Giuseppe Sinopoli nació el 2 de noviembre de 1946
Berlín, 20 de abril de 2001: En la Deutsche Oper de Berlín se está representando Aida de Verdi bajo la dirección de Giuseppe Sinopoli, maestro italiano de 54 años de edad cuya trayectoria artística estaba atravesando por su mayor momento de madurez. Durante el tercer acto de la representación, concretamente en la escena del encuentro de la esclava Aida con el general Radamés, el director veneciano mira hacia el cielo con gesto de dolor y se desploma del foso de la orquesta con los ojos en blanco. El equipo médico de la Deutsche Oper acude lo más rápidamente posible al lugar en donde yace el cuerpo de Sinopoli y trata de reanimarlo mediante la aplicación de unos desesperados masajes cardíacos. Todos los intentos resultan infructuosos y se decide trasladar de urgencia a Sinopoli al Centro Cardíaco Alemán donde, por desgracia, ya nada se puede hacer por su vida. La tragedia se consuma y Sinopoli es declarado muerto en la madrugada del sábado día 21 de abril de 2001. A modo de cruel paradoja, se dio la circunstancia de que aquella representación de Aida estaba dedicada al antiguo director de la Deutsche Oper, Götz Friedrich, fallecido apenas cinco meses antes. Y precisamente con Aida de Verdi, Giuseppe Sinopoli había debutado como director operístico veinticinco años atrás. Como ya ocurrió años atrás con Felix Mottl, Joseph Keilberth y Arvid Jansons, Sinopoli ingresó en el mítico pero tétrico grupo de aquellos maestros que murieron agitando la batuta.
Giuseppe Sinopoli nació el 2 de noviembre de 1946 en Venecia, Italia, y aunque inició sus estudios musicales de órgano en el Conservatorio de Messina, las bases de su formación musical las adquirió en el Conservatorio Benedetto Marcello de su ciudad natal. Inclinado en un principio por la composición gracias a las enseñanzas de Franco Donatoni, el joven Giuseppe Sinopoli también estudió medicina y psiquiatría en Padua, doctorándose en 1972 merced a la tesis titulada Aberración y momentos criminológicos en la transmisión fenomenológica de la obra de arte. Luego de acudir durante una temporada a los cursos de Darmstadt para perfeccionar la composición bajo la tutela de Stockhausen y Maderna, Sinopoli estudió dirección en Viena con Swarowski entre 1972 y 1975. Ese mismo año debuta como director y funda en Venecia el Bruno Maderna Ensemble para la difusión de la música contemporánea. En 1978, Sinopoli se presentó en Venecia como director operístico al comandar una exitosa representación de Aida de Verdi, aunque dicho triunfo no le apartó de su faceta como compositor. Un par de años más tarde, Sinopoli decidió abandonar su actividad compositiva tras el fracaso cosechado por su ópera Lou Salome en Munich que él mismo dirigió. Centrado desde entonces en la dirección orquestal, Sinopoli fue requerido ese mismo año de 1980 para actuar en la Deutsche Oper de Berlín y trabajar estrechamente el repertorio italiano en colaboración con el entonces director titular de la institución berlinesa, Götz Friedrich. Con una carrera como director del todo imparable, Sinopoli debutó en 1983 en el Covent Garden al tiempo que fue nombrado director titular de la Orquesta de Santa Cecilia de Roma y un año más tarde director titular de la New Philharmonia Orchestra sucediendo en el puesto a Riccardo Muti. Sinopoli se mantuvo al frente de esta formación londinense por espacio de una década y durante este tiempo realizó una copiosa actividad discográfica entre la que destacó la integral sinfónica de Mahler.
Luego de haber debutado en 1985 tanto en Bayreuth como en el Metropolitan y de haber dirigido a la Ópera de Viena durante una gira por Japón, Sinopoli fue nombrado en 1990 director musical de la Deutsche Oper de Berlín y un par de años más tarde director titular de la prestigiosa Staatskapelle Dresden continuando el breve interludio comandado por Hiroshi Wakasugi. Mediante estos dos relevantes cargos, Sinopoli se alzó como una de las personalidades musicales más importantes de Alemania a pesar de su origen italiano. Como solía ser tradición en La Scala, el esperado debut de Sinopoli no se produjo hasta 1994 luego de haber dirigido unos años antes en Roma El Anillo de Wagner en versión de concierto durante cuatro sesiones que fueron alabadas por sus inmejorables resultados artísticos. Ya en 1998, Sinopoli fue nombrado director laureado del Mayo Musical Florentino y del Teatro Communale de dicha ciudad, cargos que alternó con sus obligaciones en Alemania y con su constante presencia en los prestigiosos festivales de Salzburgo y Lucerna. Cuando se encontraba en la cúspide de su fama y en su momento de mayor madurez artística, Giuseppe Sinopoli falleció durante la madrugada del 20 al 21 de abril en Berlín como consecuencia de un infarto mientras dirigía Aida. Dos días antes había recibido el título de diplomado en arqueología por la Universidad de Roma. Sus funerales fueron presididos por el Presidente y el Primer Ministro de Italia y a los mismos asistió en pleno el contingente de músicos de La Scala para ejecutar una serie de fragmentos dedicados a su memoria.
Genial, culto y controvertido, Giuseppe Sinopoli fue objeto tanto de adhesiones inquebrantables como de graves acusaciones profesionales (fue sonada la crítica que recibió de Teresa Berganza tras la grabación de Madama Butterfly. La mezzo española declaró sin pelos en la lengua que Sinopoli era todo un incompetente musical… Por otra parte, el polémico crítico Norman Lebrecht le dedicó uno de los capítulos más despiadados en su célebre obra El mito de los directores de orquesta. El columnista de The Daily Telegraph llegó a afirmar que la sola mención del nombre de Sinopoli provocaba vómitos en la boca de otros colegas y angustia en los profesores de las distintas orquestas…). Acorde con sus conocimientos de psiquiatría, Sinopoli trató siempre de buscar el aspecto más profundo de las obras que dirigía mediante la consecución de un sonido orquestal brillante y muy peculiar. Su enfoque de algunos títulos operísticos, en absoluto ortodoxos, provocó furibundas críticas en Inglaterra y admiraciones desatadas en Japón. Con un estilo de dirección caracterizado por la extroversión y vitalidad, Sinopoli renunció a cualquier planteamiento filosófico para centrarse en el más puro aspecto musical de las obras, sirviéndose para ello de una gran capacidad para contrastar las diversas secuencias musicales dentro de un estilo que a veces podía dar la apariencia de estridente. Sus tutti orquestales llegaron a ser muy criticados por la amplitud sonora de los mismos, circunstancia que iba en deterioro de una claridad orquestal más deseable. Con todo, su competencia como director fue irreprochable y en algunos repertorios concretos se destacó como una de las mayores figuras de su tiempo.
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Director muy estimado por cantantes e instrumentistas por su alto grado de comunicabilidad, Sinopoli se destacó como uno de los mejores intérpretes de la música de la Segunda Escuela de Viena al tiempo que se mostró muy brillante con el sinfonismo de Brahms, Mahler y, especialmente, de Schumann (su grabación de la Segunda del autor renano al frente de la Filarmónica de Viena es considerada modélica). A nivel operístico, Sinopoli centró su atención en Verdi y Puccini, aunque sus interpretaciones wagnerianas fueron también calificadas como de muy válidas por los siempre exigentes especialistas en Wagner. La obra de Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert le fue del todo ajena al tiempo que ignoró casi por completo la música de Bartok y Stravinski. Una de sus piedras de toque fue Bruckner, autor en donde se destacó como un director tremendamente irregular con estimables aciertos — Séptima — y sonados fracasos — Novena –. Richard Strauss fue otro de sus autores destacados aunque la opinión generalizada coincide en que sus lecturas fueron mucho más convincentes en el ámbito operístico que en el terreno de los poemas sinfónicos. Sea como fuere, Sinopoli siempre se mostró como un director que acaparó las máximas expectativas tanto en crítica como en público debido a la originalidad de sus planteamientos. Su trágica e inesperada muerte nos privó, posiblemente, de los que habrían sido sus mejores años como director de orquesta.
De entre la producción discográfica debida a Giuseppe Sinopoli
Podemos mencionar las siguientes grabaciones (advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonía nº9 de Beethoven dirigiendo la Dresden Staatskapelle (DG 453423); Carmen de Bizet, junto a Moser, Larmore, Ramey y Gheorgiu, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Baviera (APEX 48727); Rapsodia para contralto de Brahms, junto a Brigitte Fassbaender y dirigiendo la Orquesta Filarmónica Checa (DG 435066); Doble Concierto de Brahms, junto a Gidon Kremer y Marta Sudraba, y dirigiendo la Filarmónica de Israel (vídeo de referencia desconocida); Sinfonía nº9 de Bruckner dirigiendo la Staatskapelle Dresden (DG 457587); Stabat Mater de Dvorak, junto a Zvetkova, Donose, Botha y Scandiuzzi, y dirigiendo la Staatskapelle Dresden (DG 471033); las 2 Sinfonías de Elgar dirigiendo la Philharmonia Orchestra (DG 453103); Sinfonía Dante de Liszt dirigiendo la Staatskapelle Dresden (DG 457614); la integral sinfónica de Mahler dirigiendo la Philharmonia Orchestra (DG 471451 — integral en 15 CD´s); Madama Butterfly de Puccini, junto a Berganza, Pons, Freni y Carreras, y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (DG 423567); Manon Lescaut de Puccini, junto a Freni, Thomas, Domingo y Bruson, y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (DG 872002); Tosca de Puccini, junto a Domingo, Behrens, McNeil y Courtney, y dirigiendo la Orquesta del Metropolitan (DG 710109); Sinfonía nº3 de Scriabin dirigiendo la Filarmónica de Nueva York (DG 427324); selección de poemas sinfónicos de Richard Strauss dirigiendo la Staatskapelle Dresden (DG 435790); Sinfonía Alpina de Richard Strauss dirigiendo la Staatskapelle Dresden (EUROARTS 2056138); Salome de Richard Strauss, junto a Studer, Rysanek, Terfel y Hiestermann, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 431810); Elektra de Richard Strauss, junto a Marc, Voigt, Schwarz y Ramey, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DG 453429); La forza del destino de Verdi, junto a Bruson, Baltsa, Burchuladze y Van Allan, y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (DG 419203); Macbeth de Verdi, junto a Zampieri, Bruson, Morris y Griffith, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (KULTUR 48); Nabucco de Verdi, junto a Cappuccilli, Domingo, Dimitrova y Nesterenko, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 410512); Rigoletto de Verdi, junto a Bruson, Gruberova, Lloyd y Shicoff, y dirigiendo la Orquesta de Santa Cecilia de Roma (PHILIPS 412592); Tannhauser de Wagner, junto a Studert, Vogel, Engert y Sotin, y dirigiendo la Orquesta del Festival de Bayreuth (EUROARTS 2072008); y, finalmente, El holandés errante de Wagner, junto a Studer, Weikl, Domingo y Seiffert, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Berlín (DG 437778). Nuestro humilde homenaje a este gran y malogrado director de orquesta.
Bueno, pero qué personaje es éste. Un fisonomista debía intuirlo desde el primer momento, qué duda cabe. Con ese algo del tétrico ‘Cipolla’ del relato corto ‘Mario y el Mago’ de Thomas Mann.
Yo no sé porqué, Leiter, desde el primer momento doté al espantable prestidigitador manniano Cipolla con el físico de Giuseppe Sinopoli. Ahora creo, y nada me hará disuadirme, que tiene que ver con esa estrambótica tesis doctoral suya ‘Aberración y momentos criminológicos en la transmisión fenomenológica de la obra de arte’.
¿Hay manera de hincarle el diente a los contenidos de esta tesis? ¿Ha sido publicada esta prodigio de dudoso gusto? ¿Conoces al menos de qué va este raro documento? La imagino una mezcla entre ‘El asesinato de como una de las Bellas Artes’ y ‘La Hermandad de San Serapión’ de nuestro querido E.T.A Hoffmann, con algo de la psiquiatría de Hannibal Lecter.
Esto escribí a nuestro Iván. Lo hago extensivo a ti, amigo y hermano: «Pensemos, amigo mío, este silencio mío como el intervalo que separa a un movimiento sinfónico de otro. O el intervalo entre una palabra y otra. O el intervalo entre una pintura y otra pintura. En suma, que se nos permita habitar el intervalo como un preludio de muerte.»
Abrazos, abrazos
Amigo Otto
¡Pues no tiene que ser complicado dar ahora con la tesis de Sinopoli!
Todos tenemos un intervalo que preludia la muerte desde el día en que nacemos (por cierto, hoy es mi aniversario). Yo ahora estoy con la teoría del embudo…
Un abrazo, buen amigo
LEITER
Pues Madrid debe estar de plácemes, querido amigo.
Desde mi infamado país yo lanzo al cielo tres sonoras salvas al aire.
¡Felicidades, Leiter, por tu aniversario!
Jamás he escuchado el Anillo de Wagner bajo la batuta de este, el más enigmático de los directores de orquesta modernos, cuya transición hacia la metamorfosis ontológica se produjo de manera brusca, sorpresiva y dolorosa. Sí, fue muy triste conocer la noticia de su deceso.
Sin embargo, sí conservo dos registros suyos: Tannhäuser y El Holandés Errante.
Sobre ambos debo decir que constituyen lecturas en donde se respira un plácido pero arrebatador soplo del más puro Romanticismo Alemán. Especialmente en Tannhäuser, donde Sinopoli invita a respirar el fragante rocío que proviene de los campos y las flores, en aquella santificada campiña de Turingia donde se alza el noble Wartburg. Es vívida la melodía del pastorcillo alabando la llegada del dulce mes de mayo, mientras que la siguiente plegaria de los peregrinos, preludia la mayor afirmación de fe . El segundo acto es todo elegancia y cordialidad en el encuentro entre Elisabeth y Tannhäuser, para luego pasar a una brillante lectura de la Entrada de los Invitados y el Torneo de los Cantores.
Y en el tercer acto, la tenues luces otoñales descienden a través de la música, gracias a lo hecho por Sinopoli. Sin duda supo el maestro italiano transmitir la esencia de un tiempo, de un mensaje y su transcendentalismo, la visión propia de la etapa media de Wagner. No se trata de indicar esta versión del Tannhäuser como la cúspide que ha superado todas las otras, sino de llamar la atención hacia ella para escucharla detenidamente, y sobre todo comprender. Es una versión única -que no la única.
¿Habrá sido el rostro de la traición la causa de su deceso? El tercer acto de Aida, en el encuentro de la esclava con Radamés, es la esencia de la puñalada trapera, del vil engaño. Una mujer voluble, domeñada por la voluntad de Amonasro que se oculta tras una piedra, es la lengua mordaz que engaña a su Amor para fraguar la vendetta etíope contra el País de las Dos Tierras. Sinopoli tal vez no pudo soportar tal visión.
Quedo de ustedes, mis hermanos queridos.
Considero muy interesante tu aportación crítica con respecto a esas dos óperas de Wagner dirigidas por Sinopoli y no menos fascinante la conjetura sobre su fatídica muerte en un episodio que seguramente pulsará las cuerdas más sensibles del maestro Otto Cázares (le encantan esos argumentos).
Yo conozco, sobre todo, al Sinopoli de la música sinfónica y me parece un maestro muy peculiar pero irregular, con páginas que me dejan muchas dudas y otras que me conmueven (su Schumann es realmente extraordinario). Creo que es un director al que le faltó su tiempo de mayor madurez para dar lo mejor de sí. Aun así, nos dejó cosas más que interesantes, como vienes a afirmar en tus opiniones sobre las óperas de Wagner.
Sinopoli fue un músico romántico de vida y obra. Su triste fallecimiento no deja de ser una plausible confirmación de ese romanticismo en una persona que también poseía un doctorado en medicina. Son esos extraños designios de la vida. Hace año y medio, conocí el caso de un gran melómano — conocido personal y cardiólogo de cierto prestrigio — que fue fulminado por un infarto mientras reponía gasolina a su vehículo en una estación de servicio. Paradojas de la vida. Ya sólo me queda por ver a un director nipón haciéndose el hara-kiri con una batuta… (Bueno, es una estúpida broma. Jamás qusiera ver semejante escena). Yo tampoco soportaría esa visión como la que tuvo que soportar Sinopoli… Juro, por mi precaria salud, no volver a ver una representación escénica de Aida. Será fácil. No me atrae nada esa ópera dentro del conjunto verdiano.
Un abrazo, amigo y hermano Iván
LEITER
Dentro de su irregularidad con algunos compositores, Sinopoli siempre me parecio un genial director. Su Strauss y Schumann son simplemente extraordinarios. Me encanta su direccion operistica nuevamente con Strauss, Puccini y Verdi.
Saludos desde Medellin
De ópera, a decir verdad, he escuchado muy poco de Sinopoli. Eso sí, coincido contigo, Fernando, en que el Schumann de Sinopoli es de altísima categoría.
Saludos desde Madrid
LEITER
Su integral de Schumann con la Staatskapelle es magnífico, sin duda. Pero yo siempre me quedaré con su versión de la Segunda con la Filarmónica de Viena. Fue la primera sinfonía de Schumann que escuché y sigue siendo mi favorita de las cuatro. Pero para mí, lo mejor de aquel viejo cassette era su versión de la obertura Manfred con la misma orquesta. Para mí, la mejor versión de esa obra que he escuchado nunca (y mi obra favorita de Schumann desde siempre).
Saludos.