En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar los dos primeros movimientos del Concierto para orquesta del compositor norteamericano Elliott Carter. La versión de la obra corre a cargo de la Orquesta Sinfónica del Sudoeste de Alemania (SRW) dirigida por Michel Gielen y dicha versión se encuentra disponible en el sello ARTENOVA (ref 277730); en este otro enlace podemos escuchar los dos restantes movimientos de la obra. En el primer movimiento, el compositor utiliza los violoncelos (a veces divididos a siete), piano, arpa, marimba, xilófono y percusión de madera en un tempo moderadamente rápido. En el segundo, utiliza la cuerda, vientos agudos y percusión metálica, comenzando muy rápido para desacelerar progresivamente. En el tercero, de carácter recitativo, utiliza instrumentos bajos y timbales. Y el cuarto, con violas, óboes, trompetas y percusión de caja clara, comienza lentamente para luego ir acelerando. La obra concluye en plenitud y de una forma lánguida. Este concierto obedeció a un encargo de la Sociedad Filarmónica de Nueva York para conmemorar la 125 temporada de conciertos (1969/70). La obra fue estrenada en Nueva York el 5 de febrero de 1970 bajo la dirección de Leonard Bernstein y para la misma, Carter se inspiró en un poema de Saint-John Perse que trata de la transformación y reorientación de sentimientos y pensamientos y de los cambios progresivos de acento. La obra consta de cuatro movimientos que se interpenetran de un extremo a otro en una orquesta que se divide en cuatro grupos.
John Cage y su escuela, a modo de dadaísmo musical, se opusieron a la organización musical del serialismo evitando cualquier control racional de la música y estimulando la aleatoria como indeterminación frente a la complicada matemática constructiva de la música serial. El concepto indeterminista se volvió complejo y los estilos se sucedieron unos a otros en vertiginosa sucesión. La música se convirtió en una forma cada vez más difícil y complicada en donde tanto instrumentos como voces eran utilizados de un modo sin precedentes e incluso se llegó a la paradoja de componer música que era imposible de interpretar (cantantes obligados a chillar por encima de los márgenes del pentagrama, violoncelistas que debían golpear su instrumento con los nudillos, pianistas que debían hurgar en el interior de la caja de resonancia…). Esas nuevas técnicas conllevaron el desarrollo de una nueva notación musical. Todo parecía desembocar en un callejón sin salida en donde la propia música estaba en cuestión. En EEUU, la reacción antiserial de Cage contó con la colaboración de los antaño serialistas Boulez, Milton Babbitt y especialmente de Elliott Carter, un compositor musicalmente educado bajo los principios del Neoclasicismo, que se caracterizó en sus comienzos por la disonancia aunque nunca de manera estrictamente serial. Para muchos especialistas, su música es la más difícil de interpretar de toda la historia de la composición.
Elliott Cook Carter nació el 11 de diciembre de 1908 en Nueva York y estudió con Walter Piston y posteriormente con Burlingame Hill en Harvard, universidad en donde obtuvo el grado de artes en 1932. Posteriormente, Carter se trasladó a París para ampliar formación con Nadia Boulanger. De regreso a los EEUU en 1935, Carter sirvió de crítico musical en el New York Herald Tribune y en Modern Music para ejercer también la docencia en distintas disciplinas humanísticas en Annapolis. A partir de 1948 empieza a componer sus primeras obras importantes, del todo rupturistas con el neoclasicismo anterior impartido por Boulanger, y con un estilo modernista inflexible que apenas tocará el serialismo sino es para aplicar un método serial aplicado a los intervalos y a las intensidades. Más célebre en un principio en Europa que en su propio país, Carter alternó su faceta compositiva con la docencia en los principales centros de enseñanza norteamericanos, como las universidades de Columbia, Yale y la Juilliard School. Nombrado miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras, Carter en la actualidad (pese a sus casi 103 años a la hora de redactar esta entrada, noviembre de 2011) sigue dedicándose a la composición e incluso imparte clases magistrales en el Centro Musical de Tanglewood.
Según Elliott Carter, la música, con sus distintas capas y estilos entrecruzados, ha de reflejar la complejidad de la vida moderna. Sus ritmos suelen ser vigorosos y asimétricos, sirviéndose de un método llamado modulación métrica que coordina todos los tempi y su mutua relación. A partir de la década de los años ochenta del siglo pasado, las complejas texturas de su música se fueron reduciendo aunque sus ideas permanecieron tan rápidas como sutiles. Desde tiempos recientes, los estadounidenses lo han acabado por reconocer como su gran maestro de la música moderna. Aunque su música no resulta en absoluto fácil en una primera audición, la combinación de fuerza intelectual y personal y las atractivas referencias externas hacen que su obra acabe permaneciendo en la memoria del oyente. Sirva desde aquí nuestro humilde homenaje a su figura.
Querido Leiter.
Preciosa entrada esta de Carter.
Bonita dedicatoria a un músico que como bien dices, es difícil, difícil.
Muchas gracias.
PD: enorme labor la de estos meses. Inestimable fuente de conocimiento.
Gracias, Julio. Aquí estamos hasta que el cuerpo resista.
Sin duda, Carter es tan difícil como interesante. Con todo, es de lo más «potable» que hay.
Gracias siempre a ti, estimado amigo
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Carter no sólo es difícil de interpretar sino de escuchar. El oído se pierde en la divagación a la que conduce ese estilo «extramuros», donde las notas se van de paseo fuera del pentagrama. Y sabe Dios cuándo volverán.
Y sin embargo el mundo entero está ahí. Es un estilo cuya existencia resulta absolutamente indispensable en la Historia de la Música.
Sin duda esto es Stravinsky a la décima potencia; me río de los que protestaron contra la Consagración de la Primavera, el día de su estreno…Si hubiesen escuchado a Carter…
Abrazos a ambos, Julio y Leiter.
¿Stravinski? Ese era Palestrina al lado de Carter…
Difícil de escuchar pero no imposible. Hay que cambiar el chip y adaptar el oído. Y cuando uno realiza esas premisas se da cuenta de todo el magisterio que encierra la técnica compositiva de Carter. Os aseguro que es un músico ciertamente interesante.
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Guauuuu, que chulada, si se me permite la expresión. Lo que he notado distinto a otro tipo de música más habitual es que en lugar de aglutinar, ordenar y desarrollar los sonidos hace lo contrario, despieza, desordena, microdesarrollos que se desintegran para formar otras células sin función ni forma definida. Es fabuloso, es el mundo antes de la Creación, justo antes de que la música naciera como la hemos conocido o viniera Bruckner haciendo estallar el Universo. La historia al revés jajajaja.
Yo que se, son ideas que me vienen cuando la escucho.
Quiero más de esto. ¿Alguna sugerencia concreta?
Bueno, yo creo que Carter, más que ser un deconstructor al estilo de Ferrán Adriá, es un amigo del collage corta y pega aunque ligándolo todo con una reducción muy personal. Aparte de otros autores que cito en la entrada (Milton Babbitt, sobre todo) prueba a teclear en YouTube o SPOTIFY a John Adams y Thomas Adès, dos compositores que particularmente me encantan. Trata de buscar Asyla, una pieza de este último autor. Y ya me contarás.
Besos, mi walkiria
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Asyla la encuentro muy sugerente y expresiva, me encanta. Mi critero para valorar se basa solo en las impresiones que me causa y siendo muy diferentes a las que puedo sentir al escuchar otras obras me resulta fácil dejarme llevar.
Al escucharla me viene de inmediato la sensación de un humano moderno, fragmentado, saturado de información, irreflexivo, agobiado, desorientado. La veo como música de hoy, de nuestro mundo más cercano alejado de la vida reposada y cercana a los ritmos naturales.
Solo es una opinión emocional e intuitiva.
Pero es una emoción que comparto contigo en su totalidad. Y es precisamente porque esa música representa lo de hoy, ni más ni menos. Por eso es una música genial, como lo fueron otras en su tiempo. Y también permanecerá ahí como un grito de esta sociedad embrutecida, decadente y carente de valores que no sean especulativos.
Mi beso, Walkiria
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