En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar la pieza para orquesta reducida titulada On hearing the First Cuckoo of Spring (Al oír al primer cuco en primavera) del compositor inglés de ascendencia alemana Frederick Delius. La versión del enlace se corresponde con una excelente lectura debida a Sir John Barbirolli dirigiendo la Orquesta Hallé de Manchester y esta grabación se encuentra disponible en el sello EMI (Ref 65119). Esta breve obra, perteneciente al grupo denominado Dos piezas para pequeña orquesta (la otra obra se titula Summer night on the river) fue estrenada en Londres el 20 de enero de 1914 bajo la dirección de Willem Mengelberg. Compuesta en 1912, On hearing the First Cuckoo of Spring es con toda probabilidad la obra más conocida del autor. La expresiva orquestación evoca un claro idilio pastoral mediante ritmos suaves y una instrumentación muy delicada. En su parte central intercala el canto del cuco, en forma libre, representado por el clarinete. Posteriormente, se incluye una pieza popular noruega que ya fue utilizada por Grieg con el título de Norske Folkeviser.
El establecimiento y expansión del imperio británico durante la era victoriana influyó decisivamente en las artes y muy concretamente en la música, en una época que va a suponer el renacer de la composición británica con autores como Charles Hubert Parry (1848-1918), Charles Villiers Stanford (1852-1924) y Granville Bantock (1868-1946). Pero el gran músico británico de la época no es otro que Edward Elgar (1857-1934), un autor que en música representa lo mismo que Kipling fue para la literatura durante la época victoriana. Con Elgar se asistió a un auge de la composición británica que dejó algunos nombres, quizás más locales que internacionales, pero aún así de un inestimable mérito. Junto a Ralph Vaughan Williams (1872-1957), de obra tan copiosa como conservadora, destacó también Frederick Delius. Su música contó con un aliado inseparable en la figura del director inglés Sir Thomas Beecham.
Frederick Delius nació el 29 de enero de 1862 en Bradford, Yorkshire, en el seno de una familia de orígenes germanos. Contraviniendo los expresos deseos de su padre, un rico comerciante, Delius se negó a seguir la carrera comercial y partió rumbo a Florida, región en donde recibió la inestimable ayuda del organista norteamericano Thomas Ward. Por mediación de éste, Delius logró acceder en 1886 al Conservatorio de Leipzig para estudiar con Reinecke. Ya en 1890, Delius se estableció en París y posteriormente en Grez-sur-Loing, cerca de Fontainebleau, una vez que se hubo casado con la pintora Jelka Rosen en 1903. A partir de esa década, Delius se muestra como un excelente evocador poético de la música gracias a su indisimulado amor por la naturaleza. Sin embargo, los últimos diez años de vida de Delius resultaron especialmente complicados al resultar víctima de una parálisis y una consecuente ceguera. Aún así, Delius tuvo el coraje de seguir componiendo al dictado gracias a la colaboración del amanuense Eric Fenby (autor por otra parte de un interesante libro acerca de su relación con el compositor). Finalmente, Delius falleció el 10 de junio de 1934 en su residencia de Grez-sur-Loing. Un año más tarde, sus restos fueron trasladados a Inglaterra.
Aunque Delius pasó la mayor parte de su vida en el extranjero, se le considera uno de los compositores ingleses por excelencia. A menudo, su música parece como si hubiera sido compuesta por una persona completamente diferente del hombre que vivió su vida. Su obra, lejos de acusar las influencias de Wagner, es vaga, nebulosa, decadentemente romántica y sutilmente orquestada para conseguir un efecto cautivador. Sirva desde aquí nuestro homenaje a la figura de este gran compositor.
Refleja muy bien el «renacer», con la sensación que despierta la llegada de la primavera después del más gélido y blanco de los inviernos. Creo que Delius estaba pensando en un plácido amanecer, en los que los dorados y tibios rayos solares bañan la Tierra al tiempo que los pajarillos revolotean y trinan alegremente por toda la campiña, sobretodo el cuco!
¿Cuándo volveremos a ver un mundo así? Desde finales del siglo XIX, cuando el auge de las grandes ciudades inició su imparable dominio, hasta hoy con la Globalización galopante y los seres humanos dominados por la economía y la tecnología, los más nobles sentimientos de paz y tranquilidad que nos unen a la voz de la naturaleza se han perdido. Y la única herencia en la que se piensa para nuestros hijos, consiste en dinero.
Me desahogué…
Fuerte abrazo Leit, y muy bello Guiño dominical.
Pesimistas palabras, profesor Paixao, aunque del todo sinceras y comprensibles. Vivimos en un mundo donde los valores materiales son cada día más consistentes que la riqueza espiritual. Difícil la regeneración, muy difícil. Tendrían que revolucionar muchas cosas y definiciones paradigmáticas. No lo verán mis ojos.
Y a todo esto, la música de Delius me parece exquisita y bien equilibrada, sin caer en amaneramientos. Por lo menos, algo nos queda.
Mi abrazo, hermano Iván
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