Desde luego, hay que ver la mala baba que tenían algunos para mencionar siempre su difícilmente pronunciable segundo apellido a la hora de invocarle, don Miquel, en una especie de «aviso para navegantes» cuando su figura sonaba en todos los mentideros políticos como la de un hipotético y futuro presidente del gobierno. Quizás este detalle no lo tuvieron muy en cuenta los asesores de aquel Partido Reformista Democrático que se fundó para neutralizar a un todopoderoso y carismático Felipe González. La llamada «Operación Roca» resultó ser un experimento poco afortunado, don Miquel, porque, dicha sea la verdad, aglutinar en torno a su contrastada figura política a sujetos como Florentino Pérez o Antonio Garrigues Walker no parecía ofrecer una imagen de homogeneidad y mucho menos de credibilidad. Usted, don Miquel, siempre fue un animal político de reconocidas y acreditadas condiciones y toda su labor a lo largo de la Democracia fue intachable. Ya se sabe que, en política, los experimentos se guardan en el cajón del sastre. Siempre será admirado por guardar las más elementales formas de cortesía parlamentaria, con independencia de sus muy precisos y certeros juicios de opinión que hacían temblar a más de uno. Gracias a usted, don Miquel, muchos tuvimos la suerte de conocer en qué consistía aquello del «seny» catalán, concepto muy referido en su tiempo pero, por desgracia, poco dado al uso. Políticos como usted son los que necesita este país: Serios y con las ideas muy claras… Aunque aquel borrón de la «Operación Roca», del que estoy seguro que no fue patente suya, pueda sugerir lo contrario. Mis saludos, don Miquel.