Me decoras el despertar de sobremesa
con un cielo remojado de ilusiones,
de recuerdo en los paseos,
de incertidumbre en las esperas.
Allí se recrean los tránsitos de gloria a pena,
tu figura de porcelana en millones de fantasías,
escenas de paraíso que nunca lograste descifrar.
Lánguida agonía de amores desbordados,
una postal de misteriosos sortilegios,
un beso fugado a la sombra de soportales.
Deliciosa expresión de soledades
a los bordes de la añorada alberca.
¿Qué manjar de lujuria probaron tus golosas enmiendas?
Si la fortuna se prostituye con sostenes de invidencia,
si de lujos derramados se pinta tu olvidada pobreza.
Sólo un bálsamo de antojos intermitentes,
una amistad de insolentes apariencias.
Me abro a tu circuito improvisado
entre losetas de áspera adherencia,
con tu montaña de miel como horizonte
y los cánticos que la tarde encierra.
Allí se recrean las estampas de sueños dorados,
la frágil miniatura de espumosa efervescencia,
retoños que se mancipan al vértigo de los abismos,
cómplices susurros de terciopelo en la intimidad;
una chispa emocionada de clareadas resonancias,
una interrogante nebulosa de tacto incognoscible…
Deliciosa expresión de soledades
a los bordes de la añorada alberca.