César Franck Nacido el 10 de diciembre de 1822 en Lieja, Bélgica
* Fallecido el 8 de noviembre de 1890 en París
Pese a ser bautizado como Cesar-Auguste-Jean-Guillaume-Hubert Franck, sus orígenes eran más que modestos, de ascendencia alemana, valona y holandesa. Mientras que su madre, Maria Christina, era una mujer encantadoramente dulce y piadosa, el padre, Nicolas Joseph, era un tipo vanidoso, egoísta y tiránico que hacía señales en el pan para comprobar si se habían dado rebanadas suplementarias a los niños. Este verdadero impresentable intentó canalizar sus frustraciones por medio de sus hijos, obligando a estudiar piano al mayor, César, y violín al menor, Joseph, y para ello sometiéndoles a largas y fatigosas jornadas de trabajo. De esta manera, el pequeño Franck ingresa en el Conservatorio de Lieja con tan sólo nueve años, recibiendo clases de piano y solfeo. Gracias a su sorprendente memoria y oído, sus progresos fueron rápidos, iniciándose en el estudio de la armonía a los trece años. En 1834, con doce años, su padre consigue que toque ante el rey Leopoldo I. Un año más tarde, convencido el déspota del padre de las capacidades del chico, decide abandonar la valona Lieja para instalarse en París con toda la familia, en busca de conquistar la gloria — no se sabe muy bien si la suya propia o la de su hijo — en un chapucero e intolerable intento de imitar a la figura del padre de un tal Mozart.
Franck no pudo ingresar en el conservatorio parisino ya que esta institución no aceptaba a alumnos extranjeros, por lo que tuvo que nacionalizarse francés. Durante la espera, estudió con Anton Reicha, un excelente compositor que hoy en día se encuentra injustamente olvidado. Una vez conseguido el pasaporte francés, Franck se inscribe en el Conservatorio el 4 de octubre de 1837. Tres años más tarde, obtiene el segundo premio de órgano, el instrumento al que quedará vinculado durante toda su vida. Gracias a ello, da conciertos, convirtiéndose su padre en su empresario y obligándole a componer obras y más obras con el fin de que pudiese actuar en público. Consigue tocar en los salones de los constructores de piano más afamados y en uno de ellos interpreta su Trío en Si bemol, Op. 1. Pero mientras tanto, el padre no perdía el tiempo y conminó a César a que impartiese clases de piano, armonía, fuga y contrapunto, aparte de organizarle giras por Bélgica y Alemania. En un ataque de soberbia, saca a César y a su hermano del Conservatorio porque pensaba que allí ya perdían el tiempo. Por este motivo, Franck nunca pudo optar al Primer Premio de órgano del Conservatorio ni al Premio de Roma, lo que treinta años más tarde le acarrearía desgraciadas consecuencias, retrasando notablemente su nombramiento como profesor del Conservatorio de París.
Sin embargo, el hasta entonces apocado César Franck sorprendentemente se rebela, pero no por la salida del Conservatorio, sino por la inevitable llamada del amor. Ocurrió en 1846, cuando Franck se enamora locamente de una de sus alumnas, Eugénie-Félicité, y compone en su honor una tierna melodía que el imbécil del padre acaba destruyendo. Tras una violenta discusión, Franck escribe de memoria nuevamente la melodía y abandona la casa familiar, dejando a su padre con un palmo de narices. Pero el problema mayor sobrevino cuando para poder casarse tuvo que solicitar el obligatorio precepto paterno. Tras dos años de disputas legales — muy semejantes a las mantenidas por Robert Schumann y el padre de Clara — la pareja se casa el 22 de febrero de 1848 en un París repleto de barricadas a causa de la revolución republicana. La pareja se instala en un apartamento situado en el número 69 de la Rue Blanch.
Comenzaron así los llamados «años oscuros» de Franck, viviendo en unas más que considerables estrecheces económicas y teniéndose que dedicar a malgastar el tiempo de su genio dando clases por todo París. Entre 1848 y 1853, el matrimonio tuvo cuatro hijos de los que tan sólo dos llegaron a sobrevivir. Durante esta época, Franck llevó una vida mediocre y apagada, componiendo sólo algunas obras de escasa o nula relevancia. Incluso su nombre cayó en el olvido mientras que el de su hermano Joseph, organista en Santo Tomás de Aquin, se iba imponiendo poco a poco. Sin embargo, la suerte por fin acudió a su rescate: En 1853 se le ofrece el cargo de organista en la iglesia de San Juan y San Francisco de Marais, la cual contaba con un magnífico y moderno instrumento. Durante cinco años Franck se concentró en esta labor y adquirió una notable predisposición tanto para la ejecución como para la composición de música para órgano. De esta manera, en 1858 consigue hacerse con el puesto de organista en la iglesia de Santa Clotilde, dotada de otro excelente órgano con pedales marca Cavaillé-Coll. Aquí permanecerá durante toda su vida y fue donde dio lo mejor de sí como compositor, con una marcada y piadosa fe en Dios. En 1864 interpreta allí sus Seis piezas para órgano, una pieza que a la postre supuso el despertar organístico en Francia. También sus improvisaciones al instrumento llegaron a ser tan célebres que no pocos acudían a la iglesia los domingos sólo por el hecho de contemplar sus dotes ejecutantes.
Así, paulatinamente, el nombre de César Franck empieza a ser conocido en toda Francia y se le vuelven a abrir las puertas de las salas de conciertos y de las iglesias que inauguraban nuevos órganos. Dio recitales en Saint-Etienne du Mont, Saint-Sulpice y en la basílica de Saint-Denis. A partir de ese momento la vida del compositor emprende un nuevo camino y experimenta un cambio notable, acentuado en 1872, cuando por fin es nombrado profesor de órgano en el Conservatorio de París con un digno salario que rondaba los 2.000 francos anuales, cantidad que, debido a sus prolongados períodos de carencias, le debió parecer una fortuna. Además, esa cantidad aseguraba su situación material y permitía dar rienda suelta a su creatividad, liberada ahora de muchos obligados compromisos docentes de antaño.
Es a partir de esa época cuando se inicia el período de creación de sus más grandes obras maestras, mediante las que Franck se reveló como un magnífico compositor. En 1876 estrena su oratorio Les béatitudes, obra que le llevó casi diez años en su elaboración. Franck — a semejanza de lo que unos años después haría Mahler — componía principalmente durante los períodos vacacionales, llegando a crear obras verdaderamente pulidas y trabajadas. Formó a un grupo de alumnos entre los que destacaban D´Indy, Chausson y Duparc — maliciosamente llamado La banda de Franck por sus enemigos, que no eran otros que aquellos que no habían llegado a formar parte del mismo– y con ellos creó la Sociedad Nacional de Música, institución que realizó numerosos programas de conciertos públicos. En las salas de la Sociedad Nacional de Música se estrenarían la mayoría de las obras maestras que Franck compuso en aquellos años: El cazador maldito (1882), Preludio, coral y fuga (1884), las Variaciones Sinfónicas (1885), la Sinfonía en re menor (1888) y el Cuarteto de cuerdas (1889).
Con 68 años, César Franck se mostraba todavía como un compositor pletórico de inspiración y de proyectos, y así, en 1890, compuso una de sus grandes obras maestras, las Tres corales para órgano, una obra piadosa y llena de fe en la que el compositor vertió toda su espiritualidad, como si tuviese un presentimiento de su inminente fin. Fue en el mes de mayo cuando, dirigiéndose hacia la casa del pianista Paul Breud, su coche de caballos fue arrollado por un ómnibus, sufriendo el músico un fuerte golpe del que quedó desvanecido. Después de lo que parecía un rápido restablecimiento, Franck desoyó las recomendaciones de los médicos y no guardó el reposo prescrito. En octubre, se le declaró una pleuresía que se vio complicada por una pericarditis. Tras una leve mejoría, Franck recayó del todo y finalmente falleció la mañana del sábado día 8 de noviembre de 1890. Las exequias, celebradas en «su» iglesia de Santa Clotilde, fueron seguidas por una inmensa multitud, compuesta incluso de mendigos a los que diariamente el compositor dispensaba alguna limosna. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que César Franck fue el primer músico fallecido como consecuencia de un accidente de tráfico.
Franck fue un hombre profundamente religioso cuyo mayor y más inspirado legado se encuentra en sus obras orquestales, de teclado y de cámara. Sus composiciones, ricas en armonía y basadas en las estrictas formas tradicionales, forman parte de la mejor música francesa romántica. Su rechazo por la música frívola y espectacular contemporánea influyó sobremanera en los posteriores compositores franceses. Su arte compositivo, desarrollado mayormente de forma tardía, transluce la madurez de un gran artista que supo soportar años y años de marginación.
OBRAS
– 3 Óperas
– Sinfonía en re menor
– Variaciones sinfónicas para piano y orquesta
– 2 Misas
– 6 Obras corales sacras, destacando Panis Angelicus
– Cuarteto de cuerda
– Quinteto con piano
– 4 Tríos para violín, violoncelo y piano
– Sonata para violín y piano
– 47 Piezas para órgano, destacando Tres corales
– 59 Piezas para armonio (Órgano sin pedales)
– 6 Obras para piano, destacando Preludio, coral y fuga
¿Quién es el tal Mozart que mencionas y que quisó ser imitado por el padre de Fanck? JAJAJA
Puedo estar diciendo alguna tontería, pero muchos aspectos de la vida de Franck tienen su paralelo con Anton Bruckner. El órgano, la religiosidad, sus dificultades para ser reconocido entre sus contemporáneos…De hecho, alguna vez Bruckner presentó una durísima prueba al órgano, en un viaje realizado a París con ese propósito. Uno de sus examinadores fue precisamente Cesar Franck, quien quedó gratamente sorprendido por corpulento austríaco.
La piedad de Franck fue el elíxir que le llevó a componer piezas tan dulces y cargadas de Loas al Supremo. ¿Quién no ha escuchado ese Panis Angelicus, tan angelical e inspirador?
Mis respetos a Frank.
Saludos, mi fiel Leiter.
Si lees la primera entrada de esta sección, dedicada a Berlioz, comprobarás que en principio era yo más desenfadado a la hora de comentar la vida de los grandes compositores. De ahí lo del tal Mozart o tal Beethoven… Luego me fui volviendo más formalista, por desgracia. Será cosa de los años… Por ese mismo motivo me equivoco tanto con la ortografía a la hora de redactar las entradas. Menos mal que te tengo a ti de corrector, Iván (y eso que todas las entradas pasan por un corrector ortográfico de Word que, visto lo visto, está fallando también un poco. Lógico, el corrector tiene ya sus años también…)
No dices nada incorrecto en tu apreciación-comparación entre Bruckner y Franck. Ambos tuvieron paralelismos aunque con una leve diferencia. Mientras que Bruckner no era sinfónicamente aceptado por Hanslick y compañía pese a labrarse un nombre como compositor, Franck también tardó en ser reconocido con la salvedad de que durante gran parte de su vida fue un autor totalmente desconocido. La música de Franck ha adquirido un merecido protagonismo de aquí a unas décadas y su obra es realmente buena. A mí me parece un compositor interesantísimo, con algunas joyas en lo referente a la música de cámara. Su inclusión en este apartado que hoy cerramos me parece del todo justificada.
Un abrazo, amigo Iván
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