Puedo prometer y prometo que para mí es usted uno de los personajes más admirados de la historia de nuestra joven Democracia. No lo tuvo nada fácil: Los de derechas le acusaron de connivencia con los «rojos» y los de izquierdas desconfiaron de su pasado falangista. Ahora resulta muy curioso observar como ambas tendencias ideológicas tratan de apoderarse de sus méritos. Ya se sabe que en este país todos somos toreros… A toro pasado, claro.

Puedo prometer y prometo, don Adolfo, que siempre tuve de usted la imagen de un político cercano, amable y condescendiente. A muy pocos profesionales de la política he visto yo, puro en ristre, celebrar con una buena partida de mus cada escaño logrado por el CDS. ¡ Qué lástima que aquel proyecto político no llegara a cuajar !

Puedo prometer y prometo que llegué a dudar de usted cuando en un breve intervalo de tiempo se sucedieron su dimisión y la intentona golpista del 23-F. Muchos pensábamos que usted podría haber sabido «algo», pero su valerosa actitud frente a unos sujetos que exhibían su honorabilidad zarandeando a un indefenso anciano me hizo recapacitar de mis primeras elucubraciones. Usted no sólo dio un ejemplo de valentía, sino también de amistad, caballerosidad y sentido del deber

Puedo prometer y prometo que sigo con interés todos los avances científicos que tratan de paliar la penosa enfermedad que usted y otras muchas personas padecen. Lo más triste para un ser humano es verse despojado cruelmente de todos sus recuerdos. Pero mientras que a mí no me toque de lleno dicho mal, siempre le recordaré, don Adolfo, como una persona que hizo cuanto buenamente pudo para la consolidación de una democracia que acababa de nacer y en la que, la verdad sea dicha, muy pocos creían. Gracias, don Adolfo. Es usted un verdadero patriota.