En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar el Estudio Op.35, nº2, del compositor catalán Fernando Sor. La interpretación, del todo deliciosa, corresponde al dúo de solistas formado por Kaori Muraji, una excepcional guitarrista natural de Tokio y ganadora del prestigioso Concurso Internacional Leo Brower, y por Kiyoshi Shomura, guitarrista también japonés cuyo repertorio está fundamentalmente dedicado a la música contemporánea. La breve pieza está constituida por una bellísima melodía en tono menor y compás de 3/4 de marcado acento melancólico que se ve continuada por otro motivo derivado que se resuelve mediante unas extraordinarias modulaciones armónicas. La obra, pese a su brevedad, es una verdadera preciosidad y me apuesto lo que queráis a que muchos/as de vosotros volvéis a visionar el vídeo una vez que éste haya finalizado.

 Durante el período de la Ilustración la música instrumental conoció un verdadero auge en España en virtud del gran número de instrumentistas de cuerda italianos que llegaron a nuestro país para trabajar al servicio de una nobleza que rivalizaba entre sí por el brillo de sus fiestas musicales. Sin embargo, el instrumento que se vio más favorecido en este período fue la guitarra española, instrumento que llegó a ponerse muy de moda y que incluso acompañaba partes de las tonadillas. Tenemos constancia histórica de un curioso personaje llamado Miguel García — más conocido como Padre Basilio — del que sabemos que fue profesor de Dionisio Aguado y María Luisa de Parma, la pendenciera mujer del rey Carlos IV, y que al parecer fue autor de numerosas piezas para guitarra de carácter popular que hoy en día se han perdido. Por otra parte, en 1799 se publica el tratado Escuela para tocar con perfección la guitarra de Antonio Abreu (1750-1820) y el Arte de tocar la guitarra española de Fernando Ferandiere (1740-1816), mucho más importante que el anterior y cuyo autor también habría de publicar un tratado sobre el violín. Con todo, los dos grandes guitarristas españoles de la ilustración tardía fueron Dionisio Aguado y Fernando Sor.

 Fernando Sor nació en Barcelona el 13 de febrero de 1778 e inició sus estudios musicales en la Escolanía de Montserrat y en la Academia Militar de Barcelona. Pronto se resuelve como un inquieto compositor y de esta forma, en 1797 y con apenas diecinueve años, presenta en Barcelona su ópera Telémaco en la isla de Calipso que pasó casi desapercibida. Dos años después, Fernando Sor viajó se instaló en Madrid y tuvo varios cargos administrativos que le hicieron viajar por Málaga y Barcelona. Fue durante este período cuando empezó a escribir música instrumental para guitarra y numerosas canciones también acompañadas por dicho instrumento. En 1808 Fernando Sor se opone virulentamente a la invasión francesa de España y compone varios himnos patrióticos. Sin embargo, las circunstancias dan un giro diametral en 1810 y Fernando Sor se acoge a la monarquía de José I Bonaparte, integrándose en su aparato administrativo. Como no podía ser de otra manera, en 1813 y finalizada la ocupación francesa, Fernando Sor se ve obligado a abandonar España en compañía de los invasores y ya nunca volvió a pisar este país. Instalado en Francia, el músico barcelonés obtiene un enorme éxito como guitarrista que se ve ampliado un par de años después en Inglaterra, país en donde fue requerido para ejercer como profesor y compositor de óperas y ballets. En 1823 Fernando Sor parte para Rusia y allí también obtiene un rotundo éxito como intérprete y compositor, hasta el punto de que en 1826 se le encarga el ballet Hércules y Onfalia con motivo de la coronación del zar Nicolás I. De vuelta en París, Fernando Sor tuvo una considerable estima como profesor y guitarrista. En 1830 publicó su Método para guitarra, un tratado que fue traducido a varios idiomas y que gozó de gran predicamento durante muchos años. Querido y respetado por todos sus colegas músicos y especialmente por Cherubini — el poderoso y polémico director del Conservatorio de París — Fernando Sor falleció en la capital gala el 10 de julio de 1839. Su obra para guitarra presenta tal importancia que en determinados círculos musicales se le conoce como el Beethoven de la guitarra. Nuestro humilde homenaje a este excepcional intérprete y compositor español.