Sin lugar a dudas, los directores austríacos tienen una especial sensibilidad para ejecutar la música de Mozart. Desde Felix Weingartner, pasando por Herbert von Karajan, el doctor Böhm, Erich Kleiber, Clemens Krauss y Leopold Hager, hasta llegar a Nikolaus Harnoncourt, la música del genio salzburgués ha sido piedra de toque para la gran mayoría de directores austríacos y, por extensión, alemanes. Con ello, la música de Mozart ha sufrido distintas maneras de ejecución a lo largo de las décadas que van desde los conceptos finiseculares de Böhm hasta la atractiva modernidad de autores no germánicos como Hogwood o Marriner. En medio de estos dos conceptos sobresalen otros directores como Bruno Walter y Sir Thomas Beecham, verdaderos especialistas en la música de Mozart. Sin embargo, muchos aficionados aún siguen acudiendo en la actualidad a una serie de grabaciones de las sinfonías de Mozart ejecutadas por la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam y que son todavía consideradas como uno de los grandes tesoros interpretativos del compositor austríaco. Josef Krips, también austríaco, fue el director encargado de cincelar esas obras maestras que han adquirido una merecida fama en la historia de la industria fonográfica.
Josef Alois Krips nació el 8 de abril de 1902 en Viena en el seno de una familia en donde el padre ejercía como médico. Desde muy joven Josef estudió violín e ingresó como cantante en el coro de la Iglesia Carmelita de Viena para más tarde pasar a la Academia de Música de Viena bajo la tutela de Felix Weingartner y Eusebius Mandyczewski. Entre 1918 y 1921, Krips ejerció como violinista en la Orquesta de la Volksoper de Viena hasta que Weingartner le promocionó para ejercer de maestro de coro. Ese mismo año de 1921 Krips debutó como director mediante una representación de una ópera de Verdi que llevó a cabo sin partitura y también como director sinfónico en la Redoutensaal de Viena. Entre 1924 y 1925 Krips estuvo al frente de la Ópera de Usti en Bohemia para luego pasar al Teatro Municipal de Dortmund, institución en la que estuvo un año para luego ser nombrado director de la Ópera de Karlsruhe entre 1926 y 1933. La acaparación de todos estos importantes cargos a una edad relativamente joven condicionó que Krips empezara a ser una figura muy apreciada en todo el ámbito musical de raíces germánicas. En 1933 Krips fue nombrado director residente de la Ópera de Viena, debutando en Salzburgo en 1935, al tiempo que ejerció como docente en la Academia de Música de Viena hasta 1938. En ese mismo año, las nuevas autoridades que empezaron a regir Austria tras el Anschlüss le apartaron de todas sus funciones y Krips partió para Belgrado, ciudad en donde se hizo cargo de la Ópera y de la Orquesta Filarmónica hasta que Yugoslavia se implicó también en la guerra. Durante aquellos difíciles años Krips se vio obligado a renunciar a su actividad artística y sobrevivió a duras penas ejerciendo como empleado en una factoría cárnica.
Tras el final de la contienda mundial, Krips regresó a Viena y allí fue conminado por las nuevas fuerzas soviéticas de ocupación a reconducir la actividad musical de una ciudad por completo devastada. Devolvió a la vida a la Ópera de Viena y dirigió con frecuencia a la Filarmónica y Sinfónica de la capital austríaca en el Musikverein, aparte de inaugurar el Festival de Salzburgo en 1946 dirigiendo una memorable versión de Don Giovanni. Ese mismo año Krips realizó una exitosa gira con la Filarmónica de Viena por Bélgica, Inglaterra, Francia y Suiza que le valió para ser nombrado cuatro años más tarde, en 1950, director de la Orquesta Sinfónica de Londres. Tras cuatro años de estancia en la agrupación londinense, Krips viajó a los EEUU para hacerse cargo de la Orquesta Filarmónica de Buffalo sustituyendo a William Steinberg. Su periplo norteamericano continuó a partir de 1963 al ser nombrado director de la Orquesta Sinfónica de San Francisco, cargo en el que se mantuvo hasta 1970. Por entonces, Krips ya era considerado como uno de los grandes directores mozartianos de su época y, de forma paralela a su andadura norteamericana, fue invitado con frecuencia a dirigir en el Covent Garden y en el Metropolitan. En 1970 regresó a Europa para hacerse cargo de la Ópera de Berlín y de la Orquesta Sinfónica de Viena en calidad de director invitado. Finalmente, Krips falleció en Ginebra el 13 de octubre de 1974.
Josef Krips fue un extraordinario director cuyas animadas formas, unidas a una impecable técnica de batuta, hacían del todo imposible que no se entendieran sus intenciones interpretativas. Heredó de su maestro Weingartner el más rigorista sentido de respeto a la partitura dentro de unas cualidades musicales del todo portentosas. Convertido en uno de los mejores baluartes de la tradición interpretativa vienesa, Krips se destacó como uno de los máximos lectores de Mozart y muchas de sus versiones siguen siendo consideradas como de absoluta referencia. Su visión acerca del compositor salzburgués se resumió en una famosa frase: –«Mozart es el músico más difícil de dirigir porque de pronto te sientes transportado al cielo con su música. Y, claro, es realmente complicado guardar las formas cuando se está allí…»– El repertorio de Krips abarcó desde los clásicos vieneses hasta los últimos sinfonistas del posrromanticismo, con especial atención a Bruckner. Fue además un notable director de ópera requerido por los principales coliseos del mundo. En la actualidad, su figura dentro de la historia de la dirección orquestal ocupa un lugar de privilegio entre los aficionados más exigentes debido a la magnífica calidad de muchas de sus grabaciones.
De entre el legado discográfico debido a Josef Krips podemos mencionar las siguientes grabaciones. (Advertimos que los enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Sinfonías nºs 1, 2, 3 y 5 de Beethoven dirigiendo la Sinfónica de Londres (MADACY RECORDS – integral – 52319); Sinfonía nº1 de Brahms dirigiendo la Filarmónica de Viena (LONDON LP 208); Sinfonía nº4 de Brahms dirigiendo la Sinfónica de Londres (LONDON LP 208); Sinfonía nº9 de Dvorak dirigiendo la Orquesta Tonhalle de Zurich (CONCERT HALL 2224); Sinfonía nº33 de Mozart dirigiendo la Orquesta del Concertgebouw (DECCA 886702); Concierto para piano nº25 de Mozart, junto a Edwin Fischer y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (TESTAMENT 1218); Obertura de Las bodas de Figaro de Mozart dirigiendo la Orquesta Tonhalle de Zurich (AM 2218); Requiem de Mozart, junto a Berry, Popp, Dermota y Lilowa, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (LE MONDE 849815340); Don Giovanni de Mozart, junto a Corena, Berry, Dermota y Della Casa, y dirigiendo la Filarmónica de Viena (DECCA 1268502); Y, finalmente, Dalibor de Smetana, junto a Spiess, Wächter, Dallapozza y Rysanek, y dirigiendo la Orquesta de la Ópera de Viena (RCA 57735). Nuestro humilde homenaje a este sensacional director de orquesta.
Querido amigo, tengo que decir que no conozco la expresión de «concepto finisecular» y he preguntado a un amigo gaditano que tampoco me pudo dar explicación ninguna…el tema Krips es un tanto complicado. Creo que el Dr Böhm pasó su vida entera intentando encontrar lo que para el constituia «El Punto», y este punto más o menos era esto: revelar la dimensión trascendente de Mozart evitando a la vez caer en el sentimentalismo y desfigurar la «forma perfecta». Esto quiere decir que para Böhm y tras el legado que le había dejado Bruno Walter, la esencia de Mozart era un tipo de mensaje espiritual para la humanidad, dejado por un ser misterioso, con un nivel de evolución supra normal. Y de esto estaba totalmente convencido tambien Bruno Walter, lo que crea un cierto tipo de filiación entre los dos. Yo diría que sin embargo Krips es el Beecham austriaco y Beecham es el Krips inglés, y son inmensos músicos los dos, que muy directamente y sencillamente se lo pasan bomba dirigiendo a Mozart, gozando y disfrutando a tope sin perder ni un segundo en pensar en los caballos del apocalipsis que el Dr Böhm veia perfilarse en el segundo movimiento de la primera sinfonía. Mozart en estado puro, con suma elegancia y saber hacer. Para mi resulta un tanto dificil , en ambos casos (Beecham y Krips) ya que yo también tiendo a buscar los caballos del apocalipsis y por lo tanto me quedo siempre con hambre. Pero no pretendo tener razón ni enjuiciar a semejantes artistas, todo lo contrario. Cada uno en su sensibilidad y en su campo de acción. A veces tengo ganas de sacudir al Dr Böhm y gritarle que suelte esta rienda, que también hay que dejarse disfrutar en el primer grado…
Un abrazo
Digamos que esa expresión de «concepto finisecular» se refiere a la manera en que se entendía la música de Mozart acorde con la tradición romántica alemana de fin de siglo expresada por Von Bülow, tal vez muy recargada de sentimentalismo y con unos efectivos orquestales un tanto desmesurados para lo que se lleva hoy en día. Pero no entienda esa expresión como una crítica a Böhm. No he querido decir eso, mi buen amigo. Simplemente, establecer una comparación que liga usted al final de su comentario. Yo no creo que Böhm ejecutara a Mozart de igual manera que lo pudo hacer Von Bülow, aspecto que además desconozco, sino que Böhm heredó esa tradición y bajo esa premisa trató de dar a conocer a Mozart, de una forma sobria acorde con su visión católica, aunque no por ello pesante. Más o menos, es lo que se afirma de esa grabación suya del Requiem — que a mí me parece excelente — en donde Böhm ejerce casi de sacerdote ante una obra que casi yo diría que lo requiere. Yo creo adivinar que el doctor Böhm cambió su concepto de Mozart a lo largo de su vida, no de una forma radical, pero sí con unas lecturas más cristalinas. De hecho, su integral sinfónica con la Berliner no acaba de convencerme del todo y la encuentro un tanto irregular. Sin embargo, sus últimas grabaciones con la Wiener me parecen excelentes, con un punto más ligero dentro de su estilo. Böhm heredó unas pautas interpretativas pero yo nunca le calificaría como un director ultraortodoxo con la tradición romántica, al menos, en Mozart. Creo que Walter buscó un punto más allá y lo logró. Y Krips, pues trató de hacer fluir la música por sí misma evitando el exceso trascendente. Por eso se divierte con Mozart. Y es que, quizás la música de Mozart sea así, más cercana y no tan misteriosa. Pero, en fin, esto no deja de ser una opinión muy personal. Creo que la mejor manera de encontrar a Mozart es dejando que su música suene, así de simple. Y eso es lo que creo que hizo el Doctor Böhm con el paso de los años.
Un abrazo, admirado amigo y maestro Mounielou.
LEITER
Querido amigo, no me tomé en ningun momento lo d ela expresión como una critica hacia el doctor Böhm, solo me preguntaba lo que podía significar ya que mi amigo gaditano tampoco lo entendía…y en cuanto a la visión católica del Dr Böhm quisiera aclarar que independientemente del hecho de que me haya personalmente sentido empujado a buscar la chispa de la sagralidad de Mozart en otra dirección, es decir en la esencia de Zauberflöte…tengo el mayor repecto hacia la visión del dr Böhm incluido en el Requiem. Se trata de una inmensa versión y de uno de sus trabajos más logrados. Volviendo a Krips, estamos de acuerdo, amigo mío: dejó la música fluir! Un abrazo
Ciertamente el Dr. Böhm manifestó en repetidas ocasiones que a Mozart le fueron dados todos los más altos dones que hacen de un Ser Humano algo así como suprahumano. Eso era Mozart. Así de sencillo pero así de complejo a la vez. Tratar de bucear en su Música para descubrir significados ocultos, claves de una sublimación espiritual, es una obligación de todos, -intérpretes y oyentes- aunque la raiz de su secreto permanezca siempre vedada a los simples mortales.
Por ello no puedo yo concebir que la Música sea interpretada sin esa voluntad de fungir como reverente sacerdote, como un acto de comunión mística en la cual el sentido es comunicado a los Hombres. En pocas palabras, yo jamás abordaría la interpretación de una obra de los Grandes Compositores, sin ver en ella ante todo, un mensaje divino expresado en las más alta de las Artes: la Música. Y si se trata de Beethoven, Mozart, Wagner…
Hasta para dirigir el Neujahrskonzert in Wien es preciso alinearse con un estado más espiritual que físico.
Krips es increíble, pero le falta en ocasiones el sentido. Algo así como el inmenso salón del Grial en Montsalvat: una de sus Sagradas Reliquias está allí -el Grial- pero falta la otra; la Lanza Sacra: sólo juntas evocan la Gnosis y así lo entendió Wagner. Que así lo entiendan también sus intérpretes.
Mozart…
Mientras esto escribo, una misteriosa luminosidad naranja tiñe los cielos, cual si me encontrara yo ante un milagro celeste.
Abrazos mis admirados amigos.
Sí, queridos amigos, pero ante todo escuchemos música con libertad y dejando que sea la propia música la protagonista. El resto vendrá por sí solo. Si nos empecinamos en buscar otras concepciones tal vez nos adentremos en un callejón sin la salida en donde la música no es sino un vehículo. Y la música es algo más que un vehículo…
Pero, hombre, Iván, saca una foto de ese extraño suceso celeste y envíanosla.
Un abrazo, mis buenos amigos.
LEITER