Cerrado durante más tiempo que otros países asiáticos a la influencia occidental, Japón acabó por asimilar como ningún otro la cultura euro-americana y su modo de vida. Esto no supuso una pérdida de identidad nacional, sino que se estableció un concepto de doble-identidad como moderna nación industrializada y país de rica tradición cultural. En base a su prosperidad (aunque muy tocada desde el catastrófico seísmo ocurrido en marzo de 2011), Japón siempre ha mostrado un enorme interés por las artes autóctonas y por el concepto musical occidental. La naturalidad con la que el músico japonés asimila los lenguajes extranjeros se expresa también en la exportación de artistas altamente cualificados en el mercado internacional de los talentos musicales. Hoy en día, Japón es uno de los países más representados por el arte sonoro europeo y sus solistas son muy apreciados en las salas de conciertos de Europa y América por su celebrado virtuosismo. A nivel de dirección orquestal, posiblemente sea Seiji Ozawa el director japonés más conocido y respetado. En muy pocos años, Ozawa alcanzó la fama y la categoría de estrella en el panorama musical internacional. Tras unos años en los que la enfermedad se ha cebado con su cuerpo, Ozawa parece haber retomado el vuelo artístico con nuevos y renovados bríos. De todas formas, en marzo de 2012, Ozawa anunció su retirada durante un año para recuperarse del todo de su debilitada salud.
Seiji Ozawa nació el 1 de septiembre de 1935 en Fentien, antigua provincia perteneciente a la región china de Manchukuo ocupada por las tropas japonesas y en la actualidad bajo administración china con la denominación de Shenyang. Hijo de padre sintoísta y de madre cristiana de orígenes japoneses, el pequeño Seiji educó su oído al modo occidental en base a las piezas cristianas que su madre le cantaba en la intimidad. En 1944 la familia decidió retornar a Tokio y allí Ozawa comenzó su formación musical con el pianista Noboru Toyomasu, mostrando un absoluto desinterés por los instrumentos musicales tradicionales de la música japonesa. Ya en 1953, Ozawa accedió a la Escuela Musical Toho Gakuen de Tokio con la intención de prepararse para ser concertista de piano. Sin embargo, un accidente producido durante la práctica del rugby y que le fracturó los dedos índices de ambas manos le obligó a dejar el piano, cambiando sus perspectivas musicales por la composición y la dirección orquestal. Alumno en esta última materia del profesor Hideo Saito, Ozawa debutó como director en 1958 al frente de la Orquesta Sinfónica de la Radio Japonesa tras finalizar sus estudios y obtener las máximas calificaciones y premios. Fue entonces cuando Ozawa decidió ampliar su formación en Europa. Alrededor de 1960, Europa era para los japoneses un continente casi inalcanzable y Ozawa se vio obligado a trabajar en el barco mercante durante la travesía, llegando a Europa con sólo 100 dólares en el bolsillo y una motocicleta de la que había prometido hacer propaganda para una empresa japonesa. (Al parecer, Ozawa logró vender varios ejemplares de dicha moto en Francia e Italia). A punto de abandonar su carrera musical para convertirse en representante de la firma motociclista japonesa, por fortuna Ozawa decidió presentarse ese mismo año de 1960 al Concurso Internacional de Dirección de Besançon, logrando el primer premio. Admitido como alumno en Francia de Eugéne Bigot y Charles Munch, el talento de Ozawa no pasó desapercibido para nadie y el propio Munch le consiguió una beca para estudiar en el Berkshire Music Center de Tanglewood, Boston. Allí estudió bajo la tutela de Munch y de Monteux, logrando también el primer premio de dirección orquestal en el Concurso Koussevitzki. Este galardón le permitió obtener una beca para trabajar como asistente de Herbert von Karajan en la Orquesta Filarmónica de Berlín, ciudad en donde también conoció a Leonard Bernstein quien, impresionado por las facultades de Ozawa, decidió llevárselo también a Nueva York como director asistente de la Orquesta Filarmónica de dicha ciudad por un período de cuatro años. Ozawa debutó al frente de la orquesta neoyorquina en abril de 1961 en el Carnegie Hall y un año más tarde decidió regresar a Japón para hacerse cargo de la Orquesta Sinfónica de la NHK de Tokio (la antigua Sinfónica de la Radio Japonesa). Pero Ozawa se enemistó con los miembros de dicha formación y unos amigos le propusieron dirigir otra orquesta, la Filarmónica de Japón, con la que Ozawa obtuvo un enorme éxito.
Durante los años siguientes, Ozawa trabajó regularmente tanto en Japón como en los EEUU, país en el que desde 1964 a 1971 se hizo cargo de los conciertos veraniegos de la Orquesta Sinfónica de Chicago. En 1965, Ozawa obtuvo su primer cargo de verdadera relevancia al ser designado director musical de la Orquesta Sinfónica de Toronto en sustitución de Walter Susskind, cargo que ejerció hasta 1970. El progreso artístico de Ozawa resultó del todo meteórico y desde entonces su presencia fue constantemente requerida para dirigir como invitado en Inglaterra y América. De esta forma, y luego de haber debutado en el Festival de Salzburgo dirigiendo con éxito una ópera mozartiana, en 1970 Ozawa aceptó la dirección musical de la Orquesta Sinfónica de San Francisco en sustitución de Josef Krips. La popularidad de Ozawa en California fue enorme y en todos sus conciertos se puso el cartel de agotadas las localidades. Aparte de firmar un contrato discográfico con el sello Deutsche Grammophon, Ozawa logró renovar las estructuras de San Francisco mediante una programación novedosa y la creación de un coro del todo profesional. Cuando parecía que Ozawa iba a desarrollar una larga carrera al frente de la Orquesta Sinfónica de San Francisco (llegó incluso a comprarse una casa allí), en 1973 recibió la oferta de uno de los más atractivos puestos del panorama musical norteamericano, la dirección musical de la Orquesta Sinfónica de Boston, una de las mejores formaciones del mundo. Tras unas décadas en la que la formación fue dirigida por Charles Munch, Erich Leinsdorf y William Steinberg (y en la que, según las opiniones más especializadas, había perdido parte de su magnífico nivel antaño conseguido por Koussevitzki), Ozawa culminó su fulgurante carrera con dicho nombramiento. Habiendo renunciado desde 1976 a la dirección de la Orquesta Sinfónica de San Francisco y dedicado desde entonces por entero a Boston, Ozawa permaneció como titular hasta 2002, año en el que fue sustituido por James Levine. Durante los 29 años en que estuvo al frente de la formación de Boston, superando el record de permanencia de Koussevitzki, Ozawa recuperó los mejores niveles artísticos de la orquesta y la situó de nuevo entre las Top Five de América. Además, Ozawa realizó giras por todo el mundo que sirvieron para desatar la admiración internacional por un conjunto sinfónico realmente extraordinario. De forma paralela, Ozawa mantuvo una incesante actividad como director invitado de las mejores orquestas del mundo, manteniendo una estrecha vinculación con la Orquesta Filarmónica de Berlín y la Filarmónica de Viena (en 2002 fue el encargado de dirigir el tradicional Concierto de Año Nuevo en Viena). De igual manera, su presencia fue también requerida en los principales coliseos operísticos del mundo, como La Scala, el Metropolitan y la Ópera de Viena.
A partir de 2002, y una vez que hubo abandonado la titularidad de la Boston Symphony, Ozawa se encargó de la dirección musical de la Ópera Estatal de Viena hasta 2010. Durante este período, Ozawa dedicó mucho más tiempo a la docencia en el Tanglewood Music Center y continuó dirigiendo a la Sinfónica de Boston en los veranos. A principios de 2006 comenzaron los graves problemas de salud que desde entonces han afectado a Ozawa. Ese mismo año se vio obligado a cancelar sus compromisos en Viena durante un año debido a una complicación bronquial que afectó severamente a su visión. Más tarde, en 2010, Ozawa tuvo de nuevo que interrumpir su actividad como consecuencia de un cáncer de esófago que afortunadamente fue atajado a tiempo. Desde julio de 2010, Ozawa prosigue con su actividad musical aunque con una intensidad del todo reducida.
Poseedor de una memoria fotográfica y de un estilo de dirección del todo heterodoxo, Ozawa se ha destacado como un director hábil, de gran ingenio y con un profundo conocimiento de las estructuras de las obras a ejecutar. Cuando más grandes e imponentes son las masas sonoras y los colectivos empleados para su ejecución, más parece estar Ozawa en su elemento. El maestro nipón suele organizar con incansable agilidad acontecimientos sonoros excesivos, subrayando con gestos vivos y conjuradores los impulsos dramáticos de esas piezas. Su estilo interpretativo presenta una gran superficie y también un excesivo sentido que le hace encontrar los más nimios detalles. A nivel operístico, Ozawa procura una y otra vez con impresiones fuertes aunque, con la debida elegancia, sabe cuándo ha de contenerse y cuándo ha de estar del todo presente. Por contra, en muchas ocasiones se le ha criticado que su extenso repertorio se ha basado en una memoria prodigiosa para retener las partituras que ha provocado que algunas de sus lecturas sean muy superficiales y carentes de esencia musical. Con todo, el extenso y brillante período de Ozawa al frente de la Orquesta Sinfónica de Boston, cuyo tradicional repertorio afrancesado supo ampliar, le da derecho a ocupar uno de los más altos escalafones de la dirección orquestal de la segunda mitad del siglo XX.
En muchas ocasiones, la crítica se ha referido a Seiji Ozawa como el Eugene Ormandy japonés por su minuciosidad, clarificación y desmenuzamiento de cualquier acontecimiento sonoro. Ciertamente, Ozawa siempre se ha mostrado como un director rapsódico capaz de edulcorar muchas de sus lecturas con ráfagas de intensa expresividad no siempre convincentes. Durante sus últimos años en Boston se le criticó su indolencia e inseguridad, al tiempo que la prensa se cebó con él por su nula predisposición a aprender inglés con corrección tras más de treinta años de estancia en los EEUU. Por si esto no fuera poco, muchas de sus grabaciones discográficas resultaron un verdadero fiasco comercial y la casa PHILIPS se vio obligada a modificar su contrato. La lapidaria frase de Simon Rattle tras un concierto en Boston — «Esta orquesta ya no es lo que era» — exacerbó los ánimos hasta el punto de que Ozawa se vio casi obligado a salir por la puerta de atrás en Boston tras más de 29 años de continuados servicios. Todas estas tribulaciones incidieron un tanto en el ánimo de Ozawa, un director perfeccionista que se vio rodeado de muchas y despiadadas críticas — se llegó a decir que su nombramiento en Viena obedecía a un guiño hacia la continua afluencia de turistas nipones a la capital austríaca — tras un imparable ascenso a los puestos más altos de la dirección orquestal. Pero Ozawa, director pragmático como muy pocos, supo contestar estos desaires manteniéndose como una de las figuras más requeridas y cotizadas por las orquestas de mayor prestigio. Con un carácter muy modesto — negó la orden de Karajan de dirigirse hacia su persona con un simple Herbert, algo impensable dentro de su cultura oriental — y en suma equilibrado, Ozawa también fue objeto de críticas por descartar el tradicional chaqué en los conciertos y sustituirlo por un jersey de cuello alto y abotonado. Sin embargo, en la actualidad, la moda actual de los directores de orquesta en escena es precisamente esa y son ya pocos los que se sirven de la clásica levita de tiros largos. Y es que Ozawa no es ya sólo ese producto exótico de la dirección orquestal, como algunos han intentando maliciosamente definir. Ozawa es precisamente Ozawa, con sus defectos, sus virtudes y su encantadora sonrisa de pillo.
De entre la producción discográfica debida a Seiji Ozawa podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Concierto para orquesta de Bartok dirigiendo la Sinfónica de Boston (PHILIPS 442783); Sinfonía nº9 de Beethoven dirigiendo la Filarmónica de Berlín (PHILIPS 250409); Concierto para violín de Beethoven, junto a Anne-Sophie Mutter y dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EUROARTS 2072514); los 5 Conciertos para piano de Beethoven, junto a Rudolf Serkin y dirigiendo la Sinfónica de Boston (TELARC 80061); Sinfonía Fantástica de Berlioz dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Toronto (SONY 5301); Carmen de Bizet, junto a Freni, Norman, Le Roux y Estes, y dirigiendo la Orquesta Nacional de Francia (PHILIPS 422366); Danzas polovtsianas de El príncipe Igor de Borodin dirigiendo la Sinfónica de Chicago (EMI 69131); Sinfonía nº1 de Brahms dirigiendo la Saito Kinen Orchestra (PHILIPS 432121); selección de obras orquestales de Chaikovski dirigiendo la Filarmónica de Berlín (KULTUR VIDEO 4508); La dama de picas de Chaikovski, junto a Freni, Atlantov, Hvorotovski y Roudenko, y dirigiendo la Sinfónica de Boston (SONY 7527712); Sinfonía nº9 de Dvorak dirigiendo la Filarmónica de Viena (PHILIPS 432996); Pelléas et Mélisande de Fauré, junto a Eskin y Lieberson, y dirigiendo la Sinfónica de Boston (DG 423089); Un americano en París de Gershwin dirigiendo la Filarmónica de Berlín (EUROARTS 2053098); Sinfonietta de Janacek dirigiendo la Sinfónica de Chicago (EMI 47837); Sinfonía Española de Lalo, junto a Anne-Sophie Mutter y dirigiendo la Orquesta Nacional de Francia (EMI 809907); Sinfonía nº2 de Mahler dirigiendo la Sinfónica de Boston (PHILIPS 420824); Kindertotenlieder de Mahler, junto a Jessey Norman y dirigiendo la Sinfónica de Boston (PHILIPS 426249); Sinfonía nº41 de Mozart dirigiendo la Orquesta del Mayo Musical Florentino (vídeo de referencia desconocida); Los cuentos de Hoffmann de Offenbach, junto a Domingo, Gruberova, Schmidt y Stamm, y dirigiendo la Orquesta Nacional de Francia (DG 427682); Carmina Burana de Orff dirigiendo la Sinfónica de Boston (RCA 59417); la integral sinfónica de Prokofiev dirigiendo la Filarmónica de Berlín (DG 463761 — integral sinfónica en 4 CD´s); Romeo y Julieta de Prokofiev dirigiendo la Sinfónica de Boston (DG 423268); los Conciertos para piano nº1 y 2 de Rachmaninov, junto a Krystian Zimerman y dirigiendo la Sinfónica de Boston (DG 185802); selección de obras orquestales de Ravel dirigiendo la Sinfónica de Boston (DG 437392); Gurrelieder de Schönberg, junto a Norman, Troyanos, McCracken y Klemperer, y dirigiendo la Sinfónica de Boston (PHILIPS 464040); Concierto para violoncelo nº1 de Shostakovich, junto a Mstislav Rostropovich y dirigiendo la Sinfónica de Londres (WARNER 447036); selección de valses y polkas de Johann Strauss II dirigiendo la Filarmónica de Viena (PHILIPS 468999); Elektra de Richard Strauss, junto a Secunde, Behrens, Ludwig y Hynninen, y dirigiendo la Sinfónica de Boston (PHILIPS 422574); selección de obras orquestales de Stravinski dirigiendo la Sinfónica de Boston y la Sinfónica de Chicago (RCA 61557); y, finalmente, selección de oberturas y preludios de Wagner dirigiendo la Filarmónica de Berlín (PHILIPS 426271). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.
Todo lo que pueda yo pensar o decir del maestro Osawa, está ya dicho en el último párrafo de la entrada, antes de los enlaces. Sencillamente, como ser humano que es, está condicionado a que su actividad musical sea en ocasiones muy buena y en otras no tanto: las virtudes y los defectos son las dos caras de la moneda ontológica del Hombre.
No es para condenarlo ni mucho menos. En mi humilde opinión, es un gran director de orquesta, digno de todo mi respeto y admiración. Es cierto, hay ocasiones en que puede no convencer del todo, pero aún así ha hecho grandes y muy buenas interpretaciones. NO es de ninguna manera un mediocre. Es un hombre que siente la música de una manera muy propia, muy humana y eso lo transmite en su manera de dirigir. Repito: cuando lo hace bien es inmenso; cuando falla no es tan malo como para exigirle un Hara-Kiri.
Por otro lado, me luce que Osawa, musicalmente hablando, es estudioso y dedicado. Siente amor por la música, eso es fundamental. Eso indica que está lejos de ser un show-man, pese a lo exagerado de su gesticulación y movimientos sobre el podio. Si se observa bien, todos los músicos japoneses son excesivamente gesticuladores. Una prueba es Mitsuko Uchida, cuya expresión en ocasiones no parece sincera sino una exageración con fines de impresionar no al público, sino a la cámara. Y ni hablar de Koho Uno…
Lo que sí es indiscutible, es que Osawa es un personaje de lo más pintoresco. Realmente es un pillo y lo demuestra con esa simpática sonrisa: allí se expresa su esencia musical.
Celebro que haya superado el cáncer que lo atacó y hago votos para que su salud mejore en lo sucesivo.
Merecido homenaje Leiter, me uno a él.
Abrazos, amigo y hermano Leiter.
PD. Salgo de viaje y sólo estaré de vuelta el sábado. Sayonara.
El japonés es un idioma que, para un occidental, puede llegar a ser comprensible tras no menos de 20 años de estudio (este período es susceptible de reducción si se vive allí, obviamente). Imaginad la dificultad que sería para nosotros no ya sólo comprender el idioma, sino estudiar las particularidades culturales y musicales de dicho pueblo. Pues ahora pongamos la hipótesis a la inversa. El mérito de artistas orientales que tratan de abrirse paso en el mundo de la interpretación musical, prácticamente monopolizado por la tradición europea, resulta del todo digno de admiración. No todos podrán gustar, más o menos, ya que sus particularidades interpretativas a veces chocan con los criterios más estrictamente ortodoxos, pero ahí están y merecen nuestro respeto. En el campo solista todo parece haberse desbordado en virtud de un virtuosismo tremendista que en muchas ocasiones no sintoniza bien con lo que las partituras realmente piden. Y esa pléyade de mega-virtuosos parece no tener fin. Pero en el campo de la dirección orquestal resulta del todo distinto. Es algo mucho más complejo. Ahí no valen ni subterfugios ni sortilegios. Por eso mismo, son realmente pocos los directores orientales (nacidos y formados allí) que han traspasado las barreras geográficas de su entorno. Ozawa ha sido posiblemente el icono de quien sí logró romper barreras y alcanzar cotas de auténtica relevancia (dirigir tantos años como director titular a una Big-Five como Boston es elocuente). Ese mérito, con independencia de gustos y opiniones, nadie se lo va a quitar. Y, por cierto, nuestro mayor deseo de recuperación para el maestro Ozawa. Está muy, pero que muy delicado de salud.
Siempre es bueno cambiar de aires aunque sólo sea por unos días.
Sayonara, amigo Iván. Feliz viaje y regreso.
LEITER
Resulta muy delicado hablar resepcto a este tema. Yo dividiría el campo de la dirección en tres subcategorías. La primera es la de los maestros de la tradición, con distnctas sensibilidades según los paises de origen. Uno de los puntos que cabe destacar es el repecto asoluto a la forma musical. El director es quien revela la estructura y libera las fuerzas contenidas en la forma sagrada. Es la cultura del clasisismo alemán heredada de antiguas tradiciones y entre ellas Grecia. Luego viene otro concepto que corresponde a una musicalidad como liberada de la estructura formal, más o menos analítica según los casos, pero sin consciencia ninguna de que la forma puede y debe ser cierto tipo de gnosis. Ver a Ozawa dirigiendo el inicio del concerto para Violin de Beethoven es revelador. Actúa con mucha musicalidad pero ni un solo instante intuye lo que para el Dr Böhm era la base de todo. Asi, pues, dicha musicalidad se va por otros derroteros, que brillantez, calidad de sonido, espectacularidad, etc etc……pero ojo, no deja de ser musicalidad, aunque no tenga el telón de fondo que a nosotros nos gusta. Y en este campo Ozawa es todo un maestro. Y la tercera categoría ? Es, simplemente, la del engaño, de la mentira y de la destrucción, todo basado en una actitud fundamentalmente anti tradicional. Ya hemos llegado a Rattle y Cia….Y claro, tampoco faltan los que han saltado de la segunda a la tercera, como es el caso de Colin Davis dirigiendo a Brahms. Más o menos es así como veo las cosas.
Amigos, dirigir sin telón de fondo NO es tan difícil como parece. Con una buena orquesta uno puede casi dejarse llevar. Si, es así, existen piezas muy dificiles, por supuesto, pero dirigir Tristan und Isolde o incluso Don Giovanni simplemente marcando tiempos no resulta nada dificil, creenme. Así, pues, el engaño es facil de alncanzar…