Algunos de los más destacados directores de orquesta nacidos en la década de los años cincuenta del siglo pasado se han destacado por enfocar su trayectoria artística desde la perspectiva de una larga vinculación con un conjunto orquestal relativamente modesto que ha servido de laboratorio ideal para sus propuestas interpretativas. En muchos casos, esas orquestas de provincia han alcanzado una considerable relevancia artística en lo que tal vez podríamos definir como una especie de retroalimentación basada en la prolongada temporalidad director-orquesta. En el pasado, estas largas asociaciones dieron excepcionales frutos que han pasado a la historia de la dirección orquestal, como los célebres binomios de Mravinski-Leningrado, Szell-Cleveland, Ormandy-Filadelfia, Mengelberg-Amsterdam y Karajan-Berlín, entre otros. Sin embargo, en tiempos más recientes, las ansias de triunfo rápido y las obligaciones derivadas del marketing han provocado que los directores más jóvenes pasen de una formación a otra, a veces, con una desmesurada rapidez. Casos como los de Sir Simon Rattle, director durante 18 años de la City of Birmingham, o el de Esa-Pekka Salonen, director también durante 18 años de la L.A. Philharmonic, son verdaderamente excepcionales. Pero mayor excepción aún es aquella en la que un director joven inicia su carrera a la vieja usanza, esto es, curtiéndose en lejanos teatros de provincia como repetidor o asistente para ir dando progresivos saltos cualitativos. Christian Thielemann es un claro exponente de ello. Quizás por ello, muchos le consideran como el mayor heredero de la tradición interpretativa alemana con toda la responsabilidad que tal afirmación conlleva.
Christian Thielemann nació el 1 de abril de 1959 en Berlín, Alemania, en el seno de una familia en la que el padre ejercía como alto directivo de una empresa siderúrgica mientras que la madre era pianista. Ambos solían llevar al pequeño Christian a los conciertos de la Filarmónica de Berlín y, en consecuencia, el chico empezó a estudiar piano a los seis años de edad bajo la tutela de Elisabeth Demmler. Dos años más tarde también se inició en la viola con el profesor Giusto Cappone antes de acceder a la Hochschüle für Musik para ampliar su formación. Con apenas dieciséis años cumplidos, Thielemann obtuvo el visto bueno de Herbert von Karajan para hacer una prueba de la que no salió muy afortunado. De todas maneras, Thielemann supo sobreponerse a esta situación y continuó con sus estudios de dirección y composición de forma privada hasta que en 1978 fue designado repetidor en la Ópera de Berlín. Un año más tarde, Thielemann consigue que Karajan lo adopte como su director asistente en Berlín y desde ese momento inicia la típica procesión artística de los antaño Kapellmeister trabajando en distintos teatros provinciales de Alemania como Revier, Gelsenkirchen, Karlsruhe y Hannover. Thielemann llega a conseguir el puesto de primer Kapellmeister en la Ópera Alemana del Rhin de Düsserldorf y poco más tarde es nombrado Generalmusikdirektor en Nuremberg. En 1991, Thielemann regresó a Berlín para dirigir en la Deutsche Oper una obra de Wagner con tal éxito que poco después fue reclutado por Barenboim para ejercer como su asistente en el Festival de Bayreuth. Un año más tarde, Thielemann inició una gira por los EEUU para dirigir en la Ópera de San Francisco y en el Metropolitan, entidades en donde se revela como un gran especialista en Wagner y Richard Strauss. De vuelta a Europa, la reputación del joven Thielemann sube muchos enteros mediante sus actuaciones en el Covent Garden y en los principales coliseos operísticos italianos. Precisamente allí, Thielemann asumió la dirección del Teatro Comunal de Bolonia en 1993 hasta 1997, año en que acepta el puesto de director musical en la Deutsche Oper de Berlín en relevo del español Rafael Frühbeck de Burgos.
Luego de haber superado unos graves conflictos con el director artístico de la institución alemana, Udo Zimmermann, que a punto estuvieron de provocar su renuncia en 2001, Thielemann aguantó el tipo como pudo hasta 2004, año en el que presentó su dimisión irrevocable al no mostrarse conforme con el reparto presupuestario dictaminado por la alcaldía de Berlín y que reducía notablemente los recursos económicos en favor del otro teatro de la ciudad, la Staatsoper Unter den Linden. Ese mismo año, Thielemann aceptó la titularidad de la Orquesta Filarmónica de Munich sucediendo a James Levine y permaneciendo en el cargo hasta 2011, año en el que surgieron unas enormes disputas entre la gerencia de la orquesta y Thielemann debidas mayormente al tema de las contrataciones de los directores invitados y al diseño de la programación. Previamente, en 2008 Thielemann consiguió ser nombrado director musical del Festival de Bayreuth tras la designación de Katharina Wagner y Eva Wagner-Pasquier como nuevas regidoras de la institución wagneriana tras la retirada de Wolfgang Wagner. En octubre de 2009, la Orquesta de la Staatskapelle de Dresde anunció a Thielemann como su nuevo director titular a partir de la temporada 2012-2013. En 2003, Thielemann fue galardonado con la Bundesverdienstkreutz de la República Federal de Alemania. Según la opinión de muchos especialistas, Thielemann es un maestro que cuenta con todas las papeletas para convertirse en director titular de la Orquesta Filarmónica de Berlín a medio-largo plazo.
Se ha repetido hasta la saciedad que Christian Thielemann es el genuino representante de la tradición interpretativa alemana basada en maestros como Nikisch, Furtwängler y Knappertsbusch. El joven director berlinés parece no haberse encogido ante una afirmación de tal trascendencia y en ningún momento parece haberle pesado tal responsabilidad. Director de muchísimo genio, su estilo presenta un gesto autoritario que no le hace especialmente simpático de cara a la galería. Sus modos descansan en una firmeza que podríamos considerar como marcial y que incluye cierta soberbia en la mirada y una total inflexibilidad en las maneras. Sin embargo, tras estas serias formas de expresión se escucha una sensualidad musical ciertamente irreprochable. La rotundidad de su discurso musical es apabullante y está cimentada en una retórica afirmada por un sentido rítmico del todo espectacular y por unos cambios de tempi muy en la línea interpretativa centroeuropea. Su repertorio se asienta especialmente en la línea germánica que va desde Mozart hasta Bruckner pasando por Beethoven, Brahms y Schumann. A nivel operístico, Wagner y Richard Strauss acaparan la mayor parte de su programación mientras que los autores italianos no parecen ofrecerle una especial predilección. Hasta el presente, no parece existir música para Thielemann más allá de Schönberg, Pfitzner y Orff. Director de mucho carácter, Thielemann ha provocado numerosas controversias en casi todas las instituciones que han estado bajo su mando por cuestiones artísticas y financieras.
De entre la producción discográfica debida a Christian Thielemann podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): la integral sinfónica de Beethoven dirigiendo la Filarmónica de Viena (C MAJOR 704708, 704908 y 705108); Missa Solemnis de Beethoven, junto a Schade, Garanca, Selig y Stoyanova y dirigiendo la Staatskapelle Dresden (C MAJOR 705408); Requiem Alemán de Brahms, junto a Gerhaher y Schäfer, y dirigiendo la Staatskapelle Dresden (C MAJOR 703308); Sinfonías nº4, 7 y 8 de Bruckner dirigiendo la Filarmónica de Munich y la Staatskapelle Dresden (C MAJOR 701908 y PROFIL 10031); Carmina Burana de Orff dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 957302); los tres Preludios de Palestrina de Pfitzner dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 449571); Pelleas y Melisanda de Schönberg dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 469008); Sinfonía nº2 de Schumann dirigiendo la Philharmonia Orchestra (DG 453482); Der Rosenkavalier de Richard Strauss, junto a Fleming, Damrau, Koch y Kaufmann, y dirigiendo la Filarmónica de Munich (DECCA 1343109); Arabella de Richard Strauss, junto a Te Kanawa, McIntyre, McLaughlin y Kuebler, y dirigiendo la Orquesta del Metropolitan (DG 73005); El Anillo del Nibelungo de Wagner, junto a Gould, McCarthy, Breedt y Siegel, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (OPUS ARTE 9000 — caja con 14 CD´s); Los maestros cantores de Wagner, junto a Struckmann, Botha, Anger y Schade, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Viena (EUROARTS 2072488); y, finalmente, Tristán e Isolda de Wagner, junto a Voight, Weber, Holl y Lang, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Viena (DG 225002). Nuestro humilde homenaje a este gran director de orquesta.