En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar una maravillosa interpretación de la cavatina Il mio ben, quando verrà de la ópera Nina ossia La pazza per amore (Nina o la mujer enloquecida por amor) del compositor Giovanni Paisiello. En esta ópera, un tanto desconocida años atrás y que ha despertado un renovado interés en tiempos más recientes, Paisiello revoluciona la escritura orquestal mediante la nueva dimensión aportada por los instrumentos de viento. En efecto, la introducción de las maderas en esta cavatina presenta una sutileza y una fuerza expresiva realmente llamativas. Estrenada en el Palacio Real de Caserta en 1789, Nina fue compuesta a partir de un libreto francés de Benoît-Joseph Marsoillier des Vivetières reelaborado al idioma italiano por Giuseppe Antonio Carpani y corregido en una segunda versión de 1790 por Giovanni Battista Lorenzi. Este particular dramma giocoso se halla en un término medio entre la ópera seria y la bufa, participando de un incipiente espíritu romántico que ya anuncia a los grandes compositores belcantistas del primer cuarto del siglo XIX. La versión del enlace se corresponde con una lectura debida a Teresa Berganza (al parecer, acompañada de la Orquesta del Covent Garden dirigida por Sir Alexander Gibson, aunque este último dato no es del todo seguro) y la grabación se encuentra disponible en el sello DECCA (Ref 421327).
La Escuela Napolitana de ópera, fundada por Francesco Provenzale (1624-1704), ejercerá una enorme influencia en la música teatral europea durante más de un siglo. Provenzale introdujo las bases de la opera buffa que posteriormente serán desarrolladas por los dos máximos exponentes de esta escuela, Alessandro Scarlatti (1660-1725) y Giovanni Battista Pergolesi (1710-1736). Un tercer autor de esta Escuela fue Niccolò Piccinni (1728-1800), destacado oponente a la reforma operística propuesta por Gluck y cuya actual trascendencia es más teórica que práctica. Ya durante la segunda mitad del siglo XVIII, la comedia musical impulsada por esta Escuela vivió un completo auge al identificarse el público con los argumentos de las óperas y con unos personajes que calcaban los prototipos de la sociedad italiana de la época. Domenico Cimarosa y Giovanni Paisiello serán los grandes continuadores del último período de la Escuela Napolitana y servirán de puente a Rossini, Bellini y Donizetti.
Giovanni Paisiello nació el 9 de mayo de 1740 en Tarento y estudió en el Conservatorio de Nápoles bajo la tutela de Francesco Durante, Carlo Catumacci y Gerolamo Amos. Habiendo estrenado algunas óperas de juventud, en 1783 es reclutado por Catalina II de Rusia para ocupar el cargo de Maestro de Capilla de la Corte y el de director del Teatro Italiano de San Petersburgo. Fue allí donde dio a conocer una de sus obras más conocidas, El barbero de Sevilla, título que incluso superó en fama y popularidad a la posterior ópera homónima de Rossini. Luego de dar por finalizado su periplo en Rusia, Paisiello regresó a Nápoles, después de una breve estancia en Viena, ciudad en donde le llovieron los encargos. Más tarde, Paisiello partió hacia París y se granjeó la amistad de Napoleón, circunstancia que le reportó la desconsideración de los Borbones a su regreso a Nápoles. Maestro de la Capilla Episcopal napolitana y del Tesoro de San Javier por instancias de José Bonaparte y Murat, la restauración de la monarquía en 1815 supuso su definitivo destierro de la vida cultural y pública de Nápoles, ciudad en donde Paisiello falleció el 5 de junio de 1816.
Giovanni Paisiello fue un compositor que superó en celebridad a Mozart y cuya producción operística, estimada en más de cien títulos, provocó el general entusiasmo del público de la época. En la actualidad, sin embargo, sólo dos de sus óperas — El barbero de Sevilla y Nina — han sobrevivido al paso de los años. Paisiello exprimió las posibilidades del intermezzo, antecedente directo de la opera buffa, para dar a luz una forma propia repleta de brillante melodismo y de extraordinario sentido rítmico dentro de un tono general en donde se desborda la alegría en cada compás. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a su figura.
«Enloquecida por el amor»…Sin embargo su locura está lejos de la connotación que se le otorgaría hoy en día.
Su amor está teñido de nobleza y virtud. Hay dulzura en sus palabras, y sus palabras traducen los primaverales sentimientos que anidan en su corazón. Todo ello expresa la sublimación de lo sencillo, visto bajo una luz virtuosa.
Qué bello es contemplar uns manifestación amorosa impregnada de pureza. Eso es verdadero amor, el que dignifica y ennoblece a hombres y mujeres, apartándose de voluptuosidades que tan sólo manchan y rebajan la condición del más hermoso sentimiento.
Un elevado amor otorga sentido al mundo que nos rodea; un verdadero amor que es la Minne de los Poemas Caballerescos.
Un Caballero para su Dama; la Dama para el Caballero.
Qué maravilla.
Saludos Herr Leiter.
Bellísimo, me he quedado absorta escuchando a Teresa Berganza. Momentos como este dan sentido a la existencia.
Ahora lo complicado es volver a poner el pie en tierra.
🙂
Desconocía el «napoleónico» final de Paisiello, un músico merecedor de mi respeto. Tuvo innegable aptitud para forjar belleza, ligera y amable, sin explorar profundidades, pero belleza genuina al fin. Es curioso, y creo haberlo comentado antes con leiter, el asunto de la popularidad. Cuántas veces ocurre que alguien condecorado con todos los laureles posibles no resiste la prueba del Tiempo, mientras otros más ignorados perduran. Y no creo que signifique que los contemporáneos de los genios hayan sido unos redomados idiotas; más bien hay falta de perspectiva, tal vez de conciencia. Es como si en cada época la realidad transitar en al menos dos planos paralelos: el estrictamente inmediato, con los afanes de cada día, y otro de mayor altura en donde caben «las grandes líneas» que conectan la historia de los hombres, y que los identifican en cualquier etapa de la Historia. Hay artistas que parecieran aplicarse más ora en una, ora en otra, y así también será su repercusión futura. En fin, es algo que me vino a la mente oyendo la deliciosa cavatina de Paisiello.
Un abrazo, leiter, y a todos!
Ciertamente, Paisiello es un autor interesante gracias a esta obra y, especialmente, a El Barbero de Sevilla, una ópera que llegó a ser más popular en su tiempo que la de Rossini y Le nozze de Mozart. Al hilo de lo que comenta el maestro Joaquín, la fama y la popularidad son aspectos frágiles que pueden derrumbarse en cualquier momento. Creo que sólo aquellos innovadores cuya obra global supone una continua búsqueda de nuevos campos formales de expresión son los que mantienen una cierta fama y nombre en el aspecto artístico. Por contra, quienes se mantienen aferrados a un único estilo suelen caer más tarde en el olvido de no ser que su obra sea real y genéricamente portentosa. Caso de Rossini, por ejemplo.
Zarza, aterriza como puedas… Yo lo he hecho esta mañana tras padecer una jornada de viernes llena de vértigos provocados por las pruebas que me hicieron el jueves. Ya he aterrizado, afortunadamente, pero ayer parecía como si me hubiera tomado una botella entera de Chivas.
Iván, insisto en que a, tenor con tus comentarios, te noto especialmente enamorado. Sigue así, hazme caso.
Besos y abrazos
LEITER