En el enlace al vídeo que hoy os dejo podemos escuchar los dos primeros movimientos — Allegretto y Andante — de la conocidísima y no menos extraordinaria Sinfonietta para orquesta del compositor moravo Leos Janacek. La versión del vídeo — magistral — corresponde a la lectura efectuada por Karel Ancerl al frente de la Orquesta Filarmónica Checa y se encuentra disponible en el sello SUPRAPHON (Ref 3684). En el primer movimiento, Allegretto-Fanfarria, un grupo especial de trece instrumentos de viento y metal van movilizando a las distintas secciones de la orquesta mediante encadenamientos de quintas acentuados por la percusión. Estos toques tienen un valor cíclico a lo largo de la obra. El segundo movimiento, Andante-El castillo, es una danza popular desplegada por los óboes que son respondidos por una melodía ciertamente ensoñadora. El tercer movimiento, Moderato-El monasterio de la reina, es un nocturno que evoluciona desde la alegría a lo fantástico. Presenta un bellísimo tema expuesto por el corno inglés que se ve cortado por las ráfagas de las flautas al son de unos amenazantes metales. El cuarto movimiento, Allegretto-La calle, es un breve monotema en el que las trompetas exponen un tema marcial que es recogido por diferentes instrumentos. El quinto y último movimiento, Andante con moto-Allegretto-El ayuntamiento, comienza con un tema sencillo en las flautas que alterna con el serpenteo de la cuerda. Un motivo derivado en el registro grave de los metales se va imponiendo al tiempo que la música se acelera con rápidos acordes de cuerda ante las florituras de la madera. La obra concluye en medio de una gran solemnidad. Obra maestra indiscutible del autor, la Sinfonietta fue dedicada a las fuerzas armadas checoslovacas pese a que inicialmente respondía a un encargo del Festival de Organización Educativa Sokol. Estrenada en 1926, la obra respira una frescura y una asombrosa juventud para ser escrita por un hombre de 72 años (Janacek fallecería un par de años después) y debajo de toda esta composición se esconde una deliciosa suite de canciones populares checas. Es la obra más conocida y popular del compositor. En este enlace podéis seguir los movimientos tercero y cuarto, mientras que aquí se escucha el quinto y último.
La implantación del Romanticismo fue tan intensa que incluso las salidas que de dicho período se produjeron conservaron muchos elementos que, con las lógicas transformaciones, aún podrían considerarse como románticos y que en algunos casos han pervivido hasta la actualidad. La razón de ello es evidente: El Romanticismo fue un movimiento esencialmente revolucionario que acabó, paradójicamente, siendo adoptado por la sociedad dominante del siglo XIX encarnada en la burguesía. Y este movimiento, en consecuencia, no perderá fuerza hasta que la burguesía no se haya de transformar una vez pasada la Primera Guerra Mundial. Así, todo lo que se engloba como post-romanticismo no es sino un conglomerado de tendencias no siempre unitarias que intentan salir del Romanticismo sin cortar todos los lazos que lo vinculan. Fuera de Rusia, pero desde el ámbito del mundo eslavo, el nacionalismo musical careció de muchas oportunidades para evolucionar hacia un post-romanticismo simbolista o modernista aunque existieron notables excepciones, como el trío de polacos compuesto por Henryk Wieniawski (1835-1880), Ignacy Jan Paderewski (1860-1941) — quien llegó a ser gobernante de Polonia — y Mieczyslaw Karlowicz (1876-1909). Pero el más importante de los post-romanticistas eslavos fue Leos Janacek, un compositor cuya figura se agiganta con total justicia con el paso del tiempo.
Leos Janacek nació en Hukvaldy, región de Moravia, el 3 de julio de 1854. Con once años ingresa en calidad de becario en la antigua escuela conventual de Brno donde siete años más tarde acaba sus estudios como instructor para luego ejercer como instructor auxiliar y maestro de música. Posteriormente adquiere una sólida formación como organista en Praga y, tras algunos años como profesor de música y director de coro en Brno, se perfecciona en los conservatorios de Leipzig, San Petersburgo y Viena, ciudad esta en la que compone sus primeras obras. Luego de su regreso a Brno es nombrado profesor de música en la Escuela Normal, donde ejerció de 1880 a 1904, al tiempo que era profesor de canto en el instituto. Ya como director de la Escuela de Órgano de Brno redacta numerosas críticas y ensayos mostrando un interés por el lado melódico del lenguaje hablado que cristaliza en su ópera Sárka, estrenada en 1888. Durante los siguientes años se dedica al estudio y anotación de las canciones populares publicando una serie de arreglos que constituirán la base de su tercera ópera, Jenufa. Apasionado de la literatura rusa y polaca, viaja a dichos países en numerosas ocasiones hasta que se ve atraído hacia la causa anti-monárquica como consecuencia de presenciar el asesinato de un obrero en Brno. Con unas tendencias ideológicas ciertamente inspiradas en el socialismo, Janacek utilizó a la pequeña burguesía checa como blanco de su ironía y en su rapsodia Taras Bulba cantó al héroe sin miedo. Tras el nacimiento de la República de Checoslovaquia en 1918 se consagró de lleno a la composición y así surgieron una serie de obras maestras que van desde la composición de cuatro óperas, destacando Katá Kabanová y La casa de los muertos, hasta música de cámara, religiosa — la magistral Misa glagolítica — y sinfónica, como esta Sinfonietta que hoy comentamos. Janacek falleció en Ostrava el 12 de agosto de 1928.
La vitalidad de un hombre ya entrado en años y el modernismo que desprende su música permitieron que el viejo Janacek fuera el mejor representante de la «joven» música checa. La composición de Jenufa y el alocado enamoramiento que sostuvo por una muchacha cuarenta años más joven que él y que no llegó a prosperar cambiaron radicalmente su vida. Durante la última etapa de su vida se comportó como un estudiante genial, componiendo obras con un estilo que ningún músico de su generación había logrado antes. La base de su música es la armonía del siglo XIX revestida de chirriantes y nerviosos pasajes que parecen imitar los irregulares ritmos de la lengua checa. Su música escénica sólo puede captarse en su totalidad si se tiene la posibilidad de escucharse en su lengua original acompañada de una buena traducción. A día de hoy, Janacek se encuentra justamente situado entre los compositores de ópera más significativos de todo el siglo XX. Nuestro humilde homenaje a su extraordinaria figura.
He empezado a escucharla y suena de lo más moderno e interesante. Ahora toca trabajo, espero esta noche con el sonido adecuado (le pego al portatil unos altavoces)escucharla con calma y cuento desde mi oído inexperto en estos sonidos todavía. Mientras escribo va sonando y me gusta, vaya, es otra cosa diferente a lo que acostumbro….si, parece estar viva….mola :-).
Es una pieza ciertamente agradable y amena de escuchar. Celebro que te haya gustado, Zarza.
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Me encanta la Sinfonietta, peor ya que mencionas a Taras Bulba, me gusta mucho más esta última composición.
Me sorprende que tuviera 72 años a la hora de componer la pieza.
A propósito, ¿que otros compositores escribieron algo a una avanzada edad? Me viene a la mente el caso de Elliott Carter, que con 101 años sigue componiendo…
un abrazo, Leiter
Pues ahora que lo dices, Frank, y haciendo memoria no caigo ahora en compositores que hayan escrito a una edad tan avanzada. Bueno, Brahms y Bruckner compusieron hasta los últimos días de su vida. Y muchos otros, claro. Lo curioso es que Janacek pareció volver a su juventud a los 72 años y escribió esa música tan fresca y juvenil.
Luego están los casos contrarios, de gente que para y ya no escribe nada en años. Recuerdo a Rossini o a Sibelius en este aspecto.
Lo de Elliot Carter es realmente curioso. La verdad es que no lo sabía.
Un abrazo, Frank
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Vitalidad es sin duda la palabra que mejor le va! Una maravilla!
Besos, muchos besos
Para que luego digan que a la gente mayor se le agota la creatividad…
Celebro que te haya gustado, Amalia
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