En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar una breve pieza, la Toccata y Fuga en Do mayor del compositor alemán Johann Pachelbel. En el vídeo no se dice nada al respecto, pero nos inclinamos a pensar que la versión corre a cargo del organista Joseph Payne y dicha grabación se encuentra disponible en el sello CENTAUR RECORDS (Ref 2418). Pachelbel fue uno de los primeros compositores en vincular una fuga con un movimiento preludial, como en el ejemplo del vídeo, una técnica que posteriormente fue adoptada por otros compositores como Johann Sebastian Bach. En esta pieza encontramos algunas de las características que mejor definen la obra de Pachelbel: Excelente construcción, simplicidad armónica y sentido cantabile. También es característico el uso del pedal sostenido y de un cierto aire rapsódico en el pasaje introductorio previo a la fuga. La claridad expositiva de la pieza es inmejorable y supone uno de los mejores ejemplos para acercarse a la obra organística de Pachelbel.
La fuga instrumental del siglo XVI marcará una evolución que, sin apenas solución de continuidad, culminará en Bach partiendo del ricercare imitativo. Ya a partir de principios del siglo XVII, la fuga constituyó la base de la música instrumental y empezó a expandirse por Alemania y Holanda tras practicarse en un principio sólo en Italia. Surgieron entonces dos corrientes: una que pretendía un monotematismo en la fuga recorrida como un flujo de principio a fin; y otra que prefiere introducir como elemento de tensión un contrasujeto. Pero a partir de estas dos vías, las variantes fueron muchas. El modelo básico se afianzó con la exposición de un tema principal con contratema, un segundo contratema, el tema principal en aumentación, luego en disminución y una stretta generalmente en doble disminución. El órgano fue el instrumento decisivo para desarrollar las distintas variantes de la fuga. A mediados del siglo XVII, el órgano era un instrumento sencillo, modesto en el número de los registros y generalmente muy severo en cuanto a sonoridad (nada que ver con la ampulosidad y el colorido del órgano romántico del siglo XIX). Surgieron entonces las escuelas alemanas del primer barroco, representadas por Dietrich Buxtehude en el norte y por Johann Pachelbel en el sur.
Johann Christoph Pachelbel nació el 1 de septiembre de 1653 en Nuremberg y comenzó su formación musical bajo la tutela de Georg Caspar Wecker y Heinrich Schwemmer. En 1669 se matriculó en la Universidad de Altdorf, cercana Nuremberg, y allí tuvo a su cargo el órgano de la iglesia parroquial. De 1670 a 1673, Pachelbel completó su formación musical en Regensburg para posteriormente pasar a ser organista adjunto en la catedral de San Esteban de Viena. Hombre inquieto, Pachelbel solía cambiar de aires cuando finalizaba sus compromisos. Así, llegó a ser organista en Eisenach, la ciudad natal de Bach (1677), en la iglesia protestante de Erfurt (1678), en la corte de Stuttgart (1690), en Gotha (1692) y finalmente en su Nuremberg natal, concretamente en la iglesia de San Sebaldo. Allí permaneció hasta la fecha de su muerte, ocurrida el 3 de marzo de 1706 (otras fuentes señalan el día 9 como la fecha de su óbito).
Conocido casi exclusivamente por el multi versionado Canon en re (una de las piezas musicales más retocadas de la historia, a veces con un gusto más que dudoso, durante las décadas de los años setenta y ochenta del siglo XX), Johann Pachelbel fue, sin embargo, una de las figuras más importantes del siglo XVII y uno de los organistas más prolíficos y conocidos de su época. Supo sintetizar como nadie los elementos de la Alemania Central y del Sur y dotó de un perfeccionamiento del coral para órgano como una forma musical asentada y cuya influencia posterior (Johann Sebastian Bach) resultó decisiva aunque indirecta. Con un estilo mucho más suavizado y menos rudo que el de Buxtehude, su música es ideal para ser interpretada en iglesias. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a su figura.
Estupenda obra, sublima los sentidos y el espíritu. Es íntima y discreta, como una voz sutil que invita al recogimiento y la reflexión. Creo Leiter, que este es el tipo de composición que logra despojar al órgano de ese timbre al cual se le atribuye el poder de producir incomodidad en los oyentes, tal como conversabamos recientemente. La carga de extrema solemnidad que inunda sus sonoridades, se ve aquí sustituida por una suavidad extrema dotada de la virtud de conducir al oyente a un estado de tranqulidad que no supone quietud o inactividad: el cuerpo quizás descanse pero el «otro yo» está en permanente movimiento, se inscribe en el «perpetuum mobile» de la elevación universal.
Esta es la auténtica fusión con la Divinidad.
Maravilloso artículo, muy dotado de conocimiento además de una redacción del todo embrijante y cautivadora. La explicación que hoy nos brindas no ha podido ser mejor.
Saludos, amigo y hermano.
La música para órgano de Pachelbel resulta más accesible para los oyentes menos dados a este instrumento por su carácter más transparente y ligero. Frente a la sobriedad de los organistas del norte, Pachelbel se nos presenta como más ameno y grácil. Y como ya comenté en tu blog, a mí el órgano me resulta un instrumento muy complicado de asimilar por su aparente conglomerado armónico y por su timbre un tanto inquietante, dicho esto desde mi personal perspectiva. Pero Pachelbel es una llave ideal para entrar en este universo sonoro.
Mi abrazo, amigo y hermano Iván
LEITER