Joaquín Rodrigo nació en Sagunto, Valencia, el día 22 de noviembre de 1901 — fecha que coincide con el día de Santa Cecilia, patrona de los músicos — en el seno de una familia muy acomodada económicamente. Cuando el chico apenas contaba con tres años de edad, una severa epidemia de difteria que causó la muerte a muchos niños de Sagunto le produjo la completa pérdida de la visión y todos los intentos de recuperarla a lo largo de su vida resultaron infructuosos. Un año después, sus padres se trasladaron a Valencia huyendo de los graves disturbios políticos acaecidos en Sagunto en 1906 y allí recibe el pequeño Joaquín sus primeras enseñanzas musicales en la Escuela de Ciegos de Valencia por parte del compositor y organista Francisco Antich. Poco a poco, Rodrigo se va mostrando como un alumno tremendamente voluntarioso hasta el punto de conseguir que otro de sus maestros, López Chávarri, le dicte durante numerosas sesiones el Tratado de Orquestación de Gevaert. En este punto es preciso señalar que el maestro Rodrigo se servía de una máquina Braille especial para poder componer. Ya en 1923 Rodrigo da a conocer sus primeras creaciones, como los Dos esbozos, Op. 1, la Suite para piano, la Berceuse, la Cançoneta para violín y orquesta y Juglares, una obra esta en la que se descubre una personalidad musical ya formada.
En 1927 Rodrigo viaja hasta París y se matricula en la Escuela Normal de Música, siendo acogido en el aula de composición de Paul Dukas. Allí Rodrigo entabló amistad con Ravel, Poulenc y Honegger, aparte de con sus compatriotas Falla, Mompou y Emilio Pujol, compositor este último a quien dedicó su Preludio al gallo mañanero. No deja de resultar un dato importante que el propio Dukas señaló a Rodrigo como su alumno más aventajado, por encima incluso de Falla, Albéniz o Turina. En París, Rodrigo conoció a la pianista turca Victoria Kahmi, con quien finalmente se casó en Valencia el 19 de enero de 1933. Un año más tarde Rodrigo regresó a España y tuvo que afrontar la delicada situación económica por la que entonces pasaron sus padres, completamente arruinados en sus negocios. Ese mismo año Rodrigo gana el Concurso del Círculo de Bellas Artes de Valencia con el poema sinfónico Per la flor del lliri blau. Gracias a la ayuda de Falla, el compositor valenciano consiguió una beca que le permitió retornar a París, en donde amplió sus estudios de musicología en el Conservatorio y posteriormente en la Sorbona. El estallido de la Segunda Guerra Mundial, que sorprendió al matrimonio en Alemania, les obligó a emprender el regreso a España.
El 9 de noviembre de 1940 Rodrigo estrenó la obra que le daría fama internacional, el famoso Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta. A partir de ese instante, el maestro Rodrigo fue el compositor que se dedicó con más regularidad a la creación musical en la España de la posguerra. En 1947 se creó para Rodrigo la cátedra Manuel de Falla en la Universidad de Madrid y en 1950 es elegido miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1953 recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio y un año más tarde presenta la Fantasía para un gentilhombre, también para guitarra y orquesta, obra con la que, en cierto modo, se reconcilia con Andrés Segovia. Los premios y distinciones otorgados al maestro Rodrigo se suceden a lo largo de toda la década de los sesenta: Oficial de las Letras y las Artes de la República Francesa (1960); Cruz de la Legión de Honor (1963); doctor honoris causa por la Universidad de Salamanca (1963); Gran Cruz del Mérito Civil (1966); miembro de la Sociedad Europea de la Cultura (1967); miembro de la Academia del Mundo Latino (1968); académico honorario de San Carlos de Valencia (1969)… El 19 de noviembre de 1981, con motivo de su octogésimo aniversario, la Orquesta Nacional de España le tributó un homenaje en el Teatro Real de Madrid con un concierto dirigido por Max Bragado en el que se estrenaron dos obras, En busca del más allá y Concierto pastoral. Sus últimas obras orquestales fueron el bellísimo Concierto como un divertimento para violoncelo y orquesta (1981), el Concierto para una fiesta para guitarra y orquesta (1982), y el Concierto para piano (1995). Galardonado con el premio Príncipe de Asturias en 1996, el maestro Rodrigo falleció en Madrid el 6 de julio de 1999 y sus restos reposan, junto con los de su esposa, en Aranjuez.
El estilo de Joaquín Rodrigo parte de la influencia francesa — Dukas — y de los nacionalistas españoles. Al contrario que Falla, el maestro Rodrigo no trató de profundizar en las raíces últimas del folklore o la música culta española del pasado, sino que pretendió crear un ambiente español lleno de colorido merced a unas agradables melodías. Para Rodrigo, el folklore es un elemento pintoresco y las referencias al pasado español son casi siempre de un neocasticismo dieciochesco. La resonancia e influencia de su música fue muy grande durante la posguerra española, a pesar de lo cual no ha tenido discípulos ni continuadores. Si bien la Generación del 51 (Hidalgo, Barce, De Pablo, Bernaola, Marco, Halffter…) le consideró, de manera un tanto injusta, como un paso atrás en el desarrollo de la música española, lo cierto es que Rodrigo fue el máximo representante de la misma durante un largo período. Nuestro humilde homenaje a este excelente compositor.
Los sonidos de su guitarra siempre han sido para mí como algo de otro mundo. Escuchar sus obras en una plácida y soleada tarde de domingo, en medio del silencio del campo, frente a una dorada alfombra de espigas mecidas por el viento, produce en mi corazón una sensación de extrema felicidad, expresada con serenidad y agradecimiento por tener el privilegio de ver con mis ojos las cosas más hermosas que hay en el mundo.
Su Música reconcilia el espíritu con el mundo definitivamente.
Su Fantasía para un Gentilhombre es una de las melodías más bellas de todo el siglo XX; pienso que tal Música es justamente ese Gentilhombre que en su corazón y en su mente lleva el recuerdo anhelante por esa Mujer que encierra todas las virtudes más excelsas que debe encerrar su naturaleza femenina. Es el perfeco encuentro entre lo sublime y lo hermoso.
Mi buen Leiter: ante tanto horror del que debo ser testigo en este mundo, merced a la existencia de gente CUYA COPA DE ABOMINACIONES Y BLASFEMIAS enevenena por doquier, el Maestro Joaquín Rodrigo y especialmente su Fantasía para un Gentilhombre, son el bálsamo que cura las heridas del alma y abre la visión hacia el universo de la Belleza.
Uno de los problemas más grandes a los que se tiene que enfrentar la música del maestro Rodrigo es el eclipse absoluto que su Concierto de Aranjuez ha provocado en el conjunto de su obra. Sin haber sido un compositor decididamente genial, su música, no obstante, presenta esa peculiaridad dieciochesca que la ha convertido en muy agradable de escuchar. Y, por descontado, la Fantasía para un gentilhombre es una de sus cumbres (a mí tambioén es la obra que más me gusta del maestro Rodrigo).
Mi abrazo, Iván
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