Hungría es una nación fecunda en músicos y compositores de primerísima línea gracias a haber mantenido desde siempre un inmejorable sistema de educación musical. Durante muchos siglos, la posición geográfica de Hungría como puente entre Oriente y Occidente provocó los continuos ataques de los poderosos vecinos, una penosa circunstancia que forjó el carácter y la extraordinaria sensibilidad que desde siempre han atesorado los músicos magiares. Si en la vertiente creativa Hungría se ha destacado por ofrecer al mundo talentos de la talla de Liszt, Bartok o Kodaly, en el terreno de la interpretación solista Hungría ha sido una constante fuente de prodigiosos artistas que han destacado tanto en los instrumentos de arco como en el piano. No menos importante ha sido la presencia húngara en el campo de la dirección orquestal, terreno en el que ha aportado alguna de las figuras más importantes de la historia. Algunos intérpretes húngaros, en sintonía con las modas musicales del momento, decidieron compaginar la interpretación solista con la dirección orquestal. Tamás Vásáry es uno de los mayores exponentes de esta doble faceta.
Tamás Vásáry nació el 11 de agosto de 1933 en Debreczen, Hungría, y desde muy niño comenzó sus estudios musicales en la Academia Franz Liszt de Budapest, llegando a ofrecer su primer recital de piano a los ocho años de edad. Una vez que se hubo graduado en el Conservatorio de la capital húngara, Vásáry completó su formación con Kodaly y Dohnanyi hasta el punto de que en 1948 obtuvo el primer premio en el Concurso Liszt de Budapest. Sin embargo, lo que debiera haber sido el inicio de una brillante carrera como solista se convirtió en una triste andadura como pianista acompañante de cantantes de opereta en cabarets (ello en parte debido a que tanto su padre como su tío, personajes de considerable relevancia política en Hungría, fueron fulminantemente cesados por el gobierno húngaro ese mismo año de 1948). Tres años más tarde, las circunstancias parecieron enrevesarse del todo para Vásáry, ya que su familia fue obligada a permanecer bajo arresto domiciliario en Budapest. No obstante, y gracias a la mediación de Kodaly, el joven Vásáry obtuvo un puesto de profesor en la Academia Franz Liszt al tiempo que inició una gira por Moscú que le otorgó un gran prestigio internacional, corroborado con posteriores actuaciones solistas en Varsovia, París y Bruselas. Tras los luctuosos sucesos acaecidos en Hungría en 1956, Vásáry decidió exiliarse con su familia en Suiza, país en donde su carrera como pianista empezó a decaer de forma alarmante. Gracias a su compatriota Ferenc Fricsay, Vásáry obtuvo una beca otorgada por el sello Deutsche Grammophon que le permitió debutar en Londres en 1961 con un éxito de los que hacen época.
Desde ese momento, Vásáry inició una triunfal carrera como concertista por Europa y los EEUU, actuando con las mejores orquestas mundiales y bajo la dirección de las más prestigiosas batutas (se calcula que ha llegado a intervenir en más de 2.000 recitales hasta el presente). Luego de haber asistido a finales de los años sesenta a los cursos de dirección orquestal impartidos en Viena por Hans Swarowsky, Vásáry debutó como director de orquesta en la localidad francesa de Mentón. Alternando su carrera de solista con sus cada vez más frecuentes apariciones como director, Vásáry fue nombrado principal director invitado de la Orquesta de Cámara Escocesa hasta que en 1978 fue nombrado director co-titular — junto a su paisano Ivan Fischer — de la Northern Symphony de Newcastle. Allí permaneció hasta 1982, año en que empezó a colaborar como director asociado de la Bournemouth Sinfonietta para, ya en 1989, suceder a Roger Norrington como director titular. Vásáry permaneció en este puesto hasta 1997 y desde entonces ha desarrollado una intensa labor como director invitado y solista en las más prestigiosas formaciones de Europa y América. Entre 1997 y 2004, Vásáry ejerció como director musical en la Orquesta Sinfónica de la Radio de Budapest y desde 2006 trabaja estrechamente con la Joven Orquesta Mundial Zoltan Kodaly, fundada por él mismo ese año. En 2009, Vásáry recibió la más alta condecoración concedida por el gobierno de Hungría.
Pianista y director, Tamás Vásáry es uno de los más reputados intérpretes actuales de la obra de Chopin, Liszt y Brahms. En su faceta como director, Vásáry se ha mostrado como un maestro solvente que sabe hilvanar con soltura las distintas secuencias sinfónicas aunque, según la opinión unánime de la crítica, nunca ha llegado a alcanzar las mismas cotas artísticas que como pianista. Sus modos de dirección son meticulosos y reconcentrados, poniendo un gran énfasis en marcar las distintas entradas instrumentales y adoptando una postura sumamente inclinada hacia los instrumentistas de la primera línea de las cuerdas. Su técnica de batuta no destaca precisamente por su elegancia y en ocasiones abusa un tanto de los movimientos simétricos de brazos. Músico cuya presencia en España ha sido desde siempre muy habitual en su doble faceta como director y pianista, Vásáry mantiene una estrecha vinculación con la Orquesta Sinfónica de Sevilla, formación que no ha dudado en catalogar como la mejor orquesta sinfónica española.
De entre el legado discográfico de Tamás Vásáry en su vertiente como director — y como solista dirigiendo al mismo tiempo — podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Obertura Egmont de Beethoven dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Budapest (HUNGAROTON 31718); los 2 Conciertos para violín de Dohnanyi, junto a Vilmos Szabady y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Budapest (HUNGAROTON 31759); Salmo 150 de Franck dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Budapest (vídeo de referencia desconocida); Pastoral de verano de Honegger dirigiendo la Bournemouth Sinfonietta (CHANDOS 8993); Sinfonía nº1 de Mahler dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Budapest (vídeo de referencia desconocida); y, finalmente, selección de obras orquestales de Respighi dirigiendo la Bournemouth Sinfonietta (CHANDOS 8913). Nuestro humilde homenaje a este formidable pianista y gran director de orquesta.
Aquí está toda una sorpresa para mí: la faceta de Vásáry arriba del podio. Hasta este minuto la ignoraba. Ni siquiera recuerdo haberme topado alguna vez con un disco donde oficiara de director. A este hombre lo admiro enormemente como pianista; destila una sensibilidad e instinto musical agudos, siempre encendidos, toda una diferencia en el actual bosque de (meros) digitadores prodigiosos. Precisamente su Brahms y su Chopin me encantan. Lamento que sus altas cualidades como intérprete del piano no se hayan traspasado por completo a la dirección orquestal. De hecho, la lista de grandes pianistas tornados en grandes directores no es tan extensa. ¿Tendrá algo que ver el neto individualismo que ejerce un pianista, habituado a un instrumento polifónico que puede prescindir de toda otra colaboración? Quizá, o quizá no. Como sea, muchas gracias por este descubrimiento. Aplausos a Vásáry y abrazos para toda la peña, y en especial para leiter.
Yo empecé a escuchar al Vásáry director en algunos cortes que daba RADIO CLÁSICA de vez en cuando. Como pianista era formidable aunque nunca llegó a ocupar un lugar destacado en el escalafón (por lo menos aquí) debido, a mi humilde entender, a la enorme competencia. Como director me parece un tipo muy interesante aunque tampoco como para lanzar cohetes. Muy pocos pianistas consagrados han llegado a ser figuras de la dirección porque la dirección orquestal no es un arte al que puedas acceder simple y llanamente por haber sido un buen solista. La dirección orquestal tiene su propio campo y metodología, siendo muy pocos los solistas que se comprometen a estudiar seriamente dicha metodología. De pronto cambian el arco o el teclado por la batuta y ahí que se lanzan, simplemente con la experiencia acumulada de muchos conciertos y de haber sido dirigidos por muchos maestros. Pero la dirección orquestal requiere de muchos estudios en sí. No basta con la experiencia de ser un reputadísimo solista. Y yo creo modestamente que ahí está el error.
Mi abrazo, Joaquín
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