Tal vez con la conocida excepción de Sergiu Celibidache, la práctica totalidad de los directores de orquesta del siglo XX se sirvieron de las grabaciones discográficas para aumentar su fama y prestigio internacional. El disco representó un soporte casi ideal que acompañó en su desarrollo técnico la trayectoria de muchos maestros que empezaron su aventura fonográfica en viejos soportes de 78 revoluciones por minuto y la terminaron en el incipiente y hoy olvidado formato del Láser-Disc. Herbert von Karajan, paradigma del director comprometido con cualquier soporte técnico de difusión comercial, fue uno de esos maestros cuya enorme popularidad fue producto, mayormente, de su extenso catálogo sonoro grabado en diferentes soportes y distribuido hasta en los últimos rincones del planeta. Sin embargo, el desarrollo de la industria discográfica provocó en ocasiones que, con el paso a nuevos y más modernos soportes, el legado discográfico de algunos directores se estancase en viejos formatos al no considerar las compañías la viabilidad de una reedición en CD. Así, algunos grandes directores vieron menguada su popularidad por este motivo y en la actualidad resulta incluso difícil hacerse con sus ya descatalogados trabajos discográficos. Uno de los casos más llamativos en este aspecto fue el de Walter Susskind, un magnífico director cuyo injustificable olvido a día de hoy tiene como responsables a ciertas compañías discográficas empecinadas en su negativa a reeditar muchos de sus registros.
Walter Susskind — inicialmente Jan Walter Süsskind (con diéresis en la letra u) — nació el 1 de mayo de 1913 en Praga, ciudad antaño perteneciente al Imperio Austro-Húngaro y en la actualidad capital de la República Checa, en el seno de una familia en donde el padre ejercía como crítico musical mientras que la madre era profesora de piano. Pronto accedió Susskind al Conservatorio de Praga para estudiar composición y piano con Josef Suk, Alois Haba y Karel Hoffmeister. Posteriormente amplió sus estudios de dirección orquestal bajo la tutela de George Szell en la Academia Alemana de Música. Ya en 1931, Susskind se presentó como pianista en un concierto celebrado en el Mozarteum de Praga y tres años más tarde debutó como director al ofrecer una ópera de Verdi en el Teatro Alemán de Praga, entidad en donde estuvo colaborando como asistente de Szell. Destacado compositor y pianista, Susskind fundó en 1933 el Trío Checo para tocar música de cámara hasta que en 1938, con motivo de la invasión nazi de Bohemia, Susskind huyó hacia Londres junto a los miembros del Trío. En Londres, y debido a la mediación del entonces embajador checo Jan Masaryk, el Trío obtuvo grandes éxitos hasta que en 1942 Susskind fue nombrado director de la Carl Rosa Opera Company, entidad con la que realizó sus primeros registros discográficos para el sello EMI. Ya finalizada la guerra, Susskind adquirió la ciudadanía inglesa luego de haber debutado al frente de la Royal Philharmonic of Liverpool y de haber sido nombrado en 1946 director titular de la Orquesta Nacional de Escocia en relevo de George Szell. Allí se mantuvo hasta 1952 y un año más tarde partió para Australia para hacerse cargo de la dirección de la Orquesta Sinfónica de Melbourne en sustitución del argentino Juan José Castro.
Tras un par de temporadas en Australia, Susskind inició una frenética actividad internacional como director invitado que le llevó a actuar tanto por América como en el Lejano Oriente hasta que en 1956 sustituyó a Sir Ernest MacMillan como director musical de la Orquesta Sinfónica de Toronto. Durante este período canadiense, que se prolongó hasta 1965, Susskind se encargó de estrenar en aquel país la mayor parte de la obra sinfónica de Bruckner y Mahler aparte de fundar en 1958 la Joven Orquesta Nacional de Canadá y de impartir clases de dirección orquestal en el Real Conservatorio de Música de Toronto. También ejerció como director del Festival de Música de Aspen, Colorado, entre 1962 y 1968. Ese mismo año, Susskind aceptó suceder al brasileño Eleazar de Carvalho como director titular de la Orquesta Sinfónica de San Luis, formación que ganó muchísimos enteros durante el período en que duró su mandato, hasta 1975. Paralelamente a esta actividad, Susskind ejerció como docente en la Universidad del Sur de Illinois y tuvo como alumnos a Gerhardt Zimmermann y a Leonard Slatkin, quien precisamente fue el encargado de sustituirle como director de la St. Louis Symphony tras el breve período en que la formación fue dirigida por el polaco Jerzy Semkow. Luego de este período en San Luis, Susskind enfocó de nuevo su actividad como director invitado por las más prestigiosas formaciones europeas y norteamericanas, llegando a ser nombrado en 1978 consejero y principal director invitado de la Orquesta Sinfónica de Cincinnati. Allí permaneció hasta que el 25 de marzo de 1980 la muerte le sorprendió en su residencia de Berkeley, California, a los 66 años de edad.
Director, pianista y compositor, Walter Susskind fue un experto maestro dotado de una gran exquisitez musical y de una técnica del todo segura. Su estilo de dirección resultó del todo elegante y se basó en una permanente búsqueda por aliviar en lo posible las densas texturas orquestales. Tras su muerte, Susskind cayó en un injustificable olvido — de hecho, una serie discográfica que recoge sus principales registros se denomina Great forgotten conductors — hasta que en tiempos relativamente recientes su legado discográfico ha vuelto a gozar de gran consideración por parte de crítica y aficionados. Con todo, algunos de sus registros con orquestas londinenses y americanas son realmente difíciles de encontrar en el mercado en formato CD debido a que muchos de esos discos fueron grabados para sellos modestos que ya han desaparecido de la circulación. Susskind se especializó en el tradicional repertorio centroeuropeo, con especial predilección por la obra de autores eslavos, destacándose además por ser uno de los primeros directores en llevar al disco la obra de Bartok.
De entre la producción discográfica debida a Walter Susskind podemos mencionar las siguientes grabaciones. (Advertimos que los distintos enlaces que vienen a continuación no tienen porqué corresponderse necesariamente con la versión citada pero sí con la obra mencionada): Concierto para violín nº1 de Bruch, junto a Yehudi Menuhin y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 65926); Concierto para piano nº2 de Chaikovski, junto a Shura Cherkassky y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de Cincinnati (VOX DA CAPO 7210); fragmentos de Eugenio Oneguin de Chaikovski, junto a Joan Hammond y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (PREISER 90476); Concierto para piano nº2 de Chopin, junto a Witold Malcuzynski y dirigiendo la Sinfónica de Londres (EMI 68226); Concierto para piano de Dvorak, junto a Rudolf Firkusny y dirigiendo la Orquesta Sinfónica de San Luis (BRILLIANT 99763); Fantasía húngara para piano y orquesta de Liszt, junto a Solomon y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 63821); Conciertos para piano nº20 y 24 de Mozart, junto a Artur Schnabel y dirigiendo la Phiharmonia Orchestra (MUSIC & ARTS 1193); Exultate Jubilate de Mozart, junto a Elisabeth Schwarzkopf y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (PROFIL 6068); Concierto para piano nº3 de Rachmaninov, junto a Leonard Pennario y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (EMI 74522); y, finalmente, Concierto para violoncelo nº1 de Saint-Saëns, junto a Pierre Fournier y dirigiendo la Philharmonia Orchestra (TESTAMENT 1016). Nuestro humilde homenaje a este formidable director de orquesta.