En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar la obertura de La muda de Portici del compositor francés Daniel-François Auber, un destacado músico del llamado Romanticismo Revolucionario Francés. Esta ópera, de cinco actos y basada en el libreto de Scribe y Dalavigne, fue estrenada en la sala Le Peletier de París el 29 de febrero de 1829 y actualmente es considerada la obra maestra de su autor. Presentada tres años antes que Robert le Diable de Meyerbeer, es el primer testimonio de la llegada de un nuevo género, la Grand´Opera, que ejercerá todo su peso sobre el arte lírico del siglo XIX. El argumento de la misma narra la leyenda del pescador Masaniello, quien en 1647 sublevó a los napolitanos contra el invasor español. La historia dio la vuelta al mundo a pesar de que la heroína, creada por la bailarina Lise Noblet, era del todo muda… Al parecer, durante una representación de esta ópera cuatro meses después de su estreno, concretamente en el Teatro de la Moneda de Bruselas el 29 de junio de 1830, se desencadenó tal motín que dio origen al movimiento revolucionario que llevó a la separación de Bélgica y Holanda. El número que abrió la espita fue el conocido como Amor sagrado a la patria.
La obertura, en tres movimientos (Allegro assai-Andante-Allegro), comienza con una frase fogosa sobre un acorde inestable a la que sigue un canto lleno de melancolía y perfilado en marcados cromatismos que pronto se ve interrumpido por los sombríos compases del principio. Tras unas cadenciosas notas expuestas por los metales, puntuados por los acordes cortados de la cuerda, aparece de nuevo la melodía principal en forma de ritmo ostinado que evoca una tarantella. La tonalidad oscila entre los tonos mayor y menor, preludiando acontecimientos dramáticos. Seguidamente, aparece un nuevo motivo un tanto pomposo que, luego de la reexposición de anteriores elementos temáticos, regresa para preparar la coda final. La pieza, incontestablemente caduca, no deja de escucharse con evidente interés.
Daniel-François Auber nació en Caen el 29 de enero de 1782 y pronto demuestra un gran talento musical, componiendo una serie de romanzas a la edad de 16 años. Bajo la presión de unas circunstancias familiares adversas — su padre, un famoso cazador de la corte real, fallece dejando numerosas deudas en 1815 — Auber decide dedicarse plenamente a la música. En 1820 escribe La Bergère chatelaine, una ópera que le vale el reconocimiento de un amplio sector de la crítica, que le compara nada más ni nada menos que con Rossini. Su carrera se estabiliza y logra sacar a la luz una nueva ópera cada año. Sin embargo, su gran aldabonazo le viene dado con el estreno en 1829 de La muda de Portici, una ópera que llegó a representarse hasta en 505 ocasiones y que fue cabeza de cartel francés hasta mediada la década de los ochenta del siglo XIX, todo un record. Esta obra, a juicio de los especialistas, sienta las bases de la Grand´Opera francesa. En 1847, Auber fue reconocido como Comandante de Honor de la Legión Francesa, tras haber sido nombrado cinco años antes director del Conservatorio de París, sucediendo a Cherubini, en un cargo que mantuvo hasta su muerte. Por desgracia, durante el sitio alemán de París (1870-1871), Auber decidió permanecer en la ciudad en unas condiciones del todo miserables, falleciendo el 12 de mayo de 1871. Autor de una obra abundante compuesta por más de 50 óperas y numerosas obras religiosas, hoy no se conocen de él sino unas cuantas oberturas que sólo dan una pálida idea de esa música encantadora, vivaz y elegante que derramaba tradición francesa conforme a una inigualable claridad y equilibrio. Su obra parece conocer una justa resurrección hoy en día. Nuestro humilde homenaje a este gran compositor.
—————————————————————-
Bueno, como hoy es el Día de los Enamorados, dedico esta entrañable canción a todas las lectoras de esta página. Y especialmente a mi pareja, Celia, de quien cada día estoy más enamorado. Esta balada, del año 1999, define a la perfección lo que nos ocurrió a Celia y a mí un ya lejano 19 de julio de 1996… Bueno, realmente un 20 de julio… ¡Felicidades a todas las enamoradas!
Julio de 1996: Celia y el autor en La Carihuela, Málaga, una semana después de haber iniciado una relación que aún perdura
Bueno, siempre sale algo sorprendente de estas entradas de domingo! Qué fuerza la de Auber!
En cuanto a lo del día de lo enamorados…gracias por la felicitacitación pero no es muy aplicable!! qué lindo es veros a todos así, estupendos, enamorados! Lo digo sin ironía, eh?
besos
La moza está de muy buen ver, el mozo tiene cara de enamorado.
Felicidades.
Esta obertura de Auber es realmente encantadora y yo la habría incorporado a mi repertorio de haber sido director de orquesta.
La moza está de muy buen ver y el mozo tiene cara de enamorado… Bueno, pues así es, querido Miguel. Pero esa foto tiene ya casi catorce años de antigüedad y el mozo ha perdido pelo y agilidad, aunque la moza ha ganado en belleza.
Gracias por vuestros comentarios, Amalia y Miguel.
AVISO: Hoy se han llevado mi computadora al taller. Espero que en el transcurso de esta semana deje de estar exiliado en el portátil de Celia…
LEITER
Te agradezco Leiter por traernos estas maravillosas piezas… y que sin duda son, para muchos de los que venimos acá, totalmente desconocidas (al igual que la historia de esa ópera).
Y la foto, bueno, no me parece que esté bien que te escudes detrás de Celia para ocultar tu panza, ja ja ja. Bueno, el tener una mujer que te quiera es suficiente para ser feliz, creo yo: la pérdida de pelo es algo anecdótico, y una buena excusa para dejar de gastar en shampoo.
un abrazo
¿Mi panza?
Pero, bueno… ¿Crees que haciendo todas las semanas más de cien kilómetros a bordo de mi bici puedo tener panza?
Aunque, la verdad, es que en la época donde fue tomada la foto sí que tenía un poco de barriguita.
Hombre, actualmente no estoy «pelado» del todo (Quiero dejarme el pelo al cero, a lo Yul Breinner, pero la de la foto no me deja). Si me miras de frente, soy un tipo sin síntomas de alopecia… Pero ¡Ay si me miras de espaldas! Parezco un monje cisterciense…
Un abrazo, Frank, y suerte con esos exámenes.
LEITER