Bien puede afirmarse que con La traviata se completa la trilogía de madurez de Verdi

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(Rigoletto, Il trovatore y La traviata). A partir de unos más que patentes avances en óperas como Macbeth o Luisa Miller, el compositor intenta infructuosamente renovar el lenguaje músico-teatral de su época. Si bien Rigoletto y Il trovatore no alcanzaron ni por aproximación los niveles de revulsión deseados por Verdi, La traviata, en cambio, sí que responde realmente a ese aliento innovador. Las anteriores óperas de esta trilogía contaban con arriesgados y truculentos argumentos; sin embargo, La traviata da un paso más allá, subiendo por primera vez al escenario del teatro lírico italiano de su tiempo a seres humanos que visten de igual manera que los espectadores.

Con anterioridad, Verdi había escrito su música para personajes nobles o históricos. Ahora, para estupor de los espectadores que llenan los patios de butacas, Verdi crea una ópera para seres contemporáneos que a su vez adolecen de los mismos contemporáneos problemas.

La traviata

* Ópera en tres actos
* Libreto de Francesco Maria Piave
* Estrenada en Venecia el 6 de marzo de 1853
* Lugar de la acción: París, hacia 1850

FIGURACIÓN

– VIOLETTA VALERY, cortesana – Soprano lírico-spinto
– ALFREDO GERMONT, estudiante – Tenor lírico
– GIORGIO GERMONT, su padre – Barítono lírico
– GASTÓN, vizconde de Letorières – Tenor
– FLORA BERVOIX, amiga de Violetta – Mezzosoprano
– ANNINA, criada de Violetta – Soprano
– BARÓN DOUPHOL, protector de Violetta – Barítono
– DOCTOR GRENVIL – Bajo
– Amigos de Violetta, jugadores…

 

Verdi había asistido en París en 1852, junto con su ya compañera Giuseppina Strepponi, al estreno de la versión teatral de La dama de las camelias, drama de Alexandre Dumas que estaba basado en las propias vivencias del autor con la prostituta Alphonsine Duplesis. El compositor se vio plenamente identificado en esta obra y se sintió del todo conmovido ante una sociedad brutal e hipócrita que no es sino la misma que se había introvertido en su vida cuando Verdi decidió instalarse en Busseto con la soprano, una mujer cuyo turbulento pasado sentimental con el tenor Napoleone Moriani era por todos conocido.

A modo de sainete, Barezzi, el padre de la primera esposa de Verdi y verdadero mecenas del artista en sus años de juventud, había enarbolado para sí la bandera de la falsa moral y de la maledicencia, anticipando inconscientemente el papel del padre de Alfredo en la futura ópera. El compositor, luego de escribir una memorable carta justificativa a Barezzi, se vio obligado a emprender rumbo a París para empezar una nueva vida con la Strepponi. Tras varios meses de reflexión, Verdi decide acometer una nueva ópera basada en el texto de Dumas hijo y para ello requiere de los servicios del libretista de su anterior Rigoletto, Francesco Maria Piave, sobre todo a la hora de confeccionar los diálogos. Piave siguió al pie de la letra las indicaciones del compositor y modificó considerablemente el drama de Dumas.

Sin embargo, la censura impidió el normal desarrollo de los acontecimientos con sus torpes imposiciones, obligando a cambiar el título original — Amore e morte — por el definitivo de La traviata.

En sólo 45 días, Verdi completó la partitura y el estreno de la obra tiene lugar en el Teatro la Fenice de Venecia el 6 de marzo de 1853, cosechando uno de los mayores fracasos que sufrió nunca el compositor. El fracaso no se debió tanto a la partitura o al texto, sino más bien al gordinflón aspecto de la soprano elegida, Fanny Salvini, que en nada se parecía al de la pobre Violetta, y que provocó las carcajadas del público en las conmovedoras escenas finales. Además, el vestuario elegido para la première era manifiestamente mejorable. La ópera se repuso un año después también en Venecia, esta vez en el Teatro San Benedetto, y gracias a las correcciones obtuvo un grandioso éxito.

Es del todo admitido que esta partitura presenta algunos números más que discutibles — los coros del segundo cuadro del Acto II y la cabaletta que sigue a Di Provenza — que afortunadamente suelen hoy en día suprimirse en las representaciones. En otros momentos, Verdi da rienda suelta a su populismo — el famoso vals del brindis — e intercala fragmentos de difícil ajuste general. Para muchos especialistas del género, La traviata supone el cierre belcantista de Verdi, tesis sobre la que no estoy en absoluto de acuerdo.

Entre los aciertos de la obra sobresale la caracterización más completa hecha hasta entonces por Verdi: Violetta, cuya fragilidad, sinceridad y frivolidad aparecen magistralmente plasmadas en la protagonista. La ópera muestra aspectos tan extraordinarios como el esquema de continuum musical del Acto I, en donde las piezas encajan a la perfección en un esquema de danzas (Cosa que, por desgracia, no ocurre en los demás actos). Por otra parte, la intimidad musical y el intercambio de melodías en los Actos II y III son realmente portentosos.

Aún así, La traviata presenta un problema casi del todo insalvable: Violetta, su protagonista, requiere las agilidades de una soprano ligera en el Acto I mientras que en el resto ha de cantar al estilo de una soprano dramática. Por ello, es realmente difícil la representación de esta ópera al requerir de su protagonista femenina un estricto equilibrio que no dé lugar a torpes recursos melodramáticos pensados cara a la galería.

DESARROLLO DE LA OBRA

Acto I

Comedor en casa de Violetta. La cortesana ofrece un convite a sus amigos, entre los que se encuentra Gastón. Éste le presenta a Alfredo y le declara que está totalmente enamorado de ella. Violetta recibe frívolamente el cumplido. Todos se sientan a la mesa y Alfredo hace un brindis al que todos se unen (A la Netrebko se la comen viva, de lo guapísima que está). Cuando las parejas se disponen a bailar en otro salón, Violetta se siente mal y Alfredo la socorre. Mientras la mujer se repone, el joven le cuenta cómo se enamoró de ella un día que pasó por su lado. Violetta entonces le entrega una flor y le pide que se la devuelva al día siguiente cuando se haya marchitado. El joven enloquece de alegría ante esta cita y se despide de su amada. Amanece y los invitados se marchan. Ya sola, Violetta se siente conmovida por las palabras de Alfredo y piensa que quizás sea el hombre de su vida; pero pronto se aparta de estos pensamientos, ya que para ella sólo existe el placer. Mientras tanto, el joven, desde fuera, le repite sus frases de amor.

Acto II. Cuadro I

Salón de una casa de campo en las afueras de París. Hace ya tres meses que Violetta y Alfredo viven juntos y apartados de la vida mundana. El joven se alegra de este cambio y del amor que le tributa la joven cuando de pronto ve regresar a Annina de París, donde ha acudido para vender los últimos bienes que le quedan a Violetta, para poder seguir el alto nivel de vida que llevan. El joven decide conseguir dinero y le pide a la criada que guarde silencio sobre el motivo de su partida. Al poco de marcharse, Violetta pregunta por él y se extraña de las evasivas de Annina. Ésta le da una invitación de la fiesta de disfraces que va a dar su amiga Flora, evento al que no asistirá.

De pronto, se presenta el padre de Alfredo con la intención de separar a la pareja. Aunque Violetta es sincera y le dice que su hijo no ha gastado ni un céntimo de su patrimonio y que ella está muy enferma. Giorgio Germont le contesta que si no se separan, la hermana de Alfredo no podrá casarse ya que el hombre que la ama no está dispuesto a soportar el escándalo que significa la vida que lleva su futuro cuñado. Violetta, aunque un principio se opone, acaba comprendiendo que ha de sacrificarse, ya que su unión nunca será confirmada por la Iglesia.

Cuando el padre de Alfredo se marcha agradecido y asombrado de tal acto, Violetta manda con Annina un mensaje a París y luego le escribe una carta a su amado. En ese momento aparece Alfredo y trata de leer la carta, pero la joven se niega. Alfredo le dice que su padre está a punto de llegar y comenta el hecho de que tratará de separarlos.

Entonces Violetta le pide que jure que siempre la amará tanto como ella a él. Al poco tiempo de salir, Alfredo recibe la misiva en la que su amada le dice que han de separarse para siempre ya que ella prefiere volver a su antigua vida.

Desesperado, no sabe qué hacer a pesar del consuelo que le brinda su padre cuando llega. Cuando el joven descubre la invitación de Flora, decide ir a la fiesta para vengarse de Violetta.

Acto II. Cuadro II

Salón de la casa de Flora. La fiesta de máscaras está en su apogeo y la gente va comentando que Violetta ha vuelto a los brazos del barón Douphol. En esos momentos, aparece Alfredo y se encamina hacia las mesas de juego. Instantes después, le siguen Violetta y su protector quien, ante las fanfarronadas de Alfredo, se le enfrenta en el juego aunque nunca consigue ganarle. Al servirse la cena, todos salen excepto Violetta y Alfredo. La joven le pide que se marche ya que el barón quiere retarle a duelo.

Alfredo se niega y comenta que es realmente su protector la persona por la que Violetta siente interés. Violetta le responde que es cierto y que ella lo ama. Alfredo, despechado, convoca a los invitados y en su presencia arroja a Violetta el dinero que ha ganado en pago por lo que se gastó con él. Giorgio quiere calmar a su hijo pero no puede. El barón le reta a duelo y Violetta se desmaya.

Acto III

Dormitorio de Violetta. Con la llegada del doctor Grenvil la joven se despierta. El médico le dice que está mejor, pero le oculta — comunicándoselo a Annina — que le quedan tan sólo unas horas de vida. Cuando el médico se marcha, Violetta ordena a la criada que reparta el escaso dinero que le queda con los pobres. Luego vuelve a leer la carta que le ha enviado el padre de Alfredo y por la misma se entera que el duelo no tuvo un desenlace fatal y que Alfredo sabe toda la verdad, ya que su padre se la ha contado.

Alfredo, pese a encontrarse en el extranjero, está a punto de regresar pero ya es demasiado tarde. Nada queda ya de su belleza ni de su salud; Violetta ya sólo aspira a que Dios la perdone (Grandiosa aria y portentosa interpretación de la Netrebko). De la calle suben los alegres sones del Carnaval. Annina sube toda exultante: Ha visto a Alfredo y éste se encamina hacia la casa. Un momento después los amantes se abrazan y deciden marcharse de la ciudad. Pero cuando Violetta intenta levantarse, comprende que ya no puede.

Llega Giorgio y le pide perdón. Annina, que ha salido en busca del médico, regresa con éste mientras Violetta se despide de Alfredo entregándole una miniatura suya y deseándole que encuentre a una mujer digna de él. Violetta deja de sufrir por un instante, como si volviese a la vida, para morir posteriormente.

Queremos felicitar a llunatiq por el extraordinario trabajo de recopilación y traducción realizado en YOUTUBE para seguir esta ópera

VERSIONES RECOMENDADAS DE LA TRAVIATA

– Scotto, Kraus y Bruson. Coro Ambrosiano y Orquesta Philharmonia. Riccardo Muti. EMI
– Callas, Kraus y Sereni. Coro y Orquesta del Teatro San Carlos de Lisboa. Franco Ghione. EMI
– Caballé, Bergonzi y Milnes. Coro y Orquesta RCA italiana. Georges Prêtre. RCA
– Sutherland, Bergonzi y Merrill. Coro y Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino. Sir John Pritchard. DECCA
– Callas, Di Stefano y Bastianini. Coro y Orquesta del Teatro de La Scala de Milán. Carlo María Giulini. EMI
– Gheorgiu, Loppardo y Nucci. Coro y Orquesta del Covent Garden. Sir Georg Solti. DECCA
– Fabbricini, Algana y Cori. Coro y Orquesta del Teatro de La Scala de Milán. Riccardo Muti. SONY