Grandes interpretes Mstislav Rostropovich
Mstislav Rostropovich fue uno de esos intérpretes que lograron alcanzar una popularidad que traspasó los límites de su propia actividad musical. Vivió de cerca los grandes acontecimientos mundiales protagonizados por la URSS; acabó exiliándose a mediados de la década de los setenta por defender al escritor Solzhenitsyn y acabó retornado a una nueva Rusia tras tocar su violoncelo frente a las ruinas del Muro de Berlín.
Fue un enamorado de España, país que resultó casi adoptivo en su singladura existencial, gracias a su amistad con la reina doña Sofía. Quien esto escribe, tuvo el inolvidable privilegio de asistir en primera fila a uno de los ensayos que efectuó con la Orquesta Sinfónica de RTVE en el antiguo Teatro Real de Madrid con ocasión de un concierto en el que interpretó el Concierto en Do mayor de Haydn para posteriormente dirigir la Quinta de Shostakovich. Rostropovich derramaba música por los cuatro costados.
Mstislav Rostropovich nació en Bakú (Azerbaiyán) el 27 de marzo de 1927 en el seno de una familia muy aficionada a la música y especialmente al violoncelo. Con cuatro años, recibe de su madre sus primeras clases de piano (Rostropovich fue también un gran pianista) y con ocho ingresa en la Escuela Infantil de Música de Moscú para preparar su acceso al Conservatorio, hecho que se produce en 1937. Allí se pone bajo las órdenes de Senyon Kozopulov, jefe del departamento de violoncelos del Conservatorio, miembro del Cuarteto Moscú y fundador de la moderna escuela soviética de violoncelo. El binomio artístico resultó perfecto y Rostropovich, con sólo 18 años, obtiene el premio especial del Conservatorio.
No tarda también en conquistar el Concurso Internacional de Praga (1947) y el de Budapest (1949), galardones que le abren las puertas de una imparable carrera como concertista. El talento del joven Rostropovich es divulgado mediante largas e inacabables giras lo largo de toda la Unión Soviética que compagina con sus actividades docentes en el Conservatorio de Moscú. Así, de forma inusualmente precoz, es galardonado con los Premios Lenin y Stalin y condecorado como Artista del Pueblo de la Unión Soviética. Durante la década de los años cincuenta, Rostropovich acomete su carrera internacional y ofrece conciertos en Occidente.
En marzo de 1956 debuta en el Festival Hall de Gran Bretaña y al mes siguiente en el Carnegie Hall de Nueva York. La crítica se rinde ante el peculiar estilo de Rostropovich. Pero es en la década de los sesenta cuando Rostropovich se convierte en artista internacionalmente reconocido gracias a sus conciertos y recitales por toda Europa. En esos años, aparte de acompañar en ocasiones como pianista a su esposa, la soprano Galina Vishnievskaia, empuña también la batuta y dirige Eugenio Oneguin en el Bolshoi y en París. Desde entonces, Rostropovich alterna su carrera como virtuoso del violoncelo con la de director de funciones en el Bolshoi, logrando también una enorme reputación como director. Su figura era ya legendaria en todo el mundo, especialmente en la Unión Soviética, cuando en 1974 decide abandonar la URSS ante el apoyo que brinda al entonces Premio Nobel Alexander Solzhenitsyn.
El conflicto se inició en 1970, cuando Rostropovich escribió un carta a los periódicos y revistas soviéticas defendiendo al autor de Archipiélago Gulag como protesta a las restricciones a su libertad. En el mismo año de su exilio, Rostropovich recibe el premio de la Liga Internacional de Derechos Humanos. Su salida de la URSS, estado que le retiró la nacionalidad soviética en 1978, coincidió con un impresionante resurgimiento de su carrera como solista y director. En 1977, sucede a Antal Dorati como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional de Washington y también es nombrado director del Festival de Aldenburgh, evento que fue fundado por su íntimo amigo, el compositor Benjamin Britten.
La amistad de Rostropovich con la reina doña Sofía conllevó que el artista actuase con asiduidad en España, país del que Rostropovich se enamoró desde el primer momento, llegando a inaugurar el Festival de Cadaqués en 1990. Ese mismo año, y dados los acontecimientos que se produjeron en Rusia, Rostropovich volvió a pisar su tierra natal y se mostró como un fiel aliado del entonces presidente Gorbachov durante el intento de golpe de estado en 1991 (Rostropovich llegó a ser fotografiado portando una metralleta durante aquellos inquietantes episodios). A partir de entonces se instaló de nuevo en Rusia y llegó a ser homenajeado por el gobierno presidido por Vladimir Putin. En 1994 abandona la titularidad de la formación norteamericana y reduce su actividad como solista. Vivió sus últimos años con extraordinaria placidez, olvidando el forzoso exilio al que se vio sometido, y colaborando en diversas actividades culturales y benéficas promovidas por el gobierno ruso. Falleció a causa de un cáncer el 27 de abril de 2007 en un hospital de Moscú.
Rostropovich supo conjuntar una técnica perfecta con una musicalidad fuera de lo común, algo de lo que sólo unos pocos y elegidos intérpretes pueden presumir. Su dominio abarcaba todos los registros, especialmente los agudos, con una afinación y un sonido verdaderamente portentosos. El tipo de sonido que obtenía con su instrumento, vigoroso y a la vez enérgico, se identificaba muy bien con la música escrita a partir de Beethoven, aunque ello no significa que compositores como Bach o Haydn no fuesen magistralmente abordados por el violoncelista de Bakú. Pero es realmente en el repertorio decimonónico donde Rostropovich se mostraba inigualable, con interpretaciones de verdadera antología. Muchos compositores escribieron obras para él — alrededor de 60 obras le fueron dedicadas — y, de esta forma, Shostakovich le dedicó sus dos conciertos para violoncelo; Prokofiev, una sonata y una sinfonía concertante; Britten, tres suites, una sonata y una sinfonía… La extensa lista se completa con Beck, Berio, Boulez, Dutilleux, Fortner, Ginastera, Halffter, Henze, Holliger, Huber y Lutoslawski.
Rostropovich poseía varios violoncelos de gran calidad, pero uno de ellos sobresalía por encima de todos, el célebre Duport, un Stradivarius construido en 1711. Rostropovich se lo compró en 1974 a Gerald Warburg en un excelente estado de conservación, excepto una señal en la parte baja de su cuerpo supuestamente causada por el mismísimo Napoleón tras solicitar examinar el instrumento luego de un concierto ofrecido por Jean Louis Duport. A la muerte de este antiguo intérprete, el instrumento pasó a ser propiedad de su hijo, quien lo vendió en 1843 a August Franchomme, uno de los mejores violoncelistas franceses del siglo XIX, por la cifra record en aquellos tiempos de 22.000 francos. No resulta entonces extraño que un instrumento que fue pasando por sucesivas generaciones de afamados violoncelistas haya generado, en manos de Rostropovich, un sonido fascinante y de una calidad difícilmente superable.
Aparte de los galardones y méritos obtenidos en la URSS y ya mencionados, Rostropovich acaparó numerosos honores durante su exilio: Miembro de honor de la Academia de Santa Cecilia de Roma, de la Academia de Arte y Ciencia de los EEUU y también de la Royal Society inglesa. En 1976 recibió el prestigioso Premio Ernst von Siemens y fue nombrado Caballero de la Orden del Imperio Británico. Además, fue investido Doctor honoris causa por las universidades de Harvard, Yale, Cambridge y Sussex. Junto con Yehudi Menuhim, recibió en 1997 el Premio Príncipe de Asturias por la Concordia y unos años más tarde el Premio de la Fundación Wolf de Jerusalén.
Rostropovich dejó un legado discográfico
Abarcó todo el repertorio fundamental de la música escrita para violoncelo.
Así, podemos destacar:
- Suites para violoncelo solo de Bach (EMI);
- las 5 Sonatas para violoncelo y piano de Beethoven, acompañado por Sviatoslav Richter (DECCA);
- el Triple concierto de Beethoven, acompañado por Oistrakh, Richter y la Filarmónica de Berlín dirigida por Karajan (EMI);
- la Rapsodia hebraica de Bloch, acompañado por la Orquesta Nacional de Francia dirigida por Leonard Bernstein (EMI);
- las Sonatas para violoncelo de Brahms, acompañado por Rudolf Serkin (DG);
- la Sinfonía para violoncelo de Britten, acompañado por la Sinfónica de Londres dirigida por Rozhdenstvenski (INTAGLIO);
- las Variaciones rococó de Chaikovski, acompañado por la Sinfónica de Boston dirigida por Ozawa (DG);
- el Concierto para violoncelo de Dutilleux, acompañado por la Orquesta de París dirigida por Serge Baudo (EMI);
- el Concierto para violoncelo de Dvorak, acompañado por la Filarmónica de Londres dirigida por Giulini (EMI: Grabación antológica, mítica e insuperable);
- los 2 Conciertos para violoncelo de Haydn, acompañado por la Academy of St. Martin-in-the-Fields dirigida por Iona Brown (EMI);
- el Concierto para violoncelo de Saint-Säens, acompañado por la Filarmónica de Londres dirigida por Giulini (EMI);
- el Concierto para violoncelo de Schumann, acompañado por la Orquesta Nacional de Francia dirigida por Leonard Bernstein (EMI);
- el Concierto nº1 para violoncelo de Shostakovich, acompañado por la Orquesta de Filadelfia dirigida por Ormandy (CBS);
- Don Quijote de Richard Strauss, acompañado por la Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan (EMI).
Nuestro humilde homenaje a este grandioso violoncelista.
Totalmente de acuerdo, Leiter, desde mi humilde punto de vista un genio, fascinante.
Voy a disfrutar de lo lindo escuchando un ratito.
Besos y buenas noches.
Ok, reina. Ese es el objetivo de todo esto, ni más ni menos.
Si me lo permites, te recomiendo encarecidamente el concierto de Dvorak.
Besos, muchos besos
LEITER
He escuchado pocas piezas que me gusten más que esa Suite para violoncelo de Bach. A ver si la encuentro y me la regalo.
Besos
Ahora voy con Dvorak!!
¡Qué bueno!
Ahí te dejo unas pistas:
Las Suites para violoncelo de Bach las tienes en EMI CLASSICS (Ref 55363) una caja de dos CDs. Fueron grabadas en Vezelay, Francia, en 1991. Esta integral es considerada de auténtica referencia.
El Concierto de Dvorak lo tienes también en EMI CLASSICS (Ref 67594) en la misma versión del enlace, con Giulini dirigiendo a la London Philharmonic. También se ofrece el Concierto de Saint-Säens. El Cd fue grabado en 1977 en Londres.
Por cierto, EMI no me paga nada por darle publicidad…
Besos, muchos besos
LEITER
Sin duda, un genio con formación musical integral. Director, pianista, celista…Cuando se escucha un violoncelo en manos de Rostropovich, sucede algo similar a cuando se escucha un piano ejecuado por Rubinstein o una orquesta dirigida por Karajan: hay una sensación diferente para el oído, proveniente de un sonido muy particular que le imprime el ejecutante. Rostropovich es un mundo en sí mismo.
Recuerdo un comentario de Seiji Osawa, quien decía, después de escuchar Don Quixote de Richard Strauss, que la interpretación del genio ruso dejaba la impresión, QUE ROSTROPOVICH ERA EL PROPIO DON QUIXOTE…Véanlo todos ustedes amigos: eso es prueba de mi comentario anterior.
Y no sólo quiero resaltar al músico sino al ciudadano: un valiente que se opuso como un guerrero a las infamias del atroz Comunismo, el peor mal del siglo XX. Eran años muy difíciles. SALVE MSTISLAV!!! Eso se llama HONOR.
Bueno, luego de mi emoción (pido perdón por mi apasionamiento), prefiero emocionarme una vez más escuchándo ese DON QUIXOTE de Rostropovich, la Berliner Philharmoniker y Herr von Karajan…Un plato musical único.
Leiter, no te prreocupes si EMI no te paga por hacerles publicidad…Yo me inventé la FLAUTA MÁGICA y nadie me dice MOZART…
Un gran abrazo a tí y a los queridos amigos que aquí escriben.
I. v. Paixao
¡Hombre, Iván! Se agradece tu visita.
Bueno, ahí dejo el enlace de Don Quixote (Aunque en versión de Karajan)
¿Cómo pretendes que te invoquen como Mozart? ¿No has escuchado nunca eso de que «no tomarás el nombre de Dios…»?
Por cierto: Siguen sin pagarme los de EMI…
Un fuerte abrazo, amigo Iván
LEITER
Valiente cuando salió en defensa de Solzhenitsyn. Y generoso después, cuando supo perdonar y volvió a la Rusia que lo había expulsado.
La historia del Duport me encanta: es una historia dentro de otra historia.
Y la foto que has elegido para ilustrar el post me parece antológica.
El otro día comentabas que el Cello es el instrumento más noble de la orquesta. ¿Tendrá Rostro algo que ver en ello?
Me ha gustado mucho el comentario de Ivan Paixao, sobre todo cuando dice que Rostropovich tenía un sonido especial, como Mr. Rubinstein o el gran Karajan, y que era un mundo en sí mismo. Así es.
Yo que Rostro era el Cello. Y el Cello, él.
Pocas veces, por no decir ninguna, y corrígeme, maestro, si me equivoco, un instrumento y un intérprete han estado tan unidos.
Bueno, más que echarle la URSS, él sólo se largó y no volvió hasta los años noventa. Debemos tener en cuenta que Rostropovich no fue el más crítico con el sistema (Realmente fue un tanto oficialista hasta lo de Solzhenitsyn). Pero, obviamente, ¡Cualquiera aguantaba a la Nomenklatura de la banda del borracho Breznev! el tío más patético de la historia de la URSS (No el más malvado, que los hubo más que él). Rostropovich se sentía muy dolido con estos personajillos de opereta; pero, como muchos otros artistas, se sintió orgulloso hasta entonces de la URSS, como prueba el hecho de su aceptación de las condecoraciones más altas (Algo raro pasa en Rusia. Ahora, con Putin, parecen querer revivir el «esplendor» de la antigua URSS, adoptando cierta parafernalia de la misma. Largaron el bobalicón himno ruso y volvieron a poner el de la URSS con la letra cambiada, que a su vez había sido cambiada por los comunistas… ¡Vaya lío!)
Sí, Rostropovich tiene mucho que ver con eso de que el violoncelo sea el instrumento más noble de la orquesta (Bueno, eso fue una libre apreciación mía). Pero el que más hizo por relanzar y dignificar el instrumento no fue el ruso; fue un señor español llamado PAU CASALS (Del que hablaremos en su momento)
Iván tiene toda la razón: Hoy en día, el violoncelo es a Rostropovich lo que una orquesta a Karajan o un piano a Rubinstein. Gustarán más o menos, pero su peculiaridad y afinidad es indiscutible. Muy buena, repito, esa apreciación de nuestro amigo Iván.
Difícil pregunta la que me haces al final, querido Kapellmeister: En mi humilde opinión, hay un caso extremo: Heinz Holliger y el óboe (Vale, hablaremos en breve de ese tema)
Un abrazo, Ángel
LEITER
Perdón, había entendido mal lo del exilio.
Leiter, lo de la afinidad o especial relación de Rostro con el Cello se me ha ocurrido mientras escribía el comentario. No tiene mayor importancia, Además, supongo que, como comentas, hay casos todavía más paradigmáticos, como el de Holliger con el oboe o el del mismo Pau Casals con el Cello. En cualquier caso, gracias por la aclaración.
Por cierto, muy buenos los enlaces los que has puesto. El del Quixote de Strauss, que escucho mientras escribo este comentario, me gusta especialmente.
Y bellísimo el requiem de Fauré. Lo he escuchado antes y me ha parecido levantar literalmente los pies del suelo. Maravilloso.
¡Fabuloso el Requiem! Si me lo permites, no dejes de escuchar el enlace del Requien de Lloyd Weber que nos brindó Franky.
Nada que perdonar, Ángel, por Dios: El tema es que Rostropovich tuvo la dignidad de largarse de la URSS días antes de que le echaran. Eso era lo habitual. Te cerraban todas las puertas y sólo tenías una posibilidad: Exilio. Da igual cómo lo llamemos de una manera más o menos técnica.
Una pregunta, Kapellmeister: ¿Te gustaría que hablásemos de Narciso Yepes esta temporada? Sabes perfectamente porqué te lo pregunto. Y, ojo, que no es favoritismo. Fue un altísimo y reputadísmo intérprete. Venga, si quieres, le dedicaremos a no tardar una entrada.
Un abrazo, Ángel
LEITER
¡Por supuesto!, será muy especial para mí.
Tuve la oportunidad de verlo actuar en directo hace muchos años. Fue en un instituto de bachillerato de mi pueblo. Me llevó mi madre. Tengo un recuerdo grato pero algo difuso.
La verdad es que no lo conozco mucho a pesar de ser paisano. No creas que por aquí se le hacen muchos recordatorios u homenajes…,de manera que será en Leiter´s Blues, cómo no, dónde haya de aprender lo más relevante de su figura.
Muchas gracias, Leiter, aunque digas que no es favoritismo.
Casi se me escapa esta semana sin hablar de Don Rostro (povich). Es que es difícil abarcar en algunas líneas a figuras de semejante talla, que en algún momento pudieron parecer Quijotes contra Molinos de viento, y que alcanzaron a vivir para ver derruidos esos molinos. Los rusos de aquella época sufrieron en exceso; cuántos amigos, familiares, expectativas, en fin, sacrificados por veleidades políticas, por mero cálculo estrecho. A veces vivir equivalía a despedirse continuamente. Una queridísima amiga de Bielorrusia reflexionaba una vez en voz alta (pero por chat) que, para ella, en tiempos de Stalin nadie podía enamorarse, porque cómo podía alguien amar a otro si ese otro podía morir por las más repentinas razones. Sumemos todo eso a un gran corazón, además de un soberano talento, y entenderemos un poco por qué el cello de Don Rostro sonaba así, cantando con voz y vida propia. Había por detrás muchas cosas que necesitaban ser comunicadas. Algo así como la memoria de los ausentes.
Por supuesto que no basta una buena causa para ser un genio del arte. Don Rostro era de esos seres bendecidos con dones únicos, un verdadero privilegiado. Pero si algo valoro de él aparte de ese inmenso talento, es la determinación de no recluirse nunca en una torre de marfil. A menudo los artistas toman «poses» y se distancian. Este hombre siempre estuvo cerca, y por eso siempre lo estará.
Viva Rostropovich!
¡Qué cierto es todo lo que comentas!
El mérito de Rostropovich, de Shostakovich y de otros tantos paisanos rusos fue el de hacer música bajo el manto de un bárbaro demoníaco llamado Stalin. (Por otra parte, un tío con unos gustos musicales patéticos y desfasados). De igual manera, admiro a Furtwängler por haber asumido la responsabilidad musical de Alemania en los tiempos del otro gran enfermo mental nazi (Cuyos gustos pictóricos no le iban a la zaga a los de Stalin ¿Por qué se pelearon entonces dos individuos tan siniestros?)
Bromas aparte, yo nunca he escuchado un violoncelo en la manera que nuestro admirado Rostro lo tocaba. Como bien dices, unió talento y sentimiento. Eso, muy pocos. Tal vez Rubinstein.
La memoria de los ausentes: Yo creo que sólo la música puede expresar esa memoria en toda su amplitud. Y Rostropovich lo hizo. De ahí la grandeza de su figura.
PD: Intenté hablar con él entre bastidores pero… En mi camino se interpuso la Reina Doña Sofía (Mejor dicho: Su cohorte de guardaespaldas) Ni siquiera tengo su autógrafo. En fin… Ese día también llegué a casa deprimido.
Un abrazo, Joaquín
LEITER