Franz Joseph Haydn fue un compositor austriaco

Su padre era carretero y ejercía eventualmente como juez de paz y, aunque no tenía ni idea de música, apreció la buena voz de su hijo y se lo confió a un hermanastro para que se encargara de su educación musical. Con apenas siete años, Haydn salió de Rohrau y no regresó jamás. Aquel tío, con acreditados conocimientos musicales, le insufló el arte de Orfeo a Haydn a base de leña, que para eso vivían en ambientes rurales, pero el bueno de Haydn nunca guardó rencor por ello y siempre reconoció en su tío a su primer y más importante maestro musical. En 1740 superó las pruebas de admisión para el Coro de Viena y fue inscrito como Niño Cantor, feliz circunstancia que conllevó que Haydn pasara más hambre que Carpanta como consecuencia del escaso presupuesto que dicha institución tenía para la manutención de los críos. Y, como donde no come uno tampoco lo hacen dos, a partir de 1745 tuvo que apechugar con su hermano menor Michael, quién también pasó a engrosar las filas de los Kindersinger. Al pobre Haydn le cambió la voz con la edad, por lo que todos los méritos familiares eran para su hermano. Y, por si fuera poco, los regidores del Coro no sabían cómo despedirle y tuvieron que aprovechar una pesada broma que gastó a uno de sus compañeros — Le cortó la peluca a golpe de tijeras — para expulsarle de la institución. Así, en 1749, Haydn se vio solo en Viena, con el mismo hambre de siempre y sin un céntimo en los bolsillos.

* Nacido en Rohrau, región fronteriza entre Austria y Hungría, el 31 de marzo de 1732
* Fallecido en Viena el 31 de mayo de 1809

Franz Joseph Haydn

Franz Joseph Haydn

Allí, se tuvo que ganar la vida tocando el órgano y el violín y trabajando como criado del compositor Pórpora, quién pagaba sus servicios con zapatos remendados y camisas usadas. Haydn siempre fue un hombre que tuvo la extraña virtud de recibir golpes de suerte en los momentos más delicados y así no tardó en llegarle una oferta del conde Morzin, en 1758, como compositor particular, con la única condición de que no podía contraer matrimonio estando bajo su servicio. Como basta que a uno le prohíban algo sin motivos para que se sienta más atraído por ello, Franz Joseph Haydn se enamoró de la hija de un peluquero, pero ésta se acabó metiendo (o la metieron) a monja. Haydn, preso del amor y contraviniendo las órdenes del conde, decidió entonces casarse con su hermana (Hay que ver cuánta mala leche pueden tener algunos personajes) y, en otro golpe de suerte, al conde le empezaron a ir mal las cosas y tuvo que romper los compromisos con todos sus músicos. Lo que parecía una desgracia se tornó en una gran alegría, ya que Franz Joseph Haydn fue recomendado al príncipe Esterházy, quién necesitaba un ayudante de maestro de capilla, y fue contratado el 1 de mayo de 1761, comenzando una vinculación con esta noble casa que duró casi todo el resto de su vida. Aunque, para que no todo fueran venturas, el estrafalario matrimonio de Franz Joseph Haydn pronto comenzó a hacer aguas por todos los sitios.

Haydn se alojó en Eisenstadt y anualmente recibía un buen salario, mas los golpes de suerte continuaron: En 1762 falleció el Príncipe y le sucedió su hermano Nikolaus, amante del lujo sobre el lujo, quién decide que él no va a ser menos que nadie y construye la fastuosa mansión de Esterháza, en donde en 1768 Haydn y sus muchachos de la orquesta se instalan. Allí siguió componiendo sinfonías y conciertos a un ritmo que nadie hoy en día puede explicarse y, mucho menos, si tenemos en cuenta su calidad. Ello provocó las envidias de su superior, el Maestro de Capilla Werner, un chivato que le tenía envidia y que le fue al Príncipe con no sé que cuentos y otras historias que cuestionaban la labor de Haydn. Haydn recibió una amonestación del Príncipe en la que venía a decir que se dejase ya de componer tantas sinfonías y conciertos y se pusiera de una vez a componer para la gamba, que no es lo que a primera lectura uno pueda imaginar, sino que se trata de un instrumento de la familia de las violas.

Es posible que sea este el motivo de las numerosas composiciones de Franz Joseph Haydn para gamba. Pero, en otro golpe de suerte, Werner murió y Haydn fue nombrado Maestro General de Capilla. Pese a la subida de categoría y de salario, no todo fue un camino de rosas para el maestro. Haydn se vio obligado a litigar en innumerables peleas tabernarias entre los miembros de su orquesta. En una de esas riñas, un flautista perdió un ojo y todo. Y estás peleas ocurrían, en buena medida, porque los músicos debían abandonar a sus mujeres durante la temporada de verano. En aquel de 1772, la estancia del Príncipe se demoraba día tras día sin aparentes motivos, provocando los lógicos ardores humanos de unos músicos que, entre otras cosas, eran también seres de carne y hueso. Por lo tanto, en las tabernas, las riñas estallaban con progresiva y preocupante frecuencia. Dicen que la Sinfonía 45 «Los Adioses», fue una petición reivindicativa de Haydn para que el Príncipe se largara ya de una vez por todas (La obra concluye con la salida de la escena de un músico tras otro… Así hasta toda la orquesta) y que de esta forma los músicos pudieran aplacar sus incontinencias pasionales. Al parecer, el Príncipe se dio por aludido y se fue con viento fresco, por lo que aquella misma noche Haydn y sus chicos no tocaron precisamente la gamba.

Pasaron los años y Franz Joseph Haydn se empezó a sentir preso en Esterháza aunque, la verdad, allí hacía lo que le venía en gana la mayor parte del año. Pero anhelaba viajar a Viena con más frecuencia, sin las obligaciones corporativas de su cargo. Durante los últimos años, y sin él saberlo, Haydn se había ganado una merecidísima reputación en toda Europa como compositor y, con permiso del Príncipe, comenzó a trabajar en encargos que le llovían del exterior, aunque tuvo que hacer frente a desalmados que falsificaban su firma en obras del todo infumables. Se cuenta que pudo conocer personalmente a Mozart en 1784 y que se quedó embobado con su música, como les ha ocurrido a todos los músicos, claro. El siguiente golpe de fortuna no tardó en llegar: El príncipe Nikolaus murió en 1790 y su sucesor pasaba olímpicamente de la música, por lo que Franz Joseph Haydn se vio por fin libertad de todo compromiso, tras casi 30 años de relación con los Esterházy.

Haydn no desaprovechó su estrenada libertad y partió raudo para Viena, pero pronto (de nuevo la Diosa Fortuna) recibió una invitación para ir a Londres con un contrato de ensueño. No se lo pensó y en el mismo 1790 arribó a las islas. Allí fue recibido como una auténtica figura de renombre y así, el viejo Franz Joseph Haydn, pudo vivir una nueva juventud. De esta época son sus Sinfonías Londinenses y mucha más obra aunque, para ciertos especialistas, no es precisamente lo más selecto del maestro. Tal fue el éxito que llegó a alcanzar en las giras de conciertos por las tierras británicas que fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Oxford en 1792. Para celebrarlo, comenzó a filtrear con la esposa de un famoso compositor. En ese mismo año, regresa a Viena no sin antes pasar por Bonn, donde conoció a un tal Beethoven, un joven músico que al parecer prometía. Franz Joseph Haydn le indicó que fuese a Viena a recibir sus lecciones y tan fecunda colaboración duró hasta 1794, aunque con altibajos. En una carta, Haydn afirmó que Beethoven sería uno de los grandes y que estaría orgulloso de haber sido él su maestro. (La verdad, que un poco vanidoso resultó Haydn). Pero al viejo maestro le iba la marcha londinense — Y sus correspondientes ganancias monetarias — y para allí que volvió en 1794, estrenando sus últimas sinfonías. Regresó en 1795, con su amasada fortuna, y curiosamente volvió a colaborar para un Esterházy, aunque sin las estrictas obligaciones de antaño. Treinta años pesan mucho en la mente de cualquier individuo. De esta época son sus principales oratorios.

En sus últimos años la salud le comenzó a abandonar pero no así el torrente de inspiración creativa aunque, desgraciadamente, no pudo plasmarlo del todo. En marzo de 1808 hizo su última aparición pública en Viena, en una interpretación de La Creación dirigida por Salieri (Este Salieri tenía la manía de perseguir a los genios en sus últimos días). Allí fue donde se despidió de Beethoven. Murió un par de meses más tarde, el 31 de mayo de 1809, mientras Viena era de nuevo ocupada por las tropas de Napoleón. Como una triste ironía del destino, sus restos reposan hoy en Eisenstadt, en un mausoleo que el príncipe Paul Esterházy mandó erigir en el siglo pasado, concretamente en 1932. Al final, Haydn regresó a la cárcel.

La música de Haydn está compuesta para su uso instantáneo y placer inmediato, sin enormes ni trascendentes pretensiones. Sus obras son prodigiosamente discretas y de gran belleza melódica. Es difícil superar lo que hizo Haydn: Componer tantísimo y, además, hacerlo meridianamente bien.

OBRAS

– 104 Sinfonías, destacando la 45, 48, 99 y 102.
– 24 Conciertos para diversos instrumentos, destacando dos para violoncelo y uno para trompeta. También una Sinfonía Concertante.
– 83 Cuartetos de cuerda, destacando los Op. 76 y 77
– 32 Tríos para piano, violín y violoncelo.
126 Tríos para Baryton, viola y violoncelo, destacando el 63
– 52 Sonatas para piano, destacando la 52
– Docenas de partitas, serenatas, divertimentos y obras similares
– 20 Óperas, destacando La Isla Desierta
– 13 Misas, destacando la Harmoniemesse
– 6 Oratorios, destacando La Creación y Las Cuatro Estaciones
Cantatas, canciones y otras obras para voz sola. Además, unos 450 arreglos de canciones populares británicas.