La Gran Muralla china es probablemente el mayor logro de la ingeniería de todos los tiempos y también uno de los más terribles. Empezó a construirse aproximadamente hacia el año 220 a.C. por mandato del primer emperador que gobernó una China unida, el déspota Qin Shi Huang Di, quien, por otra parte, dio también el nombre con el que se conoce hoy a la China. En fechas anteriores, los pequeños y siempre enfrentados reinos del Norte ya habían construido varios tramos de muros con carácter defensivo. Sin embargo, Qin Shi Huang Di fue quien se encargó de reclutar a un enorme ejército compuesto por campesinos, soldados, presidiarios y prisioneros políticos para reedificar y unir los anteriores tramos y formar una sola barrera que atravesara las montañas de la frontera septentrional. La Muralla debía cumplir un doble objetivo: Ser un baluarte defensivo contra las hordas guerreras que habitaban en el valle de Mongolia y, por supuesto, ser también un reflejo del poder y esplendor de Qin Shi Huang Di.
El emperador chino puso al frente de su megalómano proyecto a su general de confianza, Meng Tian. Según se cuenta, unas 300.000 personas trabajaron sin cesar durante diez años para levantar la muralla, con lo que cabe imaginar que la organización de una empresa de semejantes características supuso un logro verdaderamente increíble. Pero tal éxito, como es de imaginar, también significó que uno de cada tres obreros fallecieran «en acto de servicio», con lo que la Gran Muralla es también conocida como «el mayor cementerio humano del mundo». Una leyenda cuenta que un mago predijo que la muralla no se tendría en pie de no ser que en ella se enterrase a un wan, término chino que significa 10.000. Qin Shi Huang Di buscó a un hombre que se llamara Wan y ordenó que lo mataran para, a continuación, enterrarlo en la Muralla. Pero no contento del todo con ello, el emperador decidió tomarse al pie de la letra el oráculo de aquel estúpido mago y, con posterioridad, ordenó la ejecución de 10.000 inocentes con la misma finalidad. No es extraño, pues, que en China muchas personas aludan al monumento como «la Muralla del Llanto».
La Gran Muralla resultó eficaz mientras se mantuvo bien guarnecida. Desde las atalayas defensivas se enviaba información mediante señales de humo y hogueras nocturnas, con una rapidez y coordinación inusitada para su tiempo. Sin embargo, en los siglos posteriores a su edificación quedó abandonada y hubo de reconstruirla en varias ocasiones. Fue la dinastía Sui quien se encargó de las obras de reconstrucción en el 670 d.C. y, como no querían ser menos que su ilustre antecesor, obligaron a trabajar en ella a más de un millón de personas. La mitad pereció. La Muralla adquirió su forma definitiva bajo la dinastía Ming, en el siglo XV, aunque de unos años hasta ahora, el gobierno chino ha restaurado algunos tramos de cara al turismo (Algunas voces críticas denuncian que se ha seguido empleando mano de obra reclusa)
La muralla comienza cerca del mar de Bo Hai, al noreste de Pekín, atravesando el norte de China para terminar en el desierto de Gobi. Intentar calcular con precisión sus medidas supone un verdadero quebradero de cabeza debido a las numerosas reconstrucciones, y por ello la longitud estimada varía en cientos — incluso miles — de kilómetros según la fuente que consultemos. La muralla — cuyos cimientos son de piedra, el interior de ladrillo y está recubierta de piedra — serpentea en algunos tramos y se vuelve sobre sí misma. En algunos puntos se encuentran muros paralelos así como numerosas ramificaciones difíciles de contar. Según cálculos oficiales del gobierno chino, la longitud total asciende a 6.350 kilómetros (Para hacernos una idea, es una distancia similar a la que separa Nueva York de Berlín, unas nueve horas de vuelo…). Sin embargo, un ciudadano chino recorrió la Muralla en 1990, él solito a pie de principio a fin, y obtuvo un kilometraje de 6.700 kilómetros.
La muralla era tanto una carretera como una barrera defensiva, ya que en la parte superior presenta una anchura de cinco metros y medio, suficiente para permitir el paso de una infantería de diez en fondo o una caballería de cinco en fondo. Conserva una altura media de nueve metros, siendo las atalayas de unos doce, aproximadamente. Esto parece algo realmente impresionante tras tantos y tantos siglos a la intemperie. El tramo más fácil de visitar, y también el más turístico, es el comprendido entre Pekín y el paso de Badaling, a unos 76 kilómetros al noroeste de la capital china. Otro tramo, menos conocido, se encuentra en Mutianyu, al noreste de Pekín, mucho menos visitado pese a haber sido restaurado en fechas relativamente recientes. En Badaling también se encuentran las tumbas de la dinastía Ming.
Lo que me parece increíble es que haya durado tan solo 10 años su construcción. Una obra de semejanta magnitud debería haber llevado 100 años por lo menos.
Se ve que el emperador no escatimó en chinos a la hora de construirla.
De todos modos, a mí particularmente me impresionan aún más las Pirámides de Giza. Sus aproximadas fechas de construcción, y que aún sigan en pie… es realmente increíble!
Un abrazo, Leiter.
Creo que pararse al «comienzo» de la Gran Muralla China, observar cómo se adentra en la lejanía hasta perderse de vista, y desear recorrerla, es un anhelo onírico, vertido de magia, como el Oro de los Dioses en manos de los Héroes. Y, en mi caso personal, hacerlo resultaría una actividad cargada de simbolismo, teniendo en cuenta que se extiende hasta la inmensidad del Desierto del Gobi, habida cuenta de lo que tal lugar representa para mí…Sería cómo una Búsqueda, un Peregrinaje hacía la recuperación del Saber Perdido de los Tiempos…Cuánto daría yo por reunirme con los fantasmas del pasado, aquellos que un día pisaron las hoy áridas Tierras! No miento: si algún día visito el lugar, me gustaría mucho recorrer TODA la extensión de la Muralla, tal como aquel valiente precursor. Menuda intención: es arriesgarse a atravesar China casi entera, Y NO ES NADA PEQUEÑA!
No te extrañes, querido Frank, que su construcción tan sólo haya durado diez años, pese a su magnitud. Como bien sabes, los chinos no son escasos en número, de manera que si hubierna sido un poco menos perezosos, la terminaban en un año.
Pero nada es perfecto, y tan monumental edificación se erige sobre la sangre y la vida de muchos…un sacrificio terrible. Y el diagnóstico es triste: China siempre -o casi siempre- ha estado bajo el dominio de dementes que desprecian la Vida. Observad la China moderna! el llamado Gigante Asiático, la economía poderosa, la prosperidad, etc. a costa de la pobreza de la mayoría de sus habitantes, de la sangre de miles através de los años, derramada por la bestia comunista y por el execrable atropello al Tíbet! Cuánta monstruodidad!
Pero la Gran Muralla no tiene la culpa. Larga vida a ella.
Abrazos a todos.
Que conste que yo no he estado jamás en China… Aunque es una construcción que me asombra del todo por los motivos expuestos en la entrada y por los que también citáis vosotros.
Es posible que yo también prefiera las Pirámides de Giza por el halo de misterio que conlleva su enigmática construcción.
Un abrazo, Frank e Iván
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