El Jardín de las Delicias El Bosco

* Óleo sobre tabla
* 220 x 389 Cms
* Realizado hacia 1503 y 1505
* Ubicado en el Museo del Prado

 Posiblemente sea Hieronymus Bosch, popularmente conocido como El Bosco, uno de los artistas cuya obra ha sido estudiada e interpretada con mayor grado de intensidad, llegando a unas conclusiones genéricas mayormente clarificadoras que se resumen, grosso modo, en que su forma de expresión está influida por ciertas circunstancias de su tiempo, de la época en que fue concebido. Para algunos especialistas, el modelo de la sillería de coro de la Catedral de Hertogenbosch — lugar de nacimiento del artista — fue utilizado para componer sus primeras figuras de diablos. Este mundo fantástico, que también aparecía en los capiteles de los claustros y en las orlas de las miniaturas, despertó en El Bosco el deseo de expresar y desarrollar un repertorio de escenas con intención didáctico-moralizante dentro de un marcado carácter atemporal. Recordemos que en esta época, inmediatamente anterior a la Reforma, empieza a gestarse una lucha dialéctica entre los distintos humanistas — todavía dentro de la Iglesia — pero con iniciales matices de heterodoxia. Quizás con su simbología, El Bosco quiso expresar de algún modo su propio juicio de la época.

 Uno de los grandes dilemas con que los historiadores de arte se enfrentan a la hora de analizar la obra de El Bosco es tratar de discernir si el artista flamenco se inspiró en la tradición medieval expresando mediante una original simbología pensamientos religiosos, o bien si se valió de dicho simbolismo para expresar las nuevas corrientes profanas. Lo más probable es que ninguno de estos dos aspectos sea necesariamente excluyente aunque, sin lugar a dudas, el pintor sintió las inquietudes de la época en la que le tocó vivir, formando su propio juicio sobre la misma y expresando mediante la pintura el concepto de ella. Y, a este respecto, la opinión generalizada parece del todo unánime: El juicio de El Bosco fue desfavorable a los aspectos de aquella época y por ello necesitó hasta cierto punto disfrazarlo.

 Todos los cuadros de El Bosco presentan simbolismos, unos más que otros. Sin embargo, un examen general de ellos nos permite encontrar particularidades, también más o menos generalizadas, cuya localización ayuda eficazmente a la investigación. De esta manera, podemos comprobar del mismo o los mismos símbolos en diversos cuadros, lo cual inclina a admitir la identidad del significado del símbolo que se repite, significado llevado a cada uno de los cuadros en que es incluido ese o esos símbolos. Así, llegamos a localizar un primer grupo de obras cuya interpretación es relativamente fácil frente a otro que presenta mayores dificultades y que ha sido motivo de divergencias y de vivas polémicas entre los investigadores de su obra. Sea como fuere, la estimación por la obra pictórica de El Bosco ha trascendido no ya sólo a historiadores o coleccionistas de arte en general, sino a personas no dedicadas a las artes y a lo largo de todos los tiempos hasta nuestros días (En la literatura española, desde el Renacimiento hasta el Barroco, El Bosco es frecuentemente citado por escritores de pensamiento diverso). Además, el estilo de El Bosco dio lugar a multitud de imitadores, algunos de ellos de gran calidad, como Peter Huys y Jan Mandyn, aunque posiblemente influyó de manera más notoria en Brueghel el Viejo.

 El Bosco contrajo matrimonio en 1480 con Aleyt van de Mervenne, hija de un acomodado noble, y este crucial hecho permitió al artista llevar en adelante una existencia bastante desahogada. Esta circunstancia parece darnos la clave de que El Bosco sólo aceptara encargos que fueran de su agrado y que, por el mismo motivo, se permitiera manifestar ideas o libertades que en buena medida se apartaban de los dictados eclesiásticos. Pero sin lugar a dudas, uno de los signos de su elevada posición social fue su pertenencia a la Hermandad de Nuestra Señora, un grupo religioso muy conservador que le encargó numerosas obras, entre ellas, El Jardín de las Delicias, una obra excepcional, un tríptico de grandes dimensiones donde El Bosco plasmó su visión de la vida con el Jardín del Edén a la izquierda, el Infierno a la derecha y el mundo humano — un mundo de amores volubles que evoluciona hacia la depravación — en el centro. La correspondencia de perspectiva y paisaje entre los paneles izquierdo y central parece indicar una progresión hacia el pecado, mientras que el panel derecho, el del Infierno, posee una estructura independiente, rica en representaciones de los actos más viles de la humanidad. En ninguna de sus obras utilizó El Bosco su lenguaje simbólico con tanta densidad y amplitud como en El Jardín de las Delicias, cuyo dorso, sin embargo, apenas presenta complicaciones y con gran sencillez muestra en escena la única creación presidida por Dios Padre (En la parte superior puede leerse: «Ipse dixit et facta sunt; ipse mandavit et creata sunt»). Este portentoso tríptico ha dado pie a todo tipo de interpretaciones, desde las moralistas (Padre Sigüenza), las críticas mordaces (Quevedo) hasta las que sugieren cierta obsesión erótica del artista. Otros fueron más allá y llegaron a sugerir que el cuadro se ejecutó para la secta herética de los adamitas (Fraenger). Sin embargo, la analogía de símbolos con los de la época, la identificación de escenas con otras de corte similar en sillerías de coro, capiteles, miniaturas, etc… Apoyan en buena medida la tesis moralista. Para ello, se ha querido identificar en las figuras del ángulo inferior derecho de la tabla central a San Juan Bautista señalando a Eva como culpable del pecado original que estigmatiza por siempre a la condición humana, conjetura que si bien resulta interesante está muy lejos de ser unánimemente aceptada por los especialistas de arte. De cualquier manera, la intensa visión fantástica de El Bosco se caracteriza primordialmente por su contenido moral, lo cual hizo que este tríptico fuese muy popular en su época. Durante el siglo XX, lo imaginativo en la obra de El Bosco tuvo un gran peso en el desarrollo del Surrealismo.