Francia, pese a ser uno de los países con mayor tradición musical del mundo, siempre se ha caracterizado por la escasa estabilidad de sus grupos sinfónicos más importantes, un peculiar microcosmos de orquestas que con frecuencia se refundaban, cambiaban de nombre o simplemente desaparecían. En la actualidad, las dos formaciones sinfónicas más representativas de Francia son las que tienen su sede en la capital, la Orquesta de París y la Orquesta Nacional de Francia, aunque no son pocas las agrupaciones regionales que han alcanzado un enorme relieve internacional de aquí a unos años, como la Orquesta Nacional de Burdeos, la Orquesta de Lyon, la Orquesta Nacional de Lille y la Orquesta Filarmónica de Estrasburgo. En 1968, un joven director francés, Michel Plasson, accedió a la titularidad de la Orquesta del Capitolio de Toulouse, una formación que actúa en una doble vertiente como orquesta de conciertos y como orquesta residente del Teatro del Capitolio. Pese a que la formación llegó a contar con directores del prestigio de André Cluytens y Georges Prêtre, fue Michel Plasson quien logró dar el salto a la fama de una orquesta que hoy en día es la referencia absoluta de la música sinfónica y operística francesa.
Michel Plasson nació el 2 de octubre de 1933 en París en el seno de una familia de músicos y ya desde muy pequeño inició sus estudios de piano con Lazare Levy para posteriormente acceder al Conservatorio de París, institución en donde estudió percusión y dirección orquestal. Graduado de sus estudios en 1958, Plasson ejerció como ejecutante de batería en numerosos locales nocturnos y cabarets parisinos hasta que en 1962 obtiene el primer premio en el Concurso Internacional de Dirección de Besançon. Ese mismo año, y aconsejado por Charles Munch, Plasson partió rumbo a los EEUU para completar su formación en el campo de la dirección orquestal bajo la tutela de Erich Leinsdorf, Pierre Monteux y Leopold Stokowski. A su regreso a Francia, en 1965, Plasson fue nombrado director de la Ópera de Metz hasta 1968, año en que pasa a ejercer como director musical del Teatro del Capitolio de Toulouse. Desde entonces, Plasson dedicó la mayor parte de su actividad artística dirigiendo tanto el teatro como la orquesta en infinidad de óperas y conciertos, realizando además un gran número de grabaciones discográficas. Al finalizar su largo periplo al frente del Teatro de Toulouse en 2003, Plasson fue nombrado director emérito de la institución al haber contribuido decisivamente a elevar el prestigio tanto del teatro como de la orquesta a niveles que superaron de lleno el reducido ámbito nacional.
De forma paralela, desde los primeros años de la década de los noventa del siglo pasado, Plasson mantuvo una intensa actividad como director invitado tanto en los principales coliseos operísticos del mundo como en las formaciones orquestales de mayor relieve. De esta manera, en 1987 fue designado principal director invitado de la Orquesta Tonhalle de Zurich para posteriormente, en 1994, relevar a Jorg-Peter Weigle como director titular de la Orquesta Filarmónica de Dresde, posición que mantuvo hasta 2001. Durante unos años, Plasson también colaboró estrechamente con la Orquesta Sinfónica Nacional de China, entidad con la que realizó amplias giras por Europa y Asia. Retirado de cualquier compromiso estable desde 2003, Plasson dedica su tiempo en la actualidad a dirigir eventualmente ópera y conciertos en calidad de invitado. En 2010, Plasson fue condecorado como Comandante de la Legión de Honor de la República Francesa. Su hijo Emmanuel es también un conocido director de orquesta.
Michel Plasson es uno de los directores franceses más importantes de la actualidad y especialmente conocido por su interpretaciones de las óperas de Gounod y Massenet, aunque su repertorio es del todo extenso y abarca a autores completamente alejados entre sí tanto en estilo como en procedencia geográfica. Tradicionalista en el mejor sentido de la palabra, sus lecturas destacan por la ejecución precisa, clara, equilibrada y dinámica, evitando siempre un exceso de imaginación interpretativa, aunque algunos críticos le achacan un cierto encorsetamiento que en ocasiones provoca una insufrible abulia en sus versiones. Promotor de la música francesa tanto en su propio país como en el extranjero, Plasson se ha mostrado además muy comprometido con la obra de su tiempo como así se demuestra en su amplio número de grabaciones discográficas, algunas de las cuales nunca habían sido registradas con anterioridad. La actividad de Michel Plasson ha contribuido de forma decisiva a la recuperación del inmenso patrimonio musical francés, sobre todo en lo que hace referencia al repertorio operístico del siglo XIX. Su labor en Toulouse durante cerca de 35 años ha sido una las más brillantes trayectorias que director francés alguno haya realizado dentro de su propio entorno nacional.
De entre la producción discográfica debida a Michel Plasson podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Selección de piezas orquestales de Berlioz dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 71467); Carmen de Bizet, junto a Alagna, Gheorghiu, Sampson y Vidal, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 57434); Soir de fête de Chausson dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 47894); selección de obras orquestales de Debussy dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 74727); Lakmé de Delibes, junto a Dessay, Kunde, Van Dam y Petibon, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 56569); Lénore de Duparc dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 06820); Requiem de Duruflé, junto a Hampson, Von Otter y Alain, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 56878); Requiem de Fauré, junto a Van Dam, Hendricks y Amyel, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 47317); selección de obras orquestales de Fauré dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 97722); selección de Canciones Sacras de Frank, junto a Roberto Alagna y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (DG 680802); Fausto de Gounod, junto a Studer, Hampson, Denize y Van Dam, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 66773); Romeo y Julieta de Gounod, junto a Gheorghiu, Van Dam, Alagna y Keenlyside, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 56123); las 4 Sinfonías de Magnard dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 54015 y 06820); Werther de Massenet, junto a Tézier, Kaufmann, Koch y Gillet, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de París (DECCA 1479409); Sinfonía nº1 de Milhaud dirigiendo la Orquesta de Toulouse (DG 435437); La vie parisienne de Offenbach, junto a Lublin, Masson, Mesplé y Gayral, y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 747154); Concierto para piano de Ravel, junto a Bruno Leonardo Gelber y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 06820); Sheherazade de Ravel, junto a Teresa Berganza y dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 69299); y, finalmente, Résurrection de Roussel dirigiendo la Orquesta de Toulouse (EMI 65564). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.
La escuela operística francesa ha sido, de por sí, toda una tradición, aunque poco conocida fuera del exágono. Fué simbolizada por el teatro de la «Opera Comique» de Paris y tmbién por teatros regionales con mucha historia, como son los de Rouen, Metz y por supuesto Toulouse. Dejando a parte el caso Cluytens, y también a Georges Sebastian, los dos habiéndo llegado al rango internacional, habría que destacar a varios maestros de esta escuela, como Jesús Etcheverry, exelente director, y Jean Claude hartemann, que tuve como profesor durante años en la Scola Cantorum. Y cantantes eran muchos, como Bacquier, Senechal, Alain Vanzo y muchos más. Exelente escuela que hacía resaltar el equilibrio entre transparencia y expresividad así como una «línea de canto» muy específica. Llegó la nueva generación a finales de los 60, los que sacaron a la música de estos teatros y de cierto estilo funccionario para llegar al espectáculo moderno de verdad. Plasson fue uno de ellos, y en esto tuvo mérito. Sin embargo especialmente Plasson actuó como elemento destructor de la vieja escuela, de la cual no sabía asolutamente nada. Basta con escuchar sus grabaciones de hace 30 años ( Mireille de Gounod, horrible…) y compararlas con las de la Opera Comique en los 50 y en los 60, un desastre. Plasson nunca tuvo ni siquiera el gestual que le permitiera llegar a la transparencia, es un director anti transparente, sin estilo ni propio ni tradicional. Sus casi 30 años en Toulouse han sido una mezcla entre creatividad en materia de espacios y espectáculos musicales con una insuficiencia radical de patrones interpretativos que lo llevaban a hacer cualquier cosa menos lo correcto…y yo me tuve que tragar hasta un Fidelio dirigido por él !!!
Ahora bien, existe en cierta medida un-pequeño-milagro Plasson, el cual lleva el nombre de su mujer, la violonista Mercedes Plasson, de origen español. Siempre llevó Mercedes los pantalones y fue ella quien obtuvo, a parte de encargarse ella misma de la formación del hijo, que a pesar del éxito aparente Plasson siguiera estudiando y trabajando mucho en vista de mejorar. Y poco a poco el Michel se hizo más solvente en materia de repertorio francés, hasta llegar a unos equilibrios que no se pueden negar. El tercer acto de Werther en la maestranza de Sevilla hace dos o tres años lo dejó muy claro, muy analítico y transparente. O sea que nunca es tarde, con trabajo de puede pasar de la mediocridad a ser un verdadero profesional.
La verdad, maestro Mounielou, es que tenía un poco de miedo de comprobar su reacción al ver publicada esta entrada. Sabido es que en muchas ocasiones nos hemos referido a Plasson con no muy buenos juicios… (Dudé entre colocarle en ésta o en la siguiente temporada). Pero según he ido leyendo su comentario he respirado tranquilo porque creo que es todo un ejemplo de ecuanimidad, además de aportarnos datos del todo inéditos. El trabajo y el tener una excelente pareja musical han resultado decisivos para que se haya producido ese «pequeño milagro Plasson». No tenía la más mínima idea de ello y le agradezco sobremanera toda esa información que complementa estupendamente la entrada.
La semana que viene, el viernes, tendremos a otro maestro francés un par de años más joven que Plasson del que me parece que nunca hemos comentado nada.
Mi admirado abrazo, Jean François
LEITER
Siempre he manifestado -al igual que Leiter- el absoluto respeto que me despierta cualquier (entiéndase bien ese «cualquier») persona que, habiendo cursado estudios musicales, es capaz de subir ante una formación orquestal y dirigir las obras del repertorio universal. Allí incluyo a todos, sea Harnoncourt, Mehta, el propio Plasson, el impresentable Norrington o el insufrible Dudamel. Por muchas dudas que me generen, esto es así por una sencilla razón: hacen lo que yo deseé hacer y no hice.
Hablo de los que pese a su actividad, aún son simples mortales: cuando pasamos a los planos de Dios, Herbert von Karajan es para mí el motivo de la adoración.
Si en la pasada entrada dedicada a Harnoncourt, me expresé con eclecticismo sobre su desempeño musical, observando sus aciertos y sus desatinos, poniendo de presente las dudas que dicho maestro me genera, con Plasson debo decir que niguna duda me genera, simplementa porque NADA me genera. Ni bueno ni malo.
No desconozco que tendrá sus méritos. Pero para mí su irregularidad roza los límites de la negación nihilista; en pocas palabras NADA de NADA. Su batuta produce un vacío tan grande que percibo allí la negación de toda creencia.
«Como es arriba, es abajo», dice la máxima hermética: Plasson ni arriba, ni abajo, ni en el medio o a los lados. No se dónde; en algún lugar seguramente, pero yo ignoro dónde pues él no muestra ese camino. Y no me imagino a Beethoven en ese ámbito.
Para resumir: indiferencia total.
Pero respeto sí.
AVISO: motivos laborales que empantanan mi tiempo, obligan a un receso en LA BATUTA, la cual se propone descender una vez más al foso de Bayreuth para presentar la siguiente obra del catálogo wagneriano: LOHENGRIN. Es probable que aún pase una semana más sin que tal entrada conozca la luz. Sólo las cortas publicaciones de FACEBOOK fungen como antesala. Amanecerá y veremos. Espero no ocurra lo que al ciego.
Mis nobles amigos, os envío un fidelísimo abrazo.
Le aseguro, muy estimado amigo Ivan, que una conversación con Plasson es toda una experiencia de la que uno puede sacar concusiones metafísicas sobre la relación entre el ser y el vacío. Y recuerdo una fiesta en casa de mis padres, tras un concierto. Plasson estaba sentado en el centro del salón charlando con personajes muy mundanos, y todos navegaban en el mar vacío…mientrás que en un rincón, hundido en una soledad abismal y con la mirada totalmente perdida, estaba el pianista Georges Cziffra, muy conocido en Francia en esta época. Nunca el fenómeno Plasson me pareció tan superficial como en esta tremendísima visión…