* Nacido el 8 de diciembre de 1865 en Tavastehus (Hämeenlinna), sur de Finlandia
* Fallecido el 20 de septiembre de 1957 en Järvenpäa, cerca de Helsinki
Al padre, médico de profesión, le gustaba tanto la botella que cuando falleció, contando con tan sólo dos años Jean, había dejado a la familia — de clase media y sueco-parlante — en la más absoluta de las miserias. Tuvo que ser su madre, en constante lucha contra las penalidades, la que se hiciese cargo de la educación de Jean y sus otros dos hermanos. Aunque el joven Sibelius no hablaba una pizca de finés hasta poco después de cumplir los ocho años, su madre le matriculó en el Normaalilyseo de Hämeenlinna, la primera escuela del país en emplear el finés como lengua de enseñanza. Si bien el compositor siguió expresándose con mayor facilidad en sueco a lo largo de toda su vida, esta escuela fue decisiva, ya que le abrió las puertas de la mitología nacional finlandesa a través del poema épico Kalevala. Aunque el chico había mostrado ciertas dotes musicales desde niño, no fue hasta los 14 años cuando empezó a estudiar seriamente violín con el profesor Gustav Levander, director de la banda local. Junto con sus hermanos Christian y Linda, formó un trío familiar en el que interpretaban obras de Haydn y Beethoven, principalmente. De esta época son sus primeras composiciones, unas bagatelas para violín, violoncelo y piano.
En 1885, con 20 años, acude a Helsinki con la idea de matricularse en la facultad de derecho. Pero la música le tiraba tanto que al año siguiente cambió la toga por el arco, matriculándose en la escuela de música de la ciudad para perfeccionar sus estudios de violín. Esta circunstancia disgustó del todo a su madre y hermanos, quienes estaban tan apurados económicamente que no llegaron a entender que su hermano decidiera hacerse músico. Aún así, los progresos con el instrumento fueron tan estimables que pronto fue admitido en el cuarteto de cuerda de la escuela de música. Incluso se sometió a una prueba para ser admitido como componente de la Filarmónica de Viena, mas no fue aceptado. (Eso son palabras mayores). En 1891, tras una breve estancia en Viena y Berlín, Sibelius tuvo que ir renunciando a sus pretensiones como solista de violín, ya que padecía un extraño nerviosismo acompañado de temblores (miedo escénico) al que se sumaba un problema que le afectaba al brazo derecho y que tenía su origen en un accidente de juventud. Ya en esas fechas, conoce a un grupo de amigos en Berlín con los que comparte no sólo la crítica musical sino también el excesivo gusto por el alcohol, circunstancia que acompañó al compositor a lo largo de toda su vida. Pese a ello, en Viena compone la obertura de Kullervo, una obra con la que empieza a ser conocido en los círculos musicales más exigentes y que, posteriormente, con el estreno completo de dicho poema sinfónico, lograría ponerse a la cabeza de los compositores finlandeses, posición que ya nunca sería discutida. Para celebrar el éxito, decide casarse con Aino Järnefelt.
El matrimonio pareció darle cierta estabilidad al compositor y así, en 1893, estrena la suite Karelia, de marcado acento nacionalista, la ópera Veneen luominen y las Cuatro Leyendas, op. 22, inspiradas en el poema Kalevala. Aún así, y debido a las nuevas responsabilidades familiares, tuvo que dedicarse a la enseñanza, presentando su candidatura en 1897 como director de música de la Universidad. Afortunadamente — creemos — fue rechazada su solicitud (Sibelius era un pésimo profesor) aunque, por contra, el estado finlandés decide pensionarle de por vida en reconocimiento a sus incipientes logros creativos. Esta magnífica circunstancia no sirvió en absoluto para aliviar los constantes problemas económicos del músico, un «bolsillo roto» que gastaba mucho más de lo que ganaba. Por aquel entonces, no existía una tradición sinfónica en Finlandia — si exceptuamos una sinfonía compuesta por Ernst Mielck — y así, en 1898, Sibelius acomete la composición de su Primera sinfonía, estrenada con gran éxito. Pero en ese mismo año, y como consecuencia de los actos montados para una celebración patriótica, Sibelius da a conocer al público una serie de piezas entre las que destaca Finlandia, un canto orquestal patriótico que aglutinó los sentimientos nacionalistas finlandeses y que se hizo enormemente popular en todos los hogares del país.
Siendo ya una figura indiscutible en su país, los primeros años del nuevo siglo XX serían los de su consolidación internacional. En 1900, Robert Kajanus dirige a la Orquesta de Helsinki en una gira europea en cuyo repertorio figuraban El cisne de Tuonela y El regreso de Lemminkäinen, obras que fueron excelentemente bien acogidas, sobre todo en París. En 1901, el músico viaja a Heidelberg y Berlín para presentar En saga. Además, en Londres, se interpretan su suite El rey Cristian III y su Primera sinfonía. En estos primeros años de siglo, Sibelius está en la cresta de la ola y su música es dirigida por los principales maestros de la dirección, como Hans Richter, Félix Weingartner, Arturo Toscanini o incluso Richard Strauss. Por estas fechas también conoce a un particular mecenas, el barón Axel Carpelan, quien aparte de ayudarle económicamente le encarga la composición de algunas obras. Con estas ayudas, el músico viajó por Italia y compuso su magnífica Segunda sinfonía, dedicada precisamente a Carpelan. A la vuelta, se compra un terreno en Järvenpäa y se construye una casa que bautizó como Ainola en honor a su esposa y en donde pasó el resto de sus días. En 1905 compone su brillante Concierto para violín en unas circunstancias nada agradables producto de su inclinación por la bebida y sus consecuentes tensiones domésticas. Es con la Tercera sinfonía en donde se advierte un giro musical en la trayectoria de Sibelius. El músico, a diferencia de otros colegas, se vuelve hacia una orquesta más clásica, más económica y disciplinada. En 1909 sufrió una afección de garganta tan grande que tuvo que someterse al tratamiento de especialistas en Helsinki y Berlín. Durante años, le fue vetada la bebida, con lo que las composiciones de esa época ganan en profundidad y concentración. Un ejemplo de ello es la admirable Cuarta sinfonía, obra cuya elaboración se vio constantemente interrumpida por los viajes y giras que el músico realizó. Esta sinfonía causó perplejidad al público de Helsinki en su presentación y fue tildada de «ultramoderna» en Suecia, país muy receptivo también con el compositor. En Goteburgo fue abucheada y en América el público se escandalizó. Sin embargo, Toscanini, al ver que la obra era recibida con pitos y mofas, anunció su inmediata repetición ipso facto. ¡Menudo era Toscanini!
En 1914 Sibelius viajó a América, en donde estrenó el poema sinfónico Las oceánidas, una obra que revisó durante la travesía por el Atlántico. Fue uno de los momentos culminantes de su carrera y el músico fue agasajado con todo lujo de detalles y atenciones. Pensó en volver, pero la inminencia de la Guerra truncó aquellos anhelados propósitos. Además, con el estallido de la misma, Sibelius vio recortados sus ingresos económicos al ser su editorial — Breitkopf — alemana, por una parte, y al cancelarse casi todas las giras de conciertos que estaban ya firmadas. De aquellos años es su Quinta sinfonía, una de las mejores de todo su ciclo sinfónico y que, como ya ocurriera antaño con Finlandia, su estreno se convirtió en todo un acontecimiento nacional. Por entonces, Sibelius era el finlandés más conocido en todo el mundo y gracias a él muchos tuvieron noticia del problema territorial de Finlandia y de sus aspiraciones nacionalistas. Ya en la posguerra, Sibelius siguió adoleciendo de todo tipo de problemas económicos, situación que cambió en 1920, año en que recibe una tentadora oferta económica de América que, en principio, acepta. Sin embargo, se vio obligado a rechazar el ofrecimiento al sentir que los EEUU estaban muy alejados de su lengua y de su cultura tradicional. Puede decirse que aquella oferta le llegó demasiado tarde en su vida. Por otra parte, se llegó a un acuerdo internacional sobre derechos de representación artística que paliaron, en buena medida, los agobios financieros del compositor.
Después de componer sus últimas cuatro obras — la Sexta y Séptima sinfonías, La tempestad y Tapiola — Sibelius vivió retirado en su refugio de Ainola durante más de treinta años, manteniendo un silencio creativo casi absoluto. Se rumoreó que estaba escribiendo una Octava sinfonía que sería estrenada tras su muerte, pero nada de ello sobrevivió, salvo un borrador con los tres primeros compases. Aquella larga y definitiva retirada del músico ha sido materia de todo tipo de especulaciones: Para algunos, Sibelius se aisló cada día más en un mundo que paulatinamente se le hacía más ajeno; para otros, su vuelta a la bebida le provocó tales temblores nerviosos que le hacían imposible realizar cualquier tipo de anotación. Lo cierto fue que, pese a los excesos alcohólicos y a la soledad espiritual, Sibelius falleció el 20 se septiembre de 1957, unos meses antes de cumplir los 92 años. Quizás, en esos treinta años de absoluto silencio, Sibelius quiso descansar y vivir una vida contemplativa, ya solucionados en parte sus problemas económicos. Hoy en día, su figura es venerada en Finlandia.
Sibelius, junto a Mahler y Nielsen, figura como uno de los sinfonistas más importantes del siglo XX. Sus primeras obras, llenas de fervor nacionalista, fueron de estilo romántico tardío, aunque posteriormente desarrolló un lenguaje musical muy original, caracterizado por armonías lentas y distintivas que reflejaban una peculiar orquestación. Austero, inexpresivo, aunque amable y con cierto sentido del humor, se inspiró en la naturaleza y el paisaje de su Finlandia natal. Pese a que su música representa en parte el final de una larga tradición, es inestimable su contribución al desarrollo de los poemas sinfónicos.
OBRAS
– 7 Sinfonías, destacando la Segunda, Quinta y Séptima
– 12 Poemas sinfónicos, destacando En Saga, Finlandia y Tapiola
– 10 Suites, destacando Karelia, El rey Cristian III y La tempestad
– Varias docenas de obras orquestales más breves
– Concierto para violín
– 50 Canciones a varias voces
– Otras obras corales
– Cuarteto de cuerda
– Sonatina para violín
– 6 Volúmenes de piezas para violín y piano
– Sonata para piano
– 3 Sonatinas para piano
– 21 Volúmenes de piezas para piano
– 79 Canciones
– 2 Piezas para órgano (Se piensa que son esbozos de su Octava Sinfonía…)
Desconocía la afición por el alcohol de Sibelius, es toda una novedad para mí esta práctica del finés. Yo había leído por algún lado que Sibelius tenía un constante miedo a morir, que se vio ciertamente contrariado al alcanzar una edad tan avanzada. Quizás dejó de componer al verse en medio de una modernidad que no comprendía ni pretendía entender, aparte componer de una forma no «moderna» en esa época posiblemente le generaría a los compositores difíciles situaciones.
Es notable el cambio de sentido en sus sinfonías, las últimas son oscuras y abstractas (¿música absoluta por ahí?), hablan de otro mundo. Algunos decían que la Cuarta avecinaba la Primera Guerra, quién sabe la verdad, aunque tiene un sonido muy duro y terrible. O a su vez podría indicar la incapacidad de Sibelius de acloplarse a los nuevos vientos, porque como vos bien marcás Leiter, Sibelius no se ve atraído por orquestaciones monumentales al estilo Mahler sino que vuelve a la austeridad clásica con ideas más complejas y severas. No debe ser fácil ir contra la ola cuando ésta crece y crece sin parar, menos aún cuando quienes la dominan establecen de forma definitiva que son los únicos en señorearlas. Divagaciones…
Particulares son las fotografías u imágenes de Sibelius. Su primer retrato más conocido lo hace presagiar como un futuro dominador, como que está para llevarse el mundo por adelante sereno y fiero (http://www.sibelius.fi/english/graafiset_elementit/ainola_kuvat/261.jpg). Después en esta fotografía parece un ser un tanto maligno, poniendo cara de «malo», ¿a quién quiere asustar?(http://www.geh.org/ne/str085/m198130600001.jpg). Sin embargo en la foto que acompaña el post parece un sujeto más jovial y divertido, ya distendido, quizá porque no componía y la cuestión de mostrarse como eminencia de la frialdad finesa había terminado.
Es un placer volver a saludarte, Iván.
Antes de que se me olvide: El segundo enlace que has dejado no sale. A ver si luego, con tiempo, yo mismo lo puedo rectificar.
Lo de la desmesurada afición por el alcohol de Sibelius — totalmente cierto — no deja de ser paradójico si tenemos en cuenta la avanzada edad en la que murió. Esto me recuerda un poco lo que me decía mi padre en el bar: –«Hijo, nunca abuses del alcohol si no quieres arruinar tu vida… Aunque, fíjate en estos borrachuzos que paran por aquí: Son todos abuelos… Algo bueno tiene que tener el alcohol, porque estos sinvergüenzas ni tienen enfermedades, ni nada de nada… ¡Todo el día borrachos y ahí los ves, día a día, año a año, tan campantes!»— Pues eso.
Sibelius discutió con Mahler sobre ese aspecto sinfónico que señalas, Iván. Aunque el por entonces director de la Ópera de Viena fue tajante al respecto y no coincidía en nada con Sibelius. «La sinfonía es un todo, debe contenerlo todo» — manifestaba Mahler. Aunque, claro, a veces Mahler metía tantas cosas que sus sinfonías le explotaban…
Sibelius fue un compositor que provocó muchas discordias. Tal vez, su mayor enemigo fue el crítico Theodor Adorno, quien ridiculizó su música hasta extremos insultantes. Lo que sí parece un poco extraño es que, a medida que uno va escuchando sus sinfonías y llega a la Séptima, parece como si se fuese agotando su inspiración. Esta última sinfonía me parece muy forzada, como producto de un doloroso parto con consecuencias no del todo felices.
En su ancianidad, Sibelius comentaba: –«Todos los médicos que me prohibieron fumar y beber están ya muertos…»–
Genio y figura este finlandés.
Un fuerte y entrañable abrazo, amigo Iván de Argentina
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A ver ahí…
http://www.geh.org/ne/str085/m198130600001.jpg
Bendita sea esta entrada! Hace mucho tiempo escuché el Intermezzo de la suite Karelia y no pude saber como se llamaba ni de que compositor era… hasta ahora.
Sin duda el alcohol tiene algo… pero creo que el clima frío de Escandinavia también debe haber tenido un rol importante en su longevidad.
Saludos, amigos!
Bueno, Frank, pues de algo ha servido la entrada entonces. Me alegro mucho de que hayas podido resolver tu duda.
El alcohol, el clima y posiblemente su propia genética. Meterse todos los días una botella de vodka y llegar a los 92 años… Ciertamente insólito.
Un abrazo, amigo Frank
PD: Iván, ese nuevo enlace ya sí funciona. Gracias.
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Estoy plenamente convencido que Sibelius es uno de los grandes sinfonistas del siglo XX. De él me quedo con la Segunda, la Quinta y la Séptima, y luego, por supuesto, con el Concierto para violín y algunos Poemas sinfónicos.
El alcohol es una droga como cualquier otra, muy posiblemente la más aceptada socialmente en nuestras culturas, y quizá la más dura de todas.
Beethoven y Schubert, entre otros, también empinaban bastante el codo apuntando a las estrellas, y de ellas, como Sibelius, sacaban gran inspiración.
Salud, paz, sonrisas y cordiales saludos.
Elgatosierra
Gustos aparte, nadie puede discutir la importancia de la obra sinfónica de Sibelius. Como ya afirmé en la entrada, junto con Mahler, Sibelius cierra el sinfonismo tardo-romántico.
Otro al que también le gustaba el vidrio era a Mussorgski. Hablaremos de él durante esta temporada. Yo todavía no entiendo cómo se puede componer estando bolinga, pero ahí están los casos (Y no quiero decir nada en otro tipo de músicas, donde algunos componen en estado «alucinado». Pero, en fin, esas son «otras músicas» que no vienen muy al cuento aquí).
Un felino abrazo, Gato
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Mis amigos, debo confesarles una vez más que soy un ignorante! No soy versado en Sibelius, tan sólo hasta ahora empiezo a descubrirle en un proceso lento y paulatino. Eta entrada ayuda muchísimo, sin duda.
Me ha enamorado especialmente «El Cisne de Tuonela», un Música bellísima, llena de sentimientos e introspección. Es una pieza que definitivamente obiga a la reflexión muda y silenciosa.
Fuertes abrazos.
Sibelius es un compositor que requiere de muuuuucha paciencia. Se le odia o se le admira, no existe término medio. A mí me tira mucho su Sinfonía nº2. Pero he de reconocer que no le tengo en mi particular olimpo.
Un abrazo, Iván
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