* Nacido el 23 de febrero de 1685 en Halle, Sajonia
* Fallecido el 14 de abril de 1759 en Londres
Hijo de una familia acomodada aunque carente de tradición musical, el pequeño Georg es un niño obstinado que se interesa por la música sin contar con la aprobación paterna, hasta tal punto que suplica a su padre para que le permita ir con él a visitar a otro hermano que estaba al servicio del duque de Sajonia-Weissenfels en 1693, conocedor del interés que mostraba dicho duque por todo lo relacionado con la música. Tal empeño del niño Georg dio sus frutos y el duque, después de escuchar al pequeño improvisar unas piezas en el clave — no nos consta que Haendel hubiera realizado algún tipo de aprendizaje previo — recomienda a su padre que no deje pasar por alto las extraordinarias capacidades del muchacho. De esta manera, a la vuelta a Halle, el pequeño Haendel se pone bajo las órdenes del organista Friedrich Zachow, quien le inició en el órgano, clave, violín, oboe, fuga, contrapunto e instrumentación. (¡A eso llamo yo estudiar música en serio!). Con once años, el pequeño Haendel viaja a Berlín acompañado por sus padres y deja absolutamente alucinado a Federico III con su dominio del teclado, de tal manera que el rey rogó al padre que le dejara bajo su protección. Sin embargo, el padre de Haendel no quería que su hijo se dedicase a la música y optó por regresar a Halle para que el chico iniciase su formación humanística. Al poco tiempo el padre murió y Haendel comenzó a estudiar música de nuevo, sustituyendo en ocasiones a Zachow en el órgano de la iglesia y obteniendo un contrato como organista en la catedral de Halle en 1702.
Sin embargo, Haendel no había abandonado los estudios universitarios y, una vez que los hubo finalizado en 1703, se marchó hacia Hamburgo en busca de nuevos horizontes y posiblemente influenciado por Telemann, con quien le unía una buena amistad desde el año anterior. Con 18 años, Haendel dominaba casi todas las facetas de la música pero se sentía atraído por la ópera y Hamburgo era una ciudad idónea para ello, ya que fue el primer enclave alemán en contar con un teatro de ópera, fundado en 1678. Allí, Haendel también entabló amistad con Mattheson, quien pasó de ser profesor a ser alumno de Haendel… Mattheson le proporcionó alumnos a Haendel y le ayudó a ingresar en la orquesta de la ópera, con lo que el compositor pudo conocer de primera mano todas las innovaciones operísticas procedentes de Francia e Italia. Fue entonces cuando Haendel compuso La Pasión según San Juan, estrenada con gran éxito en 1704, y su primera ópera, Armida, presentada el 8 de enero de 1705 y asimismo muy ovacionada. Desgraciadamente, su siguiente estreno, Nero, no fue bien acogida y Haendel no tuvo más remedio que retirarse a tiempo a la espera de nuevas oportunidades. Para entretenerse mientras, compuso algunos conciertos para óboe y parte de su teórico Klavierbuch aus der Jungenzeit. Pero entonces ocurrió que Gastón de Médicis, hermano del gran duque de Toscana, invitó a Haendel a viajar con él a Italia y el músico no se lo pensó. Con la partida de Haendel en 1706, la ópera alemana murió y no resucitó hasta mediados de siglo, con la aparición de Gluck, Haydn y Mozart.
Haendel se sintió un tanto decepcionado con el ambiente musical florentino — acaparado en exclusiva por Alessandro Scarlatti — y a principios de 1707 decide trasladarse a Roma, ciudad en donde hubo de tocar en San Juan de Letrán y en donde compuso algunas obras. Pero lo más importante es que conoció de cerca a los compositores italianos de moda (Marcello, Carissimi y Gabrieli) y asimiló lo mejor de todos ellos con maestría. Ante la falta de encargos en Roma, regresa de nuevo a Florencia donde en 1708 estrena Rodrigo, con un triunfo tan extraordinario que ahora sí que le abre las puertas de Roma. En ese mismo año, en la Ciudad Eterna, estrena el oratorio La Resurrezione, que fue muy bien acogido y además le granjeó la amistad de un hijo de Scarlatti, Doménico. Con él partió en 1708 hacia Nápoles, ciudad en donde se estaba renovando el género operístico. Allí compuso en el mismo año la cantata Aci, Galatea e Polifemo, la cantata española No se enmendará jamás y Siete arias francesas, obras cuyo éxito le avalan para presentarse por fin en Venecia en 1709 con la ópera bufa Agrippina, presentada el 26 de diciembre en el Teatro San Juan Crisóstomo con un éxito que sirvió para que Haendel fuese ahora internacionalmente reconocido. La noticia de este triunfo llegó hasta Alemania y a Haendel le ofrecieron plaza de Kapellmeister en la corte de Hannover, cargo que sabiamente acepta no sin imponer muchas cláusulas referidas a su libertad de movimientos. A finales de 1710, pocos meses después de firmar el contrato, Haendel parte hacia Londres, ciudad cuya corte estaba musicalmente huérfana desde la muerte de Purcell quince años antes y que se veía obligada a importar músicos procedentes de toda Europa para rellenar el vacío. Haendel, que ya era un compositor internacionalmente famoso, estrenó allí en febrero de 1711 Rinaldo con un éxito apoteósico. Haendel, un tipo listo y sabio como pocos, decide reincorporarse a su puesto de Kapellmeister en Hannover sabiendo que las puertas de Londres las tendría siempre abiertas. De esta manera, a finales de 1710 vuelve a viajar a Londres para presentar El pastor Fido y Teseo, óperas que obtuvieron una discretísima acogida. Haendel no perdió el tiempo en lamentaciones y opta por ganarse el favor de la reina Ana componiendo en su honor una oda para conmemorar su cumpleaños. La reina, agradecida por tal circunstancia, le encarga entonces que escriba una obra para conmemorar la Paz de Utrecht. De esta forma, el 7 de julio de 1713 se estrena en la Catedral de San Pablo el Te Deum Utrecht y también el Jubilate Utrecht con un éxito de los que hacen época. (Haendel, muy pillo, supo sacar partido merced a su dominio de los silencios, de los grandes acordes y de los ritmos saltarines que daban a estas obras un aire mayestático muy oportuno para la ocasión). Sin embargo, la reina Ana muere súbitamente en 1714 y días más tarde coronan como nuevo rey de Inglaterra a… ¡Jorge Luis de Hannover! el mismísimo soberano al que tiempo atrás Haendel había dejado plantado en Hannover. Pese a todo lo que se ha escrito sobre este curioso reencuentro, parece ser que el nuevo monarca adoptó una actitud más bien pragmática y aprovechó el prestigio londinense de Haendel para congraciarse con sus nuevos súbditos. Incluso Haendel acompañó al monarca a un viaje efectuado a Hannover en 1716 en donde compuso la llamada Pasión Brockes. Ya de vuelta en Londres, Haendel compone su famosísima Música Acuática, estrenada en julio de 1717, los Chandoms Anthems y, un año después, el oratorio Esther.
En 1719 Haendel es nombrado director musical de la Royal Academic of Music, institución creada para ofrecer representaciones en el King´s Theatre. Al año siguiente el compositor presenta allí Radamisto, obteniendo un éxito sin precedentes que obliga a Haendel a solicitar del rey el privilegio de protección de derechos de autor. Sin embargo, el nombramiento de los compositores Bononcini y Amadei para completar las temporadas supuso un duro golpe para Haendel, ya que el público empezó a decantarse por las sensuales obras de estos italianos. Mas Haendel no se dejó comer el terreno tan fácilmente y de su pluma salieron sonados éxitos durante toda la década de los años veinte: Ottona (1723); Giulio Césare y Tamerlano (1724); Rodelinda (1725) y Scipione (1727). También en 1727 Haendel obtiene la nacionalidad británica.
Pese a todo, ciertos conflictos surgieron en la institución — dos sopranos llegaron a agredirse en plena representación bajo la atónita mirada del público y del Príncipe de Gales — y la Royal Academy fue disuelta en 1728. A todo ello se añadió un cambio paulatino de gustos en un público que cada vez solicitaba tramas y personajes más «reales» que los seres mitológicos y pseudo-históricos que aparecían en la ópera italiana. Haendel reflexionó mucho sobre esta situación. En 1722, y con motivo de la fundación de una nueva Royal Academy of Music, Haendel viajó a Italia en busca de nuevas voces, además de pasar por su natal Halle para visitar a su madre, ya muy enferma y que no tardaría en morir. Pese a los intentos para celebrar una entrevista entre Bach y Haendel, iniciados por un hijo de Bach, la cita nunca llegó a celebrarse y ambos compositores jamás llegaron a conocerse en persona. Entre tanto, la temporada de la Royal Academy empezó repleta de sonados fracasos y las óperas estrenadas por Haendel — Poro, rè dell´Indie, Ezio, Sosarme, rè di Media y Orlando — pasaron con más pena que gloria. Sólo el oratorio Deborah obtuvo un éxito aceptable. En 1723, un grupo de nobles descontentos con la Royal Academy fundaron otra sociedad, la Nobility Opera, institución que contrató a lo mejor que había en el mercado y, por descontado, a Haendel, quien tuvo un muy digno rival en la figura del compositor Nicola Pórpora. Aún así, Haendel estrenó las óperas Ariodante (1735); Alcina (1735); Atalanta (1736) y Giustino (1737), además del oratorio profano Alexander´s Feast (1736). Pese al éxito de la Nobility, el fallecimiento de la reina Carolina obligó a cerrar dicha institución. Haendel sufrió un infarto y tuvo que retirarse durante una temporada a un balneario.
Después del cierre de la Nobility, Haendel prescindió un tanto de la ópera y se centró en la música instrumental de cámara. De esta época son los Conciertos para órgano del Op. 4, las Sonatas para diversos instrumentos del Op. 5 y los magistrales Doce Concerti Grossi del Op. 6, una de sus cumbres creativas. También compuso los oratorios Saúl e Israel en Egipto, ambos en 1739. Siguiendo los consejos de sus amigos, Haendel fue paulatinamente abandonando el género lírico italiano y se fue centrando en el campo del oratorio en lengua inglesa. Aceptando una invitación, en 1741 se traslada a Dublín para ofrecer una selección de sus mejores obras. El 9 de abril de 1742 estrena El Mesías, su oratorio más célebre y que habrá de marcarle por vida. De vuelta a Londres, El Mesías tuvo dificultades para ser estrenado con su título original, habiéndose de cambiar por el de Sacred Drama o Samson. En la capital inglesa, Haendel se dedicó plenamente al nuevo género del oratorio, del que estaba llamado a ser el maestro indiscutible. De aquellos años destacan Judas Maccabeus (1747) y Joshua (1748). En 1749, con motivo de la celebración del final de la Guerra de Sucesión Austríaca, Haendel estrenó su Música para los Reales Fuegos Artificiales, en lo que constituyó uno de los primeros espectáculos de luz y sonido de la historia. En 1751, un Haendel muy mermado de salud escribió su última partitura autógrafa, Jephtha; poco después quedó ciego del todo (De igual manera que Bach). Durante sus últimos años su actividad se centró en asistir a conciertos y a vigilar sus negocios. El 14 de abril de 1759, tras haber asistido unos días antes a una representación de El Mesías, falleció el que posiblemente haya sido uno de los músicos más sagaces e inteligentes de la historia. Actualmente, Haendel es considerado como la mayor gloria musical británica.
Haendel fue un cristiano devoto y las raíces luteranas de su estilo fueron similares a las de Bach. Sin embargo, sus años como compositor de óperas aligeraron y suavizaron su estilo. Fue capaz de pasar en un instante de la seriedad intelectual al espectáculo dramático y es precisamente este equilibrio entre los dos factores lo que concede a su música una claridad de la que carecieron muchos de sus contemporáneos. Sus obras siempre fascinaron a los británicos por su solemnidad y hasta no hace mucho solían interpretarse con grandes coros e inmensas orquestas, algo que tenía muy poco que ver con el estilo sutil de Haendel. De un tiempo a esta parte, su música ha ido ejecutándose a la manera en que él la escribió y no con los ostentosos arreglos victorianos. Su obra es una genial síntesis entre la escritura instrumental alemana y la operística italiana, además de representar toda una era en la música inglesa. No puede ser algo meramente anecdótico el hecho de que Haendel fuese el músico predilecto tanto de Mozart como de Beethoven.
OBRAS
– 46 Óperas (Constantemente se están descubriendo nuevas óperas supuestamente de Haendel), destacando Agrippina, Ariodante, Giulio Césare y Xerxes
– 30 Oratorios (Y otras obras dramáticas similares), destacando Alexander´s Feast, El Mesías, Judas Maccabeo y Saúl
– 11 Chandos Anthems y 4 Anthems de coronación
– 2 Te Deum
– Gloria
– Oda de cumpleaños y Oda funeraria
– 150 Cantatas de cámara, dúos y canciones para voz
– Otras obras corales más breves
– 25 Concerti grossi para orquesta, destacando el Op. 6
– 18 Conciertos para órgano, destacando el Op. 4
– Música acuática
– Música para los Reales Fuegos Artificiales
– Docenas de sonatas, destacando el Op. 1
– Fugas y multitud de obras para clave
Uno de los más grandes, sin ninguna duda. Y del que yo sólo he escuchado El Mesías y algunos fragmentos de Música para los Reales Fuegos Artificiales. Suficiente, en cualquier caso, para hacerse una idea de la altura de este compositor.
De todas formas, me apunto varios de los enlaces que has incluido con la idea de ir descubriéndolos en los próximos meses.
No sé si conoces, Leiter, el capítulo que Stefan Zweig le dedicó en su libro «Momentos Estelares de la Humanidad». Es más que recomendable, aunque no sé si lo que cuenta es del todo exacto o riguroso. Pero échale un ojo si puedes, está muy bellamente escrito.
Veo que en el caso del Haendel la figura de padre también resultó providencial, sólo que al revés: su fallecimiento sirvió para impulsar la carrera del músico.
De todas formas, Haendel no puede quejarse de la instrucción musical que recibió.
En fin, está claro que tuvo que ser alguien muy grande para que Mozart y Beethoven lo admirasen de esa forma. A ver si luego tengo un rato y me introduzco en la Música Acuática.
No tenía idea que Händel hubiera quedado ciego al final de sus días…bueno, esto prueba que cada día se aprende algo nuevo. Lo que sí estoy segurísimo, es que si bien tal desgracia fue idéntica a la de Bach, no lo fue en tanto este último recuperó la visión dos días antes de morir. Sería una curiosísima casualidad que también Händel hubiera gozado del favor del Supremo Hacedor, en ese sentido «visual».
Tampoco sabía que Bach y Händel no pudieron conocerse. Tan distintos el uno del otro y sin embargo tan igualmente genios en toda la extensión del término!!! Aunque yo prefiero al amadísimo Johann Sebastian, si se hace un ejercicio mental en el cual se consideren a ambos compositores en pie de igualdad (lo que no es profano como sí lo sería comparar a Wagner con Meyerbeer por ejemplo), se encuentra uno que ambos son «antagónico complemento musical» el uno del otro, es decir Bach es a Händel (y viceversa) como la luz a la sombra, el día a la noche, el arriba al abajo, lo masculino a lo femenino…para utilizar un término oriental, son el YIN y el YANG, en términos musicales.
La Música de Händel tiene un efecto similar a la de Bach, esto es, al escucharla sientes que la melodía es una realidad en tu propio ser y te transmite nítidamente el mensaje para el cual fue creada, e incluso otros aún más sublimes. Por eso, a nuestro venerado amigo Ángel Guirao debo decirle CUIDADO AMIGO: porque cuando te introduzcas en la Música Acuática vas a sentir deseos de salir a emparamarte con veinte litros de agua y no quisiera ni imaginarme qué podría sucederte si luego escuchas la Música para los Reales Fuegos de Artificio…Así me ocurre cuando escucho Zadok the Priest, también de Händel…siento que estoy siendo Coronado como Rey, no se de qué, pero Rey al fin y al cabo.
Cuenta una anécdota (no se si real o no) que Händel en alguna oportunidad se esmeró demasiado en la composición un Aria (ignoro de cuál de sus obras), pero el día del ensayo una caprichosa y mimada soprano resolvió no cantarla…Händel (robusto y fornido como era) perdió la paciencia, abrió una ventana, la tomó por los brazos levantándola del suelo y mientras la sacudía con «fortissimo», le amenazó con arrojarla al vacío si no se comportaba como una profesional…parece que ella cantó el Aria después de todo. Y CÓMO NO!!! QUE DELICADO MÉTODO, QUERIDO GEORG!!! No es para morirse a las carcajadas con un hombre que hasta en eso era un Genio? Y todavía hay quien se queje de las altanerías de Beethoven y Brahms…
Felicitaciones Leiter, una muy buena entrada como siempre. Demuestra tu inmenso conocimiento y nos ilustra en aquello que nosotros ignoramos. Eso sí, no vayas a hacer con tus invitados lo que Händel con la soprano, sólo porque te obligan a multiplicarte para redactar tus textos y aún así atender la repentina visita…mas bien, invítalos a escuchar la Música para los Reales Fuegos Artificiales y les enseñas cuan «real» puede ser el efecto de esta obra, je, je, je…
UN GRAN Y FRATERNAL ABRAZO. VIVA HÄNDEL!!!
Händel, muchachos, es de otra esfera. Y a costa de inexactitudes y de opiniones peregrinas, su dimensión como creador ha sufrido bastantes críticas y desaires. Quizá lo más aberrante sea aquel pasaje de la película Amadeus, donde el pseudo-Mozart se niega a imitar el estilo de Handel en una fiesta, alegando que no es un compositor que le guste. Qué mentira! Pero bueno, sirva eso para aleccionar a los que discuten historia basándose en las películas…
Volviendo a Händel, no recuerdo mejor distinción entre él y Bach que la leída hace años en la página de una enciclopedia popular: «Mientras Bach sobrecoge, Händel exalta». No se puede decir mejor con menos palabras.
La reflexión de Iván es precisa: la melodía de estos creadores (Händel et al) surge como «una realidad en tu propio ser». Son creaciones plasmadas de manera tan rotunda, que pareciera imposible concebirlas de otra forma.
Otra característica interesante en Händel, comparado a Bach, es que mientras este último usa la voz como instrumento, Händel usa los instrumentos de forma parecida a la voz. En especial su querido oboe, instrumento siempre presente en sus partituras.
Conocía esa anécdota de la «soprano zarandeada»… qué temperamento! Y qué robustez… no en vano Händel era apodado «el hombre-montaña». Cuenta otra anécdota que en su juventud, durante un viaje musical en compañía de su amigo Matheson, algo ocurrió que terminaron enfrentados a duelo, y Matheson clavó su espada… en el botón metálico de la chaqueta de Händel. Los dos recapacitaron y así nos fue salvado uno de los grandes creadores.
Personalmente, Händel pertenece a la alcurnia de creadores que aparecen dos o tres veces por siglo. Esos coros con trompeterías y potencia rítimica… increíble. O los Concerti a Due Cori… en fin, suma y sigue.
Un abrazo,
Joaquín
Bueno Joaquín, siendo Händel tan sumamente fuerte, como una mole, no sería extraño que la espada hubiese golpeado, no en un botón metálico, sino en su propia humanidad sin hacerle el menor daño…talvez la que sufrió fue la espada.
Alabo tu comparación entre Händel y Bach. Lo expresaste de forma breve, pero cristalina. Excelente.
Estoy de acuerdo contigo cuando hablas de la película «Amadeus» y dices «pseudo-Mozart», pues así es. Generalmente ese tipo de películas incurren en la profanación de la personalidad de los Compositores, magnificando sus normales defectos como hombres que son e incluso inventando otros, de los que jamás adolecieron. Fíjate en cintas como «Amor Inmortal» y «Copying Beethoven», en donde Ludwig es presentado como un vulgar patán que no se baña ni se afeita o, incluso, se baja los pantalones para incomodar a la dama que le acompaña. Es insultante. Y no hablemos de las «licencias» que se tomas los productores de estas cosas, inventado situaciones que nunca tuvieron lugar…
Bueno, un gran abrazo y nuevamente VIVA HÄNDEL, EL HOMBRE FUERTE!!!
Su Música Acuática me recuerda al cole y a mi infancia!
Muchas gracias por una entrada tan buena!
besos
Jo, me dejáis alucinado con vuestros comentarios… ¡Qué nivel!
Iván, espero que nuestro querido y admirado Kapellmeister, Ángel Guirao, no tome al pie de la letra tu sabia recomendación… Ja,ja, ¡Qué bueno! Aunque, si me lo permitís, yo a Ángel le recomendaría que se sumerja (Perdón, estaba pensando en la Música Acuática), que se introduzca en los Concerti Grossi Op. 6, todo un mundo de maestría concertante. Una — y ya os he relatado muchas — de mis grandes experiencias melómanas fue hace unos 25 años (Siempre hace unos 25 años…), cuando tuve el privilegio de asistir a los ensayos previos y a la posterior interpretación de esta serie por la Orquesta Franz Liszt de Budapest. También se paró el reloj del Teatro Real ese día… Tocaron de propina, especialmente dedicado a la Reina doña Sofía, el Hornpipe del nº7 (Existe una sóla versión en YOUTUBE, malísima, por cierto, y por eso tengo la frustración de no haber podido comentar ese fragmento en GUIÑOS MUSICALES. A ver si me echáis un cable, una ayuda…)
Lo de Haendel, Mozart y AMADEUS ya lo denuncié en este mismo bar no hace mucho. Muy buena tu última reflexión, Iván
Tema Stefan Zweig: Yo creo, Ángel, desde mi modesta opinión, que se deja llevar por la admiración y exagera. No lo sé, no tengo elementos de juicio, pero creo que deja llevar su pluma. Eso sí, el pasaje, literariamente, es emocionante a más no poder.
Lo de la soprano es del todo cierto.
Yo, como Iván, particularmente prefiero a Bach… Pero a Haendel cuando quiero disfrutar del arte de saber vivir. Y Joaquín nos lo ha dicho muy claro: Bach sobrecoge, Haendel exalta. Creo que es del todo cierto.
¡Qué lujo el mío el de tener estos clientes en el bar! Muchas gracias, fenómenos, gracias por vuestras valiosísimas aportaciones, Ángel, Iván y Joaquín.
El cole y la infancia, Amalia… Hoy he estado con un buen amigo del colegio charlando y tomando unas cervezas. Joder, ya peinamos canas… Besos, muchos besos, reina.
PD: Frank, te echamos de menos
LEITER
Queridos amigos, quisiera recomendarles este link (si se dice así?) que está en youtube, y en el cual se escucha el sublime coral «Coronation Anthems», de Zadok the Priest, BELLÍSIMA Música de nuestro hercúleo y corpulento amigo Händel:
http://www.youtube.com/watch?v=ECxb-LA6vuY
La interpretación es del Coro Monteverdi. Ignoro quién dirige a la Orquesta (será Sir John Elliot Gardiner?). Si no lo encontrais mediante la dirección que os indico, podeis buscarlo escribiendo así: «Handel – Zadok the priest – Monteverdi Choir».
Un humilde homenaje que rindo con cariño a todos vosotros, Ángel Kapellmeister Guirao, Joaquín, Reina Amalia, Frank (que le hemos echado de menos, en efecto) y por supuesto Der Grosses Leiter. Un Coral bastante apropiado para exaltaros a todos. DISFRUTADLO.
ALELUYA.
¡Bellísimo, Iván!
Cierto, se trata de Sir John Elliot Gardiner con los English Baroque Soloists y el Monteverdi Choir (PHILIPS 473304)
Muchas gracias, amigo (Próximo CONSULTOR PARA ASUNTOS RELACIONADOS CON HERBERT VON KARAJAN DE BLUES, nombramiento que se hará efectivo el 26 de marzo tras reunión del Consejo de Administración de LEITER´S BLUES)
Un abrazo, Iván
PD: Nuestra más sentida condolencia, amigo Frank, por el fallecimiento de Sandro.
LEITER
Ese Coro es casi extraterreno. ¡Qué explosión musical más poderosa! Uno se siente arrebatado hacia otro lugar. La versión de Wilcocks con el King’s College es muy buena también. Gracias por la dedicatoria!
Sandro, parte un grande. Pésames a todos los argentinos, y más a las argentinas.
Joaquín
Muchas gracias, Iván! Es un coro maravilloso!
besos, Leiter.