur regresó a Lwow para hacerse cargo de la dirección del coro de la ópera, debutando como director de dicha institución en 1920. Un año más tarde, Rodzinski se convierte en el director titular de la Orquesta Filarmónica de Varsovia y del Teatro de la Ópera. Sus dotes como director no pasaron desapercibidas para un colega llamado Leopold Stokowski quien, de paso por Polonia, invitó a Rodzinski a dirigir la Orquesta de Filadelfia. De resultas de ello, Rodzinski se embarcó rumbo a América y de 1925 a 1929 trabajó como asistente de Stokowski en la Ópera y la Orquesta de Filadelfia, ofreciendo además numerosos conciertos como invitado en el Curtis Institute. Tras este período, Rodzinski aceptó el cargo de director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles de 1929 a 1933 y se ganó un enorme prestigio merced a la calidad de sus interpretaciones y al carácter innovador de sus programaciones. Al concluir el último año, Rodzinski recibió la oferta de la Orquesta de Cleveland, formación de la que fue titular por un período de diez años y a la que elevó a unas extraordinarias cotas artísticas que hicieron de la misma una de las orquestas más famosas de los EEUU. Supo renovar la orquesta encargándose de contratar nuevos profesores y mantuvo de igual manera una novedosa programación que le llevó a estrenar obras de compositores como Shostakovich. Rodzinski alternó este cargo con frecuentes invitaciones de la Orquesta Filarmónica de Nueva York y viajando con frecuencia a Europa para dirigir los mejores conjuntos sinfónicos. De hecho, Rodzinski fue el primer director nacionalizado norteamericano en dirigir a la Orquesta Filarmónica de Viena durante el Festival de Salzburgo de 1936. Un año más tarde, Rozdinski fue contratado por la National Broadcasting Company para realizar las labores de reclutamiento de la Orquesta Sinfónica de la NBC, entidad a la que preparó y dirigió sus primeros conciertos antes de la llegada de Arturo Toscanini.
En el otoño de 1943 Rodzinski fue nombrado director titular de la Orquesta Sinfónica Filarmónica de Nueva York en sustitución del británico John Barbirolli. Si bien consiguió elevar los niveles de dicha formación a unas cotas del todo desconocidas por su enorme calidad, realizando además un buen puñado de relevantes grabaciones discográficas, Rodzinski mantuvo una enconada disputa con el gerente de la orquesta, Arthur Judson, que terminó por romper la vinculación con dicha orquesta en 1947. Además, Rodzinski se vio saturado por un trabajo que excedía sus competencias con dicha agrupación, como el reclutamiento de profesores y la elección de solistas. Al abandonar la dirección de la orquesta, Rodzinski era el director más popular de los EEUU y llegó a ser portada de la revista TIME en 1947. Ese mismo año Rodzinski aceptó la propuesta de la Orquesta Sinfónica de Chicago para hacerse cargo de su dirección durante la temporada de 1947/48. Con todo, y repitiendo los mismos enfrentamientos que sostuvo con la gerencia y los profesores de Nueva York, Rodzinski sólo estuvo un año al frente de esta orquesta, tiempo suficiente para dejar patente su maestría y conseguir que sus conciertos fueran seguidos por una enorme audiencia. Tras su salida de Chicago, Rodzinski se vio obligado a disminuir su actividad debido a unos graves problemas de salud. Reconocido como un sensacional director, no obstante fue invitado a dirigir tanto en los EEUU como en Europa, especialmente en Italia, país en donde actuó en el Mayo Musical Florentino y en La Scala aparte de realizar algún trabajo discográfico con la RAI. Sin embargo, los graves problemas de corazón que padecía fueron el motivo de que un médico italiano le recomendase el abandono de la dirección orquestal debido al enorme riesgo que de sufriera un colapso cardíaco. Rodzinski no hizo caso a estas recomendaciones y regresó a Chicago en 1958 para dirigir unas funciones en la Ópera Lírica con la colaboración de la soprano Birgit Nilsson. Pese al magnífico éxito cosechado por ambos, el corazón de Rodzinski no aguantó más y el director falleció en Boston el 27 de noviembre de 1958 a la edad de 66 años.
Artur Rodzinski fue un director colorista, vivaz y vistoso, un maestro dotado de una extraordinaria personalidad que le hacía perseguir la perfección interpretativa hasta extremos próximos al fanatismo. Muy al estilo literalista de Toscanini, sus actuaciones eran de alto voltaje y adquirían una teatralidad que no siempre era bien recibida por los profesores de las orquestas por la obsesiva disciplina requerida. Su estilo de dirección era un tanto heterodoxo, prescindiendo de la batuta en muchas ocasiones y efectuando movimientos simétricos con los dos brazos para enfatizar momentos puntualmente relevantes. Muy dado a emplear tempi vertiginosos, su modo de dirección reflejaba en ocasiones un comportamiento bipolar que le hacía pasar de la euforia total a la más absoluta depresión. Con todo, Rodzinski siempre fue consciente de la profundidad de su oficio y en consecuencia trató de dejar hasta en los más mínimos detalles de cada partitura su indudable sabiduría en busca del mayor efecto expresivo. Director un tanto errante, Rodzinski tuvo el privilegio de ser el director titular de cinco de las mejores orquestas de EEUU, aunque no dejó un completo arraigo en ninguna de ellas. Su fama como director se fue diluyendo tras su muerte debido, en buena medida, a la afirmación de una pléyade de extraordinarios maestros — Szell, Bernstein, Ormandy, Reiner, Munch… — al frente de las principales formaciones americanas que acabaron por sepultar su antaño protagonismo.
De entre la producción discográfica debida a Artur Rodzinski podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra señalada): Sinfonía en Do de Bizet dirigiendo la Orquesta Sinfónica Filarmónica de Nueva York (COLUMBIA 153); Sinfonía nº1 de Brahms dirigiendo la Orquesta Sinfónica Filarmónica de Nueva York (COLUMBIA 621); Concierto para piano nº1 de Chopin, junto a Paul Badura-Skoda y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Viena (MUSIC & ARTS 1206); Scherzo de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn dirigiendo la Orquesta de Cleveland (COLUMBIA 4032); Guerra y paz de Prokofiev, junto a Bastianini, Corelli, Moneta y Carteri, y dirigiendo la Orquesta del Mayo Florentino (MELODRAM 50052); Concierto para piano nº2 de Rachmaninov, junto a Gyorgy Sandor y dirigiendo la Orquesta Sinfónica Filarmónica de Nueva York (COLUMBIA 147); Danza de los siete velos de Salome de Richard Strauss dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 68742); y, finalmente, fragmentos de Lohengrin de Wagner, junto a Helen Traubel y dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (PREISER 89120). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.
El tenor René Kollo en alguna entrevista manifestó algo que realmente me descorazonó, pero que es la más pura realidad: en el mundo de la música, las cosas tampoco son del todo rectas y limpias. La competencia -a veces desleal-, las intrigas, los celos y los enfrentamientos por temas administrativos o monetarios, tienden a hacer su aparición en detrimento de la parte importante, la artística.
Es por eso que muchas grandes personalidades terminan por opacarse, y si, como en el caso de Rodzinski, se suma un temperamento de marcada fortaleza y dictatorial concepción de la música, el desenlace fatal por aspectos de salud es una consecuencia que no debe extrañar.
¿El ser un exigentísimo y temperamental director, es acaso un defecto? No lo creo así, más bien me parece una virtud. El producto final de un ensayo exigente, muy seguramente será una interpretación cabal de la obra a interpretar, aunque no es menos cierto que directores de otra linea menos autoritaria también logran lecturas de enorme valía, sin recurrir a excesos imperiales. Lo que sucede es que lo profesores de la orquesta no siempre tragan de buena gana la órdenes de una batuta altisonante. No son muchos los Toscanini, los Karajan o los Celibidache que pueden darse el lujo de hacer lo que se les antoje con sus orquestas.
El estilo de Rodzinski es excelentísimo, tiene un cierto parecido con Toscanini, aunque no llega a ser tan agresivo (en el buen sentido) el sonido que produce. El Scherzo del Sueño de una Noche de Verano es de una pulcritud y transparencia innegable, traduce fielmente el contenido de la obra. En La Danza de los Siete Velos, al comenzar la pieza, parece que Rodzinski tiene mucha prisa, como si deseara fervientemente (lo mismo que Herodes) que la joven Salomé se despojara rápidamente de sus delicadas septenarias vestiduras; sin embargo a medida que avanza logra una magnífica conjunción orquestal. Y en Lohengrin, pues nada: esos leitmotivs aún me hacen erizar la piel, cuando Elsa von Brabant expresa el anhelo por la llegada del reluciente Caballero que habrá de ser su defensor. Rodzinski hace del encuentro del tema de Lohengrin con el de Elsa, una auténtica fusión alquímica, como el descubrimiento de la porpia Piedra Filosofal. Por otro lado, la voz de Helen Traubel tiene una estatura épica como siempre, siendo ella una de las mejores sopranos de todos los tiempos, ideales para este repertorio. Las sonoridades wagnerianas fueron muy bien comprendidas aquí.
Bravissimo.
Un fuerte abrazo amigo mío. Me sumo con ojos cerrados al homenaje a Rodzinski.
Nota: respecto a los dicho sobre los directores que hacen lo que se les viene en gana con sus orquestas: Toscanini no tenía reparos en llamar niños de escuela e imbéciles a los profesores; ni Karajan ni Celibidache fueron irrespetuosos con sus músicos, eso jamás. Pero les trataban como principiantes y sólo ellos podían darse ese lujo.
Es bueno recordar esto, para aclarar mi comentario.
Saludos!
Pero es que se puede ser un director dictatorial, por supuesto, pero para ello hay que saber serlo. Existen muchos maestros que tratan de ponerse la coraza de tirano y fracasan, no tanto por su metodología inflexible, sino porque las orquestas suelen detectar en él alguna carencia de talento. Toscanini fue el estereotipo del autoritarismo pero las orquestas le seguían al pie de la letra por su indiscutible rigor sobre el podio. Karajan, contra lo que siempre se ha dicho, fue un maestro que impuso sus criterios por encima de todo pero sin llegar a ejercer una disciplina atemorizante, ni mucho menos. Su relación con los profesores de las orquestas era del todo cordial y éstos enseguida adivinaban el derroche de talento del maestro austríaco. Celibidache fue, tal vez, más gruñón en la etapa central de su carrera. Directores autoritarios, sí, pero que sabían cómo explicar su pensamiento. Por eso mismo no hay que confundir el autoritarismo dictatorial sin sentido con el liderazgo incuestionable desde un punto de vista comunicativo.
Volviendo a Rodzinski, a mí me parece que a este director se le nota mucho cuándo está a gusto con una obra y cuando no. Esto fue muy propio de los directores americanizados que tuvieron que moverse con repertorios que a veces les eran impuestos. Me parece un maestro bastante interesante sobre el que se requiere una más amplia profundización.
Mi admirado abrazo, amigo y hermano Iván
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