Hay que ver, Anna, que han pasado ya muchos años y todavía te lo siguen recordando: Fuiste la primera mujer en ser liberada por aquellos secuestradores que mantuvieron a España en vilo la noche del 23 de febrero de 1981. Aquellos salvapatrias tenían su corazoncito y al percatarse de tu visible estado de buena esperanza decidieron darte libertad, que la cosa se estaba poniendo fea y era muy probable que allí hubiese jaleo. Y como este pueblo hispano es tan dado a la chanza y a la rechifla, no tardaron en aparecer injuriosos comentarios que aludían maliciosamente a la gran capacidad de macho ibérico que debía de tener el teniente coronel Tejero, esperpéntico líder de aquel sainete, que ya a la media hora de iniciarse el asalto había dejado embarazada a una diputada… Mira, Anna, cómo somos de mal pensados los españoles; es que no tenemos remedio y a todo le sacamos punta. En fin. Luego de ese incidente, tu trayectoria política ha estado más bien en la sombra, en los llamados entresijos de la política, con pocas intervenciones que te devolvieran al primer plano mediático. Cuentan que eres muy aficionada al fútbol y que tus apariciones por el palco del Camp Nou se repiten con espartana asiduidad. Algunas malas lenguas afirman que utilizas coche oficial y chófer para tal menester, asunto que no debe ser muy ético que se diga. Pero, ya sabes, Anna, que todos esos rumores proceden de gente envidiosa capaz de inventarse cualquier cosa para criticarte. Espero que algún día se hable más de tu vida política que de aquel incidente que, a buen seguro, bendijo tu embarazo.