Estamos ante uno de los mayores fenómenos musicales que se están dando en Madrid en esta temporada, máxime cuando las autoridades municipales de esta Villa siguen poniendo todo tipo de impedimentos a la celebración de conciertos, con indiscriminados cierres de salas que parecen estar pagando desgraciados acontecimientos pasados que no tienen nada que ver con la música ni con un público cuya única intención es pasar un buen rato escuchando las actuaciones de las principales bandas madrileñas de Rock. A pesar de todas estas circunstancias, la fuerza emergente de EL JARDÍN DE MARÍA está desarrollando una temporada repleta de éxitos y sus repetidas actuaciones, solicitadas por un público entusiasta y admirador, no están dejando indiferente a nadie. Son, como hemos dicho, el grupo revelación del año en Madrid y la otra noche, poco tiempo después de su arrollador éxito en Honky-Tonk y haciendo un hueco en su apretada agenda, los artistas madrileños de EL JARDÍN DE MARÍA nos volvieron a obsequiar con otro inolvidable concierto en la sala Imperio Pop.
Pasadas las doce de la noche, se produjo una de las novedades del grupo, la presentación por parte de Carlos Moraleda del nuevo bajista del grupo, Adolfo, todo un crack que demostró su impecable acoplamiento a la banda con tan sólo cinco ensayos efectuados con la misma. Durante el concierto se evidenció lo más que acertado de su fichaje. Enhorabuena.
Carlos Moraleda, vocalista y alma mater del grupo, pronto se asoció con el pie de micro como improvisado compañero de baile, y ya desde su primera intervención, Una canción interminada, demostró su desparpajo y talento en el escenario. Al calor de un público incondicional totalmente entregado, Carlos tiró de recursos que sólo los buenos músicos saben y acercó a los espectadores al borde del escenario mediante ingeniosas frases de armónica rítmicamente acompasadas. Pero lo mejor estaba por llegar…
Finalizando el concierto y ante las numerosas peticiones del respetable, sonaron los acordes de El Rubio, una mítica canción que EL JARDÍN DE MARÍA llevaba dos años sin tocar y que era reiteradamente solicitada por sus fans. Pero en estas, llega la sorpresa y Carlos, junto al batería de la banda, el señor don Peter Michigan, se arrancan inesperadamente con la copla Soy minero del siempre recordado Antonio Molina. El éxito de esta insólita iniciativa fue indescriptible, demostrando la gran capacidad musical de esta banda, y, enfervorizado por la festivalera circunstancia, don Peter Michigan nos demostró sus virtudes a la batería con un épico solo que dejó con la boca abierta a los asistentes. Prodigioso dominio del instrumento de don Peter Michigan.
Finalmente, la banda puso fin al concierto — tras numerosos bises — con Sábado en la noche, la canción emblemática con la que EL JARDÍN DE MARÍA concluye sus conciertos y que, como no podía ser de otra manera, todos, la banda, el público, los encargados de la sala, los dependientes… Bailaron en medio de una feliz y desenfrenada atmósfera. ¡Esto es música, señores!
Yo estuve allí, y prometo pegarme como una lapa a ellos en sus próximas actuaciones. ¡Qué regrandes son!
Desconozco si fue porque tras un frío invierno necesitaba el calor del contacto humano y las vibraciones de la música a todo volumen o si fue porque ya ha llegado la hora de lucir las pantorrillas, los trajes de colegiala y bailar como si el mundo se fuera a acabar al día siguiente, pero el sabado por la noche, tras un período, quizá breve, de lánguida espera y, como suele ocurrir en las noches en las que el tiempo se detiene, lleno de sentimientos antiguos que se acercan de nuevo, pude olvidar todo el cansancio, todo el tedio y todo el cansino ritmo lento de la vida cotidiana: delante de mis ojos estaba EL JARDÍN DE MARÍA.
Pero no sólo fue eso, ya que junto a mí, y alrededor de mí, se juntaron todos los incondicionales del rock, de la alegría de escuchar el rock y del placer de bailar el rock. Aquellos cinco artesanos de la música se hicieron esperar, pero no defraudaron a ninguno de los acólitos de la congregación de las guitarras a todo volumen. La frialdad del principio, lógica en todo este tipo de eventos, se tornó pronto en otra cosa, y dejó espacio a una tormenta de sensaciones propiciada desde el escenario por el poder de los cinco.
Si conociéramos a un pobre infeliz que nunca ha asistido en toda su vida a un concierto de música rock y quisieramos explicarle qué hay y qué se siente, quizá tuviéramos bastantes problemas usando palabras, quizá nos veríamos obligados a empujar a ese infeliz a un concierto de verdad, uno de esos conciertos en los que uno no sólo espera escuchar buena música, sino encontrarse con otras personas cuyos más elevados y apremiantes deseos son los mismos que los suyos: la unión simbólica o la consecución del Uno Permanente.
Quién está poco acostumbrado a las pequeñas alegrías que siempre nos prodiga la existencia debió salir, sin duda, enriquecido y mejor de lo que era antes y debió haber encarado el domingo con una perspectiva del mundo quizá nueva, sabiendo que lo que hizo el sábado por la noche no fue desaprovechar su tiempo. Hay algo de sabiduría íntima en saber aprovechar el tiempo que tenemos libre. En el ocio es dónde no debemos fallar, y la verdad es que, últimamente, se está convirtiendo en una constante la nececidad de acudir a los recitales-vendavales de EL JARDÍN DE MARÍA, porque son incapaces de defraudarte, porque no pueden mentirte, porque no pueden olvidarte, porque son generosos y te hacen saber que ellos están ahí, subidos ahí, sólo por ti y por la música, con una voluntad férrea y unívoca de hacer música con la máxima energía.
Todas fueron pasando una detrás de la otra. Es curioso como algo tan íntimo que nace absolutamente de la nada, de un sitio que no existe, se convierte mediante la manifestación artística en algo tan común y nuestro. La idea se convierte en melodía, la melodía en música y la música en canción. Os puedo asegurar que no hubo ninguna “canción interminada” y que se pudieron oír temas tan añejos como buenos. Tuvimos la oportinidad de conocer a Bernarda, la que nunca se aleja del tono y también pudimos asistir a cambios de registro, como los que propició “Cuba”, que es, a mi juicio, un toque de maestría y una muestra de la capacidad de captar en seguida ritmos y sones que, en principio, están un poco alejados del rock, del rock puramente inspirado, apoyado en guitarras y golpes contundentes.
Pero, desgraciadamente, todo tiene que acabar, y el recital terminó. Esperamos ardientemente la próxima ocasión. Necesitamos que sea pronto, porque nos ha nacido la necesidad de sentirnos otra vez especiales. Esperaremos, pero esperemos no esperar mucho, el silencio de EL JARDÍN DE MARÍA no puede durar…
Hola, hacía tiempo que no salíz de casa y me llevaron hasta allí. Creo que ha sido la mejor salida después de tantos años. Ahora me siento viva de nuevo y se que hay otras cosas. Gracias, a vosotros por tener lo que hay que tener y demostrarlo sin complejos.
Amaia.
Si queréis saber mas del grupo pinchad en mi nombre. Saludos…!
CARLOS…. QUE QUIERES QUE TE DIGA……..SOY UNA INCONDICONAL..YA LO SABES……..NOS VEMOS POCO… PERO SIEMPRE INTERESADA EN LA TRAYECTORIA DEL JARDIN DE MARIA.
SABIA QUE NO ME IBAS A DEFRAUDAR Y… AHÍ ESTAS ..ROMPIENDO! TE LO MERECES..OS LO MERECEIS….BESOTESSSSSSSSSS LU.
Que gueenos son!, y que gueeeno el myspace!