* Nacido el 28 de mayo de 1813 en Leipzig
* Fallecido el 13 de febrero de 1883 en Venecia
Hijo de un agente de policía, su padre Friedrich falleció cuando Wagner contaba con apenas un mes de vida. Su viuda, Johanna Rosine, consideró que lo mejor para sacar adelante a sus ochos hijos era volver a casarse y así lo hizo en agosto de 1814 con el pintor Ludwig Geyer, un íntimo amigo de la familia. (Algunas biografías apuntan a la posibilidad de que Geyer, de procedencia judía, fuese el auténtico padre de Wagner). El ambiente familiar era artístico y muy ligado al mundo del teatro, disciplina por la que se interesó mucho el joven Richard, lector compulsivo de Shakespeare desde la adolescencia. Por influencia de Carl Maria von Weber, gran amigo de a familia, Wagner empieza a conocer la obra de Beethoven y pronto surge en él la afición por el arte de combinar los sonidos. En 1829, con 16 años, escribe sus primeras composiciones, aunque con escaso rigor técnico. Dos años después, se apunta a las clases del Kantor de Santo Tomás, Theodor Weinlig, quien le enseña armonía y contrapunto, descubriendo además el talento innato del muchacho. Fruto de aquellas enseñanzas, Wagner escribe una sinfonía que se estrena en 1832 en Praga con cierto éxito. También compone algunos números de una ópera que pensaba titular Las bodas, proyecto que abandonó posteriormente. Más tarde, escribiría el texto de una nueva ópera, Las hadas, y con el mismo se largó hacia Wurzburg en enero de 1833, ciudad en la que le habían ofrecido la dirección coral de un pequeño teatro local.
Tras algunas peripecias — vagabundeos y gamberradas incluidos — en Wurzburg, en 1834 Wagner acepta el puesto de director de orquesta del teatro de Magdeburgo en donde conoce a la bellísima Minna Planer, cantante y actriz de la que se enamora como un poseso. Allí pasó dos años con tanta actividad profesional como escasas ganancias económicas, llegando a escribir una ópera cómica, La prohibición del amor, estrenada con un memorable fracaso y en medio de una pelea entre los cantantes a causa de un lío de faldas. Fue entonces cuando a Minna le sale un trabajo en el teatro de Königsberg y Wagner no duda en irse con ella a Prusia. La pareja se acaba casando en noviembre de 1836 aunque la relación llegó a ser del todo tormentosa, ya que Wagner no tenía ni un céntimo ni tampoco perspectivas de empleo. Tan harta estaba Minna de esta situación que al año siguiente se largó a Dresde con un comerciante rico, dejando al pobre Wagner más solo que la una. Sin embargo, para que no todo fuesen disgustos, ve aceptada su solicitud como director de orquesta en el teatro de Riga. Ante el considerable éxito que Wagner llega a tener en este empeño, Minna se arrepiente de su filtreo y se reúne de nuevo con él en Riga. En 1830, Wagner comenzó a esbozar Rienzi, pero es en esa misma época cuando empiezan a presentarse acreedores procedentes de Magdeburgo, Königsberg e incluso de la propia Riga con multitud de facturas pendientes de cobro. Esta situación disgustó tanto al director de la compañía del teatro de Riga, un tal Hottei, que para acabar de enmendarlo decide despedir fulminantemente a Wagner. Por ello, en junio de 1839, Wagner y Minna (Y también el perro de ambos, Robber) abandonan sigilosamente Riga para eludir a los acreedores. Se embarcaron para ello en un mercante que hacía la ruta a Londres — el Tetis — y durante la travesía sufren una violenta tempestad por la que han de refugiarse durante unos días al abrigo de los fiordos noruegos. (Aquella aventura inspiró después a Wagner para su creación de El holandés errante). Tras una brevísima estancia en Londres, el 20 de agosto alcanzan la costa francesa en Boulogne-sur-Mer, con la sagrada promesa de Wagner de que, por nada del mundo, volvería a navegar.
Wagner llegó a Francia con muchas ilusiones pero con escaso bagaje artístico. De Rienzi sólo tenía escrito el libreto y los dos primeros actos. Aún así, fue recibido en Boulogne por Meyerbeer, quien le habilitó algunas cartas de recomendación para la ópera parisina y el conservatorio, aunque no sirvieron de mucho. En París, Wagner hubo de aplicarse a todo tipo de tareas para subsistir. La pareja se vio obligada a empeñar los regalos de boda, las joyas y los trajes de teatro de ella, llegando incluso a pasar hambre física. Aunque no está confirmado del todo, parece que también llegó a ser encarcelado por deudas. (Tuvo que vender su esbozo de El holandés errante a la Grand´Opera por 500 francos, aunque en su versión francesa conocida como El buque fantasma). Pero en París también conoció a Berlioz y a Liszt, quienes le animaron a concluir Rienzi y la versión alemana íntegra de El holandés errante, asunto que logró en tan sólo dos meses. Tras ver frustradas sus tentativas de estrenar sus obras en París, en 1842 la pareja regresa a Dresde, ciudad donde obtiene el visto bueno para representar Rienzi. La función del estreno, la noche del 20 de octubre de 1842, significó un clamoroso éxito, con un público totalmente entregado durante las seis horas que duró la representación. Tanto hubo de subir la cotización de Wagner que el 2 de febrero de 1843 es nombrado Kapellmeister vitalicio en la corte de Sajonia, con un sueldo de 1.500 táleros anuales. Ese mismo año estrena El holandés errante y, dos más tarde, Tannhäuser, que si bien no tuvieron el éxito arrollador de Rienzi sirvieron para acrecentar la fama del compositor. Pero su labor no se ciñó exclusivamente a la composición, sino que también ofreció representaciones modélicas de los más grandes operistas alemanes e italianos. En 1846 se atreve incluso a dirigir la Novena de Beethoven, considerada hasta ese momento como un enigma indescifrable, en un acontecimiento que bien puede calificarse como de histórico. Su posición en Dresde llegó a ser muy sólida, aunque sus inquietudes culturales y musicales chocaban con las de su mujer, Minna, quien consideraba que Wagner debía escribir otro bombazo musical al estilo de Rienzi. En plena composición de Lohengrin, Wagner se sumerge en la lectura de la épica alemana, circunstancia que habrá de ser fundamental en el futuro no ya sólo de su personal devenir, sino también para la historia de la ópera y el drama musical. Escribe un ensayo llamado Los Wibelungos que servirá posteriormente de base para su célebre Tetralogía. Con todo, en 1849 Wagner propone a la corte reformas drásticas en la organización de la ópera, llegando a dirigir al pueblo una serie de proclamas de claro contenido republicano.
Aquellos afanes revolucionarios de Wagner se debieron, entre otras cosas, a la llegada a Dresde en 1848 de un tal Bakunin, un ruso que tenía unas ideas tan rupturistas que pronto Wagner y el célebre anarquista se hicieron amigos inseparables. Como consecuencia, Wagner se implicó activamente en las revueltas que asolaron Dresde en 1849 con el resultado final de un abandono de su cargo vitalicio como Kapellmeister y su posterior exilio forzoso hacia tierras suizas, concretamente en Zurich. (El bando publicado en Dresde en mayo de 1849 no admite dudas: «Wagner tiene 37 o 38 años, lleva gafas, tiene el pelo castaño y es de estatura media. Se ordena a todos los destacamentos de policía su detención…»)
Wagner llegó a Zurich el 31 de mayo de 1849, en el comienzo de un exilio que habría de durar once años. Allí fue excelentemente recibido por la sociedad republicana helvética y, tras un fugaz viaje a París, pronto regresa a Zurich dispuesto a echar allí raíces. No tardó Minna en reunirse con él en la ciudad cantonal pero los acontecimientos de Dresde habían dejado una profunda huella en la estabilidad del matrimonio. Además, mientras el compositor avanzaba hacia su madurez artística, la antigua actriz se iba volviendo cada día más celosa y agria de carácter. (Para no llevar la contraria a su mujer, Wagner mantuvo un breve filtreo en 1850 con la joven esposa de un rico comerciante de vinos de Burdeos…)
El estreno en 1851 de Lohengrin en Weimar aumentó el protagonismo de Wagner en Zurich. Se propuso y consiguió el nombramiento de su joven discípulo Hans von Bülow como director de orquesta de la ópera, lo que da buena prueba de su influencia en los ambientes musicales. A finales de 1851 ocurre un hecho importante en la vida del compositor: Conoce a un rico comerciante de sedas llamado Otto Wesendonck cuya mujer, Mathilde, era tan sensible como bella. En ese clima de mutua admiración, Wagner desarrolló la importante tarea de formular su teoría estética y para ello completa su poema literario El anillo del nibelungo. El éxito parce sonreír al músico desde entonces. Sus óperas se representan en Alemania y Austria; su amistad con Liszt es cada día más cercana y sus viajes a Italia y Francia se producen con relativa frecuencia. En noviembre de 1853 inicia la composición de El oro del Rin, que completa en mayo de 1854, comenzando poco después La walkiria. Además, en ese tiempo, se convirtió en un lector empedernido de Schopenhauer, con cuya obra se identifico plenamente. Una consecuencia de estas lecturas fue el bosquejo inicial de Tristán e Isolda, para muchos, la mayor obra maestra de Wagner. La fama de Wagner va traspasando poco a poco las fronteras europeas: En 1855 parte para Londres, invitado por la Royal Philharmonic Society para dirigir su temporada de conciertos. De vuelta a Zurich, se centra en La walkiria, que logra concluir a principios de 1856. En octubre de ese mismo año recibe la visita de Liszt, músico con quien mantiene un importantísimo intercambio estético. En febrero de 1857 emprende la composición de Sigfrido (Tercera ópera del grupo de la Tetralogía)… Su relación con Minna parecía haberse estabilizado y nada parecía presagiar cambios próximos. Sin embargo, en abril de 1857, un acontecimiento en principio feliz significó el comienzo de la catástrofe matrimonial.
Otto Wesendonck había alquilado a Wagner una casita llamada El Asilo. Allí, Wagner escribió el Poema de Tristán, cuya lectura del tercer acto conmovió profundamente a Mathilde von Wesendonck, asidua visitante de las veladas musicales de El Asilo. Poco a poco Wagner se fue sumiendo en el drama de su propio poema, algo muy parecido a lo que también le ocurrió a Mathilde, embriagada por la pasión que dicho poema desprendía. De esta forma, Wagner y Mathilde empezaron inconscientemente (Es un decir) a representar los respectivos papeles de Tristán e Isolda, con un constante intercambio de visitas, de lecturas en común y de cartas con mensaje, todo ello en la más velada intimidad, como así requería el guión del poemario. Lo malo fue que Minna interceptó una de esas ardientes misivas y a poco le tira de los pelos a Mathilde… Las consecuencias de aquello fueron penosas: Los Wesendonck partieron para Italia y Minna se largó a Brestenberg. Mientras, Wagner, que se había vuelto a quedar solo, aprovechó la circunstancia para poner música al Tristán sin que nadie le molestara. Pasado un tiempo, todos volvieron a El Asilo, pero la situación ya no parecía sostenerse como antaño. (Mathilde quería volver a dar otra función como Isolda). Wagner se vio obligado a abandonar El Asilo y se marchó a Dresde. Sin embargo, la amistad de Wagner con los Wesendonck no se rompería del todo y el compositor visitaría al matrimonio en Zurich en junio de 1859, para mayor alegría de Mathilde. Tristán fue concluido en Lucerna en agosto de ese año.
FIN DE LA PRIMERA PARTE
Pasó como un soplo la estirpe de los Dioses.
Si dejo al mundo de nuevo sin señor,
También revelo el tesoro de mi Divina Sabiduría:
Ni bienes, ni oro, ni la pompa de los dioses.
Ni palacios, ni dominios, ni la ostentación de los amos.
Ni los engañosos lazos de sombríos pactos.
Ni la dura ley de hipócritas costumbres…
Dejad que, en el dolor y en la alegría, reine sólo el Amor.
Richard Wagner, Genio Musical, también lo fue en otros aspectos, incluso como codificador de mensajes secretos en su Magna Obra. Lo veremos ahora.
La Obra de Arte Total encuentra su clímax en la Monumental Obra de EL ANILLO DEL NIBELUNGO y en su inevitable corolario PARSIFAL. Entiéndase bien: todo el ciclo operático de Wagner es la culminación más elevada de la Obra de Arte de Occidente y el Mundo, sólo comparable a la Novena Sinfonía de Beethoven, a quien Wagner le debe todo lo que musicalmente ha sido para la posteridad.
Sin embargo, es en las últimas cinco Óperas donde Wagner encuentra su mayor vehículo de expresión, dejando un legado impregnado de elementos que conducen al oyente -en el estado anímico y mental adecuados- a trascender las fronteras de lo simplemente sensorial -pobre, limitado y viciado- para adentrarse en el Universo filosófico de la reflexión profunda, concibiendo una Visión del Mundo y del Orden Universal, que se aleja radicalmente del caótico estado actual de cosas en nuestro mundo envenenado. Wagner es el resultado de un Arquetipo contrario a aquel que domina la psicología del hombre actual, sumido en un abismo vacío, que lo desconecta del plano de las Ideas. Así las cosas, Wagner traduce la Luz de los Dioses en la Partitura, verdadera vía de la Música de las Esferas, cuya misión es transmutar al hombre y a la naturaleza para guiarlos nuevamente a la Edad Dorada, restaurando el Orden turbado.
Es el Bayreuth de los Sonidos Mágicos, el Olimpo Supremo.
No hay lugar aquí para la mediocridad promedio, que pretende ver en Wagner un producto más, baratija de comercio o pasarela de modelos en trajes de última moda, ni aberraciones políticas o pseudo-artísticas.
Por ello insistiré en el respeto por el pensamiento wagneriano, que muchos no son capaces de comprender. Acuden a Bayreuth a tomarse fotos, lucir joyas, aparecer en los periódicos y presumir de una cultura, la cual está francamente fuera de su alcance. Y ni qué decir de la destrucción de la Obra de Wagner que viene imponiéndose desde los años 70, con montajes y coreografías que serían más dignas de un circo de pueblo que de la Grandeza Wagneriana.
Me enferma. Recientemente me pidieron una opinión sobre un nuevo paquete de DVD que trae el Anillo. Me bastó ver apenas un pedazo del Oro del Rhin, para perder el control y salir de allí como huyendo de la visión del Anticristo. Wotan y Alberich caracterizados como un par de ejecutivos que se despojan del saco y la corbata y se van a beber whiskey en una taberna cualquiera. ESO ES UNA PROFANACIÓN!
Por eso abogo por el rechazo absoluto de producciones como la de Pierre Boulez en 1976 y tantas otras abominaciones que desnaturalizan el mensaje wagneriano y lo pasan adulterado, produciendo efectos no queridos por la Obra de Arte Total. Así de sencillo.
Aquí lo que se impone es la pureza más ortodoxa: de otra forma, Wagner desaparece.
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Der Ring des Nibelungen: Ein Bühnenfestspiel für Drei Tage und einen Vorabend (El Anillo de los Nibelungos: Festival Escénico en Tres Jornadas y un Prólogo).
1. Vorabend: Das Rheingold (Prólogo: El Oro del Rhin). Completada en 1869.
2. Erster Tag: Die Walküre (Primera Jornada: La Valquiria). Completada en 1870.
3. Zweiter Tag: Siegfried (Segunda Jornada: Siegfried). Completada en 1871.
4. Dritter Tag: Götterdämmerung (Tercera Jornada: El Ocaso de los Dioses). Completada en 1874.
Los extensos estudios de Wagner sobre las leyendas y mitos germánicos, así como su profundización en la teoría musical más avanzada, de la cual el Genio llegó a la idea de la “Melodía Infinita”, basada en temas conductores o “Leitmotivs” unidos al concepto de Wort-Ton-Drama, fundiendo la poesía, la música y la acción, fue puesta en práctica con anterioridad a la Tetralogía, especialmente en “Tristan und Isolde”. Pero fue en el Anillo donde reventaron estos conceptos en su más alta expresión, para ponerse al servicio de una causa que transciende las fronteras del mundo sensitivo en su capa más superficial.
Es así como Wagner, al componer este monumento más que musical, fundió en sí mismo las funciones de Músico, psicólogo, iniciador y profeta, en el más alto grado. Partiendo de la idea básica de la DUALIDAD que rige el cosmos, desde la partícula más ínfima, se estructura todo el Anillo, invocando la Suprema Celebración del Sumo Sacerdote.
El Anillo de los Nibelungos es la Eterna lucha entre dos fuerzas que se oponen.
Imaginad pues un orden cósmico perfecto, que rige los acontecimientos haciendo uso del Reloj más armonioso que pueda existir. De repente una fuerza extraña se introduce y altera los movimientos pendulares, provocando un declive de los acontecimientos que de él dependen. El devenir entonces se torna confuso y desesperanzador, apareciendo esporádicamente aquellos que luchan por restaurar el estado inicial de cosas y devolverle al cosmos, su original esplendor.
Alberich, Mime y las hordas de los Nibelungos. Las fuerzas oscuras, una raza de seres disminuidos, moralmente depravados, amantes del oro manipulado y su peso muerto. Los turbadores. Odian visceralmente a los Dioses por ser la representación contraria de ellos.
A ellos se unen los Gigantes, Fasolt y Fafner, únicos descendientes de una raza que otrora fuera mejor, pero que sucumbió a sus propias debilidades. Su codicia se equipara a la de los Nibelungos y pagarán el precio de hacer tratos basados en el deseo de poder.
Los simples seres humanos, aquellos que rinden honores a los Dioses pero que están infectados con el gusano de la decadencia, inoculada por Hagen, mitad hombre, mitad Nibelungo -es hijo de Alberich- sombrío ser que desencadena tragedias mediante su sangre fría y su maldad.
Los Dioses y Héroes, seres de luz y suma perfección que empero, no pudieron escapar a la maldición que pesó sobre ellos, dejándose arrastrar por el vaivén de los acontecimientos. Wotan deberá dirigir el ajedrez en la búsqueda de la Redención, de traer el orden que Él mismo ayudó a corromper cuando sucumbió a la soberbia. Pagará un alto precio.
Y por doquier las fuerzas originales y benévolas de la naturaleza, que empujarán en el sentido adecuado para tornar las cosas a su pureza primera.
Hay fuertes connotaciones psicológicas en todo esto. Los Arquetipos Jungeanos fluyen casi por inercia.
Alberich roba el oro. El oro en poder de las Hijas del Rhin era el metal en la pureza de la que he hablado, un símbolo solar prístino que al caer en manos del Rey Nibelungo y sus hordas, pierde su connotación y pasa a ser objeto de culto terrenal, invadiendo y corrompiendo a todo el que lo posea. Mediante ese oro -con el que se forja un anillo- Alberich alienta orgiásticos deseos de poder. Así se lo manifiesta a Wotan, diciéndole que con el oro todo se comprará, la grandeza, el respeto, la gloria y sobretodo, el Amor. Por ello se apoderará de él Fafner, lo ambicionará Mime y matará Hagen: hasta los Dioses en un primer momento intentarán sucumbir a esto, antes de recuperar la cordura.
Obsérvese que tiempo después, cuando el oro cae en manos de Siegfried, estas representaciones no tienen sentido para Él. Ni siquiera alcanza a sospechar de ellas. Para Él, el oro será el símbolo de su amor puro y heroico por Brünnhilde.
Visiones opuestas.
Esa idea se extenderá a otros elementos. Piénsese en el agua: el Rhin es la cuna del heroísmo y el estado puro de las cosas. Allí reposaba el oro, protegido por las Hijas del Rhin. Son fuerzas de la naturaleza. Hará su contribución purificadora en el fatal desenlace, cuando al desbordarse el Río alcanza dimensiones cataclísmicas que barren la corrupción instalada en la tierra.
Obsérvese la Sangre: separa radicalmente a unos de otros: representa un misticismo isondable para algunos que se empeñan en protegerla, mientras para otros es fuente de corrupción:
Siegfried
Que la sangre de nuestra
hermandad sea nuestro juramento,
La vida vuelve ha nacer
con la sangre fresca
que he derramado con esta bebida.
Gunther
Que nuestra sangre valerosa
haga arder la bebida
con nuestro amor de hermanos
Los dos
Brindo por la lealtad de mi hermano.
¡Que nuestro juramento
de sangre de hermandad
crezca feliz y libre hoy!
Gunther
Si un hermano rompe el juramento…
Siegfried
Si un amigo traiciona al otro…
Los dos
…las gotas de sangre que hoy
tan solemnemente hemos bebido
fluirán por los ríos
para matar al amigo.
Gunther
Acepto el juramento.
Siegfried
Brindo por mi lealtad hacia a ti
(A Hagen)
¿Por qué no tomaste parte en el juramento?
Hagen
Mi sangre estropearía vuestra bebida,
pues no fluye tan pura
y noble como la vuestra.
En mi interior está estancada,
obstinada y fría,
y ni siquiera da calor a mis mejillas.
Por eso me mantengo al margen
de pactos de sangre caliente.
Acto primero de Götterdämmerung.
Lo anterior es el ejemplo más claro de mi afirmación: Cuán distinta resulta para Hagen su sangre de Nibelungo (con todas las características que ello trae) frente a la sangre de Gunther y Siegfried, un semidiós nieto de Wotan!
Es de allí, del poder de la sangre, que nace la idea de la conspiración de una fuerza contra otra, como materialización del odio vernáculo entre la sombra y la Luz, del inferior contra el superior: Alberich, presa de un deseo de venganza y un desprecio irredimible hacia Wotan y su estirpe, apela a su sangre corrompida, procreando a Hagen quien operará con el sigilo maligno necesario para recuperar el Anillo maldito y conducir a la ruina a la luminosa raza del Walhall. Escena primera del Acto II de Götterdämmerung: Alberich en un cuadro sombrío, habla en sueños a Hagen, incitándole a “Odiar a la gente feliz”. Hagen tranquiliza a su obscuro padre diciéndole que todos los engranajes e hilos están casi todos en su poder, por lo que el triunfo del inframundo está a punto de garantizarse.
Los anteriores son breves ejemplos del poder psicológico que transmite Wagner en elementos a los que apenas se presta atención en el desarrollo de la Ópera, pero que contienen en sí mismos una enormísima carga ideológica.
No es esto sublime?
Pero dijimos que Wagner además alcanza niveles de iniciación. El lado ya esotérico que se insinuaba en la anterior idea ahora toma fuerza y hace su entrada protagónica.
Observemos a Wotan. Él es un eje en torno al cual giran mil situaciones. Y su metamorfosis a lo largo de toda la Tetralogía es evidentísima.
• En el Oro del Rhin es un Dios cegado por la soberbia que le produce la contemplación extática del Walhall recién construido. Manifiesta su incapacidad de ser fiel a su esposa Fricka y que debe salir a “divertirse” por el mundo. Y cede a la codicia cuando ayudado por el astuto Loge, captura a Alberich y se apodera del Anillo para obtener más poder sobre la Creación. Pero hay un punto de inflexión: Erda, aquella que como en un sueño habla a Wotan y le previene. A partir de ahí, se iniciará una lenta evolución del altivo Dios.
• En la Valquiria, Wotan aún da muestras de soberbia cuando se encuentra a su hija predilecta Brünnhilde, al inicio del Acto II. Pero luego de su enfrentamiento con Fricka, por sus amados hijos Siegmund Y Sieglinde, Wotan transmuta del todo y observa como en una visión, el fin de las cosas: “Das Ende, das Ende”, añora. Wotan ha descubierto la Sabiduría que necesitaba. Su invocación del Fuego al final del III Acto, en una escena poderosísima, sirve como símbolo del nuevo Dios que se sobrepone al antiguo.
• En Siegfried, Wotan abandona su apariencia conocida por todos y deambula por el Mundo como un Sabio Viandante, absolutamente reflexivo y filosófico. Dirige el acontecer a su antojo, preparando su tablero de ajedrez a fin de llegar a la jugada maestra. Alberich lo ha percibido y teme que el poder del Dios supere definitivamente al suyo, en virtud de un Saber oculto que siempre le será esquivo a él y a su horda sombría. Debe darse prisa: el tiempo se le agota. Wotan reactiva el péndulo de la armonía.
• En Götterdämmerung, Wotan ya no aparece en escena, pero esta permanentemente presente, como un eco de los acontecimientos por llegar. Absorto en profunda contemplación, aguarda silencioso en el Walhall. Tan sólo sus cuervos sobrevuelan el mundo para llevarle noticias. Y apenas unos instantes antes que se produzca el fatal desenlace para el mundo perverso, Brünnhilde la amada elegida, dialoga solemnemente con su Padre, en la cima del mundo. La suerte está echada. Wotan ha triunfado.
En cuatro etapas Wagner describe el Arquetipo de la trasmutación del Hombre. Ahora es el Hombre Dios, Divinizado, una especie de Sonnenmensch, el Übermensch nietzscheano. Pero el mensaje de Wagner aún no concluye.
Carl Gustav Jung alguna vez se refirió a Wotan como un Arquetipo muy poderoso, que poseía a algunos iniciados, convirtiéndolos en Guerreros. Comprendan ahora mis asertos y encuádrenlos en este contexto.
Observemos otro ejemplo. Siegfried (error craso traducirlo por Sigfrido. Siegfried significa PAZ VICTORIOSA; tal significado se pierde traduciéndolo), el prototipo del Héroe, no conoce el miedo, es puro y noble desde su nacimiento. Es el resultado de la unión de sangres elevadísimas. Es el modelo de virtudes que enfrenta a sus enemigos limpiamente, sin ocultarse tras maniobras impías, cobardes o traicioneras y es leal a sus amigos aún ante el peligro. Finalmente es la lealtad a sí mismo. Su contrario es Hagen, quien lo drogará y finalmente lo matará a traición.
Pero Siegfried es un muchacho ignorante. Actúa según su naturaleza divina y por ello forja la Espada, símbolo de su sujeción a un orden que Él aún desconoce. Con fiereza se enfrenta al Dragón y al darle muerte y probar su sangre, nace un nuevo Siegfried: aquel que entiende las palabras que le transmite la naturaleza, el Bosque wagneriano, fuente profunda de iniciación mística. Ha accedido a un secreto inefable que le otorga la posibilidad de situarse por encima de los mortales. Ahora puede penetrar en la mente perversa de Mime y conocer sus propósitos más sombríos, por lo que también le da muerte. Combina ahora su naturaleza con la Sabiduría. El Dragón entonces es el símbolo -una vez más- del Saber. Siegfried ha sido iniciado y ha transmutado. Tema recurrente.
La idea es original de la Saga Germánica primera (Nibelungenlied), pero Wagner la enmarca en un contexto concebido de forma muy precisa para indicar ALGO MUY PROFUNDO.
Y el proceso iniciático de Siegfried se completa cuando vence el Fuego de Wotan (la prueba del fuego ahora) y conoce a la Mujer: Brünnhilde, quien será su complemento: el Héroe se ha completado con su Consorte Mística, la tantas veces perseguida por los más elevados Adeptos Alquimistas. Va camino de la perfección.
Wagner nos enseña lo que es el Saber por la Iniciación.
Pero Wagner además se ha convertido en un Profeta. Casi seguramente lo ha hecho involuntariamente, tan sólo guiado por el Arquetipo Wotánico indicado por Jung, que hizo del Magistral Compositor su Guerrero Sacerdote.
La rueda de los acontecimientos se ha desatado. Wagner ha indicado el acontecer futuro, la catástrofe que inexorablemente ha de llegar como consecuencia del tiempo cíclico que conoce épocas de esplendor y decadencia. Y ahora, el enemigo ha pervertido el Orden y el Mundo deberá ser purificado.
El tiempo se agotó para Alberich. Hagen no logrará cumplir los propósitos para los que nació. Brünnhilde desata el final. Lo resume el final apoteósico de Götterdämmerung. El agua del Rhin emerge furiosa del lecho y barre con los impíos a su paso, empezando por Hagen. El fuego se eleva a las alturas y devora el Wallhal, símbolo de la corrupción que una vez infectó a los Dioses. Sólo así la Redención es completa. El Oro maldito retorna a su estado original y finalmente el Amor de Brünnhilde por Siegfried trae la expiación. La estrella de los enamorados brilla en un firmamento etéreo que promete el resurgimiento de un mundo reconstruido.
Compárese esto con el mundo actual: el drama wagneriano se representa día tras día y el Götterdämmerung ha sido anunciado por Wagner.
Pero algo falta. El triunfo de Wotan no pudo ser efímero con su desaparición.
Y es por ello que no desapareció. Se retiró. Y Wagner continuó profetizando con el anuncio de un nuevo mundo, traído por El Hombre que Vendrá: quizás Wotan, en su nueva apariencia.
Y así surge Parsifal: Ein Bühnenweihfestspiel (Un Festival Escénico Sacro).
La Ópera más solemne y filosófica de Wagner. En el pedestal de la Sabiduría, fue compuesta bajo los mimos de Cosima y la leal Corte de Bayreuth. El Canto del Cisne Wagneriano.
Allí también abundan los símbolos: el Cisne, el despertar de un abismo onírico irreal, la Lanza, el Grial, el Bosque wagneriano en donde se consuma un Saber oculto…
Basada en el Parzival de Wolfram von Eschenbach, Wagner conjuga infinidad de elementos representativos de mensajes ocultos: en lo que no se dice abiertamente está la clave del secreto. La naturaleza del Grial en manos de Wagner se aleja del prototipo judeo-cristiano y accede al mundo más recóndito que pueda imaginarse, perdido en las brumas de un tiempo irreconocible. Y aunque se sitúa en centros y enclaves aparentemente surrealistas, es un mundo real: “Está aquí, delante de nosotros”, parece decir Wagner de la mano de Eschenbach. Sí, pues el Muntsalvaetsche idealizado de la Saga caballeresca, no puede ser otro que el Montsalvat de los Cátaros, La Corte de Lucifer, la experiencia más real del GRAAL auténtico, esa Piedra o Lapis Exiliis desprendida durante la “Teomaquia”…
La Orden de los Caballeros del Graal, Supremos Custodios de lo inefable, fueron los Templarios escindidos del origen de su propia compañía: aquellos que guardaron el secreto. Wagner los describe como los valerosos Monjes Guerreros que debían ser, la Aristocracia más elevada que rinde culto a la sangre (una vez más). No están empero, exentos de amenazas. Fueron infiltrados y burlados. La Lanza ha caído en manos equivocadas y debe ser recuperada para, en unión mística con el Graal, ser el vehículo de la Salvación Redentora.
Parsifal “El Tonto Inocente” (Wagner utiliza esta grafía premeditadamente, evocando los cultos Zoroástricos y Maniqueos – un mensaje cifrado), como Siegfried, es un muchacho ignorante, que sólo procede coherentemente con su naturaleza Divina, para la cual ha nacido. Nada entiende cuando contempla la Sublime Púrpura del Graal descender en la Gran Sala de la Orden de los Caballeros del Graal.
Pero Él ha sido profetizado por el Oráculo:
«Durch Mitleid wissend,
der reine Tor;
harre sein,
den ich erkor.»
«Al tonto inocente
que aprenderá por la piedad,
a él aguarda,
yo te lo enviaré»
Parsifal también debe ser iniciado. Cuando el nigromante Klingsor extiende sus tentáculos sobre Él mediante Kundry, ignora que ha consumado un Opus Alchimicum en la persona de su condenada servidora. Kundry, la Mujer, será la vía de complemento que traerá la comprensión a la mente y el corazón del intrépido muchacho. Al besarlo en su juego de seducción, Parsifal contempla la sangre (nuevamente) que mana de la herida de Amfortas, y vislumbra el clamor de la Salvación. También allí está presente la iniciación en medio del Bosque wagneriano.
Cuando Parsifal retorna a Montsalvat, es el Señor del Graal. Porta la Lanza que unida a su Soror Misticae, completa el trabajo de Redención. Lanza y Graal, símbolos del Guerrero masculino en Unión armónica con su Sagrado Femenino.
Así las cosas, Parsifal es el corolario de El Anillo. Cómo?
Después del cataclismo que puso fin al estado perverso instaurado por Alberich, la estrella de Brünnhilde y Siegfried anunció el regreso de Wotan como El Hombre que Vendrá, El Prometido que iluminará el Nuevo Mundo que ha de levantarse sobre las cenizas del anterior. Parsifal es el Redentor esperado, que traerá la Sabiduría a los Hombres:
O! Welchen Wunders höchstes Gluck!
Der deine Wunde durfte schilessen,
ihm seh’ ich heil’ges Blut entfliessen
in Sehnsucht nach dem verwandten Quelle,
der dort fliesst in des Grales Welle.
Nicht soll der mehr verschlossen sein;
enthuellet den Gral, oeffnet den Schrein!
(Parsifal besteigt die Stufen des Weihtisches, entnimmt dem von den Knaben geoeffneten Schrein den Gral und versenkt sich, unter stummem Gebet, kniend in seinen Anblick. Allmaehliche sanfte Erleuchtung des Grales. Zunehmende Daemmerung in der Tiefe, bei wachsendem Lichtscrein aus der Hoehe.)
Knaben, Juenligne und Ritter
(mit stimmen aus der mittleren sowie der obersten Hoehe kaum hoerbar leise)
Höchsten Heiles Wunder!
Erlösung dem Erlöser!
¡Oh, alegría suprema de este milagro!
¡Mirad cómo, desde aquella que os ha curado la herida
fluye la sagrada sangre,
deseosa de llegar a su manantial
durante mucho tiempo perdido!
¡Mirad cómo fluye en el Grial!.
Ahora nunca podrá abrirse otra vez:
¡Destapad el Grial, abrid el Relicario!
(Parsifal sube los escalones del altar, coge el Grial y se arrodilla, absorbido en plegarias. El Cáliz brilla. Por abajo se hace cada vez más oscuro, mientras que por arriba hay cada vez más luz)
Escuderos, Jóvenes, Caballeros
(Desde arriba, a penas se les oye)
¡Supremo milagro de salvación!
¡Redención para el Redentor!
Parsifal, Acto III, Final.
“¡Destapad el Grial, abrid el Relicario!” Esto suena a “Levantad el Velo de Isis!”
Wagner ha profetizado la llegada de una Era Dorada. Y su mensajero Redentor es Parsifal.
Así convergen interpretativamente las últimas cinco Óperas Wagnerianas. Es la Visión holística y Total del Mundo. Dioses, Héroes, Espadas, Lanzas, Sangre, Aguas, Graal, Mujer, Bosque, Naturaleza y sus Fuerzas…Símbolos detrás de los Símbolos, ideas ocultas, transmutación…
Mensaje de Verticalidad, Honor, Valentía, Heroísmo, actitud y Visión Diamantina del Mundo.
Pero por sobretodo ESPERANZA.
RICHARD WAGNER Y EL BAYREUTH DE LOS SONIDOS MÁGICOS.
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Fin de esta idea que sin duda es susceptible de ser profundizada. He rendido mi homenaje. Una misión cumplida.
¡Y tan cumplida!
¡Qué derroche de wagnerianismo en estado puro!
La verdad es que poco puedo yo añadir a tan brillante disertación. Iván, este tipo de reflexiones debería ser publicado en ámbitos de mayor audiencia, aparte de esta humilde casa, claro, porque creo que tu ensayo sobre las interrelaciones entre las cuatro óperas del Anillo y Parsifal es ciertamente interesante y está extraordinariamente bien argüido. Ya te dije que yo no soy precisamente un experto en Wagner pero tu comentario me hace ver otra luz en el trasfondo programático de estas monumentales obras de arte.
Me ha encantado tu vinculación a algunos aspectos de la filosofía de Jung, convincentes y sin posibilidad de réplica. Desconocía este tema y, la verdad, profundizaré más al respecto porque me parece algo realmente interesante. No menos es el prototipo de super-hombre nietzschiano con el arquetipo de Wotan y sus consecuentes variables psicológicas a lo largo de toda la epopeya. ¡Qué mal se estudia a Nietzsche y qué mal se le interpreta! ¿No lo crees así? Verdaderamente esclarecedora tu teoría al respecto.
Otra cosa: Me alegra saber que no hayas caído en esa trampa que encierra el argumento de Parsifal y que muchos lo asocian a determinadas figuras religiosas de raíz judeo-cristiana. Coincido totalmente contigo en que Wagner va mucho más allá de esa inconsistente tesis. Y fue un valiente, sin duda, y un genio al «esconder» sabiamente el verdadero significado templario en una época en la que no resultaba en absoluto conveniente traerse a mal con la autoridad religiosa (Y hasta su propio suegro, Liszt, acabó tomando los hábitos). Wagner se supo mover con maestría en ese ambiente y el pobre Liszt, consternado por el asunto Cósima y Von Bülow, acabó admirando a Wagner sólo por el hecho de que vio en él a un verdadero e inigualable maestro. Wagner consiguió que su amistad se circunscribiera en el marco de la veneración artística. Todo un mérito tal y como estaban de feas las cosas.
…Y, ¿Cuándo llegará esa Nueva Era? Esa es la cuestión principal. Esa sabiduría que transmite Parsifal es del todo incompatible con los ancestrales ritos religiosos judeo-cristianos en los que se condena a la humanidad, con transmisión eterna y constante de culpa, por el simple hecho de querer acceder a esa misma Sabiduría. Una prueba más de que Wagner discurrió por otros derroteros mucho más interesantes que los desfasados convencionalismos que siguen interpretando a Parsifal como algo mucho más mundano.
¡Bravo, maestro! Tu exposición es para enmarcar. De lujo.
Que no decaiga nunca ese ímpetu, Iván.
Un entrañable abrazo, buen amigo
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He pasado por alto un triste acontecimiento, y el hecho de haber guardado silencio -por descuido- es algo que no me perdonaré.
Recientemente falleció Wolfgang Wagner, nieto de Richard, a la edad de 90 años. Su deceso se produjo en Bayreuth.
Para nosotros los wagnerianos furibundos, es una noticia más que luctuosa.
Wolfgang condujo los hilos del Festival de Bayreuth desde 1951, cuando los vencedores de la Segunda Guerra Mundial «permitieron» la reapertura. Aquella edición del Festival contó con la presencia de los fieles Hans Knappertsbusch (magistral interpretación del Parsifal) y de Herbert von Karajan, quien dirigió y grabó «Los Maestros Cantores de Nürnberg», sacándose Él mismo la espina del fiasco de su presentación de 1938 con dicha obra, en donde olvidó la partitura, lo cual generó un caos.
Y lo más notable de dicha edición del Festival de 1951, fue la idea de Wolfgang, de revivir un momento cumbre en la historia de Bayreuth: Willhelm Furtwängler dirigió al Coro y la Orquesta del Festival de Bayreuth en el Festpielhaus, interpretando la Novena Sinfonía de Beethoven. Richard Wagner, en 1876 había inaugurado el Festival dirigiendo justamente esa obra, antes de presentar por primera vez El Anillo. No se olvide que Richard era beethoveniano furibundo.
Wolfgang tuvo muchísimos aciertos durante su administración, como lo prueban varias bellísimas grabaciones disponibles hoy día. Además contó con gigantes wagnerianos en la interpretación de estos excelsos dramas musicales. Pero también fue el artifice de muchos adefesios de terrorismo anti-wagneriano: 1976, Centenario del Festival, con una producción desatrosa del Anillo del Nibelungo. Sin comentarios.
Sea como fuere, con aciertos loables y desaciertos terribles, Wofgang hace parte de nuestra Historia en Bayreuth, no sólo por ser un WAGNER, nieto del más Grande, sino por su labor año tras año en el Festival.
Me encantaría insertar aquí la MARCHA FÚNEBRE DE SIEGFRIED -Götterdämmerung- en una interpretación soberbia de Furtwängler pero no puedo hacerlo. Empero:
Der Trauermarsch aus der Götterdämmerung ist Ihnen gewidmet, lieber Wolfgang. Heute sind Sie mit Wotan in Wallhall.
Auf Wiedersehen.
Aquí ponemos el enlace que has solcitado, Iván, con la Marcha Fúnebre de Siegfried de Götterdämmerung. (En versión de Furtwängler)
De todas maneras, creo que Frank Ar sí hizo alusión en su blog a esta nota necrológica.
Un abrazo, Iván
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Salute:
Esa marcha fúnebre es impresionantemente bella, no puedo ocultarme como wagneriano, tenía un cd comprado en Santiago, con la Filarmónica de Oslo bajo la dirección de Mariss Jansons de todas las overturas y música orquestada del gran Richard, acá les dejo otra versión de la obertura del Holandés Errante, esta vez en versión de Klemperer:
http://www.youtube.com/watch?v=mB1jcbR0AZU
Gabriel-Chile
Es un buen registro el de Jansons que citas. Su labor con la Filarmónica de Oslo fue extraordinaria y posiblemente no ha sido superada en sus actuales cargos como director titular del Concertgebouw y de la Sinfónica de la Radio Bávara (¡Vaya dos puestos que acapara el amigo! Eso dice mucho de su solvencia).
Para una selección de piezas orquestales de Wagner me quedo con Klemperer y la Philharmonia Orchestra y con Georges Szell y la Orquesta de Cleveland.
Saludos, Gabriel
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