Discográfica y pequeña biografía de Eduard van Beinum
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El arte de la dirección orquestal no es precisamente el mejor ejemplo de escuela de valores democráticos. Las orquestas necesitan de un líder, de un jefe absoluto que ha de saber imponer su criterio interpretativo por encima de cualquier otra consideración ajena.
Aquellos lejanos experimentos de democratización popular de orquestas que prescindían de director llevados a cabo en la Rusia de Stalin resultaron tan efímeros como contraproducentes. Toda formación orquestal, incluso los pequeños conjuntos de cámara, requiere de un jefe que bien puede ser un director al uso, el concertino o el maestro clavicembalista. Y para ejercer esta misión se necesita autoridad, facultad que puede ser entendida de muy diversas maneras.
Algunos afamados directores fueron verdaderos dictadores del podio que jamás aceptaron la más mínima opinión de sus músicos (Toscanini). Otros se caracterizaron por exigir tal férrea disciplina a sus conjuntos que incluso dictaron normas sobre el comportamiento a seguir por los profesores en su vida privada (Reiner). Hubo incluso quien se atrevía a abofetear a los músicos si éstos cometían algún fallo durante los ensayos (Bülow).
Sin embargo, también existen los directores dóciles y comunicativos, aquellos para quienes la autoridad no significa necesariamente despotismo. Uno de esos directores amables y dialogantes fue Eduard van Beinum.
Biografía
Eduard Alexander van Beinum nació el 3 de septiembre de 1901 en Arnhem, Países Bajos, en el seno de una familia muy musical en donde el padre ejercía como contrabajista en la orquesta de dicha localidad. Desde muy pequeño Eduard aprendió de su hermano a tocar el piano, el violín y la viola con tales progresos que a la edad de 16 años ya formaba parte como violista en la orquesta donde trabajaba su padre.
Más tarde, Beinum fue admitido en el Conservatorio de Amsterdam y allí dejó constancia de sus cualidades como pianista, si bien ya desde entonces pareció decantarse por la dirección orquestal en las clases tuteladas por el profesor De Pauw.
Sus primeros conatos como director se produjeron al colaborar con orquestas y coros de aficionados en las localidades de Schiedam y Zutphen, aunque ya en 1927 fue nombrado director de la Orquesta Sinfónica de Harlem, institución en donde Beinum dedicó buena parte de su programación a presentar obras de los autores holandeses del momento.
El gran salto cualitativo de su trayectoria artística se produjo en 1931, fecha en la que Beinum fue nombrado director asistente de Mengelberg en la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam en sustitución de Cornelis Dopper.
Con esta misma formación Beinum ya había colaborado anteriormente como pianista y director invitado. Durante estos primeros años en Amsterdam, Beinum tuvo la oportunidad de observar no sólo los modos del mítico director holandés, sino de muchas figuras de la dirección que venían a dirigir a Amsterdam en calidad de invitados, como Monteux, Furtwängler o Bruno Walter. Al mismo tiempo, Beinum inició también una exitosa carrera como director invitado que le llevó a dirigir en 1937 la Orquesta Filarmónica de Leningrado.
Un año más tarde, Beinum pasó de ser asistente a ser nombrado co-director del Concertgebouw junto a Mengelberg. En los años siguientes, las distintas personalidades de cada director resultaron ciertamente positivas para elevar y complementar el alto nivel de dicha formación.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Mengelberg fue proscrito del Concertgebouw a causa de su colaboración con las autoridades nazis y Beinum pasó a convertirse en el único titular de la formación hasta el resto de su vida. Con todo, los profesores de la orquesta respondieron enérgicamente al liderazgo de Beinum al representar éste la antítesis de los modos autocráticos de Mengelberg.
De cualquier manera, la calma y tranquilidad de Beinum era precisamente lo que la orquesta requería para aliviar las tensiones desarrolladas con la forzada salida de su antecesor. En 1946 Beinum se encontraba en Londres negociando una próxima visita con su orquesta cuando fue invitado a sustituir a Albert Coates durante un concierto con la Filarmónica de Londres a causa de una imprevista indisposición de éste.
El éxito resultó tan grande que Beinum fue propuesto para el cargo de principal director de dicha formación inglesa, actividad que llevó a cabo entre 1949 y 1951 a pesar de estar un año ausente debido a problemas de salud. En 1954 Beinum realizó con la orquesta holandesa una exitosa gira por EEUU y pronto le llovieron las ofertas para volver a dirigir allí en calidad de director invitado.
Beinum aceptó dirigir una serie de conciertos con la Orquesta Sinfónica de Chicago en 1955 y un año más tarde se comprometió como principal director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles. Sin embargo, los problemas de salud que padecía se fueron agravando hasta el punto de que el 13 de abril de 1959, mientras se encontraba ensayando con la Orquesta del Concertgebouw, cayó fulminado víctima de un infarto.
Eduard van Beinum representó todo lo contrario a la despótica y tiránica personalidad de Mengelberg. Fue un director modesto, introvertido, extremadamente educado y cortés, muy amable en su trato con los profesores de las orquestas. Nunca trató de imponer dictatorialmente sus ideas y buscó siempre la unidad del conjunto. El único punto en el que coincidió con su antecesor fue en su escaso acercamiento a la ópera, aparte de la tradicional devoción holandesa por Mahler. Su carrera como director estuvo basada en una sólida musicalidad y en una total ausencia de divismo, atesorando un estilo refinado y elegante con el que dotaba a sus interpretaciones de un gran equilibrio y precisión. Su gesticulación era del todo comedida y casi nunca se sirvió de la batuta. Para él, los profesores de las orquestas eran colegas con los que debía trabajar de manera solidaria para hacer posible el milagro de la música, lo único y verdaderamente importante. Supo por ello ganarse la admiración de todos los profesores de las orquestas a las que dirigió. Van Beinum fue además un destacado intérprete del repertorio camerístico en el que colaboró en numerosas ocasiones su mujer, la violinista Sepha Jansen. De no haber fallecido tan prematuramente, su relevancia en la historia de la dirección orquestal habría sido aún mayor.
De entre la producción discográfica debida a Eduard van Beinum
Podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada):
- Concierto para clave, BWV 1052, de Bach, junto a Dinu Lipatti y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (EMI 67572);
- Música para cuerdas, percusión y celesta de Bartok dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 036);
- Concierto para piano nº1 de Beethoven junto a Robert Casadesus y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (SONY 33887 – Última grabación de Benium);
- Sinfonía Fantástica de Berlioz dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (MUSIC & ARTS 1054);
- Marcha húngara de La condenación de Fausto de Berlioz dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (BEULAH 1PD17);
- Obertura para un festival académico y Trágica de Brahms dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (ELOQUENCE 4429788);
- Variaciones sobre un tema de Haydn de Brahms dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 420854);
- Rapsodia para contralto de Brahms, junto a Aafje Heynis y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 420854);
- El mar de Debussy dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (ELOQUENCE 4646362);
- Obertura Cockaigne de Elgar dirigiendo la Filarmónica de Londres (BEULAH 2PD15);
- Concierto para violoncelo y orquesta de Elgar, junto a Anthony Pini y dirigiendo la Filarmónica de Londres (PEARL 143);
- Variaciones sinfónicas para piano y orquesta de Franck, junto a Geza Anda y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (DG Referencia desconocida);
- Psyché de Franck dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (ANDANTE 4060);
- Música acuática de Haendel dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 420857);
- Sinfonías nºs 94 y 100 de Haydn dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw y la Filarmónica de Londres (ELOQUENCE 4768483 y BEULAH 4PD17);
- Sinfonía nº4 de Mahler dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (BEULAH 2PD17);
- Lieder eines fahrenden Gesellen de Mahler, junto a Eugenia Zareska y dirigiendo la Filarmónica de Londres (LPO 11);
- La Canción de la Tierra de Mahler, junto a Ernst Haefliger y Nan Merriman, y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (PHILIPS 8570193);
- selección de El sueño de una noche de verano de Mendelssohn dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (DECCA 4723110);
- Sinfonía nº33 de Mozart dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (BEULAH 3PD17);
- Concierto para piano nº24 de Mozart, junto a Kathleen Long y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (MUSIC & ARTS 1054);
- Concierto para piano en Sol mayor de Ravel, junto a Cor de Groot y dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (APPIAN 5611);
- Obertura de La gazza ladra de Rossini dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (DECCA 4723110);
- Sinfonía nº4 de Schubert dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (BEULAH Referencia desconocida);
- Tapiola y Finlandia de Sibelius dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (BEULAH 6PD8);
- y, finalmente, La consagración de la primavera de Stravinski dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (MUSIC & ARTS 1054).
Nuestro humilde homenaje a este sensacional director de orquesta.
No solo me gusta Van Beinum sino que encuentro grandes elementos de identificación. Si yo hubiera sido director, que no lo soy, hubiera sido ante todo un director de fosa, como decimos los franceses, o sea que un director muy comprometido con la ópera, y ante todo la mozarciana. Si por otro lado dirigiera obras sinfónicas lo haría con una técnica muy similar a la de Van Beinum. Y en que importa decir esto? Pues en asolutamente nada, salvo para explicar porque cuando escucho a Van Beinum dirigir me siento como un pez en el agua, gozando y disfrutando. Ahora bien; resulta dificil, muy dificil, hablar de esta técnica. Tiene que ver con la rítmica y lo que llamo las células rítmicas. Una cosa es la transparencia que se obtiene por la clarificación de las líneas, como Kletzki con las cuerdas, y otra es trabajar grupo por grupo obteniendo que cada uno de ellos vaya hasta el fondo de sus células rítmicas (yo digo muy vulgarmente que hasta el culo, y lo suelo decir a los cantantes en los coros) y con el valor de las notas sin que haya nunca la más mínima anticipación de una nota sobre otra. Esta célula ritmica, por sus contrastes y el respeto del valor de cada nota nunca anticipada, esta célula se vuelve limpia y clara, a la vez que actúa por si sola. Entonces llega el momento de integrarla a un conjunto de células más grande, el de toda la orquesta, y esto se hace a través de la escucha,porque esto solo funcciona si los primeros violines son capaces de escuchar la duración de las notas pequeñas staccato de las flautas, por dar un ejemplo. Es más: el tempo correcto es el que permite que los violines encajen con este staccato, y punto. Y esto es, de por si, escucha y buen rollo, no se hace ni se puede hacer de otra manera. Y todo el concepto de dirección puede cambiar. Y esto, dirigiendo en paralelo y con toda la técnica de batuta del mundo, tampoco es posible !! Leiter, estoy hablando en chino, en árabe o en castellano castizo?
Entonces cuando escucho a Van Beinum, es como si me sirvieran un plato de crêpes zuzette de las antiguas, a las 5 de la tarde, con un vaso de cidra. Es increible! Cosas como el segundo movimiento de la Fantastique, como Egmont, como la octava de Bruckner, bueno todo lo que tenemos. Quizás no haya una visión transcendente de primer orden, no lo se, es que me olvido de esto, solo escucho cada parte de la orquesta, como respira y como va hasta el fondo, aportando de forma natural su parte de la dinámica, del contraste rítmico, su grano de arena en el conjunto. Magnifico !
Un abrazo
Jean François
¡Ja, ja, habla usted en perfecto castellano, maestro Mounielou!, Aunque a veces he de afilar la mirada sobre la pantalla para comprender mejor lo que magníficamente expone.
Yo creo, maestro Mounielou, que usted ha recibido una educación musical de fuerte componente francés y eso se nota a la hora de resaltar la clarificación sonora. Y la misma sólo es posible si se estructura por secciones, y no sólo por secciones, sino por el oído solidario de todas la familias instrumentales, que es lo que creo entender de su exposición.
Y coincido con usted en que no se trata de buscar una mega-trascendentalidad en las versiones de Benium, sino de escuchar y escuchar el equilibrio sonoro que parece imperar a cada instante. El sentido rítmico, algo que parece fácil en un principio, es en realidad algo más complejo y saber conservarlo para dar a cada nota su justa y lógica duración es realmente difícil. No se si sabrá que una vez se hizo una broma, una especie de juego, una prueba, entre tres célebres directores de orquesta. Tenían que marcar, de espaldas, los primeros compases de una sinfonía de Beethoven ejecutada en un tocadiscos. Luego, quitaron la música del tocadiscos y ellos siguieron marcando el compás de manera imaginaria, siempre de espaldas. Pues bien, no habían pasado diez compases cuando ya se empezó a advertir que los tres no estaban sincronizados. ¡Con apenas diez compases en silencio y tratándose de tres destacadas figuras de la dirección de cuyos nombres ahora no puedo acordarme! ¿Curioso, eh?
Mi admirado abrazo, amigo y maestro Jean François.
LEITER
El ejercicio de la autoridad en cualquiera de los planos de la vida humana, no sólo es deseable sino necesario. El universo se rige por leyes inmutables y estas están en consonancia con la armonía y la belleza. Si lo hombres somos incapaces de someternos al Derecho Natural, no por ello no es dado apartarnos impunemente del orden que deviene de la autoridad, so pena de sembrar el caos en todas y cada una de nuestras actividades.
Más o menos autoridad, dependerá del grado de dosificación que que la misma se ejerza, así como el para qué. No creo que la «autoridad» de un sujeto como el desaparecido truhán libio sea recomendable.
La Música exige autoridad. Y no importa cómo se ejerza, debe existir siempre. No puedo imaginar una orquesta sinfónica intentanto interpretar la Sinfonía Alpina de Strauss con cada profesor de la orquesta haciendo lo que se le antoje: un pulpo no es sólo tentáculos, necesita una cabeza. El punto está en cómo esa cabeza ejerce su autoridad.
En Música la calidad como Director va antes que la autoridad. SIempre he pensado que la dotes artísticas son la piedra findamental para hacer con una orquesta lo que se desee. Incluso tratar a los músicos de imbéciles (Toscanini); desde luego el ofender no es bueno nunca, se debe respetar para poder ser respetado. Pero casos como el del genial italiano, o como Reiner, Scherchen y otros de la «línea dura», la excelencia musical contrastada que les acompañaba era su pasaporte para ejercer la más tiránica dictadura. Y aún así sus músicos les adoraban, porque sabían que fuera de los ensayos o los conciertos, sus directores eran auténticos caballeros.
Beinum, es de esa corriente que podía darse el lujo de ser todo lo contrario: amable y amigable con los músicos, al punto de mezclarse con ellos en risas y comentarios, «para producir ese milagro llamado Música», como bien dices, todo en razón de lo mismo: un altísimo nivel musical, un estilo de dirección que conquista a los intérpretes y al público en general. En ambos casos (despotismo o moderada democratización) es necesario ser un eximio director. Cualquiera que no posea un talento innato, entrará perdiendo, sea que intente ser amigable, sea que quiera convertirse en la única voz a seguir.
Ahora bien: Karajan combinaba ambas cosas de manera un tanto extraña; todopoderoso dictador, pero sin levantar la voz como si de un látigo se tratara. Hombre de conciliar opuestos, sin duda. También hay que aprender de eso.
Adhiero al criterio de Jean François: trabajar grupo por grupo de la orquesta, hacer que los unos escuchen a los otros y afinen su instrumento en consonancia con el del otro permite que esas células rítmicas de la que nos habla nuestro amigo, fluyan de mejor manera. No se trata de someter a la orquesta a un grupo en particular, sino que todos tengan compresión de su parte, pero también la del resto del conjunto. De nada me sirve un fortissimo en donde el sonido de ciertos instrumentos se ahoga por estridencias innecesarias de una trompeta o un timbal, por ejemplo. El compositor ha dejado una idea en cada nota, en cada línea melódica y tal mensaje se disipa si algún instrumentista «trompetea» como un loco.
En un ensayo, obligaria a la orquesta a reunirse toda pero ensayaría por secciones, que las cuerda toquen al unísono con las trompas por ejemplo, mientras los demás callan PERO ESCUCHAN CON ATENCIÓN. Luego me voy con las flautas para que toquen con la percusión y así sucesivamente, hasta que las notas que produzcan estos intrumentos, se llene de vida en la armonización general que ha de resultar, cuando todos intervengan en la interpretación.
El universo es armonía y orden.
Abrazos amigos y hermanos.
Pero yo creo que la autoridad viene ya dada por el cargo. Otra cosa es el autoritarismo. Benium fue un director respetado por los profesores al que no le hizo falta exhibir un grado alto de autoritarismo para transmitir su concepto. En ocasiones, un excesivo autoritarismo evidencia tal vez una cierta carencia a la hora de transmitir ideas de forma dialogada. Beinum demostró que se puede ser un excelente director sin necesidad de recurrir a un absoluto despliegue de fuerzas de mando. Pero este factor también depende del colectivo orquestal; no todas las orquesta son igual de receptivas. Eso sí, casi todas las orquestas valoran al director en función de sus cualidades, sean autoritarios o no. Cuando la orquesta detecta que está frente a un gran maestro, todo es más fácil. Karajan nunca fue un autoritario en el sentido extenso de la expresión. Imponía su criterio, como no podía ser de otra manera, pero trataba de que los profesores comprendieran sus tesis para llevarlas a buen puerto. Por eso logró tan excelentes resultados. No las imponía por imponer solamente.
Yo creo que todos en nuestro interior llevamos a un director de orquesta. En mi caso, hubiera tratado de ser dialogante aunque… Nunca se sabe, claro.
Un abrazo, amigo y hermano Iván
LEITER
Un día mientras estudiaba me encontré con el flautista de nuestra pequeña orquesta en la tienda de Ultramarinos de mi barrio. Este chico era americano y me gustaba mucho porque parecía captar de inmediato lo que le quería decir. Nunca habíamos hablado así en plan compadres y hablamos primero del profesor, cuyo carácter era tremendo, podía ser amable pero en el fondo era un dictador y sobre todo uno de estos que manipulan las personas enfrentándolas por detrás, bueno horrible. Y de repente habló de mi. Y le dije: yo hablo muy poco, no podrás decir que soy autoritario…y me contestó: ah, tu eres de los que son muy amables pero si supieras lo que uno siente cuando clavas esta mirada de hierro que tienes cuando diriges te darias cuenta…y yo inmedatamente pensé: que bien, fantástico, si consigo esto es que puedo avanzar ! Y es así…Por esto era muy importante para mi poder conocer por fin la mirada de Bruno Walter dirigiendo, y por fin la tenemos…y es la mirada de alguíen que trás unos ensayos de muy buen tono, no deja pasar nada que no sea lo que el decide. Todo es cuestión de equilibrio y efectivamente Herbert Von Karajan tenía un equilibrio notable en esto, sus ensayos son modelicos desde mi humilde punto de vista. El misterio para mi sigue siendo el Dr Böhm. Como grandísimo director de opera que era conseguía llevar los conjuntos vocales a unos niveles muchas veces insuperables pero al mismo tiempo tal como lo dijo Birgit Nilsson el ambiente sobre el escenario no era bueno. Esto me decepcionó mucho cuando lo supe, sabía d ela tensión en la fosao pero que el ambiente en ele scenario no era bueno… pues sí,l os ensayos eran tensos, los cantantes segundarios estaban hasta traumatizados porque el dr calmaba sus nervios atacándolos, total que mal rollo. Y del mal rollo directamente a la velada genial, con una cohesión espectácular entre todos. Será que todo el mundo se daba cuenta de que en este momento solo quedaba la música, será que llega un momento en que solo importa la realidad del verdadero talento,en fin es así pero para mi es algo triste. Mi postura aqui es un pelín distincta a la de Iván. Creo en la autoridad natural y la orquesta no es una democracia. Debe llegar el momento en que imperan la autoridad y la obediencia, en virtud de un orden natural, estoy de acuerdo con esto. Pero al mismo tiempo nadie tiene, por ningun orden natural de superioridad, ningun derecho a faltar el respecto a nadie ni a manipular a las personas enfrentándolas, nadie tiene derecho a hacer sufrir a los demás devolviéndoles la carga de su propia paranoia. No hay justificación ética para ello. Hay un orden natural y también un orden de respeto hacia cualquier persona, el tema es por lo tanto encontrar el equilibrio.
Un abrazo